martes, 20 de julio de 2010

MISTERIOSA FORTUNA


Gonzalo Gamio Gehri


Todo ser busca la Gran Palabra, y el alma universal, grande e inmensa, se agita por todas partes y florece sin fin”.

Novalis


Alex: [voice over] How's your sunset?
Kate: It's perfect.
Alex: I only wish you were here to share it with me.

Anna Scott: Can I stay for a while?
William: You can stay forever.


Este es un extraño post, que intenta conciliar un extraño saber con la industria del cine ¿Es posible que – al menos en una pequeña medida – el cine popular haya podido recoger algo de la sabiduría de los mitos y los cuentos de hadas acerca de la fortuna y el amor? ¿Incluso películas evidentemente ligeras, del estilo de The lake House o Notting Hill podrían haber rescatado ese antiguo saber? Si la pregunta es extraña, la respuesta lo es más todavía. Ambas son películas en las que la fortuna (tyché) desempeña un rol dominante. Ya hemos hablado del vínculo entre la tyché y el discernimiento en la ética y la política; ahora quisiera detenerme en las relaciones humanas cercanas. Volví a encontrarme casualmente con estas películas, y creo que tienen algo que decir sobre la fortuna y los sentimientos humanos más profundos y difíciles, y lo plantean sin perder cierta "magia". En The lake House, una muchacha y un joven - ella es médico, él es arquitecto - intercambian cartas de amor en medio de una extraña situación: dicha comunicación tiene lugar a pesar de que uno vive a dos años “de distancia” del otro. De hecho, se comunican a través del buzón de la misma casa del lago en la que viven (en tiempos diferentes). En Notting Hill, la vida de un librero inglés cambia constantemente de rumbo por la episódica y atropellada aparición de una estrella de cine norteamericana - Anna Scott -, a la que él ama intensamente. En ambos casos, las vidas de los personajes se ven severamente expuestas a circunstancias externas a lo que puedan decir o hacer, es decir, a la tyché. William y Alex se parecen a los personajes de los mitos y cuentos de antaño – y quizá a la mayoría de los terrestres – en tanto que ellos no “encuentran el amor”; el amor los encuentra a ellos, sin que se les permita detenerse a pensar en si esto tiene lugar en un momento oportuno o bajo las condiciones adecuadas. Esto es lo que hace que sus historias sean dignas de ser contadas. Escriben una carta, o doblan la esquina, y entonces sucede.

Evidente es el misterioso e incontrolable poder que tiene la fortuna sobre nosotros, los frágiles y limitados mortales. Nos lleva fugazmente a tocar el cielo con las dos manos, para luego, en poco tiempo y con singular velocidad, sumergirnos en el abismo más profundo de dolor y silencio. Es que la tyché decide finalmente el curso de nuestra salud o prosperidad, nuestra suerte en la batalla, el retorno anhelado del ser amado o la ruina más completa de nuestras esperanzas. Hace crujir nuestras certezas y vínculos hasta resquebrajarlos y hacerlos polvo. A veces, sólo a veces, nos devuelve la calma y nos sonríe. En Notting Hill, William Thacker tiene que lidiar con una felicidad que sólo tiene lugar en los “sueños dulces”, pero también debe enfrentar largos periodos de ausencia de su amada, que lo descolocan sin remedio y provocan en él una honda melancolía. Alex Wiley - en The lake House – desarrolla una relación epistolar formidable con Kate, al punto que las cartas entre ambos se convierten en el verdadero nudo de la trama. Como los románticos alemanes, ambos buscan encontrar las palabras correctas, aquellas que revelen el correcto matiz que revele con fuerza aquello que sienten y que quieren decirse el uno al otro. Contrariada por la sorpresiva ausencia de Alex - en el momento más crítico de la película -, Kate decide interrumpir la comunicación entre ambos. Súbitamente, las circunstancias llevan dolorosamente al joven a retener en su pecho esas palabras que no eran suyas, que ya pertenecían a alguien más. Tampoco tiene la oportunidad de explicar su ausencia (que en si misma es misteriosa, dado que tiene que ver con eventos del futuro). Extraña profundamente a la muchacha, sus cartas, la voz que sólo puede imaginar. En un hermoso gesto de amor y ternura, Alex decide entrar en la vida pasada de Kate, para intentar conquistarla, dos años antes de sus cartas. Especial atención en la película merece la canción de Paul McCartney This never happened before, que nos habla precisamente del destino de los amantes.

Hasta allí los elementos interesantes que pueden conectarse con los mitos y cuentos de amor clásicos y románticos. Recordemos que estamos hablando de un cine algo edulcorado y hasta algo cándido (espero escribir algún día algo sobre Before Sunrise y Before Sunset, que son obras lúcidas y conmovedoras en este género, y que también están relacionadas estrechamente con los embates inesperados de la fortuna). Con todo, aquí el amor y la fortuna nos remiten al problema de aquello que hay que encarar: la verdad, la verdad de la vida (no puedo sino simpatizar con esta visión: después de todo, la verdad que no te deja sin aliento o que no te hace “perder la cabeza”, no parece tan “verdadera”. En el amor, la amistad, la religión y los asuntos más importantes de la vida).

La fortuna encumbra al ser humano, al “raquítico dios de la tierra” tanto como lo sumerge en el lodo, lo condena al silencio o al vacío, cuando no a la pura y dura destrucción. No conocemos el secreto de la dulce y terrible Tyché. No podemos controlar completamente el curso de nuestras vidas, ni siquiera es posible ponderar todas las consecuencias de nuestras acciones. No podemos aspirar al conocimiento del acaso (Sólo cerrar los ojos, hacer una oración ¡y tal vez cruzar los dedos!). Súbitamente, nos vemos privados de las personas a quienes queremos, e incluso de las condiciones básicas de nuestra existencia ¿Tendrá sentido, a pesar de todo, seguir rindiéndole culto y ofrendas a la misteriosa fortuna, seguir orándole, invocar su nombre en el fragor de las batallas, como los antiguos griegos?

Tal vez sí. No olvidemos las sabias palabras de Martín Adán:


“La que nace, es la rosa inesperada”.

4 comentarios:

Geviert-Kreis dijo...

...esa frase de Adán es tremenda, descalza inmediatamente, sin condiciones. Es, sin duda, un final extraño (y revelador) el que escoges para un "extraño post". Un final extraño en un extraño post no puede reflejar otra cosa que un extraño (y latente) Gonzalo. ¿cuál mi estimado? Ajá.

Sobre cine y Fortuna se podría discutir a mares. la "fortuna" es un leitmotiv recurrente del cine popular ligero, como lo llamas, y del más elaborado también. Recuerdo, por ejemplo, la última parte del "séptimo sello" (1957) de Bergman. El caballero cruzado continúa obstinadamente a "querer saber" sobre lo que le espera más allá de la muerte. El payaso-saltimbanqui "percibe" el juego peligroso del caballero con una visión (mariana) y varios signos que le permiten, al final, salvarse del destino escrito para el resto de los personajes. El artista "escapa" a su suerte gracias a la (extraña) intuición (estética, mántica). Parece ser que Bergman trata de decirnos en ese personaje que la fortuna no es "fatal", si se saben "leer" sus signos anticipadores. Cabe resaltar otro personaje extraordinario y decisivo de esa película, lo considero el personaje central del "séptimo sello": la sirvienta (Gunnel Lindblom) que por culpa de los malísimos doblajes y subtítulos del original sueco, no dice, en realidad, al final, lo que realmente dice cuando aparece la terrible muerte y pide puntualmente la vida de los demás. La sirvienta dice: "(yo) estoy lista". Es la única del grupo que acepta su fortuna adversa y arrastra a todos a la propia. Dicho simbólicamente: La más íntima y absoluta servitud (en el sentido estricto del servir absolutamente incondicional, mentalidad extraña a los libertarios y emancipados occidentales) es la única virtud oculta que logra medirse con la fortuna, a pesar que signifique el propio fracaso. Es una imagen grandiosa de Bergman, recomiendo la película vívamente, junto a otra menor, aún más religiosa: Jungfrukällan, 1960 (esp. el manantial de la doncella, the virgin spring).

un comentario para un post extraño merece un final también extraño, dedicado igualmente a la Rosa: porque el secreto de la teia tyché está, después de todo, en su devoción. Creo que es de un futurista apócrifo, un romántico negro, un fanático:

para que mi revés se haga canto
montaña y desierto giran siempre en corro
en el borde del pétalo.
De pudor se deshojan,
cayendo hacia los cielos finalmente,
montaña y desierto,
para que mi revés se haga canto.

saludos,
Giovanni

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Giovanni:

Excelentes los versos que compartes. La tyché es un tema apasionante. Ya la había examinado en el contexto de la ética, pero el contacto con nuestros buenos amigos comunes (grandes expertos en Dante, en los griegos) me ha llevado a intentar percibirla en la naturaleza y en la vida cotidiana. Y la lectura de Novalis entra también en la colada.

Un abrazo,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Finalmente, la fortuna solo es adversa para aquel que no está dispuesto a "dialogar" a través de su virtud y prefiere mirarse a sí mismo, pues la aparicion del evento inesperado permite la ocasión (kairós) para la mejor acción posible.
Es en este momento cuando el corazón, lleno de gozo, se transforma en fuego y la obscuridad, viejo lastre del ego, queda conjurada.
solinvictus

Geviert-kreis dijo...

saludos mis estimados,

he intentado retomar este tema importante en mi último post a partir de la película que comenté anteriormente. Desarrollo mi comentario a modo de ejemplo, dado el abismo del argumento. Mi intención es responder a la pregunta: ¿qué actitud está a la altura de postrarse ante la Tyche y confrontarse con ella?
¿Cuál en ese momento "cuando el corazón, lleno de gozo, se transforma en fuego y la obscuridad, viejo lastre del ego, queda conjurada"? Un intento de respuesta, mis saludos,
GK