jueves, 29 de septiembre de 2011

LA AUTONOMÍA, LA OBEDIENCIA Y EL “FINAL DE LOS TIEMPOS” (AUTOR ANÓNIMO)



ULTIMA CENA ALTAR DE SAN MIGUEL - Click en la imagen para cerrar




He recibido este mensaje en forma anónima, una reflexión aguda en materia teológica, que puede ser de interés de los lectores. A pesar de que no conozco a su autor, el texto me resulta digno de ser publicado por su lucidez y corrección (G.G.).






LA AUTONOMÍA, LA OBEDIENCIA Y EL “FINAL DE LOS TIEMPOS”








Estimado profesor Gamio:





Soy una madre de familia que se considera y se siente católica. He hecho todo lo posible por transmitir a mis dos hijos adolescentes los valores cristianos que recibí de mi familia, y que he tratado de fortalecer y desarrollar a lo largo de mi vida… porque los tiempos cambian, y así como lo que funcionaba bien para mi mamá o para mi abuela no funciona exactamente igual para mí, pienso que sería absurdo creer que mis hijos van a poder vivir toda su vida, y transmitir los valores esenciales a sus hijos, sin irnos adaptando al paso del tiempo. Los tiempos cambian, y nunca he sido (ni mi mamá tampoco) de los que creyeran que esto fuera malo, sino todo lo contrario, más bien prueba de la capacidad del cristianismo y del mensaje cristiano de seguir propagándose y seguir siempre actual.


De un tiempo a esta parte, sin embargo, veo con preocupación cómo va tomando cuerpo lo que considero un momento peligroso para la fe en nuestro país, uno de esos problemas familiares donde hay que proceder con cuidado. En los últimos meses se ha ido configurando un problema de esos que me hacen difícil sostener ante mis hijos la necesidad de seguir unidos a la Iglesia. A través de ellos y algunos de sus amigos (soy de las que creen que estar enterada y dialogar abiertamente es la mejor forma de vivir y defender mis ideas) he seguido últimamente el problema que se está dando en la Universidad Católica, donde yo misma estudié economía. Por ellos he estado viendo por ejemplo algo del material que circula en su blog, como parte de un honesto (y difícil) esfuerzo por entender la situación.


Para empezar, debo decir que he escuchado al Dr. Amprimo explicar la situación en sentido jurídico, y me parece creíble lo que dice. Si tuviera razón, y quedara demostrado en los tribunales que de acuerdo a la ley corresponde que la Iglesia (de la manera que fuere) tuviera en la PUCP un nivel de presencia determinado, y que esto no se ha estado cumpliendo por las razones que fuere, entonces mi actitud sería defender en ese momento el cumplimiento de la ley. Y haría todo lo posible por hacer ver a mis hijos que se trata de un asunto legal.


Pero lo que me dificulta cada vez más las cosas es la mezcla de religión con ley, del más allá con el más acá. Por supuesto, considero que la vida espiritual y la relación con Dios son lo más importante, y junto al amor al prójimo son la base que da sentido a todo lo que hacemos, pero también he crecido toda mi vida (y mi mamá también) en un país donde ciertas cosas las maneja la ley, y no la religión. Y creo que esto es saludable y es así por buenas razones. Entonces me siento asombrada cuando el Cardenal cree necesario decir algo como lo que leí el lunes en el periódico: que los profesores y los chicos de la Católica están desafiando a Dios, burlándose de Dios, y que Cristo les pedirá cuentas “al final de los tiempos”.


Ya había oído a periodistas afines al Cardenal llamar “súcubos” a los profesores, y me parecía una figura poética (aunque peligrosa), pero ahora se acusa a profesores y alumnos, y lo del juicio final puede ser tomado como amenaza y no hace más que confundir y alejar a los chicos aún más de la Iglesia, especialmente viniendo de una persona que ha cometido tan graves errores en su trayectoria política. Por los cuales ciertamente, como todo cristiano, tiene derecho a ser perdonado, pero que no lo califican necesariamente como funcionario del juicio final. Cosa que nadie es. El juicio final, espero, es entre Dios y cada uno.


La confusión es muy simple y se relaciona con el desarrollo de fuerzas que yo había creído superadas en la historia. Pero que parece no lo están tanto así. Tomar en sus propias manos el juicio de Dios fue un problema (quizá una necesidad, no soy quién para juzgarlo) que vivió la Iglesia en otros tiempos, que yo siempre creí felizmente superados. Yo crecí, y mis hijos también, en una iglesia abierta, no en una iglesia que pretendiera tomar la justicia del mundo en sus manos. Yo crecí agradeciendo este avance y sintiéndome agradecida por él. Si dijéramos que la Iglesia tiene el derecho de juzgar a nombre de Cristo porque es el cuerpo visible de Cristo, con las autoridades a la cabeza (y esto se escucha decir cada vez más), entonces a mi criterio esto sería un grave retroceso y un gran error.


Afortunadamente parece que el error es del Cardenal (que carga, como digo y como todos sabemos, con errores graves en su pasado político). Claro que uno escucha el error en una cantidad de personas y el error parece tomar cuerpo en nuestra sociedad, y parecen retornar fuerzas que yo creía superadas en la historia, pero me refiero a lo siguiente: Quisiera creer que no se trata de un error de la Iglesia. El lunes, cuando leí en Expreso eso del juicio de Dios, leí también allí, con alivio, que el Papa llama más bien a una actitud más humilde en la Iglesia, a la necesidad de separar las cosas y renunciar al poder político, terrenal, y a la necesidad de recordar que la iglesia somos todos, “no sólo la jerarquía, el Papa y los obispos”.


Me parece que los errores del Cardenal (y del movimiento conservador que parece resurgir, del que él parece ser parte) tienen que ver con una excesiva cercanía con el poder político y económico. Es posible que el error venga de la convicción de que el poder permitiría a la Iglesia una acción más eficaz, pero creo que se trata de un obvio error por el simple hecho de que Jesucristo no actuó a través del poder. Cuando decimos que “de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”, creo honestamente que la gran mayoría no creemos que esa gloria sea de este mundo, ni el juicio tampoco.


Yo diría que el Cardenal está confundiendo peligrosamente las cosas, cuando habla de “desacato”, que según el diccionario es delito, “en algunos ordenamientos”. Me parece claro que no está demostrado que las autoridades de la Católica, y mucho menos los alumnos, estén cometiendo ningún delito; me parece que no vivimos en un “ordenamiento” donde “desacatar” lo que dice el Cardenal, o su interpretación de lo que dice la Santa Sede, sea delito. La confusión es sutil, pero es.


Yo diría que el Cardenal no es infalible, que no es el Papa, y mucho menos es Cristo, y que un poco de humildad no le vendría mal, porque tampoco me parece cierto que por ser el Cardenal sea “el” representante de Cristo en la tierra, como se rumorea que dijo últimamente. Creo que es una autoridad y respeto su investidura, pero mi formación católica y mi formación cívica siempre han funcionado juntas, cada una en su nivel, y estoy acostumbrada a tener derecho a ser crítica con las autoridades. Lo contrario sería justamente, cito al Cardenal, no ser autónomos, y en efecto estar “sometidos a no conocer más que un pedacito de la verdad” (como dijo en El Comercio el sábado pasado). Creo que a él mismo no le vendría nada mal, por el bien de todos, un poquito de humildad, un esfuerzo por no dar la triste impresión de sentirse dueño de la verdad, de pretender una posición legal privilegiada, de tratar de operar institucionalmente por encima de la ley, o peor aún, de impartir la justicia a nombre de Dios.


Tengo la sincera esperanza de que no sea ésta la voluntad de la Iglesia, y la posibilidad mencionada por el Dr. Uribe, de ir el Vaticano a un tribunal internacional para apelar a la decisión de la justicia peruana si ésta fuera desfavorable, no devenga en un conflicto donde la Iglesia dé la impresión de imponerse en forma prepotente. En este último caso yo acataría y respetaría, pero justamente, acataría y respetaría la fuerza mayor, y allí no creo que estuviera Cristo de por medio. No, en todo caso, el Cristo en el que fui criada yo, y en el que crié a mis hijos. Allí podría empezar a reconstruirse un Cristo más parecido al de tiempos que yo creía felizmente superados, un Cristo que nunca he creído fuera parecido al original, felizmente.


Mientras tanto, y con cuidado, sigo expresando mi opinión. Al Cardenal lo puedo cuestionar; a la Iglesia no me atrevería. Ojalá los tiempos no se pongan difíciles de esa manera, que suficientes dificultades terrenales tenemos ya.


7 comentarios:

José Bellido Nina dijo...

Profesor Gamio:

Conmovedora carta. Si la señora es tan leída ¿Por qué no se lee los documentos e investigaciones sobre la Iglesia y las Universidades Pontificas y Católicas?

Entonces, no haga caso a Cipriani, señora, escuche a la Iglesia y sus cánones.

Su carta cae en lo mismo que hacen algunas pro defensoras de las mujeres para atentar contra sus hijos, con la excusa de Cipriani.

¡Por favor! Cualquier persona de niño leyó y vio el Apocalipsis, y no es para alejarse de la Iglesia.

Obediencia.


Saludos,

José.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado José:

Creo que la señora en cuestión está lejos de ser una activista en pro del aborto. No tengo idea de quién sea, pero sus argumentos se sostienen teológicamente.

En la "Ex Corde Ecclesiae" no se encuentra ningún punto acerca de la elección del Rector y otras exigencias cardenalicias.

Saludos,
Gonzalo.

ETSA-URI-PERU dijo...

SIN COMENTARIOS A LO QUE SE SOBREENTIENDE.
ME CONMUEVE LA PROFUNDIDAD CON QUE ESTA MADRE DE FAMILIA CONSIDERA LO QUE ES DISCERNIR ENTRE PERSONAS E INSTITUCIONES, ENTRE FE Y POLITICA LEGAL, ENTRE DERECHOS HUMANOS UNIVERSITARIOS CARICATURIZADOS Y AMENAZADOS Y EL EJERCICIO DEL PODER Y EL ORGULLO.
EN NINGUN MOMENTO LA VEO DIVIDIENDO MUNDOS NI ACUSANDO A NADIE, Y SU CRISTOLOGIA POPULAR EXPUESTA ES SEÑAL DE QUE HAY BAUTIZADAS Y BAUTIZADOS AUN QUE TIENEN MUCHA CONCIENCIA CRITICA Y MUCHA SANTIDAD EN LO QUE DICEN Y VIVEN.
ME TOMO EL PERMISO DE CONSULTAR A MIS COLABORADORES PARA PODER PUBLICAR ESTA CARTA ANONIMA, Y CON SU VENIA, PROFESOR (DE NO PODER HACERLO, ESPERO CON SU VENIA).

José Bellido Nina dijo...

Buen día profesor Gamio.

Sí, es verdad. Órdenes son órdenes. Aunque creo que se anuncio como sugerencia.

El tema en el fondo es la pérdida de la evangelización de la cultura, la proliferación liberal y marxista.

¿Eso ocasionó el problema? ¿No es acaso lo que promueve la PUCP amparado en su "autonomía"?

Le hago una última pregunta profesor Gamio ¿Por qué universidad es católicas peruanas como Santo Toribio de Mogrovejo, Sedes Sapientiae, San Pablo, entre otras, no generan los mismos problemas si son autónomas?


Saludos cordiales,

José.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola José:

Ese tipo de obediencia - desde un punto de vista legal - ya no funciona ni en los cuarteles. Nadie está obligado a cumplir una orden contraria a la justicia y a la conciencia.

La PUCP ha decidido preservar su aitonomía. Sólo quienes no conocen realmente a la PUCP por dentro podrían hablar de una "infestación marxista". La PUCP es plural.

De todos los casos que mencionas, sólo conozco uno, y no sabría si el concepto de autonomía podría aplicarse del todo. En todo caso, cuéntanos tu opinión.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Saludando ante todo la posibilidad de conversación que ofrece este espacio, me permitiré a continuación algunos comentarios.

Ante todo, quisiera felicitar al profesor Gamio. No sólo por su blog en general, que es, por decir lo menos, un esfuerzo valiente; sino específicamente por la forma en que ha ido permitiendo y facilitando que se genere un auténtico (si bien pequeño) espacio de diálogo plural. Esto es digno de saludarse porque una de las mayores carencias de nuestro país son los espacios y posibilidades de comunicación entre gente que piensa realmente distinto y que proviene de orígenes culturales realmente distintos. Y aquí eso se está empezando a dar.

La decisión de publicar un texto como el que aquí comentamos (que por lo que veo era una comunicación personal, no parece un artículo) demuestra que el profesor Gamio está dispuesto a salirse de los carriles de su especialidad (casi todo lo que se ha publicado en este blog hasta ahora es material documental o académico, si no me equivoco), a fin de acercarse en forma más directa a la Verdad y la Justicia, no en el sentido meramente formal, sino en el sentido más profundo y real.

Aunque el señor Bellido quizá sea demasiado joven y esté demasiado comprometido con su militancia religiosa para notarlo, él defiende específicamente lo formal, y defiende una versión sumamente conservadora, acaso la forma más conservadora, de lo formal. Su presencia aquí, junto a la de la señora que escribe la carta, y la de quien firma Etsa-Uri, la del profesor Gamio, y la de este servidor (sería difícil reunir un grupo más diverso) es una afirmación de que la necesidad, el deseo de comunicarnos, es más real que el miedo y las barreras. Señor Bellido, por favor note que lo incluyo y agradezco su presencia, no me vaya a malinterpretar, y también si considera responderme respete el hecho de que he vivido unas décadas más que usted. Yo también lo respeto a usted mucho, pero un imperativo que usted no menciona es este: humildad. Ojo, mire que el Papa también está pidiéndonos eso. Justamente, lo que a mí me llama la atención de las palabras del Cardenal publicadas este lunes, que la señora comenta, es que nos habla a todos como a niños, precisamente, justo como usted dice. A mí eso no me asusta, pero sí me desconcierta.

(...)

Anónimo dijo...

Al señor Etsa-Uri le diría lo siguiente: No sólo existen bautizados y bautizadas que piensan como la señora que escribió esta carta, sino que somos mayoría. Créame. Si no se nota, es porque los extremistas son siempre más visibles que los moderados, que siempre son mayoría. Y también porque en nuestro país, como sabemos, hay demasiada educación en el silencio, demasiada educación para la sumisión, y entonces esto contribuye, junto con las amenazas, a que la mayoría no hable, por una mezcla de miedo y timidez. Miedo a verse perjudicados, miedo a molestar, miedo a que las cosas cambien y no sea conveniente ser o haber sido señalados... pero miedo, miedo condicionado desde la infancia, al fin y al cabo. Si le interesa el tema del miedo, le recomiendo leer el Libro de los Abrazos, de Eduardo Galeano. Claro, quien diga que la PUCP está infestada de marxistas, o ande organizando la guerra contra el "peligro neomarxista", dirá que le estoy recomendando un texto marxista, y que usted y yo y el señor Gamio somos marxistas. Pero no sólo no es verdad nada de eso, sino que los que piensan así son poquísimos y no tienen suficiente poder para concretar su guerra y su caza de brujas, con la que secretamente sueñan, presas de un terrible miedo, como todos.

Lo más interesante que dice esta señora, casi entre líneas, es que el señor Cardenal no parece estar distinguiendo bien entre él y la Iglesia, y entre la Iglesia y Dios. Parece confundir las tres cosas, cuando dice que en la Católica se ha desafiado a Dios. Ir de eso a la amenaza del castigo divino (con juicio internacional de por medio) es sólo una consecuencia de la confusión.

No hay problema real y el señor Cardenal no es la Iglesia ni él es Dios ni las autoridades de la Iglesia lo son tampoco; ni siquiera son sólo ellos la Iglesia (como aclara el Papa). Los millones de bautizados somos mayoría y la única cabeza de la Iglesia (como dice el mismo padre Gaspar) es Cristo. Y no habrá castigo organizado por las autoridades de la Iglesia al margen de las leyes civiles, salvo en un único caso: Si nos creemos lo que dice gente como el Cardenal, y les damos el poder de reimplantar una especie de Inquisición. Respetemos su investidura, pero respetemos también nuestra condición de ciudadanos con derecho a pensamiento, decisión, expresión y reunión dentro de los límites de la ley. De la ley temporal, la de este mundo; porque desde que se decretó hace mucho tiempo la libertad de culto y de conciencia, la ley religiosa es sólo opcional y sólo para aquel que sienta que ella le aporta algo, y nunca (salvo quizá para funcionarios profesionales voluntariamente consagrados) puede imponerse por la fuerza. Y la muerte, y el juicio de Dios, son algo que cada quien, creyentes y no creyentes, tiene que solucionar con Dios mismo, inevitablemente en forma directa: uno llega acá solo, y se va igualmente solo. Ahí hasta la unción final es plenamente opcional: un complemento libremente elegible para la relación personal con Dios.

Para que todo esto sea de otra manera, habría que cambiar la ley y para eso tendríamos que dejarnos confundir.

Sigamos conversando civilizadamente, sigamos expresándonos y sigámonos reuniendo; finalmente de esa manera lograremos salir del entrampamiento en el que hemos caído por esta confusión, que en efecto es un problema entre familiares y no es sabio resolverlo por la fuerza, sino por el diálogo razonable. Esperemos que el Visitador Apostólico venga justamente para tratar de reconducir las cosas por ese camino.