lunes, 4 de abril de 2011

MI AMIGO VICENTE





Gonzalo Gamio Gehri



Acabo de enterarme de que mi gran amigo Vicente Santuc – sacerdote jesuita y uno de los forjadores de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya – ha fallecido. El dolor que produce la pérdida de una persona tan valiosa es realmente hondo. Conozco a Vicente desde mediados del año 1996 cuando, con 25 años, entré a dar clases en la entonces Escuela Antonio Ruiz de Montoya, asumiendo el Seminario de autores contemporáneos (comunitaristas). Vicente era un maestro de palabras profundas, intelecto agudo y una gran capacidad para articular los conceptos filosóficos y las experiencias de la vida diaria. Era también un sacerdote que tenía la profunda convicción de que el compromiso cristiano debía combinar la fe con la búsqueda racional de la verdad y con la opción por los más débiles. Enamorado del Perú – en donde vivió por espacio de 43 años -, era un gran conocedor de la Amazonía y del norte del país (fue uno de los fundadores del CIPCA). Le hubiera gustado terminar su vida en nuestro país, pero la muerte lo sorprendió en París, ciudad en la que se había instalado para iniciar un año de investigación sabática.

Conocí a Vicente en diferentes facetas de su vida académica y sacerdotal. Rector, filósofo, pastor, director de ejercicios espirituales, consejero. Fue además el celebrante del Bautismo de mi hijo Íñigo. En 1999 publicamos juntos - y con Francisco Chamberlain - Democracia, sociedad civil y solidaridad, un conjunto de ensayos sobre filosofía política. Sin embargo, más allá de todas sus cualidades académicas, era un gran amigo. Conversábamos a menudo, reservaba al menos una hora para charlar a pesar de su apretada agenda. Tenía una risa franca, contagiante. Y una inagotable esperanza en las bondades del corazón humano, que sólo los espíritus realmente jóvenes tienen. Tuve el privilegio de contar con él como lector e interlocutor de mis ensayos, desde hace cerca de trece años. Le enviaba mis textos, y siempre recibía comentarios interesantes y críticas valiosísimas. Del mismo modo, me confiaba la lectura de sus ensayos, y conversábamos con frecuencia sobre ellos. Conocí los manuscritos que dieron forma a Ética y política: ¿Qué nos pasa?, El topo en su laberinto y su más reciente libro, Antropología existencial. El tema de la fenomenología de la corporalidad y el lenguaje constituían el corazón de su propuesta filosófica.

La segunda etapa de mi camino en el cristianismo se la debo a Vicente, a su dirección de los Ejercicios de San Ignacio allá por 1999. Gracias a su magisterio, comprendí que la fe y la libertad pueden permanecer unidas sin sacrificar la autonomía ni el pensamiento crítico. Su inquietud por volver al “Principio y Fundamento”, al sentido de criatura y a la percepción de la Gratuidad ha marcado su vivencia del cristianismo y ha influido decisivamente en la perspectiva de sus amigos y colegas. Esa convicción constituye – ya en clave conceptual – el horizonte de configuración de su antropología existencial. La fe no constituye una concepción epistémica o una doctrina religiosa, sino la confianza en la acción del Amor en la vida.

Todavía tengo un nudo en la garganta. Un amigo entrañable nos ha dejado. No obstante, repito las palabras del propio Vicente cuando reflexionaba sobre la partida de otros amigos comunes: demos gracias por el regalo de su vida, celebremos aquello que compartió con todos nosotros.



Gracias, querido amigo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pérdida muy sentida, un ser humano excepcional, cuanto contribuyo a las ciencias sociales.Un gran jesuita. Gracias Vicente.

Hugo Aldave Herrera dijo...

Una palmada en el hombro mi estimado Gonzalo. Hay muertes que no matan sino eternizan, esta es una de ellas.

Luis Miguel Purizaga Vértiz dijo...

Fui alumno de Vicente en el Seminario de Nietzche el año pasado. Recuerdo cuando hablaba de la voluntad de poder, de dejar de ser un camello, de tener el valor de tomar las riendas de mi propia existencia. El dolor que me causa su partida me sorprende, porque es justamente ahora que me doy cuenta lo sabio y gran maestro que era. Es por su influencia que decidí el año pasado estudiar mi segunda carrera: Ciencia Política. Sé que su obra debe y tiene que tener una continuidad. Quiero dejar de ser un camello, Vicente. Sé que lo voy a lograr. Gracias por enseñarme el camino.

Luis Purizaga Vértiz.

Augusto dijo...

"Hay que salir de nuestra existencia perezosa" decía Vicente. "Todos somos en suma pequeños filósofos" añadía el maestro. Y esas frases aún me quedan en la memoria como si fuese hoy, inclusive la altura de su voz y su tonalidad segura pero confortante. Rememoro el 2000 y el 2001 en la Escuela ARM, pero después siempre su amistad y su consejo. Es aún inaceptable aceptar este descenlace natural. El mejor homenaje será seguir "escuchando" a Vicente y qué mejor cuando hemos abrazado la carrera de la filosofía. Será un reto permanente.
Gracias Vicente,
Augusto Sánchez

JORGE LUIS dijo...

estimado profesor

el libo antropologia existencial del padre santuc se encuentra en venta en la UARM?

SALUDOS

Gonzalo Gamio dijo...

Está a punto de publicarse.

Saludos,
G.