Gustavo Gutiérrez M.
En estos días, se ha dicho y repetido –con toda razón- que el voto del domingo debe ser un voto de conciencia. Hay que reconocer que el clima electoral, tal como lo estamos viviendo, no lo hace fácil. Favorece, más bien, lo emocional e intempestivo, la disputa personal con su corte de acusaciones, las imprecisiones, o indiferencia, acerca de hacia donde se quiere enrumbar el país, la miopía que se enreda en la coyuntura y no alcanza a ver lo estructural, una de cuyas expresiones es la institucionalidad democrática que todavía no se repone de los golpes que recibió en años anteriores. Clima que, además, obnubila en muchos la memoria, sin la cual personas y naciones discurren por un presente asumido en forma superficial, y está sujeto a retrocesos.
No debemos olvidar, sin embargo, que la palabra conciencia tiene dentro de ella el término ‘ciencia’, conocimiento, saber. Por ello, es tradicional, en el campo de la ética, decir que la conciencia debe disponer de un básico análisis de la realidad, y de los criterios necesarios para hacer un correcto discernimiento en una situación determinada, sobre todo, en decisiones que implican metas de mediano y largo plazo, valores, sentido y reconocimiento del otro. Supone también ir más allá de los intereses propios, particularmente cuando afectan los derechos de los otros. Lo acaba de recordar el comunicado de la conferencia episcopal peruana: “es el momento de pensar no solo en los beneficios individuales o grupales, sino en el desarrollo integral de toda nuestra sociedad” (“Confianza y esperanza en el Perú”, n.5). Un crecimiento económico que no beneficie al conjunto de la población no contribuye a un auténtico desarrollo humano.
Un voto de conciencia, así entendido, choca con viejos hábitos nacionales que es necesario confrontar y superar. Estilos que vienen precisamente de la in-conciencia de muchos ante la situación de los pobres y socialmente insignificantes de nuestra sociedad. Son aquellos que desde hace décadas, frente a la pobreza y exclusión de tantos, acostumbran a decir que es una situación que ‘no se arregla en una semana’, cosa que se comprendería si no fuera porque esas décadas estuvieron conformadas, como es natural, por numerosas semanas… ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para erradicar la pobreza? Precisemos que cuando hablamos de esa situación inhumana e injusta que es la pobreza, no aludimos solo a lo económico –sin negar su importancia-. tenemos en mente que se trata de una condición compleja con dimensiones sociales, culturales, raciales y otras. Esos diferentes factores dan lugar a desigualdades intolerables. Los que las padecen pueden ser susceptibles, dadas sus necesidades, de convertirse en víctimas del clientelismo, con el riesgo de poner entre paréntesis sus derechos a una vida digna. Se configura, de este modo, una situación inaceptable para una conciencia humana y cristiana (“la Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres”, dicen Benedicto XVI y la conferencia episcopal de Aparecida).
Un voto de conciencia significa, entonces, votar por la construcción de una sociedad en la que la dignidad humana y la libertad de todos sean respetadas; y que incluya, prioritariamente, a aquellos a los que no se reconoce “el derecho a tener derechos”, según la conocida y aguda expresión de H. Arendt. Sin justicia no hay paz permanente, una paz que no hay que confundir con la que resulta de una pacificación impuesta. Ningún camino político o económico se justifica si elimina la ética de su horizonte. La política está al servicio del ser humano y, ante todo, de los pobres y necesitados, así como de la vida y la justicia, de otro modo vamos hacia una sociedad inhumana. Los evangelios refieren que durante el juicio a Jesús, Pilatos le formula la pregunta: “¿qué es la verdad?”, pero, enseguida, se marcha sin esperar la respuesta; el escritor Van der Meersch sugiere lo que habría dicho Jesús: “la verdad, Pilatos es estar del lado de los pobres”. Hay, sin duda, un soplo profundamente humano y evangélico en esta afirmación.
Líneas arriba decíamos que se debe tener criterios para discernir en la presente situación electoral, un criterio ético importante es votar a favor de los últimos de la sociedad, reconocerlos como personas llamadas a asumir las riendas de su destino. Y desde esa toma de posición forjar una convivencia social justa para todos.
Eso sería un voto de y con conciencia.
No debemos olvidar, sin embargo, que la palabra conciencia tiene dentro de ella el término ‘ciencia’, conocimiento, saber. Por ello, es tradicional, en el campo de la ética, decir que la conciencia debe disponer de un básico análisis de la realidad, y de los criterios necesarios para hacer un correcto discernimiento en una situación determinada, sobre todo, en decisiones que implican metas de mediano y largo plazo, valores, sentido y reconocimiento del otro. Supone también ir más allá de los intereses propios, particularmente cuando afectan los derechos de los otros. Lo acaba de recordar el comunicado de la conferencia episcopal peruana: “es el momento de pensar no solo en los beneficios individuales o grupales, sino en el desarrollo integral de toda nuestra sociedad” (“Confianza y esperanza en el Perú”, n.5). Un crecimiento económico que no beneficie al conjunto de la población no contribuye a un auténtico desarrollo humano.
Un voto de conciencia, así entendido, choca con viejos hábitos nacionales que es necesario confrontar y superar. Estilos que vienen precisamente de la in-conciencia de muchos ante la situación de los pobres y socialmente insignificantes de nuestra sociedad. Son aquellos que desde hace décadas, frente a la pobreza y exclusión de tantos, acostumbran a decir que es una situación que ‘no se arregla en una semana’, cosa que se comprendería si no fuera porque esas décadas estuvieron conformadas, como es natural, por numerosas semanas… ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para erradicar la pobreza? Precisemos que cuando hablamos de esa situación inhumana e injusta que es la pobreza, no aludimos solo a lo económico –sin negar su importancia-. tenemos en mente que se trata de una condición compleja con dimensiones sociales, culturales, raciales y otras. Esos diferentes factores dan lugar a desigualdades intolerables. Los que las padecen pueden ser susceptibles, dadas sus necesidades, de convertirse en víctimas del clientelismo, con el riesgo de poner entre paréntesis sus derechos a una vida digna. Se configura, de este modo, una situación inaceptable para una conciencia humana y cristiana (“la Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres”, dicen Benedicto XVI y la conferencia episcopal de Aparecida).
Un voto de conciencia significa, entonces, votar por la construcción de una sociedad en la que la dignidad humana y la libertad de todos sean respetadas; y que incluya, prioritariamente, a aquellos a los que no se reconoce “el derecho a tener derechos”, según la conocida y aguda expresión de H. Arendt. Sin justicia no hay paz permanente, una paz que no hay que confundir con la que resulta de una pacificación impuesta. Ningún camino político o económico se justifica si elimina la ética de su horizonte. La política está al servicio del ser humano y, ante todo, de los pobres y necesitados, así como de la vida y la justicia, de otro modo vamos hacia una sociedad inhumana. Los evangelios refieren que durante el juicio a Jesús, Pilatos le formula la pregunta: “¿qué es la verdad?”, pero, enseguida, se marcha sin esperar la respuesta; el escritor Van der Meersch sugiere lo que habría dicho Jesús: “la verdad, Pilatos es estar del lado de los pobres”. Hay, sin duda, un soplo profundamente humano y evangélico en esta afirmación.
Líneas arriba decíamos que se debe tener criterios para discernir en la presente situación electoral, un criterio ético importante es votar a favor de los últimos de la sociedad, reconocerlos como personas llamadas a asumir las riendas de su destino. Y desde esa toma de posición forjar una convivencia social justa para todos.
Eso sería un voto de y con conciencia.
(Extraído de la página del IBC).
9 comentarios:
Me alegra que ganase Humala.
Lo más interesante será lo que pase a continuación. Este sería un momento interesante para una conversación más fructífera con los totalitaristas y ultraortodoxos que han desfilado por este blog... pero ¿dónde estarán? ¿Se sentirán derrotados y estarán recapacitando en sus cuarteles de invierno? ¿O estarán las fuerzas que ellos representan preparando alguna "reacción"? ¿Los poderes grandes estarán considerando realmente que es más viable organizar al país por las vías de la concertación y la redistribución que por las vías de la mano dura, pena de muerte, eliminación de opositores acusándolos de traición a la patria, etc, etc?
Hola Gonzalo,
Ya que también consideras que Humala era la basura
menor,y por lo tanto no deja de serlo,tal vez es tiempo que ya escribas sobre la basurita viene a gobernar.
¿No te parece buena idea?
(enviado martes 7 a las 12.10 pm)
Un abrazo,
Marcelo
no hay duda que un gran porcentaje de la poblacion peruana, ha tenido que pensarlo más dos veces para decidir por quien votar. no obstante, hoy que ya tenemos los resultados y sabemos quien no va a representar durante estos cinco años, diremos que fue él quien mejor encarno el papel de cristo si le planteamos la misma pregunta que pilatos le formuló a Jesus sobre la verdad, prueba de ellos es que Humala ha obtenido la mayoría de votos alli donde más radica la pobreza y la exclusion social. Por tanto si ha ganado es porque de cierto modo se ha votado a conciencia. personalmente, después de la primera vuelta estuve el lado de los indecisos, hasta que finalmente después de muchas reflexiones apoye a Humala porque el hombre se esta superando y espero que ese proceso de superacion también lleve al pais al triunfo.
J.C.O.S.R
Hola Gonzalo,
¿Por qué no respondes?
¿corrigiendo exámenes?
Marcelo
Estoy escribiendo sobre el tema.
Un abrazo,
Gonzalo.
Estimado Marcelo:
Hoy cerré un importante negocio que estaba en pausa desde hace poco más de dos meses. Si se desataba la sangrienta guerra civil que muchas personas pensantes temíamos, este negocio se frustraba, y mi presupuesto anual corría el grave riesgo de terminar en rojo.
Creo que estas son las líneas en que piensan en este momento los integrantes de la Confiep, por ejemplo. Definitivamente, por lo pronto, así están pensando los financistas de este negocio del que le hablo, y esto es para mí evidencia de que ellos y sus allegados andan pensando así respecto a gran cantidad de movimientos económicos de todo tipo, algunos incluso muy grandes.
Tan grandes, o suficientemente grandes, para valer más que la posibilidad de una guerra civil, sea para defender lo que sea.
Y fíjese, nada más lejos que yo de un "marxista". Contra. Pero mejor luchar contra el marxismo haciendo concesiones sensatas que siguiéndole el juego de la guerra, la cual por lo demás no creo que casi nadie realmente desee hoy por hoy en el Perú.
Muchísima gente pensante no percibe en este momento en el señor Humala a un individuo parecido a lo que la publicidad nos vendió: para empezar, no suena ni actúa ideologizado en absoluto. Sabe negociar muy bien, es ecuánime, hace un trabajo que muchos sabemos es enormemente difícil de hacer.
Muchísima gente pensante, créame, está apostando con mucho gusto por la posibilidad de terminar de una vez por todas con los problemas sociales en el país, porque esto es, de un lado, más rentable, y de otro lado, (y esto creo que es lo más importante para todos) más humano, una mejor expresión de las posibilidades del ser humano de trascender la mera animalidad.
El crecimiento económico con inclusión, se llama desarrollo. En realidad no hay otra manera, por más que se la busque, de entender el desarrollo, o, lo que es lo mismo, de conciliar los intereses de todas las personas que compartimos estas tierras. Luego, con desarrollo, cada quien puede dedicarse a ser lo que sueña ser. El desarrollo genera, también, mayor libertad. Somos un país joven, tenemos toda la vida por delante.
Puede uno ver la posición que aquí con toda humildad expongo como una victoria posible de la sensatez económica, o como una victoria posible del Bien. Puede verlo también como una victoria de la filosofía que busca el Justo Medio. Por mi parte, esta es una de las (pocas) oportunidades que me ha dado la vida de sentirme francamente optimista.
Me interesaría mucho entender su punto de vista; me interesaría mucho entender cuáles son sus argumentos para desearle el mal a un proyecto al que, por el momento, le deseamos el bien una clara mayoría de peruanos.
Y no sólo le hablo, por supuesto, de los que votaron por Humala; le hablo de todos los que estamos aceptando la salida actual como la más sensata posible, porque nos hemos dado cuenta de que la otra vía equivalía a una guerra civil, y hemos mantenido un juicio lo suficientemente imparcial para darle rápidamente el beneficio de la duda a este personaje inesperado, prestando más atención a su comportamiento real que a la imagen publicitaria creada por sus adversarios electorales y los auspiciadores de éstos.
Le hablo, creo, a nombre de todos los que estamos dispuestos a creer que en el Perú podemos encontrar mejores vías hacia el futuro que la inconducente barbarie.
Cordialmente,
J. del Camino P.
Estimado J. del Camino P.
Lo lamento,no me convcence en lo más
mínimo.
Marcelo
Estimado Marcelo,
Espero que el sujeto tácito en su comentario (el que no lo convence) sea el señor Humala, porque yo no trataba de convencerlo, sólo de ofrecerle mis razones, para justificar mi propia actitud ante la situación comentada, no para ofrecérsela como prescripción a nadie. Lo último que soy es un propagandista, o un "fan".
Por lo demás, además de explicar mi punto de vista, le pedía que me explicara el suyo; una pregunta totalmente transparente que pedía con cortesía una información. La explicación de su punto de vista, ofrecida en la página siguiente del blog, es para mí perfectamente comprensible y absolutamente respetable y hasta necesaria, y doy por recibida la respuesta a mi pregunta. Me queda claro que usted no le desea el mal a nadie, quiere el bien como todos, y simplemente es suspicaz con el señor Humala. Me parece saludable la diversidad.
Cordialmente,
JCP
Publicar un comentario