domingo, 1 de febrero de 2015

SOBRE "EL PAÍS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS" (PAUL AUSTER): VOLVER SOBRE LOS PROPIOS PASOS








Gonzalo Gamio Gehri

Hemos discutido en más de una ocasión la aguda descripción que se ha hecho de la nostalgia desde la literatura. Dante, Goethe, Novalis, Wordsworth y Sábato han sido nuestros héroes. Todos ellos se han referido al esfuerzo infructuoso de detener el instante. La pérdida de quienes queremos, la distancia temporal de aquellas vivencias que percibimos fundantes genera una herida que no cicatriza sin más. Poetas, místicos y novelistas han seguido con atención esta clave en la conexión entre la vida y su temporalidad.

La experiencia de la retirada del instante y su plenitud, de eso se trata. Quien a mi juicio ha descrito esta vivencia crucial de manera aún más radical en décadas recientes es Paul Auster. Su novela corta El país de las últimas cosas es una descripción esclarecedora no sólo de la nostalgia, sino de la desestructuración de lo real, si cabe decirlo. Describe cómo las cosas como tales desaparecen, de modo que ni siquiera cabe volver sobre los propios pasos. Esa situación genera una feroz lucha por la supervivencia de quienes no pueden suponer un mundo dado ni estructurado bajo sus pies como base para su propio actuar. La nostalgia se convierte en una tarea heróica, pero cuestionable. Las cosas se van desvaneciendo poco a poco – el recuerdo se convierte en una herramienta sólo discutiblemente útil – la solidez de la acción y de los vínculos humanos se va desvaneciendo de a pocos.

Esta desestructuración es lenta pero inexorable y pone a prueba la capacidad de reflexión y percepción de las personas. Y las cosas que quedan desaparecerán, eso lo saben quienes moran ese sombrío escenario. La gente comienza a perseguir la muerte como una forma de escape de esa extraña realidad distópica. Auster describe un mundo en el que se multiplican los suicidas y los asesinos.Se trata de un mundo del que ha guido cualquier atisbo de sentido.

“Lo que realmente me asombra no es que todo se esté derrumbando, sino la gran cantidad de cosas que siguen en pie. Se necesita un tiempo muy largo para que un mundo desaparezca”. Lo que se mantiene como real anuncia su ulterior aniquilación, de modo que nada a la larga permanece. No hay lugar por tanto para la fe o la esperanza. La eliminación del pasado desestructura el presente y imposibilita el porvenir. La protagonista, Anna, deambula perdida en el país de las últimas cosas intentando hallar a su hermano, contemplando el proceso de destrucción que afronta todo a su alrededor. Escribe su relato anhelando de que éste pueda dejar algún registro de realidad en medio del advenimiento de esta negatividad universal. La escritura, en Auster como en sus insignes predecesores, se convierte en un intento por desafiar la muerte y el inexorable avance de la anulación de todo. La escritura persigue preservar la presencia de lo que tiende a disolverse en el aire. La palabra se enfrenta así a la reducción de todo al silencio y a la nada.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://grancomboclub.com/2009/06/una-reflexion-sobre-los-blogs-y-un-dato-interesante-sobre-la-coalicion.html

Anónimo dijo...

http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Salom%C3%B3n_Lerner_Febres&dir=prev&offset=20090501014720&action=history