sábado, 10 de marzo de 2012

LOS CUENTOS Y LA VIDA




Gonzalo Gamio Gehri


No puedo ocultar mi aprecio por la literatura, por el modo en que ella se ha convertido en permanente cómplice espiritual de las personas, de sus afectos y aspiraciones más profundas. Por eso la presencia de Eurídice, Antígona, Orfeo, Teseo, Sigfrido, Alcestis, Alicia y el conejo, y tantos otros personajes e historias en este blog. La literatura está en las grandes cosas, pero también en los pequeños detalles; en eso reside su incalculable valor. Su cercanía respecto de la vida es considerablemente mayor que la del concepto. Ella se adentra en el alma de la gente, en sus pensamientos y conflictos y, a menudo, sirve de compleja guía y fuente de inspiración en momentos de confusión y desesperanza.

Los mitos y los cuentos nos ayudan a comprender las peculiaridades del tiempo y los espacios de la interacción humana. Muestran con suma claridad cómo la durabilidad del instante varía si se trata del momento del disfrute o de la melancolía. La literatura describe muy bien la irrupción milagrosa de aquellas personas que han aportado decisivamente a nuestras vidas a través del amor, la amistad, el conocimiento, la acción cívica o el conflicto mismo. Piénsese en el primer encuentro de Dante y Beatrice, o las primeras palabras de Ulises a Calipso (e incluso la súbita aparición del conejo blanco en la vida de Alicia). Y el aporte del que hablo se revela tanto en las grandes cosas como en los pequeños detalles. A veces, las personas que han echado luces sobre zonas antes desconocidas de la propia alma – lo que en sí mismo constituye un genuino milagro -, son las mismas que nos permitieron descubrir nuevos platos o bebidas exóticas, a consultar nuevos textos, o a comprender a cabalidad algunas líneas de The Beatles que antes habíamos pasado por alto. El contacto con ellas puede llegar a tocar incluso nuestra experiencia literaria, de manera tal que el predicamento de Fausto y el ingreso de Teseo al laberinto de Creta adquieran un sentido existencial que no tenían en el pasado y que ahora permanece en ellos. Mientras el concepto asciende hacia lo general y abstracto, la literatura nos permite mirar de otra manera los matices de la vida cotidiana, nos invita a prestarle atención al instante y a los vínculos cercanos. Describe nítidamente el ritmo y la distancia de la conversación, el sentimiento de plenitud ante la victoria en la batalla, el dolor de la pérdida o la ausencia del ser amado, la incertidumbre frente al destino y tantas otras configuraciones humanas de sentido. Nos recuerda esas deudas existenciales, nos invita a visitar nuestras emociones y experiencias. Llama nuestra atención sobre las personas y los propósitos que nos importan.

Los mitos y los cuentos de hadas nos permiten conciliar el sueño, pero también explorar lúcidamente la naturaleza misma de nuestros sueños. Nos ofrecen poderosas palabras y metáforas que nos ayudan a expresar el amor, el temor, la confianza, la nostalgia, el pesar, así como otras formas de sensibilidad y pensamiento, de una manera radicalmente nueva, reveladora, conmovedora. Nos exhortan a mirar con otros ojos el mundo ordinario, antes que procurar (acaso erróneamente) “trascenderlo”; ella nos insta a amar aquello que mueve enteramente el corazón: como diría Maalouf, nos exhorta a percibir el sutil perfume del instante - sin que se pierda - y tocar la materia del recuerdo. La literatura pretende comprender la diversidad y mutabilidad de la vida y del entorno: quizás se trate más de un arte hermético, "mágico", que de una disciplina apolínea. No en vano Hegel - en sus primeros años - afirmaba que desde muy antiguo la literatura era la maestra de la humanidad.

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