martes, 8 de febrero de 2011

DESARROLLO HUMANO Y EXIGENCIAS DE LA JUSTICIA


Gonzalo Gamio Gehri



“Éxito” es una palabra que circula muchísimo en diferentes lugares, tanto en los espacios de la vida política, en el mundo del mercado y del trabajo, incluso en la academia. No es un concepto que me entusiasme mucho – prácticamente no lo uso – por su falta de precisión, porque hoy está teñido de esa retórica vana y barata del tipo de aquellas que acompaña los discursos de Miguel Ángel Cornejo, los libros de autoayuda, etc. En la senda de la sociología contemporánea, entiendo “éxito”, como el logro de los propósitos privados del individuo moderno, particularmente en los fueros de la vida privada y la competencia económica. Comparto el escepticismo de MacIntyre – inspirado en Goffmann,– y los reparos de Bellah acerca de la fecundidad teórica del término.

Rechazo las protensiones 'teleológicas' de dicho concepto. Me gusta más al término “bienestar” (en el sentido de estar-bien o de vivir bien), asociado al concepto griego de eudaimonía - relativamente mal traducido como “felicidad” -. Tanto Bernard Williams como Amartya Sen usan “bienestar” en este sentido integral, clásico, de una vida plena, una vida en la que se cumplen las condiciones internas (y algunas decisivas condiciones externas) que la hacen digna de ser elegida y vivida. Martha Nussbaum usa a veces la expresión “florecimiento humano” para expresar esta idea aristotélica. Esta expresión recoge además cierta plasticidad y dinamismo que supone el proceso de adquisición de determinados modos de ser a través del hábito y la educación. Aquí, la imagen de realización abandona cualquier impronta atomista y nos remite a la perspectiva de la interacción y la exploración de la “condición humana”.

Este enfoque tiene una marcada dimensión social, vinculada al problema del desarrollo humano. Por mucho tiempo, la noción de ‘desarrollo’ – aplicada a las sociedades – estuvo vinculada a una cifra, el PBI per capita. Este criterio nada decía acerca de la distribución del ingreso, las desigualdades socioeconómicas, las relaciones entre los géneros, las culturas y los credos, la apertura del régimen político o la libertad de los individuos para conducir sus vidas. Amartya Sen planteó hace algunas décadas una lectura cualitativa del desarrollo humano, centrada no exclusivamente en los ingresos y recursos, sino en las capacidades, las disposiciones que los seres humanos pueden desplegar en sus vidas, aquello que le permite llevar a cabo ciertas actividades o llegar a ser cierta clase de personas (cierto tipo de vida que tiene “razones para valorar”). De este modo, la idea de ‘calidad de vida’ asume una serie de dimensiones que trascienden una aproximación meramente economicista. Quien asumió el reto de plantear una lista de capacidades – provisional y perfectible –fue Martha Nussbaum. Esta lista ha sido fruto de un conjunto de discusiones llevadas a cabo entre personas que dominaban diferentes disciplinas y provenían de diversas culturas, tanto en occidente como en oriente. Esta es la lista propuesta:


- Vida.

- Salud física.

-Integridad física

- Sensibilidad, imaginación, entendimiento.

- Emociones.

- Afiliación.

- Razón Práctica.

- Relación con otras especies.

- Ocio y juego.

- Control sobre el entorno (económico y político).


Se trata de una propuesta teórica rigurosa y sugerente, abierta a la diversidad y a múltiples formas de discernimiento público y personal. La tesis central es que el “desarrollo” no se identifica sin más con el PBI, o con el acceso a la tecnología que alcanza una sociedad o con el poderío de sus armas. Alude más bien a la clase de vida que pueden llevar las personas, en qué medida una sociedad dada, promueve (a través de un marco legal propicio, servicios de educación, salud, etc.) las condiciones para el cuidado de estas capacidades individuales en un clima de libertad. El enfoque no se centra en los ‘funcionamientos’ (es decir, cómo se ejercitan las capacidades’) sino en las oportunidades y libertades para el ejercicio de las capacidades (por ello no constituye la imposición de un credo cultural ni de un ‘estilo de vida’; la idea es que los individuos y las comunidades puedan cuidar de las capacidades, y elegir conscientemente – a través del ejercicio de la razón práctica – cómo ponerlas en funcionamiento. Se sostiene que las instituciones o las comunidades generan situaciones de injusticia cuando se bloquea arbitrariamente la posibilidad de poner en ejecución alguna de estas capacidades, o cuando se las mutila (por ejemplo, en nombre de la “tradición” o de presuntas “razones de Estado”). Los derechos humanos constituyen poderosas herramientas sociales que permiten proteger la dignidad y la libertad de las personas, así como el cuidado de sus capacidades básicas.

Este enfoque hace que el análisis del desarrollo y el cultivo de la justicia sea considerablemente más fino. Pensemos, por ejemplo, en China. El crecimiento económico que ha experimentado es extraordinario; se trata evidentemente de una potencia industrial, que cada vez establece mayores lazos de comunicación con otros países. Algunos “futurólogos” avizoran la inminente emergencia de China como la primera potencia mundial. A la luz del enfoque de las capacidades, los indicadores de desarrollo arrojan resultados poco auspiciosos. El PBI per capita y los niveles de acceso a la tecnología podrían ser elevados, pero las desigualdades económicas, y las condiciones de los trabajadores, la falta de libertades políticas y la ausencia de respeto por los derechos humanos arrojan extensas sombras sobre cualquier diagnóstico positivo en materia de desarrollo humano. El régimen de partido único, la imposibilidad de generar espacios de fiscalización del poder, la falta de libertad de expresión, la inexistencia de libertad religiosa, las persecuciones y torturas a los practicantes de Falung dafa e incluso las dificultades para acceder a información electrónica relativa a la expresión de ideas diferentes a las promovidas por el Estado ponen de manifiesto el sistemático bloqueo de capacidades y la grave restricción de derechos en la sociedad china. Sólo una mente descolocada o un espíritu delirante podrían hacer la vista gorda frente a estos casos de represión y crueldad. Es evidente que un sector de la población china no está de acuerdo con la dureza del régimen político; piénsese en las protestas en la plaza de Tian'anmen en 1989.

No faltan quienes - manteniendo la mirada solamente en el PBI, el desarrollo industrial y el avance tecnológico - identifican casos como el que ha servido de ejemplo como "exitosos". Su estrechez de miras es evidente. Quien se atreve a 'poner en una balanza' - una inquietante e indolente operación, sin duda - de un lado, el crecimiento económico, y del otro, los atentados contra la dignidad y la supresión de libertades, y considera el "balance" positivo, revela un conceptualmente pobre y moralmente escuálido criterio de "éxito". Un criterio meramente instrumental. El enfoque de desarrollo humano que plantean y examinan Nussbaum y Sen, sin duda, nos remite a un marco hermenéutico mucho más amplio y fecundo.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Tenía interés en seguir un seminario de verano en San Marcos, que son interesantes y gratis. Pero me han dicho que uno de medieval están cobrando.
Parece que las ediciones de los toribianitos no son rentables"

Laura

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Laura:

La verdad es que no conozco el caso. Lamentaría que los seminarios de verano dejen de ser gratis, como siempre ha sido en la UNMSM. Preguntaré a mis colegas sanmarquinos si es cierto o no.

Saludos,
Gonzalo.