Gonzalo Gamio Gehri
Me propongo examinar aquí un par de cintas muy interesantes que versan sobre la condición de los vínculos humanos. Before Sunset y Before Sunrise son dos de las películas
más entrañables para mí por la lucidez y la sencillez con la que enfoca temas
asociados a la vida ordinaria y a los vínculos personales. Están conectadas por la trama y los
personajes – de hecho, son parte de una misma historia dramática -, son obras
que reúnen al director Richard Linklater y a los actores Julie Delpy y Ethan
Hawke, quienes participaron en la elaboración de la trama. Me conmueve especialmente el modo sencillo pero agudo de presentar el
proceso del enamoramiento, la maduración de la vida, las experiencias de
frustración e ilusión, etc. Se trata de películas muy humanas, que no evaden la
tarea de mostrar la complejidad del mundo interior de las personas, como a
menudo sucede con las producciones hollywoodenses. Before Sunrise (1995) narra la historia de Jesse, un estudiante
universitario norteamericano que viaja por Europa tras una decepción amorosa, y
que en el trayecto en bus de Budapest a Viena conoce a Celine, una hermosa
joven francesa que viaja para visitar a su abuela. Jesse convence a la joven
que se quede con él en Viena paseando, conociendo la ciudad. Ambos pasan horas
increíbles hablando de religión, política, el sentido de la vida y la muerte,
el destino. La curiosidad intelectual y la empatía unen a los dos muchachos,
que se comunican con perspicacia y una gran intensidad emotiva. Diríase que realmente se comunican. Lo
extraordinario es que en la cinta la acción es la conversación, y los
magníficos escenarios vieneses cumplen un rol protagónico. El amor va naciendo
entre los dos, pero saben que todo acabará al amanecer, cuando cada uno deba
partir a su destino. Se prometen el uno al otro reencontrarse seis meses
después en el mismo lugar.
Before Sunset (2004) se
inicia nueve años después de los sucesos contados líneas arriba. Jesse se ha
convertido en un escritor, que ha conseguido novelar brillantemente sus
conversaciones con Celine, así como sus sentimientos hacia ella. Esa fue la
manera que eligió para lidiar con la ausencia de la muchacha, y enfrentar la
incertidumbre, no saber nada de ella
después de todo ese tiempo. Ese libro nace de la nostalgia y del sentimiento de pérdida. Está presentando su libro en una librería parisina, y se encuentra con
ella. Deciden caminar juntos y conversar, saber qué ha sido de cada cual
después de tanto tiempo. Es en este momento que el espectador se entera de que
Celine no acudió a la cita en Viena, que Jesse la esperó en vano; ella había
perdido a su abuela y no existía forma alguna de comunicar esta situación. El
tiempo ha pasado para los dos, han llegado a cierta madurez. Ambos han consolidado sus proyectos personales,
ella como ecologista, él ha desplegado su vocación literaria. Han desarrollado
lazos afectivos propios de la vida adulta. Han “hecho su vida”, según la
popular expresión. La nostalgia adolescente no puede ocultar el hecho de que los problemas de los dos son
los de la adultez. Nuevamente, Jesse y Celine hablan de sus vidas. Lo
interesante de esta segunda película es que el diálogo tiene lugar en tiempo
real, hasta uno puede sentir la tensión que existe entre los personajes. El
final queda abierto, como en la película inicial.
El tratamiento de la dinámica
propia de la conversación, la exploración sutil de los sentimientos, la
presentación de la vulnerabilidad como un elemento constitutivo de las
personas, el misterio del contacto cotidiano entre las personas, hacen que
estas películas sean particularmente valiosas. El espectador puede percibir nítidamente
la conexión y la magia que existe en los personajes, casi sentir la tensión que
ellos experimentan al tomar decisiones que comprometerán sus vidas. Y hasta
puede apostar que – en medio de las circunstancias difíciles que ellos afrontan – la Fortuna no dejará de echar
sus propias cartas.
1 comentario:
Simpático artículo, Gonzalo. En ambas cintas se pueden ver temas de la hermenéutica, y en especial algunos de los evocados por Gadamer.
Saludos,
Héctor
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