sábado, 11 de julio de 2009

GUERRA Y ESCUDOS HUMANOS











INTRODUCCIÓN




Gonzalo Gamio Gehri




¿Cuando es posible hablar de guerra justa? Por lo general, en los tratados modernos sobre el tema, se han planteados dos principios bastante claros. 1) Aquel que permite distinguir con claridad entre aquellos que combaten y aquellos que no lo hacen, esto es, la población civil. 2) Aquel que determina la proporcionalidad entre los bienes y los males que producen las guerras; los bienes deben ser mayores (p.e., en el contexto de intervenciones humanitarias, campañas de liberación contra el yugo exterior, etc.) el tema es bastante delicado, puesto que estos principios (particularmente 2) están expuestos a la manipulación ideológica. Cada caso exige ser observado con particular cuidado.

Desde Agustín de Hipona, cuando menos, la observancia de 1 ha tenido especial importancia. Como Michael Walzer nos recuerda (particularmente en Reflexiones sobre la guerra), en sus reflexiones sobre si el cristiano debía o no intervenir en la guerra, Agustín - deliberando en torno a la posible tensión entre la no violencia predicada por Jesús y la necesidad del Imperio Romano de defenderse en tiempos de una aguda crisis -, constituia un poderoso imperativo que la guerra estuviese inspirada en nobles propósitos, que el cristiano no interviese en los actos de pillaje que solían acompañar a los enfrentamientos, y que asumiese la protección de la población indefensa. Tenemos obligaciones morales claras con los no combatientes.

Desde Guerras justas e injustas, Walzer ha cuestionado severamente la hipótesis según la cual en el lapso de la guerra opera una especie de "suspensión de la moral", una funesta presuposición que han suscrito un sinnúmero de autores y operarios 'realistas' que han rechazado durante décadas los preceptos vinculados a los Derechos humanos y a los acuerdos internacionales en torno a las leyes de la guerra en los casos en los que unos u otros tendrían que haber sido aplicados respectivamente. En esta oportunidad, David Villena - profesor de la UNMSM y un importante colaborador de este blog - nos presenta una interpretación de un debate filosófico-práctico en torno a la naturaleza y alcances del primer principio señalado, en el contexto de una reflexión puntual sobre el conflicto israelí-palestino. Como se sabe, el profesor Villena es un conocido filósofo analítico peruano, un joven académico progresista particularmente interesado en la tarea de pensar rigurosamente la guerra desde la cultura de los Derechos Humanos; en este post plantea un problema ético fundamental en contextos bélicos. Villena ha tenido la generosidad de pensar en este blog para publicar este artículo. Estoy seguro de que sus ideas al respecto propiciarán un diálogo interesante sobre este tema.






ESCUDOS HUMANOS




David Villena Saldaña



Mientras una misión del Consejo de DDHH de la ONU trata de determinar si hubo crímenes de guerra durante el reciente conflicto en Gaza, resulta de particular interés prestar atención a un debate entre cuyas partes se encuentra Amos Yadlin, Jefe de Inteligencia de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), y el filósofo Michael Walzer.

En mayo pasado, Avishai Margalit y Walzer publicaron un artículo que cuestiona la virtual eliminación de la diferencia entre combatientes y no-combatientes por la cual abogaría un escrito de Asa Kasher y Yadlin, en donde estos sostienen que el “soldado es un ciudadano en uniforme,” y que, por ello, sólo se justifica comprometer su seguridad en condiciones estrictamente necesarias referidas a la defensa de su patria y conciudadanos[1]. De esta manera, si se le envía a un territorio en el que su estado no tiene control efectivo y lucha con terroristas que operan en zonas civiles, resulta inmoral exigirle arriesgar la vida con el objeto de que minimice los perjuicios de la población civil. Para Kasher y Yadlin, dado este escenario, el soldado no está obligado a reparar en las bajas y daños que causen sus acciones entre no-combatientes. Serían efectos que, aunque colaterales e indeseados, no tiene el deber de impedir. Así, no obstante ser el autor, la responsabilidad de los males no es suya ni del estado bajo cuyas órdenes se encuentra, sino de los terroristas con quienes pelea.

Margalit y Walzer anotan que la lógica del argumento no está vinculada a la naturaleza del terrorismo y que, por tanto, si es válido, continuará siéndolo de reemplazar el término ‘terroristas’ por ‘combatientes enemigos.’ En este sentido, la tesis de Kasher y Yadlin afirmaría que, en caso de que “nuestro” ejército se enfrente a otro mezclado entre civiles dentro de territorios que no controlamos, la seguridad de “nuestros” soldados tiene prioridad sobre la seguridad de “sus” ciudadanos no-combatientes. Kasher y Yadlin, sin embargo, niegan esta imputación[2]. Según dicen, la nacionalidad de los civiles no es aquello que los priva de sus derechos de no-combatientes frente al estado atacante cuando son empleados como escudos por el enemigo, sino el hecho de estar en un territorio que el atacante no controla – pues si lo controlara, aun cuando no sean sus nacionales, tendría la responsabilidad de salvaguardar sus vidas e intereses, incluso en desmedro de sus propios soldados.

Pero, de acuerdo con Margalit y Walzer, si el requisito para que un estado atacante respete los derechos de los no-combatientes usados como escudos, es que se encuentren en un territorio que controle, entonces, ningún estado podrá estar en condiciones de mostrar este respeto, pues, por definición, si ataca, no controla el territorio[3].

Kasher y Yadlin sostienen, no obstante esto, que frente al supuesto hipotético de que, por ejemplo, Hezbollah tome por asalto el kibutz Manara ubicado en el norte de Israel y haga uso de no-combatientes como escudos humanos, el estado de Israel estaría obligado a no quebrantar las inmunidades y prerrogativas de los últimos sin importar cuáles sean sus nacionalidades. No habría control sobre el territorio, pero sí jurisdicción. Tal sería la razón por la cual, según Kasher y Yadlin, Israel es responsable de estas personas.

El distingo entre combatientes y no-combatientes es de orden fundamental. En él, se manifiesta la motivación del derecho internacional humanitario y la teoría de la guerra justa, ya que permite regular la conducta durante la lucha y limitar el alcance de la violencia. Hay lugar, sin embargo, para la revisión y el refinamiento de conceptos. A juicio de Margalit y Walzer, el problema con Kasher y Yadlin es que no ofrecen razones consistentes para modificar la doctrina. Pues, que los derechos constitutivos del no-combatiente, y, por tanto, su estatus mismo, se esfumen cuando un estado pelea en un territorio donde no tiene jurisdicción y en el cual el bando opuesto utiliza civiles como escudos, no es algo sólido ni persuasivo. Ya que, por un lado, la jurisdicción no es criterio moral relevante para distinguir entre combatientes y no-combatientes, y, por otro, el hecho de que el enemigo haya faltado a su deber y use escudos humanos, no libera a la otra parte de su obligación de no ejecutar acciones a consecuencia de las cuales resulte menguada la integridad de los no-combatientes, o, de insistir en su realización, no vacilar en colocarse en riesgo para que tal daño no ocurra o sea el menor. Se trata, en una palabra, de no matar civiles.

El punto es bastante sencillo: el pecado de otros no nos exime de culpa.


[1] Cf. Avishai Margalit y Michael Walzer, “Israel: Civilians & Combatants” en The New York Review of Books, Vol. 56, número 8, 14 de mayo de 2009. Asa Kasher y Amos Yadlin, "Assassination and Preventive Killing” en SAIS Review, Vol. 25, número1, 2005, pp. 41-57.
[2] Cf. Asa Kashner y Amos Yadlin, “Israel & the Rules of War” en The New York Review of Books, Vol. 56, número 10.
[3] Cf. Avishai Margalit y Michael Walzer, “Reply to: Israel & the Rules of War” en The New York Review of Books, Vol. 56, número 10.

6 comentarios:

ernesto dijo...

estimado gonzalo.

quisiera saber en que obra theodor adorno afirma o insinua que la metafisica produjo los campos de experminio de auschwitz?

Anónimo dijo...

Y por fin...Villena es de la Coalción no?

Gonzalo Gamio dijo...

Anónimo:

¿Y eso qùé tiene que ver?¿Es una religión o un partido político? Hasta donde sé, colaboró con un post, pero no es miembro del grupo que señalas.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Ernesto:

Lo que dice Adorno es que después de Auschwittz no tiene sentido escribir un poema.

S. Escalante podría darte mayor información sobre Adorno.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Interesante post. Un comentario.
Uno de los pensadores fundamentales sobre la guerra en el siglo XX- aunque poco conocido- es Simone Weil. Esta pensadora francesa vivió muy profundamente ya de muy pequeña la primera guerra mundial, luego de joven participó en la guerra civil española; finalmente murió exiliada en Londres durante la segunda guerra mundial. Expondré algo respecto a lo que piensa ella podría considerarse una guerra justa.
En sus "Cuadernos" apunta que existen sobre todo tres motivaciones para realizar una guerra. 1)El afán de conquista (tipo romano) 2)Obtener un objetivo determinado y 3)Defensa.
Dentro de la concepción cristiana de su pensamiento, Weil considera que cualquier especie de ejercicio de fuerza (física o psicológica) sobre los humanos constituye una violencia que hace de ellos, durante el tiempo que están en contacto con la ella, algo análogo a cosas. Piensa que tanto el que padece la fuerza, como el que la ejerce se degrada-aunque de modo peculiar- al estado de cosa. El que la padece se parece a un mudo que no es escuchado, y el que la ejerce a un sordo que no escucha. En los dos casos la humanidad está de más, es reprimida violentamente; en el que lo padece acompañado con sufrimiento y en el que la ejerce acompañado de voluptuosidad. Pero la degradación de la fuerza es esencialmente la misma de los dos lados, aunque las sensibilidades sean distintas. A partir de ahí Weil considera que todo contacto con la fuerza perjudica los deseos de justicia que un ser humano pueda tener. Así, en principio, tanto realizar la guerra como padecerla consiste una injusticia. Sin embargo, existe una forma de tener contacto con la fuerza, y que sin embargo ese contacto-aunque no libre del sufrimiento- no degrade. Para Weil, todo depende de los móviles de la acción. Si el ejercicio de la fuerza proviene de móviles bajos es inevitable que el contacto con la fuerza no degrade, y por lo mismo inevitable la injusticia. Pero si el ejercicio de la fuerza proviene de móviles elevados, uno puede verse libre de la degradación y es más, servirse de esa situación para la elevación espiritual. Esta idea piensa Weil, se encuentra expuesta en la Bhagavad-Gita y de manera recíproca en la historia de Cristo A los ojos de Weil, Cristo fue un ser que padeció la fuerza hasta la muerte y sin embargo no sufrió degradación espiritual, sino que incluso se sirvió de esa situación para manifestar su perfección. Según Weil, en la Gita, Arjuna ejerce la fuerza, muy a su pesar en una batalla-acabando con seres queridos- por mandato de Krishna; y esa acción contribuye a su perfección. Pero sólo es así porque los móviles de Arjuna eran puros. Así como Cristo no se degradó espiritualmente al contacto pasivo con la fuerza por estar movido por el bien, así Arjuna no se degrado al contacto activo por la misma razón.
El asunto pues para determinar que una guerra sea "justa", esto es, no degrade- puesto que la guerra consiste sobre todo en ejercer la fuerza- es ejercerla motivado por móviles puros y elevados. A este respecto, piensa Weil que 1 (la conquista) no es susceptible de realización motivado por esa clase de móviles.
Para ella -de manera general-sólo 3 (la guerra defensiva) es siempre susceptible de móviles elevados, cuando la amenaza sea vital. Y la 2 (objetivo determinado) es susceptible si tiene la forma de la 3, pero no, si tiene la forma de la 1.
La forma de la 3, la guerra defensiva, al poner en peligro la vida (sea física y moral) de las personas, puede servir de un aliciente para un heroísmo de primer orden. Piensa que alguien en una situación así puede asistir a la guerra movido por la compasión de su pueblo. Los afanes de conquista-salvo rarísima excepción- jamás provienen de un sentimiento de compasión por el propio pueblo, sino de ambiciones desmedidas. Un ser que muere en la compasión defendiendo su pueblo, aunque al contacto con la fuerza, queda resguardado de la degradación y puede ser salvado.
Emilio Novis.

JMS Redacción BCN Metropolis dijo...

Buen comentario, me ha interesado la discusión de la posición de Walzer y Margalit.
En relación con la obra de Margalit, os llamo la atención a la entrevista que acabamos de publicar en Barcelona Metropolis, núm 75, con el autor; la versión castellana se encuentra online aquí: http://www.barcelonametropolis.cat/es/page.asp?id=21&ui=224