sábado, 10 de abril de 2010

ÉTICA CLÁSICA: MESURA, DELIBERACIÓN Y FORTUNA




Gonzalo Gamio Gehri


“Estúpido es el mortal que, prosperando, cree que su vida tiene sólidos apoyos; pues el curso de nuestra fortuna es el saltar atolondrado del demente, y nunca nadie es feliz para siempre”.


(Las Troyanas, 1205 - 7).


El pasaje citado de Las Troyanas de Eurípides describe muy bien la extrañeza que suscita en los mortales la presencia en la vida de la misteriosa y perturbadora tyché, la fortuna. Estas frases son pronunciadas por Hécuba, que contempla las ruinas de su amada Troya y el cuerpo sin vida de Astianacte. Sus palabras constituyen una especie de colofón a una larga, conmovedora y lúcida reflexión sobre la crueldad y cobardía de los aqueos, la indiferencia de los dioses ante el dolor de los vencidos y la insignificancia de la vida humana.

La tyché consiste en lo que acontece a los agentes humanos –como consecuencia de sus acciones tanto como manifestación de las circunstancias externas de la vida - y que no puede ser objeto de control por parte de los mortales[1]. Obedece al orden de lo incierto y desconocido. Los griegos representaban a la diosa Tyché como una niña pequeña que juega con una pelota haciéndola botar y saltar decidiendo – a cada bote – la fortuna de los hombres; tal decisión era absolutamente inconsciente y espontánea como el juego mismo. Cuando algún mortal se jactaba de gozar de los favores de Tyché entraba en escena Némesis (la ley debida o incluso la venganza) para castigar al hombre por su imprudencia[2].

Como el fragmento lo indica, la tyché echa sus cartas sin avisar, y no podemos calcular la dirección que ha de tomar. Mientras nos es posible prever la dirección del salto de un atleta olímpico que compite en las pruebas de salto alto, lo mismo que el caso del salto de un guerrero que busca evadir la estocada del enemigo, el saltar atolondrado del demente carece de una racionalidad expresa; no se propone ganar los laureles deportivos o huir de la muerte. Propiamente no nos podemos anticipar a él. No se trata de una acción que podamos sin más reconstruir a partir de objetivos relativamente identificables y previsibles. Tampoco responderá a los estándares de excelencia que planteamos a las acciones con cierto grado de inteligibilidad. La metáfora es buena porque transmite los factores de incertidumbre, imprevisibilidad e ‘irracionalidad’ que consideramos que acompañan a la fortuna.

Para los poetas y los filósofos griegos, cualquier concepción de la vida – y de la vida buena – que pretenda ser rigurosa y ajustarse a la cosa misma debe tomar en serio la ineludible presencia de la tyché en el complejo mundo de los asuntos humanos. Se recordará, por ejemplo, que Aristóteles incluyó la eutychía como uno de los bienes exteriores necesarios para la vida (Cfr. Eth. Nic. 1100b). Considerar que podemos constituir una ciencia o una techné que pueda librar a los mortales del decisivo influjo de la fortuna y convertirlos en invulnerables, semejantes a dioses, constituye una ilusión vana y funesta. De hecho, constituye la forma más evidente de hybris. Equivaldría negar la propia condición humana, dado que nuestras capacidades distintivas y hasta nuestras más encomiables expresiones de excelencia moral llevan el sello de la finitud.

La tyché contribuye a bosquejar el escenario que tenemos que afrontar, los dilemas y conflictos que tenemos que considerar como objeto de deliberación práctica. Tanto los poetas y filósofos sostenían que la única forma de enfrentar dignamente tales circunstancias pasaba por cultivar la mesura, esto es, reconocer la “medida” correcta para cada uno de los aspectos de la vida involucrados en tal situación, y evitar el exceso; como se sabe, las consecuencias de la desmesura suelen ser destructivas. Ese es otro elemento que constituye un puente conceptual muy claro entre la concepción del noús praktikós trágico y el aristotélico: la consideración de la prudencia como la primera entre las virtudes del juicio. No en vano el sabio Tiresias afirmaba que “la buena deliberación es la más poderosa de las riquezas”[3].


[1] Cfr., por ejemplo, Nussbaum, Martha La fragilidad del bien Madrid, Visor 1995 p. 31.

[2] Consúltese sobre este tema Graves, Robert Los mitos griegos Madrid, Alianza Editorial 1985; tomo 1, pp.152-8.

[3] Antígona, 106.

10 comentarios:

MP dijo...

.........pfff mesura entonces que Bukowsky se vaya al diablo.....y los demas poeetas que sinverguenzas todos.

Carlos Eduardo Pérez Crespo dijo...

Buena Gonzalo. Estaba pensando, ¿hasta qué punto el ámbito de la tyché es, en realidad, el verdadero ámbito de la política? El espacio de la mesura y la deliberación me parecen más cercanos a lo que hoy conocemos como el Derecho. Estoy pensando todo esto en clave moderna, por supuesto. Pero me parece que se puede trasladar la discusión al conflicto que contemporáneamente hay entre Derecho y Política. La política siempre es impredecible y, por tanto, irracional en sus resultados, propósitos y medidas. Pero, no obstante, tiene esa fuerza transformadora que no encontramos en la mesura y la deliberación cívica.

Justamente por ese carácter impredecible de la política, estaba pensando que esta estaría más cercana al ámbito de la Tyché. La deliberación y la acción traen la mesura, tal como la constitución y las leyes "apaciguan" el carácter irracional inherente que tiene la política.

Un abrazo

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Carlos:

La política es impredecible, pero la deliberación acertada y la acción traen el cuidado de la mesura.

Un abrazo,
Gonzalo.

Geviert-Kreis dijo...

Saludos,

"Tanto los poetas y filósofos sostenían que la única forma de enfrentar dignamente tales circunstancias pasaba por cultivar la mesura"

No olvidemos la otra "mesura", la otra forma de enfrentar a la Tyché (o más exactamente "acompañar", dejarse acompañar" por ella), me refiero a la manía, la mántica adivinatoria (Fedro, 244A-245C) que es también una forma de techne, por lo demás bien institucionalizada entonces (recordemos Dodona). Curioso que ese "saltar atolondrado del demente" haya pasado literalmente al medioevo en la simbología del la carta cero (ojo) del Tarot, me refiero a "il matto" en la simbología más antigua, la Visconti-Sforza, "le mat" o "le fol" en el tarot de marsella, "el loco" en la baraja popular de Rider-Waite. Hay un filósofo aristotélico que se ha ocupado de esta vía curiosa rigurosamente, Robert Spaemann.

cordialmente,

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Giovanni:

Cierto. El oráculo y la mántica se convirtieron en formas de enfrentar la tyché (y la moira). No para ejercer control - eso es imposible -pero sí para afrontarlos lúcidamente. En ambos casos, el mensaje es enigmático siempre.

La virtud es, de todas maneras, el modo ético-político de insertarse en la vida.

Lo del Tarot no es un tema que conozca, pero me parece un dato muy interesante.

Saludos,
Gonzalo.

Geviert-Kreis dijo...

En efecto, es imposible enfrentarse a la Tyché, o más precisamente, es tonto e ingenuo. Lo dice la máxima antigua: "fata volentes ducunt nolentes trahunt", parafraseando, la moira, el destino, conduce a quien se muestra disponible a seguirla y arrastra al reacio. Ahora bien, ¿cómo seguirla entonces? ¿cómo seguir a esa "niña pequeña que juega con una pelota haciéndola botar y saltar"? Jugándo con ella, siguiendo sus reglas. Como escrito, la mántica es una de sus formas, sin duda es una técnica enigmática, pero, como toda técnica, se aprende con pasión, disciplina y empeño: la cartomancia es una de sus formas más populares, posteriores, un ejemplo para entrar en el tema simplemente. La mántica es, pues, una técnica (en su sentido antiguo y como institución sacra y popular), que también sirve para insertarse en un modo ético-político en la vida, no menos que la virtud. ¿Pero cuál virtud Gonzalo? ¿Las teologales paolinas?, por favor, permíteme con respeto presentarte mis dudas. ¿Las virtudes burguesas modernas i.e., pulcritud, decoro, ahorro? tomadas como eslogans, estas últimas no valen nada, además de ser derivados. ¿las virtudes caballerescas? ¿lealtad, honor, sacrificio? se dirán anacrónicas,"reaccionarias", porque se asocian ahora al mundo militar, pero, como te será fácil notar, mantienen su fascinación enigmática y "magnética", entre los más jóvenes sobre todo. ¿de qué virtud hablamos? ¿cuál virtud, cuáles virtudes corresponderían estrictamente, entonces, a la areté antigua, o, al menos, a la virtus (vir, viril) latina? y después ¿en qué medida está esta virtud en modo ético-político a la altura de la tyché? ¡de la tyché!

Se dice vulgarmente que Machiavelli vió la necesidad de la "falta de cualquier ética" como la virtud necesaria en estos casos. Desde mi lectura, él vió "otra" ética, la de la Política. De qué "política" nos hable, a qué tipo de vida nos inserte, finalmente, esta virtud machiavelliana, es sin duda sumamente enigmático, siempre, casi como la mántica.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Giovanni:

Tu punto es fundamental. Yo me inclino a pensar de que nada que hagamos los mortales podrá estar a la altura de la tyché. Una ruta para afrontarla es la virtud, una ruta explorada por los trágicos y los filósofos. La otra es mistérica, vinculada al ritual por un lado, y por otro, la mántica.

Permíteme responder a tu pregunta ¿Cuál virtud? De manera relativamente provisional. Estoy de acuerdo contigo que no se trata de las virtudes paulinas (eso lo señaló muy bien Maquiavelo, cuando planteó la inconmensurabilidad de las aretái clásicas y el cristianismo). Yo creo que todo apunta a responder en términos de las virtudes éticas y dianoéticas tal y como fueron planteadas por Aristóteles (con precedentes en los trágicos).

Aquí una confesión personal. Esa es una de las razones por las cales estoy embarcando a mi blog por un largo y estricto itinerario griego, sólo interrumpido por alguna nota de actualidad de cuando en cuando. He pensado que en vez de embarcarme nuevamente en el debate sobre la vigencia de la modernidad y la recuperación de lo clásico con los reaccionarios – un debate bizantino y bilioso, e infecundo en extremo – voy a dedicarme a presentar y discutir a los autores clásicos desde sus textos, y en posts cortos, argumentados y accesibles. Es que el mundo clásico es griego y romano; nada tiene que ver con el nuevo tomismo o la contrarrevolución del siglo XIX. Volvamos a reflexionar con los griegos y romanos. Desde allí quiero reconstruir el concepto clásico de virtud. Y hacer algo productivo con este blog.

En este proyecto, estoy seguro que seguiré contando contigo como un interlocutor lúcido y entusiasta. Tus comentarios enriquecen el diálogo sobre estos temas importantes.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Fe de erratas: Quise decir "mistérica". Ya lo corregí.

Geviert-Kreis dijo...

Gracias por la consideración. Sin duda el tema de la virtud es muy interesante, parece inmediato, pero no lo es tanto, si vemos bien. Si la ponemos al lado de la tyché, se hace más interesante aún (no olvidemos el automaton, la casualidad, el "accidente"). Si ponemos todo esto finalmente en la dimensión de la política (en sentido amplio), entramos al campo del completo misterio: un cuarto oscuro. O como dirían los barrocos alemanes, una "Wunderkammer", una "cuarto de la maravillas", donde se aprende a admirar lo bueno (agathós) y mirar lo bello (kalós), pero también a respetar lo completamente inesperado, lo aparentemente imposible, lo bello Y bueno (kalokágathos), incluido el horror. O reconocer lo monstruoso, la mesura del pavor ante lo desconocido.

"Una ruta para afrontarla es la virtud, una ruta explorada por los trágicos y los filósofos".

Exacto Gonzalo, es una ruta, un camino preciso, que poco tiene que ver, creo yo, con la integridad de un "perfil" psicológico (al menos no únicamente), en el sentido moderno del ser "virtuoso". Lo que quiero decir es que los aretai tienen un dimensión que no se reduce únicamente a la "integridad" ética del individuo (dicho modernamente), sino es un punto "externo", un limes en equilibrio entre la disposición del psyche misma (que se educa y forma, recordemos la paideia) y lo que precisamente la Tyche (y el automaton) nos dan en el instante. Este punto de intercepción "extra-individual", entendido como acto puro (Gentile), es clave creo yo, porque es precisamente el punto en el cual las tres virtudes antiguas se muestran en equilibrio en lo justo, la justicia. Llego a esta lectura reflexionando la máxima antigua de la paideia (muy citada por Gadamer) "la tyché ama la techne como la techne ama la tyche". ¿Qué tipo de relación curiosa es esta? ¿qué es la virtud finalmente sino techne en su sentido de aprender a "desarrollar" esa disposición (o adquirir una) del alma misma?

"Es que el mundo clásico es griego y romano; nada tiene que ver con el nuevo tomismo o la contrarrevolución del siglo XIX".

Exacto y lo dice también un conservador como Schmitt, imagínate. Hay un escandaloso vicio teísta en ese "regreso" a los antiguos que se pregona tanto entre los reaccionarios católicos como bandera de combate anti-liberal, "anti-moderna". Me resulta demasiado sospechoso (y aburrido). Un vicio no menos escandaloso, simétrico y especular, sin duda, de la actitud deísta entre los postmodernos (no menos aburrido). Dos caras de la misma moneda (y un completo aburrimiento finalmente). Ya he criticado ese "regreso" como inmovilismo y mito incapacitante: entre los más jóvenes me parece un manierismo imperdonable, un fracaso voluntario a punta de un entregarse al vicio pasatista. En breve: al fuego estos laxismos (como en 451 de Truffaut).


PS. jeje, en efecto, ya me preguntaba si era una consideración psicológica, pero no deja de ser correcto, fíjate: la misteriosofía tiene mucho de histérico si nos acercamos a ella con la voluntad pasatista mencionada.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Giovanni:

Estoy de acuerdo con tu reflexión sobre tyché y política. La imagen de la Wunderkammer me parece enormemente inspiradora. Hay que desarrollarla.

También me resulta iluminadora la relación planteada entre tyché y techné - que sin duda conduce a Maquiavelo -; aunque por ahora estoy sumergido en la relación noús praktikós / tyché, que se mantiene en el nivel de la empeiría.

Completamente de acuerdo en lo relativo a las aretái: las virtudes griegas son mucho más que "integridad", y nos remiten al corazón mismo de la comunidad política.

Ciertamente, la crítica del mero pasatismo (cuyos defectos has descrito muy bien) me ha hastiado un poco. Mucha energía empleada en balde. Por eso, he vuelto a los griegos, atendiendo a lo importante. Buenos amigos comunes, como Carlos Pérez y Rafael Campos también están en ello.

Saludos,
Gonzalo.