viernes, 27 de febrero de 2009

ESTADO TOTALITARIO Y ‘MORAL INTEGRISTA’





MI EPÍLOGO A LA DISCUSIÓN SOBRE EL ESTADO Y LA VIDA BUENA



Gonzalo Gamio Gehri


Revisando, en los últimos días, un festivo post de Carlos Pérez que evocaba la interesante relación entre Rock y política, caí en la cuenta que la larga y tenaz discusión en torno al Estado, liberalismo y vida buena necesitaba una reflexión final que sirviera de (provisional) epílogo. Hasta ahora, el debate se había desarrollado en el plano de los conceptos y – en el caso de algunos “críticos” – en el de las caricaturas. No se contó con la descripción de algún caso. Me gustaría escribir algunas líneas en esta dirección.

Hemos sostenido – siguiendo algunas líneas conceptuales desplegadas en la tradición liberal – que un Estado democrático ha de hacer epoché (suspensión de juicio) respecto del tema puntual de qué formas de vida o prácticas sociales encarnan la plenitud de la existencia humana, o qué tipo de doctrina oral o religiosa representa el ‘sentido último’ de la vida (cuestiones de vida buena). Un Estado democrático deja en manos de sus ciudadanos ese problema y discusión, para dedicarse a los asuntos relativos a la protección de las libertades y derechos fundamentales de las personas, así como a garantizar el acceso a los servicios básicos – salud, seguridad, educación – que permitirían a los individuos desarrollar sus capacidades a discreción (cuestiones de justicia). El cumplimiento de estas tareas haría posible que los agentes decidan por sí mismos – conforme a su capacidad de discernimiento y elección – el tema de qué actividades y fines son parte del florecimiento humano. Un Estado democrático considera que la cuestión de la vida constituye un problema ético importante – de hecho, el más importante -, pero, por ello mismo, no interfiere en él. Debe garantizar el respeto por la diversidad que no atenten contra los derechos de las personas. Su deber es garantizar la justicia y la libertad (conjurando los males que intentan disolverlas), y no señalarle a sus ciudadanos cuál es la “doctrina correcta” en torno a la plenitud de la vida, y promoverla en la sociedad.

La idea de un Estado confesional es potencialmente autoritaria y restrictiva de la libertad, dado que impone una concepción única de la vida buena. En su interior, el individuo debe ser educado para interiorizarla, y evitar sistemas de creencia alternativos que lo llevarán al error y a la corrupción. En la óptica del Estado confesional, el respeto por la diversidad de formas de vida constituye un signo de raquitismo moral o “relativismo”, que es inaceptable desde la perspectiva de la ‘verdad’ que ostenta la tradición. En algunos casos, el Estado confesional debe intervenir para corregir los errores doctrinales de los individuos – básicamente súbditos – y devolverlo a la senda del Bien, incluso contra su voluntad. En algunos de estos Estados, incluso la apostasía y el ateísmo constituyen infracciones a la ley.

En la historia reciente de Occidente encontramos casos de este tipo. El régimen dictatorial de Francisco Franco es un ejemplo de esa clase de Estado confesional totalitario. Luego de una cruenta guerra civil, el bando sublevado de Franco se hizo con el poder. Persiguió a sus adversarios políticos, desencadenando múltiples asesinatos y desapariciones forzadas. Gobernó con el apoyo de un Partido único, conformado por la coalición de la Falange Española Tradicionalista y la JONS, depositarias de una ideología totalitaria que se hacía llamar “nacional-católica”, la misma que contaba con el apoyo del sector más conservador de la Iglesia española (con el correr de los años, un sector más progresista - inspirador, para muchos de nosotros -, cercano al concilio Vaticano II plantearía interesantes críticas al franquismo desde posiciones católicas). Bajo los cuarenta años de su gobierno, la religión y la política tendieron a confundirse conforme a los intereses de la dictadura. Muchos testigos cuentan cómo Franco aparecía en las festividades religiosas bajo el palio. Los fascistas españoles llamaban a Franco “Caudillo de España, por la Gracia de Dios”, a pesar del carácter sanguinario del régimen y la corrupción en la administración de los recursos del Estado. Sucedía que respetaba las formas religiosas, se hostilizaba a los ateos y a los masones (no se podía uno confesar ateo o masón en público). El lema del régimen - de origen falangista - era “Que viva Cristo Rey” (aunque la política del Régimen no tuviera mucho que ver con el Evangelio) Algunos le consideraban – erróneamente, por supuesto – un representante de Dios en la tierra.

Pero la proscripción de la diversidad tenía otras aristas. La mujer perdió el régimen de igualdad civil que gozaba bajo la Constitución republicana (y que se observaba en otras sociedades occidentales). Si una mujer quería tener una cuenta en un banco, o tener licencia de conducir, debía presentar una carta firmada por su esposo, que cumplía roles de “tutor”. La familia era una institución vertical. Había que esperar a la transición para que las mujeres pudiesen acceder al goce de sus derechos básicos. En el frente cultural, el régimen de Franco buscó imponer una identidad monolítica. El “destino” de la nación era lograr afianzar la idea de hispanidad (los reyes católicos, así como el pasado imperial fungían como imágenes morales inspiradoras). Se prohibió el uso de las lenguas locales en las escuelas de Cataluña, el país Vasco, etc. Incluso cuentan que uno podía ser amonestado si era sorprendido por alguna autoridad hablando una lengua local en la calle. Sólo se debía hablar en español. La educación universitaria estaba bastante elilitizada, y en gran medida estaba controlada temáticamente. Muchos de los grandes maestros estaban en el exilio.

En fin, quería mostrar a qué extremos se puede llegar cuando el Estado se endurece en la imposición de un único relato de una vida buena, lo que podríamos llamar "integrismo moral". Ese fue el Estado fascista al que se enfrentó Unamuno al final de su vida, cuando fustigó duramente el “Viva la muerte” que predicaba el general franquista Millán Astray. Por fortuna, el régimen de Franco culminó poco después de la muerte del dictador, y España afrontó un proceso de transición ejemplar y admirable en muchos aspectos. El país experimentó un progreso cultural y político importante en materia del pensamiento crítico, la cultura, el arte. La transición convirtió a España en una sociedad libre y estable. Actualmente, incluso la derecha política española – el Partido Popular - ha tomado distancia crítica respecto del franquismo, y ha asumido un ideario claramente democrático.

Hasta aquí mi ejemplo. Dicho esto, volvamos a la discusión local, considerando las distancias enormes entre la España de aquel tiempo y el Perú de hoy (mi intención no es hacer un paralelismo histórico, sino exponer brevemente un caso de Estado confesional totalitario como el que añoran de manera extravagante algunos conservadores criollos). Muchos “reaccionarios” peruanos evocan con nostalgia, y con una falta evidente de rigurosidad histórica, el franquismo - sin haberlo padecido - por esa férrea vocación por el “orden y la autoridad” que provoca la “auténtica libertad”, es decir, la obediencia al orden autoritario que se postula; algunos se subieron al carro del fujimorismo creyendo que se trataba de una versión "criolla" de esa experiencia totalitaria. Volvamos pues, a nuestro contexto vital y a nuestro debate con el paleoconservadurismo. Discrepo radicalmente con esa visión política y con su imaginario falangista. Yo veo fundamentalmente allí violencia y un terrible miedo a la libertad, además de servidumbre voluntaria y tiranía. A quienes promovemos el pluralismo, el respeto por los Derechos Humanos y el cultivo de la ciudadanía activa, se nos acusa pomposamente de ser “nihilistas”. El término "nihilista" se ha convertido en un recurso ideológico para descalificar burdamente al adversario: se trata de un arma arrojadiza. Como los “reaccionarios” se rehúsan sistemáticamente a definir esa palabra, tenemos que concluir que se trata de un mero instrumento retórico. En cambio, ellos proclaman al son de los clarines que “aman el ser y no la nada”, porque se someten disciplinadamente al presunto conocimiento de la “verdad (meta)política". Esas acrobacias ideológicas me dejan perplejo, porque – aunque disfruto sobremanera de los lances dialécticos – tengo bastante claro que los conceptos esclarecen la experiencia, o son inútiles. Me desconcierta que quienes han defendido y defienden el “Viva la muerte” en la España de Franco o en el Perú de Fujimori y Montesinos – avalando la impunidad de los perpetradores desde los medios de comunicación de alcantarilla, medios adictos a las dictaduras – nos llamen “nihilistas”. Porque encubrir el aniquilamiento de vidas humanas concretas, y promover la erradicación de la memoria de la injusticia y la violencia, eso sí que equivale – en el terreno práctico - a optar por la nada.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Gonzalo,

La comparación que haces entre Franco y Fujimori es muy pobre. Por favor sé más serio desde el punto de vista histórico.

Gonzalo Gamio dijo...

Juan:

Estimado, no te quedes en el ejemplo.

No te preocupes. Lo que he hecho en el último párrafo es aludir críticamente a algunos reaccionarios peruanos franquistas que se comprometieron con lo peor del fujimorato. No he intentado consumar un paralelo (aunque podré hacerlo m´´as adelante).

No nos olvidemos que el post es sobre el vínculo entre el Estado totalitario y el integrismo "moral". Lo de Franco es el desarrollo de un caso.

Volveré a escribir sobre el franquismo. tengo material.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Hola:


Me gustaria que hiciera una distincion entre estado totalitario, dictadura, autoritarismo y monarquia (y monarquia constitucional), ya que no hay mucha diferencia entre los 4.

Aparte: Me parece que los "comunitaristas"(uso el termino de manera general, como recurso explicativo para englobar a los criticos de Rawls), con sus criticas, no han logrado realizar una objecion contundente a Rawls y a Nozick. Y al final, han tenido que reconocer la necesidad de un estado liberal(o estado minimo). Que garantice el marco comunitario (o narrativo), de sus proyectos de "vida buena". Porque sino, sus teorias podrian caer en el fundamentalismo cultural y etnico.


Atte.

Gonzalo Gamio dijo...

Uriel:

Pronto escribiré algo sobre tu primera pregunta.

Sobre la segunda. Las perspectivas de Walzer, Taylor y Sandel se enmarcan en la propuesta de una política liberal, enriquecida con elementos participativos. En parte, plantean una serie de motivos románticos, esos que los "reaccionarios" locales desdeñan por un deficit de lecturas - pienso en la Sissi/ Vladi & Wolfenson Productions,promotora de ciertos blogs -. Sólo MacIntyre es propiamente antiliberal.

Ninguno de los tres es conservador ni "fundamentalista". de hecho, Taylor y Walzer son izquierdistas demócratas.

Es probable que el giro de Rawls en "Liberalismo político" se deba a las críticas de los tres, aunque no lo reconozca.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

mis Saludos,

"...un Estado democrático ha de hacer epoché (suspensión de juicio) respecto del tema puntual...". ¿un estado hace epoché? Por favor Sr. Gamio yo pensaba que su comentarista histórico era el único con estos usos. Puedo comprender que le agrade como recurso retórico, para dar color, pero esta vez si que "me deja con preguntas" en el contexto de su presente argumentación. Mis saludos nuevamente. GK

Gonzalo Gamio dijo...

Efectivamente, un Estado liberal no se pronuncia explícitamente con una visión puntual de la vida buena. El nexo entre la política liberal y cierto escepticismo (en sentido filosófico, no coloquial) es claro también. Le invito a revisar los posts anteriores sobre este tema, particularmente "El liberalismo y la sabiduría del mal".

"Epoché" es un concepto de uso normal en filosofía. Como he señalado su sentido, no es "retórico" (a diferencia de "nihilismo").

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

mis saludos,

Interesante, interesante. Sumamente ilustrativo, en efecto, el artículo "El liberarismo y la sabiduria del mal". Lástima que no pueda leer los demás. Puede ser suficiente por ahora. Epoché es sin duda un concepto filósofico, no menos que nihilismo. Veo que Ud. usa el término epoché, entre muchos otros, en sentido sumamente amplio, casi figurativo diría. Ahora me es claro. Es sorprendente como logra ud. introducir por ejemplo, versando sobre la tolerancia y demás, la Horizontverschmelzung de Gadamer, citándola como "interacción" de horizontes. Digo sorprendente - al igual que en el nexo magnífico y superbo entre epoché y Estado - porque Gadamer usa ese término para refirse expresamente a la fusión de horizontes en la "Walten der Tradition" - walten es un término taxativamente religioso, muy usado por Heidegger, tal vez su versión castellana la traduzca como "dominio, voluntad divina". Se ve rapidamente hasta dónde la epoché de Husserl es pertinente aquí. Pero bueno, perdóneme la observación. En el caso en cuestión de Estado y epoché, me es difícil por el mismo motivo ver el nexo entre el sentido filosófico, gnoseológico, que le da (ud. a) Husserl y la esfera de las decisiones potestativas erga omnes, estatal. Por eso digo que veo magnífico y superbo figurarse el Estado que "hace epoché".Otra cosa: totalitarismo y autoritarismo no es lo mismo. J.Linz introdujo esa diferencia precisamente para evitar lo que Ud. nos expone en relación al Franquismo y demás. Pero dígame otra cosa: quienes son esos acróbatas figurativos, paleoconservadores, que dicen "viva la muerte" pensando a Fujimori-Montesinos? es Arte puro esa imagen! Suyo, GK.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Geviert-Kreis:

Gracias por el comentario. Uso "epoché" en sentido fenomenológico, pero también pirrónico: el Estado reconoce que "no hay criterio" para juzgar desde arriba y de modo apodíctico qué forma de vida es la pauta del florecimiento humano.

Uso "interacción de horizontes", y no "fusión" porque entiendo que las posiciones de los interlocutores pueden modificarse mutuamente - enriquecerse, pero no "fundirse", perdiendo su identidad propia. Eso está claro en "Verdad y Método I" (aunque no poretendo ser un ortodoxo).

Por supuesto, totalitarismo y autoritarismo no es lo mismo. Voy a explicitar las diferencias entre ambos en un próximo post.

Los "paleoconservadores". Me refiero a E. Hernando y sobre todo a sus discípulos, quienes leen a Schmitt y otros como defensores de una vuelta al antiguo régimen (lectura discutible, como sabrá). Esos epígonos (a diferencia del propio E. Hernando) se comprometieron con lo peor del fujimorato (y se dedicaron a defender en la prensa montesinista la causa de la impunidad).

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Caudillo de españa por la gracia de Dios, Gonzalo, no por la Gloria. Y muchos españoles decían en broma: sí, porque Dios es muy gracioso...

Gonzalo Gamio dijo...

Tienes razón, Susana, haré la corrección.

Imagínate ¿Qué tendría que ver Dios con las vesánicas acciones del tirano Franco? Nada, por supuesto.

Un abrazo,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Gonzalo,
Me interesaría que respondas estas preguntas.

-¿Cuál es tu opinión de la España republicana contra la cuál se alzó Franco?

-¿Qué alternativas había frente a la rebelión?

-Si bien es cierto que dentro del bando republicano había muchas posiciones ¿Piensas que los grupos de mayor influencia dentro del bando republicano hubieran logrado que en España se instaurase una democracia respetuosa de los derechos humanos?

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Juan:


Tu pregunta es complicada, y responderé de modo fragmentario. Debo decir lo siguiente, pues se trata de dos tesis – casi completamente inconexas - respecto de las cuales tengo mayor seguridad


1.- La Constitución republicana era sumamente avanzada.

2.- Franco impuso una dictadura despiadada.

3.- El rol de Juan Carlos en la consolidación de la democracia ha sido decisivo.

Respondería así: a España se le arrebató la oportunidad de ser una República. A pesar de lo avanzado de sus planteamientos, la República no tuvo la fuerza que necesitaba para desarrollarse, por causa de las sublevaciones “nacionalistas” y de sus propios conflictos internos. Nada de eso, evidentemente, justifica un régimen tiránico de 40 años como el de Franco.

España descubrió después de 1975 su senda como una monarquía constitucional con una democracia sólida.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Gonzalo,

O sabes poco de historia o tienes unas anteojeras ideológicas muy grandes que no te dejan ver la realidad. Creo que evades habilmente el meollo de mis preguntas. ¿Has leído sobre las atrocidades que se cometieron durante la República? ¿Realmente la República, con su avanzada constitución estaba caminando hacia la sociedad democrática que describes?

Sería interesante que analizaras los hechos en su contexto.

Creo que manejas muy bien a cuatro o cinco filósofos (lo cual es un gran mérito) pero para hablar de políticas públicas se tiene que tener un conocimiento histórico más sólido.

Creo también que detrás de tu discurso sobre la tolerancia se esconde una visión unidimensional donde hay una división demasiado tajante entre los buenos y los malos. La realidad es siempre más compleja.

Lamentablemente, como dije en otra parte (firmando como Juan Antonio)creo que no vamos a llegar a ningún acuerdo, especialmente si no estás dispuesto a responder las preguntas que te incomodan.

No voy a escribir más en tu blog, pero por favor no interpretes lo que te digo como un ataque sino como una corrección de alguien que te tiene aprecio pero considera que estás muy equivocado en algunos temas.

Gonzalo Gamio dijo...

Juan:

A ver. Uno de mi hallazgos cuando vivía en España y pude leer sobre su historia - no siendo un experto -, fue saber que en la Guerra Civil se cometieron atrocidades en ambos lados. es sabido que los republicanos eran particularmente feroces con lossacerdotes, y los nacionales con los comunistas. Es una historia amarga, sin duda. Nada de eso, empero, avala el franquismo.

Yo no he dicho que la República avanzaba por esos años hacia la democracia que defiendo. Lo que digo es que su Constitución era sumamente avanzada (he citado el caso de la igualdad de género, entre otros muchos). Creo que España ha logrado una democracia moderna - que encuentro admirable - a partir de 1975. Demás está decir que considero a España mi segundo hogar.

Gracias por lo de los 5 filósofos, pero aspiro algún día llegar a ser un filósofo, y no un experto en historia de la filosofía (que me parece una disciplina estupenda, pero mi camino es otro). Si tienes más datos, compártelos con nosotros. No creo ser dueño de la verdad, para nada.

Creo que ha llegado el momento de que reveles tu identidad ¿no?

Saludos,
Gonzalo.

Eduardo Torres dijo...

Hola Gonzalo

¿De donde sale ese grando de Dore?... saludos, Eduardo

Anónimo dijo...

Gonzalo,

El Estado laico también puede tener rasgos totalitarios inclusive en "democracias avanzadas". En Inglaterra acaban de suspender dos meses a una enfermera por haber dicho que iba a rezar por sus pacientes. En Suecia un pastor luterano fue encarcelado por haber dicho que las relaciones homosexuales iban en contra de la doctrina cristiana. El gobierno de Zapatero en España quiere bloquear la objeción de conciencia de los médicos que se niguen a practicar el aborto y quiere imponer una ley de la memoria que olvida los exceseos republicanos.

Gonzalo Gamio dijo...

Miguel:

De acuerdo contigo, en esos casos - particularmente en el español, lo del gobierno y el aborto - se está violando el pluralismo liberal, y eso hay que señalarlo.

Saludos,
Gonzalo.