miércoles, 18 de agosto de 2010

LA PARADOJA LIBERAL


David Villena Saldaña


Hace cuarenta años Amartya Sen afirmó haber demostrado que el liberalismo se encuentra en irremediable conflicto con criterios mínimos de eficiencia[1]. En este sentido, una sociedad liberal estaría condenada a ser ineficiente, y, por lo mismo, quienes aspiran a construir una sociedad de acuerdo con parámetros de eficiencia no podrían permitirse la promoción de valores liberales.

La tesis es en lo absoluto trivial. El argumento es, sin embargo, suscinto y concluyente. Según éste, una sociedad es liberal si satisface la condición (L*).

(L*)Hay al menos dos individuos tales que para cada uno de ellos, hay al menos un par de alternativas sobre las cuales él es decisivo, esto es, hay un par de x,y, tales que si él prefiere x sobre y, entonces la sociedad debe preferir x sobre y, y siél prefiere y sobre x, entonces la sociedad debe preferir y sobre x.

(L*) supone al menos una situación en donde el individuo tenga libertad de elegir. Así, por ejemplo, que yo duerma de lado o boca arriba es algo que cae exclusivamente dentro de mi ámbito de decisión. Yo soy decisivo sobre este punto y, por tanto, mi preferencia debe en último término ser suscrita por la sociedad – o, dicho en otras palabras, nadie puede obligarme a actuar en contra de mis preferencias en ámbitos en donde yo tengo libertad.Si prefiero dormir de lado que boca arriba, la sociedad debe preferir que duerma de lado a que lo haga boca arriba.

(L*) define una versión debilitada y poco comprehensiva del liberalismo.El dominio de individuos libres que componen la sociedad liberal hipotética no se asume irrestricto o cuantioso. Se trata únicamente de dos sujetos – obviamente, si queremos reducir el número de individuos libres a uno, no podría hablarse más de sociedad liberal, habría, en todo caso, una especie de tiranía.Tampoco se habla de varias libertades. Hay tan sólo una libertad. La virtud del argumento de Sen es precisamente ésta. Pues si el liberalismo presenta problemas en su versión más reducida, también deberá presentarlos en las concepciones más globales, donde haya más individuos y libertades en juego.

La eficiencia social se define en función de (P*).

(P*) Si todo individuo prefiere cualquier alternativa x sobre otra alternativa y, entonces la sociedad debe preferir x sobre y.

(P*) es una versión debilitada del Principio de Pareto. Sen muestra que (L*) está en conflicto con (P*).

Considérese que los individuos referidos en (L*) son (1) y (2), y que los dos pares de alternativas correspondientes son (x,y) y (z,w). Pensemos, además, que las alternativas son diferentes entre sí. (1) prefiere a x sobre y; mientras que (2), a z sobre w. Todos en la sociedad, incluyendo a (1) y (2), prefieren a w sobre x, así como a y sobre z. Entonces, tenemos:

(1): x>y

(2): z>w

Sociedad incluyendo (1) y (2): w> x

Sociedad incluyendo (1) y (2): y>z

Por tanto:

(1): w>x>y>z

(2): y>z>w>x

Por (L*) la sociedad debe preferir x>y, z>w

Por (P*) la sociedad debe preferir w>x, y>z. (Pues todos incluyendo a (1) y (2) consideran preferible a w sobre x y a y sobre z.)

En consecuencia, (L*) sugiere favorecer a x y z sobre yyw, mientras que (P*) sugiere hacer precisamente lo contrario, es decir preferir a w e y sobre x y z. Hay, en estos términos, una manifiesta contradicción entre el liberalismo y el principio de eficiencia. Una sociedad liberal no será óptima en sentido paretianoy una sociedad paretiana no será liberal. Esto no es inocuo. La demostración nos coloca frente a un dilema: o buscamos la eficiencia o procuramos la libertad individual.

Ahora bien, reparemos en (L*), aunque tal como se le ha interpretado es una condición mínima, resulta también ambiciosa en algún sentido.La lectura de Sen parece indicar que en una sociedad liberal tener derecho a x, significa que x debe darse y no y. Perosi yo prefiero ax sobre y, ello quiere decir únicamente que tengo derecho a que la sociedad no me obligue a hacer y, al tiempo de que no trabe de modo alguno mi realización de x. Tener derecho a x, no quiere decir que x se debe dar, sino que no exista obstáculos deliberados para que yo o alguien más lo ponga en acto. Esta concepción de libertad es negativa. Si Sen pretende pintar un cuadro mínimo del liberalismo, éste debe tener anexo un concepto negativo y no positivo de libertad.

Que yo prefiera dormir boca arriba antes que hacerlo de lado, implica que tengo derecho a dormir boca arriba. Este derecho me asegura que nadie impedirá que yo duerma como me place. De este modo, los medios que me procura el derecho son negativos, no efectivos. Al exigir el derecho de dormir boca arriba, no reclamo el estado de dormir boca arriba, sino que nadie me lo impida en caso de que esté a mi alcance – si, por ejemplo, está a mi disposición una superficie lo suficientemente amplia para alojar mi espalda.

La paradoja se disuelve. Como suele ocurrir en estos casos, la deducción ha sido limpia. El problema se encuentra, más bien, en las definiciones a partir de las cuales se ha realizado.Pues sucede que la relación de preferencia no es equivalente entre individuo y sociedad. Por tanto, la combinación de categorías es imposible. Cuando el individuo prefiere un estado sobre otro, no pasa que la sociedad lo secunde prefiriendo aquél sobre éste. Ella no prefiere nada. Su rol es negativo. Se limita a no impedir la consecución de los objetivos del individuo. Permite acciones, no concede estados[2]. Si éste es el liberalismo mínimo, sobre él no se puede aplicar las operaciones lógicas sugeridas por Sen, y, así, resulta inviable arrastrar desde este marco la acusaciónde ineficiente a toda otra forma liberal.


[1] Cf. Amartya Sen, “The Impossibility of a Paretian Liberal,” en Journal of Political Economy 78:1 (1970): 152-157.

[2] Cf. Keith Dowding, “Social Choice and the Grammar of Rights and Liberties,” en: Political Studies, 52 (2004): 144-161.

24 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

El problema es que la libertad negativa es aproblemática sólo en un mundo con una dotación infinita de recursos.
Qué tal si lo óptimo fuese que todos tuviesen un lugar para dormir horizontalmente, pero los lugares para dormir horizontalmente sólo existiesen para todos si todos adoptan la postura de costado pero no si todos quieren dormir de espaldas. ¿Se podría negar en ese caso un conflicto entre libertad y eficiencia?

Erich Luna dijo...

Hola Gonzalo

Me pareció muy interesante y sugerente la forma en que David Villena clarifica y soluciona cierto problema o paradoja en Sen.

Sin embargo, en relación a la conclusión:

"El problema se encuentra, más bien, en las definiciones a partir de las cuales se ha realizado.Pues sucede que la relación de preferencia no es equivalente entre individuo y sociedad. Por tanto, la combinación de categorías es imposible. Cuando el individuo prefiere un estado sobre otro, no pasa que la sociedad lo secunde prefiriendo aquél sobre éste. Ella no prefiere nada. Su rol es negativo. Se limita a no impedir la consecución de los objetivos del individuo. Permite acciones, no concede estados[2]. Si éste es el liberalismo mínimo, sobre él no se puede aplicar las operaciones lógicas sugeridas por Sen, y, así, resulta inviable arrastrar desde este marco la acusaciónde ineficiente a toda otra forma liberal."

Me cuesta creer que Sen no maneje esa concepción "mínima" (yo diría "cuasi básica") del liberalismo. En todo caso, si es que en 1970 (año de la fuente citada) reconocía este problema, me cuesta creer aún más que no haya reformulado su concepción del liberalismo en 34 años y que la solución venga vía Downding en un artículo del año 2004.

Solamente para aclarar, por ser ignorante en las ideas de Sen, ¿esa paradoja no fue resuelta por Sen desde 1970 hasta hoy? ¿En 40 años el propio Sen no pudo desarrollar elementos para resolverla? ¿O es que él no buscaba resolverla?

Saludos (y felicitaciones a David por el texto),

Geviert-Kreis dijo...

saludos Gonzalo:

paradójico post. Muy paradojal, severamente, severamente paradójico. Sobre todo paradójica lógica. Como ya pasó con Arrow y la democracia representativa, los economistas-premios nobel, deben conjeturar algo "social" para que su teoría económica demuestre "espíritu". Pero bueno.
En general, siempre he visto con sospecha el matematismo sociologizante, empezando por la rational choice hasta llegar al extremismo estocástico del "dato manda, chocherita" (¡no se ría mi estimado que hasta acá se escucha!). Estas sirenas del barrabravismo americano (y sus epígonos meridionales), siempre me han dejado con el explanandum en la mano. No es mejor la "culturología" europea sinceramente. A cada uno su mejor juego de prestigio según la ocasión.
Al grano ahora. Por suerte, el bien amado Pareto era un gran elitista europeo de la vieja escuela (Michels, Mosca), sabía, por lo tanto, de qué manera se debía sociologizar su principio económico del "óptimo": con Realpolitik (su teoría de la circulación de la elites es la pauta, no el matematismo, creo yo).

Como bien afirma Villena y Erich reafirma:

"la relación de preferencia no es equivalente entre individuo y sociedad. Por tanto, la combinación de categorías es imposible".
exacto. No sólo es imposible, es además ocioso, tremendamente ocioso, paradójicamente ocioso. El liberalismo político funciona bien sin sociólogos. Algo olvidamos, sin embargo: la relación de preferencia no es equivalente entre individuo y sociedad, y ambos tampoco lo son en relación a la política, al liberalismo político (en nuestro caso).

Explico a mi modo por qué las partes en relación no son equivalentes:

En sentido estricto, "lo decisivo", la decisión, pertenece únicamente a las denominadas reglas de primer grado: son las decisiones que crean las "reglas de juego". La mera preferencia o la libertad de elección del individuo X pertenecen, en cambio, a las reglas de segundo grado, es decir, a la reglas que no deciden nada, solo "prefieren" y eligen. Elegir o preferir no es, pues, señores, decidir (ya se podrían teorizar diferentes libertades, ojo). Esta diferencia de niveles es importante si vamos a hablar de liberalismo político y "eficiencia social" (en relación a Pareto más todavía). La busqueda de eficiencia y eficacia (performance) de las reglas de primer grado, son incompatibles con la busqueda de "eficiencia social" y de la libertad individual del segundo, no porque eficiencia paretiana y libertad sean incompatibles, sino por el simple motivo que la decisiones primarias son colectivas y vinculantes ("las reglas"). En qué manera el individuo X prefiera hacer algo o no, es completamente irrelevante para el primer nivel, basta que lo haga al interior de la reglas primarias erga omnes (Villena usa ilícitamente preferencia y derecho como sinónimos).

El dilema ciertamente se resuelve, pero no por el análisis. Villena no explica, por ejemplo, por qué debemos asumir nuestra sociedad liberal hipotética como "irrestricta y cuantiosa": irrestricto es el anarquismo y el liberismo (hermanos de sangre); cuantioso es el libertinaje y todas las concepciones de democracia substancialista. Si se acepta la diferencia de nivel, el problema de la eficiencia de un sociedad liberal (de un régimen liberal para ser precisos), está únicamente centrada en el primer nivel, en el óptimo político (mejor performance de la elite A o B), no el óptimo "social" (que es una consecuencia del primero). Sin duda, el "óptimo social" también es importante (la romántica libertad "positiva"), pero depende en gran medida del óptimo político (si hablamos de liberalismo político), cuyos criterios de eficiencia (liberales) son bien diferentes.

Geviert-Kreis dijo...

conclusión:

la acusación de ineficiencia/eficiencia puede arrastrarse a "toda otra forma formas liberal", SI

1)hablamos de liberalismo político a nivel de régimen y no de un universalismo sociológico atomista: mundo= suma de individuos o libertad=libertinaje, como me deja entender Villena en su texto.

2) distinguimos los niveles propuestos (primer y segundo grado), con sus respectivos criterios de eficiencia, eficacia (performance) y hasta de libertad.

Máxima realista finalmente:

"del buen y saludable sueño de quien decide, depende el sueño (y no sólo el sueño) de quien prefiere o elige".

saludos,

Giovanni

Anónimo dijo...

Hola Gonzalo,

Interesante el artículo de nuestro amigo David.Tengo ciertas dudas al respecto
Me parece que no se diagrama claramente las condiciones de preferencia,tal vez debería haber establecido (L*) por (1) :x>y i (2): z>w
en cambio la condición (P*) definido por (3):w>x i (4): y >z obteniendo dos posibles estados paradojales
(5): w>x>y>z i (6):y>z>w>x
Ya que no veo como se ha obtenido:
Sociedad incluyendo (1) y (2): w> x

Sociedad incluyendo (1) y (2): y>z

No me queda claro por qué las condiciones definidas en (P*) si lo que prefiere un individuo es lo que prefiere
la sociedad ,pareciera que es una preferencia social no atribuible a ninguno de los dos individuos en cuestión dado que
no se da una relación de buen orden.Para que las preferecias sean comparables deben estar en el mismo eje de coordenadas,
en caso contrario la desición está siendo sobre propio eje.O sea,sobre lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer dentro de
una sociedad.

Ahora bien,posiblemente se esté confundiendo preferecias subjetivas
con preferencias sociales que comunmente llamamos derechos,preferencias que aspiran a un cierto grado de objetividad
basados en la necesidad,en rigor, en la necesidad de la covivencia social.Posiblemente Sen,no describa
todos los liberalismos posibles,pero describe la tirania de la mayoría sin rebasar los criterios de la libertad negativa.
De hecho,se puede optimizar el modelo de Sen y hacerlo más complejo y más próximo a la realidad para que un crítico
vea que sus observaciones son impertinentes y que Sen describe un liberalismo mínimo existente pero no ideal.
Por ejemplo si Gianni Vattimo se enamora de Ricardo,es un asunto subjetivo y banal para estos criterios,ya que pertenece
a una regla de segundo orden,pero si Gianni V.pretende que la sociedad liberal los siga en sus
decisión de matrimonio ya es una cosa muy distinta,pertenece a una regla de primer orden.

Saludos,

Marcelo

Geviert-Kreis dijo...

...qué ejemplo final para más grotesco mi estimado Marcello, mis respetos, mis respetos por la fantasia teratológica que nos comparte. Y yo que lo estaba leyendo bien. Peor festín no puedo imaginarme en ese matrimonio. Por la ley de la divina contigencia (que antes llamaban Dios), será ud. el padrino de ese matrimonio. Si antes se decía el dato manda chocherita, contigo se dirá el horror manda compañeros. Pero dime mi amigo, ¿cómo impondría el tirano Gianni Vattimo semejante atrocidad erga omnes, para todos? ¿No le bastaría ya imponer la regla débil de segundo orden? Si ese es el régimen decisiorio de primer grado, mi amigo, no queda, pues, que aplicar la "mano dura" y patear ese tablero horroroso. Lo justo mi estimado. No veo otra, a menos que ud. quiera sustituir al cura argentino, lo dudo. No se pierda.

David dijo...

Gracias por los comentarios y preguntas.

Un lector anónimo sostiene que la libertad negativa carece de problemas únicamente en un mundo con recursos infinitos. Tiene razón. Es más, en un mundo de esas características no podría afirmarse la existencia de problemas de naturaleza económica o moral alguna. Dado tal contexto, no habría conflictos, cooperación ni vida en sociedad. Pero, claro, ese mundo no sólo es difícil de concebir, sino que es imposible. (De haber recursos infinitos, no habría espacio ni para nosotros mismos – y sólo podría haber recursos de un tipo, o infinita agua o infinito petróleo o infinita madera, por ejemplo.)

La libertad negativa es naturalmente problemática. Quizá, exigir recursos infinitos para hacerla en algún modo razonable es demasiado. Podría efectuarse una solicitud más limitada, tal como abundancia de recursos y homogeneidad en las habilidades y oportunidades individuales. Este estado de cosas, aunque físicamente posible, a diferencia de la condición anterior, es, sin embargo, bastante difícil. Entiendo, por tanto, la oposición que el lector anónimo parece entrañar respecto de la idea de libertad negativa. Pero el texto no podría ser acusado de defender esta idea, pues no sugiere que se convierta en la norma que rija la esfera social. El punto es sostener que el liberalismo mínimo debe construirse sobre esa idea, no que el liberalismo mínimo debe implantarse.

David dijo...

Erich se pregunta cuál fue el devenir de la paradoja desde su formulación en 1970. La respuesta parece sospecharla: Sen no buscó resolver este problema. Para él, no había ninguno. Le quedó claro que (L*) está en conflicto con (P*) – esto es, el liberalismo no es compatible con la eficiencia de Pareto. Visto desde la teoría de la elección social, el argumento que ofrece es formalmente indisputable. Las críticas que ha recibido son, no obstante, múltiples. Los artículos en contra se cuentan por docenas. Las réplicas de parte de Sen se encuentran en:

“The Impossibility of a Paretian Liberal: Reply.” Journal of Political Economy 79:6 (1971): 1406-1407.

“Liberty, Unanimity, and Rights.” Economica 43 (1976): 217-245.

“Liberty and Social Choice.” Journal of Philosophy 80 (1983): 5-28.

“Minimal Liberty.” Economica 59 (1992): 139-159.

Los críticos van en diferentes direcciones:

1. (L*) no encierra el sentido del liberalismo.

2. (L*) es una visión errónea del liberalismo porque éste no puede ser expresado mediante la teoría de la elección social.

3. (L*) carece de significado porque la teoría de la elección social es errónea.

4. (L*) debe reformularse en términos de la teoría de juegos. De ese modo, no entra en conflicto con (P*).

Mi enfoque es afín al último. Recomiendo los siguientes artículos:

Rajat Deb, Prasanta Pattanaik y Laura Razzolini, “Game Forms, Rights, and the Efficiency of Social Outcomes.” Journal of Economic Theory 72 (1997): 74-95.

Martin van Hees, “Liberalism, Efficiency, and Stability: Some Possibility Results.” Journal of Economic Theory 88 (1999): 294-309.

El artículo de Dowding citado es una crítica tanto al uso de la teoría de la elección social como al de la teoría de juegos en el estudio de cuestiones políticas y morales. Es constructiva. Muestra sus límites y da algunas sugerencias.

Sen dice en varias oportunidades que no ha pretendido definir al liberalismo con (L*). Se trataría de una versión mínima, que, por lo mismo, está incluida en toda otra versión. Como se ha intentado mostrar, el problema es que (L*) aparece en términos de preferencia social y ello hace que la definición no sea mínima. Lo cierto es que Sen está irremediablemente obligado a hacerlo, dado que su formulación se encuentra en el marco de la teoría de la elección social. No tiene otra salida. (L*) es el cuadro más elemental del liberalismo según la teoría de la elección social, pero no el más elemental que podamos imaginar.

En relación con las otras críticas, pienso que (1) no es justo, pues Sen no busca definir al liberalismo. (2) no es correcto, porque no es el caso de que el liberalismo no pueda ser expresado mediante la teoría de la elección social. Lo que no puede expresarse es el liberalismo mínimo. El punto (3) es echar al agua sucia con el niño incluido. Mi afinidad, como dije, es con (4). Sen considera esa opción, y, aunque la reconoce auspiciosa, sostiene que sus méritos no son superiores a los que ofrece la teoría de la elección social.

La definición de libertad de Sen es, para usar la expresión de Erich, “cuasi-básica.” No llega a ser básica, pues no resulta mínima. La objeción ha sido lógica. Podemos incluso inferir que con la concepción negativa hay eficiencia de Pareto. Pero, como bien sugiere el lector anónimo, ésta concepción de libertad es demasiado arriesgada en sentido práctico. No es de extrañar que le importe poco a quien se le otorgó el Nobel “por sus contribuciones a la economía del bienestar.”

David dijo...

Erich se pregunta cuál fue el devenir de la paradoja desde su formulación en 1970. La respuesta parece sospecharla: Sen no buscó resolver este problema. Para él, no había ninguno. Le quedó claro que (L*) está en conflicto con (P*) – esto es, el liberalismo no es compatible con la eficiencia de Pareto. Visto desde la teoría de la elección social, el argumento que ofrece es formalmente indisputable. Las críticas que ha recibido son, no obstante, múltiples. Los artículos en contra se cuentan por docenas. Las réplicas de parte de Sen se encuentran en:

“The Impossibility of a Paretian Liberal: Reply.” Journal of Political Economy 79:6 (1971): 1406-1407.

“Liberty, Unanimity, and Rights.” Economica 43 (1976): 217-245.

“Liberty and Social Choice.” Journal of Philosophy 80 (1983): 5-28.

“Minimal Liberty.” Economica 59 (1992): 139-159.

Los críticos van en diferentes direcciones:

1. (L*) no encierra el sentido del liberalismo.

2. (L*) es una visión errónea del liberalismo porque éste no puede ser expresado mediante la teoría de la elección social.

3. (L*) carece de significado porque la teoría de la elección social es errónea.

4. (L*) debe reformularse en términos de la teoría de juegos. De ese modo, no entra en conflicto con (P*).

David dijo...

Mi enfoque es afín al último. Recomiendo los siguientes artículos:

Rajat Deb, Prasanta Pattanaik y Laura Razzolini, “Game Forms, Rights, and the Efficiency of Social Outcomes.” Journal of Economic Theory 72 (1997): 74-95.

Martin van Hees, “Liberalism, Efficiency, and Stability: Some Possibility Results.” Journal of Economic Theory 88 (1999): 294-309.

El artículo de Dowding citado es una crítica tanto al uso de la teoría de la elección social como al de la teoría de juegos en el estudio de cuestiones políticas y morales. Es constructiva. Muestra sus límites y da algunas sugerencias.

Sen dice en varias oportunidades que no ha pretendido definir al liberalismo con (L*). Se trataría de una versión mínima, que, por lo mismo, está incluida en toda otra versión. Como se ha intentado mostrar, el problema es que (L*) aparece en términos de preferencia social y ello hace que la definición no sea mínima. Lo cierto es que Sen está irremediablemente obligado a hacerlo, dado que su formulación se encuentra en el marco de la teoría de la elección social. No tiene otra salida. (L*) es el cuadro más elemental del liberalismo según la teoría de la elección social, pero no el más elemental que podamos imaginar.

En relación con las otras críticas, pienso que (1) no es justo, pues Sen no busca definir al liberalismo. (2) no es correcto, porque no es el caso de que el liberalismo no pueda ser expresado mediante la teoría de la elección social. Lo que no puede expresarse es el liberalismo mínimo. El punto (3) es echar al agua sucia con el niño incluido. Mi afinidad, como dije, es con (4). Sen considera esa opción, y, aunque la reconoce auspiciosa, sostiene que sus méritos no son superiores a los que ofrece la teoría de la elección social.

La definición de libertad de Sen es, para usar la expresión de Erich, “cuasi-básica.” No llega a ser básica, pues no resulta mínima. La objeción ha sido lógica. Podemos incluso inferir que con la concepción negativa hay eficiencia de Pareto. Pero, como bien sugiere el lector anónimo, ésta concepción de libertad es demasiado arriesgada en sentido práctico. No es de extrañar que le importe poco a quien se le otorgó el Nobel “por sus contribuciones a la economía del bienestar.”

David dijo...

Mi enfoque es afín al último. Recomiendo los siguientes artículos:

Rajat Deb, Prasanta Pattanaik y Laura Razzolini, “Game Forms, Rights, and the Efficiency of Social Outcomes.” Journal of Economic Theory 72 (1997): 74-95.

Martin van Hees, “Liberalism, Efficiency, and Stability: Some Possibility Results.” Journal of Economic Theory 88 (1999): 294-309.

El artículo de Dowding citado es una crítica tanto al uso de la teoría de la elección social como al de la teoría de juegos en el estudio de cuestiones políticas y morales. Es constructiva. Muestra sus límites y da algunas sugerencias.

Sen dice en varias oportunidades que no ha pretendido definir al liberalismo con (L*). Se trataría de una versión mínima, que, por lo mismo, está incluida en toda otra versión. Como se ha intentado mostrar, el problema es que (L*) aparece en términos de preferencia social y ello hace que la definición no sea mínima. Lo cierto es que Sen está irremediablemente obligado a hacerlo, dado que su formulación se encuentra en el marco de la teoría de la elección social. No tiene otra salida. (L*) es el cuadro más elemental del liberalismo según la teoría de la elección social, pero no el más elemental que podamos imaginar.

David dijo...

En relación con las otras críticas, pienso que (1) no es justo, pues Sen no busca definir al liberalismo. (2) no es correcto, porque no es el caso de que el liberalismo no pueda ser expresado mediante la teoría de la elección social. Lo que no puede expresarse es el liberalismo mínimo. El punto (3) es echar al agua sucia con el niño incluido. Mi afinidad, como dije, es con (4). Sen considera esa opción, y, aunque la reconoce auspiciosa, sostiene que sus méritos no son superiores a los que ofrece la teoría de la elección social.

La definición de libertad de Sen es, para usar la expresión de Erich, “cuasi-básica.” No llega a ser básica, pues no resulta mínima. La objeción ha sido lógica. Podemos incluso inferir que con la concepción negativa hay eficiencia de Pareto. Pero, como bien sugiere el lector anónimo, ésta concepción de libertad es demasiado arriesgada en sentido práctico. No es de extrañar que le importe poco a quien se le otorgó el Nobel “por sus contribuciones a la economía del bienestar.”

David dijo...

Giovanni sostiene que:

<<“lo decisivo", la decisión, pertenece únicamente a las denominadas reglas de primer grado: son las decisiones que crean las "reglas de juego". La mera preferencia o la libertad de elección del individuo X pertenecen, en cambio, a las reglas de segundo grado, es decir, a la reglas que no deciden nada, solo "prefieren" y eligen. Elegir o preferir no es, pues, señores, decidir>>

Es una interesante distinción entre ‘decisión’ y ‘elección.’ Según ésta, la decisión está confinada al optar por tales o cuales “reglas de juego” en un escenario que, por decirlo de algún modo, sería análogo al del contrato social. La elección, por otro lado, sería el optar por tal o cual alternativa por parte del individuo. La decisión sería una cosa social, la elección algo de corte individual. Por ejemplo, se decide que vote, yo elijo por quién.

Desde un punto de vista lógico, no hay diferencia entre una decisión y una elección. Ambos términos hacen referencia al optar por una o más de las alternativas que componen una disyunción. Podría, si se quiere, hablar de decisión de grado 1 (o elección de grado 1) y decisión de grado 2 (o elección de grado 2). No hay ningún problema. Se decidió (eligió) que vote y yo decido (elijo) por quién.

David dijo...

Ahora bien, hay algunas distinciones en relación con el estado psicológico de la persona. En este sentido, quien decide lo hace con presión; quien elige, con libertad. La decisión es necesaria, difícil e importante, algo con lo cual nos comprometemos. La elección es algo sin mayor relevancia, que si deseamos podemos dejar de lado. Elijo no elegir, pero no puedo elegir decidir o no decidir. Decido casarme, hipotecar mi casa o hacerme un trasplante de corazón, elijo un helado de vainilla y no uno de chocolate o una limonada y no una gaseosa. Pero lógicamente tampoco hay diferencia. Sólo la habría en aquella distinción que sostiene que la decisión es el tomar una elección. Tengo dos o más elecciones, yo decido cuál tomar. En este caso, ‘elección’ sería sinónimo de ‘alternativa.’

Cuando (L*) señala que el individuo es decisivo en relación con al menos un par de alternativas, ‘decisivo’ debe entenderse en un sentido normativo además de lógico. El individuo es decisivo porque su decisión debe ser secundada por la sociedad. Al menos en ese par de alternativas, la sociedad debe hacer suya la preferencia de este sujeto. Podríamos, si es nuestro gusto, decir que el individuo es ‘electivo.’ No habría diferencia lógica. El problema es que no se conservaría las connotaciones de ‘decisivo.’ El individuo es decisivo porque su decisión (elección) es importante.

Llamar ‘decisivo’ al individuo no encierra problemas lógicos ni pragmáticos. Por lo contrario, es una designación acertada en uno y otro sentido.

David dijo...

Giovanni también dice:

“La busqueda de eficiencia y eficacia (performance) de las reglas de primer grado, son incompatibles con la busqueda de "eficiencia social" y de la libertad individual del segundo, no porque eficiencia paretiana y libertad sean incompatibles, sino por el simple motivo que la decisiones primarias son colectivas y vinculantes ("las reglas"). En qué manera el individuo X prefiera hacer algo o no, es completamente irrelevante para el primer nivel, basta que lo haga al interior de la reglas primarias erga omnes.”

La cuestión es que lo único que podríamos llamar una regla de primer nivel en este contexto es la condición (L*). Una sociedad es liberal si la satisface. Esto es, si cumple con ella. (L*) incluye lo que Giovanni llamaría preferencias vinculadas a elecciones de segundo nivel – recuérdese, el individuo es decisivo en al menos un par de alternativas. Por tanto, la eficiencia de (L*) debe evaluarse en función de las preferencias individuales. (Desde luego, alguien podría hacer una objeción al liberalismo diciendo que en sus “reglas de primer grado” incluye “reglas de segundo,” y que, por tanto, es un sistema condenado a la inconsistencia por ser circular. Tendría, sin embargo, que justificar que veda en principio esta inclusión.)

David dijo...

Giovanni observa:

<>

El óptimo paretiano es un criterio económico que no está vinculado con las ideas políticas de Vilfredo Pareto. No significa tampoco lo “mejor.” Se trata tan sólo de lo que no es obviamente inferior en relación con las preferencias individuales. Así medimos la eficiencia. Los individuos tomados en aislado podrían satisfacer en mayor grado sus intereses, pero esta mejora traería consigo que la situación de otro individuo empeore. Es, pues, una especie de equilibrio. Cuando se ha llegado a este punto, hay eficiencia u óptimo social.

Por ejemplo, supongamos una sociedad compuesta por dos individuos, X y Z, en el estado A, X y Z tienen respectivamente 3,3; en el B, 5, 0; y en el C, 0, 5. El óptimo de Pareto es el estado A. Es el único que cubre con el criterio paretiano de eficiencia. B y C pueden ser mejores estados para A y B, respectivamente, pero no son óptimos sociales.

Puede demostrarse que siempre hay un óptimo de Pareto. Es racional dirigirnos hacia él. La crítica de Sen es que (L*) no conduce a ello.

David dijo...

Giovanni afirma:

1. Villena usa ilícitamente preferencia y derecho como sinónimos

2. Villena no explica, por ejemplo, por qué debemos asumir nuestra sociedad liberal hipotética como "irrestricta y cuantiosa": irrestricto es el anarquismo y el liberismo (hermanos de sangre); cuantioso es el libertinaje y todas las concepciones de democracia substancialista.

En relación con (1), he dicho:

“si yo prefiero a x sobre y, ello quiere decir únicamente que tengo derecho a que la sociedad no me obligue a hacer y, al tiempo de que no trabe de modo alguno mi realización de x."

“Que yo prefiera dormir boca arriba antes que hacerlo de lado, implica que tengo derecho a dormir boca arriba.”

‘Preferencia’ no apunta al mismo concepto que ‘derecho.’ Hay, como se infiere de las citas, una relación de dependencia, no de equivalencia o sinonimia. Mi preferencia de dormir boca arriba tiene como consecuencia mi derecho de dormir boca arriba. La preferencia es causa del derecho.

David dijo...

En relación con (2), he dicho:

“El dominio de individuos libres que componen la sociedad liberal hipotética no se asume irrestricto o cuantioso.”

Esta afirmación expresa mi conformidad con que el dominio de individuos a quienes se aplica efectivamente (L*) no se asuma irrestricto ni cuantioso. Estoy de acuerdo con Sen. (L*) es un liberalismo mínimo. El conjunto de individuos a quienes se atribuye libertades debe el más reducido posible. No puede componerse de uno solo, caso contrario sería una tiranía. Debe ser de dos.

Giovanni dice que cuando hay dominio irrestricto hay anarquismo y cuando hay dominio cuantioso hay libertinaje. Creo que hay una confusión. Cuando hablo de dominio no me refiero a control o autoridad, me refiero a un conjunto de cosas. Cuando hablo de irrestricto, no me refiero a ausencia de reglas, caos o anarquía, sino a infinito. Decir que el dominio de individuos libres no es irrestricto es decir que el conjunto de individuos libres no es infinito. Cuando digo que este conjunto no es cuantioso es simplemente que no hay un gran número de individuos. Sólo hay dos. Si no asumimos esto, entonces el liberalismo deja de ser mínimo.

Giovanni concluye que: “la acusación de ineficiencia/eficiencia puede arrastrarse a "toda otra forma formas liberal", SI.” El texto no ha pretendido demostrar que el liberalismo es eficiente o ineficiente, sino que la paradoja de Sen no constituye razón para acusarlo de ineficiente.

David dijo...

Marcelo considera que hay cierta imprecisión al momento de expresar las preferencias de los individuos en juego. Cuando hablo de (1) y (2), no me refiero a premisas. (1) y (2) son los individuos. El individuo (1) y el individuo (2). Así, tenemos que:

(1): x > y [El individuo (1) prefiere a x sobre y]

(2): z > w [El individuo (2) prefiere a z sobre w]

Sociedad incluyendo (1) y (2): w> x [Todos en la sociedad, incluyendo a (1) y (2), prefieren a w sobre x]

Sociedad incluyendo (1) y (2): y>z [Todos en la sociedad, incluyendo a (1) y (2), prefieren a y sobre z]

Por tanto:

(1): w>x>y>z [El individuo (1) prefiere a w sobre x, a x sobre y, a y sobre z.]

(2): y>z>w>x [El individuo (2) prefiere a y sobre z, a z sobre w, a w sobre x]

Por (L*) la sociedad debe preferir x>y, z>w [Por (L*) la sociedad debe preferir a x sobre y, y a z sobre w.]

Por (P*) la sociedad debe preferir w>x, y>z. [Por (P*) la sociedad, incluyendo al individuo (1) y al individuo (2), debe preferir a w sobre x y a y sobre z.] (Pues todos incluyendo a (1) y (2) consideran preferible a w sobre x y a y sobre z.)

Las preferencias de la sociedad son mencionadas, pero como (1) y (2) son los únicos decisivos en el sentido de (L*), entonces debe surgir la paradoja.
(P*) es un criterio de óptimo social. Es el estado de eficiencia en relación con las preferencias de los individuos que conforman el grupo.

Geviert-Kreis dijo...

David afirma:

"...por tanto, la eficiencia de (L*) debe evaluarse en función de las preferencias individuales".

Ese "debe evaluarse" como consecuencia, se funda en el mismo apriorismo recursivo de (L*), un apriorismo que paso a demostrar en su falacia. Se trata de una falacia recursiva, auto-referencial, auto-implicante, casí autológica, es decir: se asume contemporaneamente al individuo que preferiere EN la sociedad A o B (inclusión) y al, mismo tiempo, se pide a la sociedad A o B que separadamente "prefiera" x o y, CON el individuo que incluye (exclusión espuria).

La inconsistencia circular que David observa en nuestro comentario, es pues, la propia reflejada. En términos psicológicos, el apriorismo de la recursividad puede llevar a un caso de auto-implicación esquizofrénica (o de rational choice crónica que es lo mismo).

En términos sociológicos, en cambio, es, pues, el mismo vicio de considerar la sociedad como un todo ontológico (y ontologizante: la "cultura"). Un todo que es suma de partes cuando es sociológicamente práctico para el análisis (el "individuo", el "individualismo metodológico), "más que sus partes" cuando se quiere hace un salto macro completamente espurio con el término "sociedad" (el universalismo político es su consecuencia). Esa falacia recursiva "todo-parte" es después de todo, una vieja falacia. Algo que ya no se considera desde, por ejemplo, Spencer Brown (cfr. Laws of Form), la cibernética de Segundo Grado (H.v. Foester, Lazerfeld) y la lógica policontextural, polivalente de G. Günther.

David también afirma:

"Desde luego, alguien podría hacer una objeción al liberalismo diciendo que en sus “reglas de primer grado” incluye “reglas de segundo,” y que, por tanto, es un sistema condenado a la inconsistencia por ser circular. Tendría, sin embargo, que justificar que veda en principio esta inclusión"

Rechazamos la circularidad que acabamos precisamente de observar en David-Sen. Para justificar ahora la jerarquía de reglas de primer y segundo grado, no "vedaremos" está inclusión, muy al contrario, haremos de la completa inconsistencia lógica (binaria, clásica), su principio de consistencia política, arbitraria y contigente (fuzzy). Notaremos que la inclusión lleva a la mera contradicción y por lo mismo, nos permite salir de la lógica para entrar al campo de la política (si de liberalismo hablamos).

El principio es el mismo principio de la ortogonalidad. Los individuos (1) y (2) prefieren "libres", en la medida que las reglas de segundo grado están en relación ortogonal a las reglas de primer grado. De esta manera la inclusión y la exclusión al mismo tiempo, son posibles, sin incosistencia (al menos no para las reglas de primer grado. Que la inconsistencia se de a nivel de segundo grado es un problema de legitimidad o retroacción, feedback, al máximo desorden).

Geviert-Kreis dijo...

(...)

Esta ortogonalidad permite la elección, crea "su espacio" como posibilidad real (no sólo lógica): que los individuos la vivan subjetivamente como decisión es indiferente, basta que ni (1) ni (2) pretendan "unirse" y ser ortogonales al mismo tiempo a quien decide las reglas de primer grado. Esto no es una exclusividad arbitraria, simplemente es un principio de orden: SI los individiduos (1) y (2) como sociedad, no garantizan la misma ortogonalidad para los individuos que estarán bajo las reglas de segundo grado, el orden social no es posible (tanto menos alcanzar el óptimo social como equilibrio).

La decisión debe ser (o tentar de ser) perfectiva.

La perfecta ortogonalidad es el "óptimo político". Para que esto sea posible las preferencias de los individuos(el "optimo social") deben ser reciprocamente nulos, teniendo al menos una preferencia en común. En cualquier caso la relación debe ser horizontal al vínculo decisorio. Afirmado vectorialmente: [individuo (1), individuo (2)] = preferencias de (1) AND preferencias de (2) = 0. Traducido al ejemplo (cito):

"(1): x > y [El individuo (1) prefiere a x sobre y]"

"(2): z > w [El individuo (2) prefiere a z sobre w]"

Sociedad incluyendo (1) y (2): w> x [Todos en la sociedad, incluyendo a (1) y (2), prefieren a w sobre x]"

El individuo (1) y (2) prefieren recíprocamente como sociedad. Cualquiera sea esta preferencia, la sociedad (que son ellos mismos y sólo ellos) es siempre igual a 0 (preferencia = 0). El óptimo social es un equilibrio horizontal que se expresa en el nulo recíproco visto verticalmente.

Giovanni

Anónimo dijo...

Estimado Giovanni;

Tal vez el problema de la ontología liberal sea que su individualismo nos complique conceptualizar
aquellas entidades que no son individuos ni la sumatoria de éstos.

Por eso quizá cuesta asimilar de dónde aparece el famoso óptimo social,ya que éste no se obtiene
por un promedio de las preferencias subjetivas ni por un acuerdo consensual, sino de los
intercambios en el mercado.

Podríamos hacer una analogía con la geometría,un pequeño error al principio,se vuelve grande al final.
Para este caso a nivel macro no se percibe malestar,pero a nivel micro es un desastre,como
un error pequeño en astrofísica pasa desapercibo en la observación de algún fenómeno,pero
en el mundo cuántico sería una verdadera catástrofe cognitiva.

La paradoja de Sen que estamos discutiendo replica en algún sentido
la paradoja de los prisioneros:dos individuos que tienen que tomar decisiones subjetivas e
individuales un contexto social puesto por un fiscal, y un cuadro de cuatro posibilidades
de las cuales dos se llaman óptimo y subóptimo.Como se ve,las decisiones que tienen que tomar estos prisioneros son:hablar o no
hablar,pero los castigos producto de estas decisiones individuales
dependen no sólo de lo que decida uno de ellos,sino también de lo que decida el otro.

El subóptimo es considerado como la decisión racional en una sociedad liberal en tanto que no considera al otro,esta decisión es simplemente "hablar",pues,es ventajosa cualquier cosa que sea lo que decida el otro.
Sin embargo,esto hace que los dos no lleguen a su máximo objetivo,quedar libres si ambos se hubieran quedado en silencio por la mutua
desconfianza en el otro.
Una vez más estamos ante un liberalismo mínimo que no es eficiente en todo sentido pero
pero es consistente y equilibrado.

Saludos,
Marxelo

Geviert-Kreis dijo...

Caro Marcello:

Estoy de acuerdo con lo que explica mi estimado, su ejemplo es un clásico. Su crítica es, en otras palabras, lo que yo ya he llamado repetidas veces la ontologización sociologizante del objeto "sociedad" y todos los vicios analíticos que derivan. Nadie es capaz de pensar los fenómenos fuera del totalitarismo ideológico de lo "social". Todavía no se sale de esta macro-ideología de lo social-cultural: cuánto más "indiscutible" un contenido (salas), más evidente se hace "la mecida" fácil y la tomadura de pelo, digámoslo sin rodeos.

No es muy diferente, por ejemplo, a la ontoligización cultorológica del término "sentido" como varita mágica de cualquier explicación cualitativo-comprendente: "la cultura", la "historia" y similes. No digo que no sean importantes, atención por favor. Digo sólamente que se abusa demasiado de estos términos frente a un problema cualquiera, peor si pide a gritos decisiones. Los alemanes, que han contribuido en primera fila a forjar esos dos términos (cultura, historia) y muchos otros símiles, son más pragmáticos cuando los usan: cultura es ahora soft-power y Gramsci 2.0, Managment local y Tittytainment global. historia es Geschichtspolitik y comunicación política. El resto son manierismos, Vattimo y monaguillos retro incluidos.

Dicho frontalmente ahora sobre nuestro tema mi estimado amigo, liberalismo es el liberalismo político en su forma democrática, la procedural, y punto. Su óptimo parte de esas coordenadas. No digo que la reflexión filosófica sobre el liberalismo como doctrina no sea importante, propongo sólo límites al discurso, para adquirir reciproca transparencia multidisciplinaria sobre el problema. Cuanto mejor delimitado, mejor para todos. Cada uno puede contribuir en modo transparente.

Si hablamos del liberalismo político, los criterios de evaluación, dimensiones y óptimos posibles son bien conocidos en en ámbito de la policy-making y el análisis de política pública. De estos dos "mínimos concretos" (liberalismo político y democracia procedural) con sus respectivos óptimos, se puede hablar técnicamente, como punto de partida claro está: todos queremos un "mejor" óptimo, uno con "rostro humano", un "óptimo social" y universal. Qué duda cabe. Soy cínico realista y conservador, pero no egoista y ultramontano. A lo que voy es que se deben evitar los romanticismos políticos de cualquier color simplemente, cuando, por ejemplo, se quiere hablar de instituciones. Estas tienen un rol importante en nuestro problema (no solo los individuos virtuales x,y,z). el resto es, pues, la arrogancia "del dato manda causita" y demás matematismos. Esto quiere decir, mi amigo, que el óptimo liberal es un óptimo político-institucional: anti-sustancialista por el lado democrático (evitando ese ocioso preguntarse sobre la "democracia ideal", "inconclusa", "perfecta", real", "humana").

Por el otro es performance de régimen (equilibrio entre eficiencia y eficacia), es decir, performance de las decisiones colectivas vinculantes erga omnes, las reglas de primer grado. Esto último quiere decir concretamente: quién(es) deciden (actores), dónde se decide(instancia), cómo se decide (proceso), cómo se realiza (factibilidad), como se controla (check & balances), como se sanciona (normación), cómo podemos generar nuevas deciones (feedback) y así eternamente, hasta el día del juicio final. Desde mi punto de vista, estas son las coordenadas, entre otras, de un discurso interesante sobre un óptimo liberal.

saludos