viernes, 3 de agosto de 2007

CUESTIONABLES RITUALES AUTORITARIOS

Gonzalo Gamio Gehri



Una democracia no necesita tutores.


Hemos señalado muchas veces que la tarea de democratización del país exige – entre sus muchas otras condiciones – la afirmación de una cultura anti-autoritaria, que hemos descrito como (parcialmente) liberal. Mientras no nos liberemos de la servidumbre simbólica respecto de las mal llamadas “instituciones tutelares”, no podremos describirnos a nosotros mismos como ciudadanos de una genuina República. A lo largo de los casi dos siglos de vida independiente, nuestras autodenominadas “élites” han invocado – como clave para el “crecimiento moral” del Perú – la “guía espiritual” y “desinteresada” de la jerarquía militar y de la jerarquía eclesiástica. Sable y báculo. Estos son los “valores tradicionales” que se busca inculcarnos desde la Escuela, a través de una serie de formas de adoctrinamientos y rituales de obligatoria práctica. La impronta conservadora y antiliberal de esta idea es patente. El resultado es sin duda la promoción de una “espiritualidad de súbdito”, puesto que la ciudadanía requiere de libertad e igualdad, de una sociedad sin “guías y líderes natos” que nos disciplinen con “autoridad y mano dura”. Sin autonomía pública y privada no existe genuina agencia política.

A.- Autoritarismo y "espiritualidad militar". Los desfiles de julio.

En las fiestas de julio estas formas de subordinación a los poderes tutelares se multiplican vertiginosamente, asumiendo tonalidades dramáticas. Más que la independencia, parecemos rendirle tributo a la dependencia frente al En primer lugar, con los tristemente célebres “desfiles”, que no sólo protagonizan los militares – haciendo gala de su gallardía y poder bélico – sino también profesores y alumnos escolares, como parte de la agenda educativa. Incluso ha habido ocasiones en las cuales se ha presionado a los maestros y autoridades de universidades estatales a participar de la marcha, al ritmo de la música marcial. Se ha dicho que así uno pone de manifiesto “el amor a la patria”. Sólo mentes sumamente estrechas pueden suponer que el patriotismo sólo se practica imitando al soldado, sacando el pecho y asumiendo un gesto adusto. Como si no se honrara a la patria respetando la Constitución y defendiendo la ley y la civilidad, promoviendo los Derechos Humanos. Mientras nuestros niños identifiquen patriotismo con militarismo, seguiremos aplaudiendo secretamente los golpes de Estado y la “mano dura”. Tenemos que afirmar el poder ciudadano a través de una cultura democrática: esta liturgia militarista debe de terminar.

B.- Secularizar las celebraciones políticas....una exigencia de la democracia.

Lo mismo podemos decir del tema religioso. Lo dice alguien que se define creyente y cultiva una religión (he señalado que me considero un "católico practicante autocrítico"). Sin proceso de secularización no hay genuina democracia. Podemos decir que en el Perú la secularización es un proyecto inconcluso. Casi "intuitivamente" le damos a los cuadros eclesiásticos un protagonismo sumamente acentuado, al punto que la “clase política”, cuando se trata de formar comisiones destinadas a defender la ‘moral pública’ o a generar medidas contra la corrupción, la pobreza o el abuso, sugiere que estas sean comandadas o conformadas por clérigos y pastores. Se presupone así (erróneamente) que la ética está ineludiblemente ligada a la práctica religiosa, negándose en el plano de los hechos la existencia de una ética cívica, no sostenida por principios teológicos. Se presupone que la dirección de la vida es un asunto doctrinario en el que existen “autoridades” ungidas por poderes no humanos, que tendrían que prestar su sabiduría para la conducción de la sociedad (no como compañeros de diálogo, sino como pastores). Con ello, la frontera entre Iglesia y sociedad se difumina.

Prueba de ello la encontramos en la misa y Te deum que el país celebra anualmente en el día de la Independencia. Se trata de una ceremonia religiosa – un rito católico – que constituye una acción de gracias a Dios por la buena salud de nuestra nación. Asisten a ella las autoridades del Estado (¡De un Estado que no tiene una “religión oficial”!); la persona encargada de presidir la ceremonia es la máxima autoridad eclesiástica. No se trata de un evento propiamente ‘público’ – en el sentido de “ciudadano” – en la que cualquiera puede tomar la palabra. La palabra sólo la tiene el Celebrante, por lo menos de acuerdo con la forma en la que suele entenderse el mencionado ritual. La autoridad puede hablar – e incluso reprender a los asistentes, como ha sucedido - sin que nadie pueda replicar aunque tenga razones para hacerlo. No se trata de una actividad que respete la simetría de los participantes, conforme a los principios democráticos ¿Tendríamos que mantener esta celebración como tal en el seno de una democracia liberal, o deberíamos exhortarnos a des-politizar los rituales religiosos, reservándolos para la vida privada? Se trata de una cuestión muy importante, que es necesario plantear sin pudor alguno. Mientras las cuestiones vinculadas a la orientación de la vida no estén abiertas al discernimiento racional y al juicio público del ciudadano, no podremos afirmar con rigor que habitamos un auténtico ethos republicano. Este problema no se resuelve si las autoridades del Estado combinan su participación en el Te Deum católico con la asistencia al culto evangélico. El presidente, los ministros y los congresistas deben abstenerse de intervenir en representación de la nación en tales ritos porque en una democracia el Estado debe mantenerse al margen de los asuntos religiosos. La confesión religiosa es un asunto de los creyentes, y de nadie más.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Gonzalo,

No se entiende. Lo que dices -lúcido y claro como siempre- simplemente no se entiende, el grueso de las personas piensan exactamente al revés, y cuando se les cuestiona esto abren los ojos como si hablaras en chino. Es una verdadera lástima porque sin una mirada distinta, no habrá desarrollo. Infinitamente mas lamentable dentro del sistema educativo. El Viceminisrtro anuncio que se acabaron los desfiles, pero como comente en mi blog, a falta de colegios ahora desfilan los pedagógicos...

Gonzalo Gamio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Gonzalo Gamio dijo...

Yo diría que, más que "no se entiende", no se quiere entender que no habrá desarrollo ni democracia si no nos liberamos del lastre del autoritarismo (el militarista y el "espirituoso"). Hay que luchar contra una especie de "sentido común" osificado y nefasto que promueve "mano dura" donde habría que construir espacios deliberativos.

Anónimo dijo...

Es interesante la cr�tica a las actividades acostumbradas por fiestas republicanas. Sin Embargo como estamos en un pa�s democratico yo no comparto la cr�tica ya que muchas veces la gente disfruta de los desfiles, lo malo est� en el simbolimso que se da a lo militar como: amor a la patria,etc. Pero eso ya entra en la educaci�n de todos y especialemente de los ni�os cambiar dicha simbolozaci�n. Por otro lado lo del Te Deum, me parece que dar gracias a Dios no hace da�o a nadie, escuchar la homil�a (como parte de la misa o acción de gracias) tampo hace da�o a nadie. Todos tienen el derecho de participar (si le parece o no; y si es creyente o no) en lo que desea, claro siempre y cuando no rompan la libertad del otro, lo digo como alguien que no participa de ninguna actividad de fiestas patrias, pero que ama a su pa�s.

Gonzalo Gamio dijo...

Entiendo tu punto, pero hay más cosas aquí en juego. 1) Uno puede dar gracias a Dios por la comunidad sin la necesidad de hacer una celebración que compromete de modo vinculante la asistencia de los funcionarios del Estado. El Perú no tiene una religión oficial y el Estado y la Iglesia deben estar separados. 2) En una celebración religiosa sólo (en teoría) puede hablar el celebrante, no se trata de un evento público en el que todos pueden intervenir y replicar. Hay una lógica vertical aquí, lo que se puede demostrar con el bochornoso incidente del Te Deum de 2006, en el que el presidente Toledo fue agredido verbalmente sin que pudiese responder. En una democracia liberal pueden celebrarse todos los eventos religiosos, pero ninguno que sea vinculante desde un punto de vista político.

Soobre los desfiles, estoy seguro que hay gente que los disfruta, pero eso no significa que no sean funestos por la simbología tutelar que despliegan. Hay gente que disfruta de los golpes de Estado, y espo no los legitima.

Creo que tenemos que reconocer que no todas las tradiciones son buenas, y que sobre algunas no puede construirse libertad y democracia.

Anónimo dijo...

Es interesante el punto de vista del anónimo de las 16.37 porque creo que puede ser el de varios. Y em parece que lo que subyace a esa visión es precisamente el considerar esas tradiciones como inofensivas, como inocuas... Así, los que opinamos en contra de ellas parecemos como excesivamente radicales, intolerantes e intransigentes. Pero el punto está claro, me parece, en tu respuesta. El problema radica en confundir y mezclar lo público con lo privado. Si es creyente, el presidente puede ir a cuantas misas quiera en su condicion de ciudadano, pero no de manera oficial, y esto no tendría por qué ser televisado. Habría que trabajar a nivel educativo para que las personas empiecen a reconocer que casi nada es inocuo en esta vida, y menos tradiciones tan simbolicamente cargadas.

Gonzalo Gamio dijo...

Completamente de acuerdo, Susana.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en lo que expresan a pesar de que soy un apasinado de la tradición siempre y cuando exista una actitud crítica y tolerante...

Anónimo dijo...

Estimado Gonzalo: La asistencia de autoridades a un evento religioso no podria interpretarse como una instrumentalizacion de estos ritos religiosos con el objeto de transformarlos en reditos para su propio capital politico? Y no tener ninguna esencia en si religiosa?