lunes, 30 de noviembre de 2009

DE ICONOCLASTAS, MODERNISTAS Y CONSERVADORES


NOTA INTRODUCTORIA


Gonzalo Gamio Gehri


¿La crítica del modelo moderno de racionalidad – centrado en el representacionalismo, el cálculo instrumental y el ideal de neutralidad valorativa – tiene que llevar necesariamente a sus críticos a proclamar la abolición de la democracia, la cultura de los derechos humanos y el pluralismo? ¿O es que algunos ideólogos de la crítica de la modernidad intentan “pasar de contrabando” – por así decirlo – más de lo que la crítica supone, a saber, una vuelta injustificada y poco sensata al Antiguo Régimen, al Estado confesional y al tradicionalismo? En más de una ocasión he señalado que la mayoría de los “censores” de la modernidad adolecían de una lectura unilateral de la misma: concentraban su atención en la Ilustración y su idea de una razón desvinculada, pero omitían cualquier referencia al Romanticismo y al Idealismo Alemán, y a sus esfuerzos por conciliar la autorreflexión con la pertenencia a un ethos y a una naturaleza viva (ojo, identificar el movimiento romántico con el "sentimentalismo" o la "primacía de las emociones" sólo revela el desconocimiento de algunos blogueros sobre este importante tema). El diagnóstico de MacIntyre sobre la modernidad en Tras la Virtud, por ejemplo, perdería por completo el piso si se introdujera a Hegel dentro de la narrativa filosófica propuesta en y por dicha obra.

A continuación presento el texto del profesor César Inca Mendoza Loyola, dilecto platonista y especialista en temas metafísicos y deontológicos. César Mendoza representa a una generación de filósofos de la PUCP interesada en la filosofía clásica y en la recuperación del horizonte moral de la autorreflexión. En el siguiente post defiende lúcidamente un tipo de iconoclasia que corrige desde dentro la modernidad sin postular en un craso retorno a los esquemas jerárquicos y opresivos de las viejas tradiciones.




¿HACIA UNA RECTA ICONOCLASIA?



César Inca Mendoza Loyola



I.- Iconoclastas, modernistas y conservadores


Pasa una cosa muy curiosa con la figura del iconoclasta, una figura que evoca una actitud de combativa inconformidad frente a lo establecido, ya sea en la sociedad civil, las artes, la política, la filosofía, la academia científica. El iconoclasta queda validado como el rebelde solitario (o minoritario) que se sirve de su propia lucidez para cuestionar el status de las imágenes predominantes dictadas desde los poderes que dictan lo establecido, impidiendo así el progreso de las mentalidades: romper barreras es para el iconoclasta el ejercicio más serio que puede realizar el hombre con su capacidad racional, el poder mirar hacia horizontes más amplios tras un proyectado rompimiento con los cánones ortodoxos. Pero la iconoclasia originaria apuntaba a otro tipo de reacción, una reacción contra hábitos cada vez más afianzados de veneración religiosa que, en nombre de una pretendida recta comprensión de la voluntad divina, en realidad suponían formas veladas de sacrilegio en niveles intolerables de osadía. Se trataba, pues, de una noción conservadora que se pretendía validar como parangón definitivo para los modos de vínculo entre lo humano y lo divino. La iconoclasia se proponía como la auténtica ortodoxia sobre el culto religioso.

Esta imagen contemporánea del iconoclasta como pensador/luchador que nos invita urgentemente a quebrantar las barreras que impiden el progreso real, el verdadero avance, la genuina liberación del hombre en aras de conquistar de una buena vez el rol que la Historia le ha otorgado de antemano, está presente en las más lúcidas propuestas de diagnóstico crítico sobre la Modernidad. También está presente en otras críticas menos lúcidas, y las califico así no tanto porque necesariamente haya insuficientes dosis de inteligencia conceptual en ellas, sino porque no advierten que la crítica de la Modernidad puede resultar más constructiva y afirmativa cuanto mejor reconozca su propia raigambre moderna. Aún si se denomina post-moderna, los motivos básicos para el sustentamiento y asentamiento de esta reflexión crítica provienen de esa amalgama rica y muchas veces paradójica que denominamos pensamiento moderno (o filosofía moderna). Vattimo, por ejemplo, nos ha dado un robusto ejemplo de esta línea de reflexión al proponer la kenosis (vaciamiento del propio ser) como una renovadora vía de entrada hacia el ideal cristiano de solidaridad, y con ello, un nuevo modo de comprender los niveles de validación de todo discurso humano. La misión redentora de Cristo exigía de él mismo una Encarnación que suponía un descenso radical desde las inalcanzables alturas del ser divino, a fin de que él pudiera padecer su terrible y significativo sacrificio desde su carne humana. Ampliando esta línea de reflexión hacia una dimensión hermenéutica más global, resulta que el sentido de todo discurso humano deberá orientarse hacia un “descenso” similar, un vaciarse de su propia tendencia a validarse desde los principios básicos de su paradigma articulador a fin de posibilitar un diálogo abierto (incluyendo tensiones llevaderas y confrontaciones bien llevadas) con otros discursos articulados desde paradigmas distintos. Esos paradigmas de los otros discursos nos son ajenos, pero nos puede unir esa capacidad de poder ir más allá de las tendencias conservadoras recurrentemente promovidas por cada ethos particular para vaciarse de dichas pretensiones en aras de un acercamiento hacia lo otro.


II.- Una defensa de la autorreflexión moderna


La racionalidad moderna ha adolecido y sigue adoleciendo en proporciones geométricas de actitudes monolíticas y líneas de acción unilaterales en nombre de una frontal instrumentalización de sus concepciones abstractas de libertad, justicia e igualdad. Ésta es una piedra de toque que nos apela continuamente en las reflexiones y debates académicos que salen continuamente a colación. ¿Qué tipo de iconoclasia podría ser el adecuado? Un tipo puede ser visceral y apabullante, acorde con la imagen del rebelde marginal dispuesto a hacer de la negativa su lema. Esta iconoclasia no reconoce matices en la ideología y los efectos de la Modernidad, simple y llanamente promueve un rompimiento con todo el bloque, y en el camino, se postula como la única alternativa válida de comprensión de la relación entre el hombre y el mundo. En otras palabras, promueve el sueño del retorno al ancien régime – lo cual supone un decisivo apartamiento del ideal de liberación del pensamiento que la había motivado en primer lugar, una posición de conservadurismo que ha de liberarnos de toda pretensión de liberación que se nos pueda ir de las manos. Esta posición critica el arbitrario y fundamentalista conservadurismo inherente al ideario liberal moderno para promover un recto conservadurismo, y en tanto recto, presto a avalar jerarquías y hegemonías (renovadas o resucitadas). Nos invita a atrevernos a seguir la tradición, pero ello supone hundir la racionalidad humana en una concepción cuadripléjica de la tradición en nombre del seguimiento del “orden natural de las cosas”. Ello puede explicar su obsesión por mostrar ejemplos sórdidos de los abusos terribles de la razón instrumental: la industria bélica atómica, la deflagración ambiental, la postergación de comunidades nativas y minoritarias, los excesos de la institucionalidad política, etc. Es cierto, el dominio de la racionalidad científico-tecnológica ha creado efectos devastadores en la gran comunidad humana, su entorno, y ha trastocado severamente varias cosas que sería mejor tener como valiosas sin mayores condiciones. Pero esta capacidad destructiva no es ajena a otras formas de racionalidad, la heterofobia que ignora y/o destruye no es exclusiva de la racionalidad moderna; de hecho, resulta más terrible en el modelo del ancien régime, porque en dicho caso, se es consciente de dicha heterofobia y se articula una justificación “metafísica” para la desigualdad desde la cual se realiza la alterofobia. Ni siquiera es exclusiva de otras racionalidades, y es de lamentar que hasta el día de hoy, so pretexto de mantener la vitalidad de la tradición se manejen esquemas exacerbados de sanción y discriminación contra grupos humanos más débiles, minoritarios, sometidos, descastados, infieles. La destrucción de las Estatuas Budistas de Bamiyan por obra y gracia del régimen afgano talibán es una declaración ostentosa de enfermiza marginación heterofóbica, apoyada en la pretensión de conocer de manera irrefutable cómo debe ser el ethos musulmán bien entendido, el encuadre socio-político perfecto para el auténtico creyente. Un ímpetu similarmente destructivo es el que empuja a los iconoclastas de este tipo visceral a pretender destruir las honras de personas que han dejado buena constancia pública de su compromiso por la libertad y dignidad en nuestros tiempos, en nuestros espacios, en la historia reciente de nuestro país.

Me permito en este punto defender el otro tipo de iconoclasia, uno más acorde con el modelo hermenéutico de la kenosis vattimiana. La clave, en mi humilde opinión, para focalizar coherentemente cualquier crítica seria contra los modos en que se ha plasmado el ideario moderno en la política, la ciencia, la cultura, la sociedad civil, el desarrollo tecnológico-industrial, etc., está en cuestionar desde dentro las maneras unilaterales en que se han aplicado y justificado el predominio de la razón instrumental, la burocratización de la vida pública y el asentamiento de determinadas hegemonías a través del fenómeno de la globalización. La crítica debería hacerse desde dentro porque de ahí se deriva todo un abanico de posibilidades para el paradigma de la solidaridad, una faceta de la Modernidad que no ha tenido todo el peso que debiera a lo largo de los últimos siglos pero que ahora estamos en posición de explotar. Me refiero a la faceta de la autorreflexión, entendida no ésta como la autoafirmación justificadora del sujeto moderno originario, sino como la capacidad del hombre, como individuo y como ethos viviente, de repensar sus propios parámetros y paradigmas a fin de tomar una razonable distancia hipotética frente a sí mismo en aras de aclara sus propias prácticas de apertura hacia y comprensión del otro. Lejos de añorar el modelo del ancien régime, esta iconoclasia aspira a toda costa a mantener niveles de equidad en el contacto entre modos de pensar heterogéneos, priorizar con el máximo sigilo posible el esquema de la solidaridad por sobre el esquema de la objetividad (usamos ahora un vocabulario rortyano). Nada de esto garantiza la imparcialidad usualmente deseada en este tipo de empresas, y de hecho, solo se puede caer en la cuenta de que dicha imparcialidad es imposible, y es justamente desde esta advertencia que se pueda desarrollar el glorioso legado de la libertad moderna de manera constructiva y dignificante.

Denunciar la ingenuidad (muchas veces completada con malicia) de esta aspiración a la imparcialidad no debería necesariamente implicar una demolición radical del ideario moderno para luego recuperar modelos pre-modernos e instaurarlos sobre las ruinas de aquél; denunciar el sueño de la imparcialidad puede también significar la revalorización y fortalecimiento de la autorreflexión como base compartida para el diálogo entre culturas y comunidades, diferentes entre sí pero igualmente comprometidas con el mundo en el que todas ellas viven. Criticar las malas aplicaciones de una parte predominante del ideario moderno es una actividad de genuino compromiso con el otro que me apela desde su alteridad, eso es lo que sucede cada vez que se defienden causas de preservación del medio ambiente, de idiomas y significados propios de comunidades minoritarias, de ampliación de las condiciones para una auténtica democracia, de convivencia intercultural, etc. ¿No es éste el uso público de la razón que formaba parte integral del ideal kantiano de la Ilustración? Pocos autores tan emblemáticos como Kant salen a relucir cada vez que hacemos evaluaciones críticas de los iconos morales y políticos de la Modernidad, y sin embargo, en el seno mismo de su obra encontramos una base sólida para proyectarnos hacia una crítica constructiva de una manera incorrecta de entender y concretizar dichos iconos. Cuán lejos estamos nosotros de confiar ciegamente en los modelos de ciudadano y ser racional que atravesaron las teorías ética y política kantianas, pero no necesitamos ignorar su faceta más creativa en nuestra empresa crítica de los resultados específicos del proyecto moderno. Si existe algo así como una recta iconoclasia, ¿no sería ésta la vía desde la cual elaborar todas sus posibles variantes?, ¿no sería ésta la estrategia más inteligente para evitar toda tentación de heterofobia? Me siento tentado a responder que sí, pero prefiero dejarme a mí mismo en un cierto nivel de incertidumbre respecto a esta pregunta, la cual dejo servida para quienes tengan a bien prestar algo de su tiempo a la reflexión expuesta aquí.



Imagen tomada de aquí.

32 comentarios:

Ricardo Milla dijo...

Estimado Gonzalo:

Según Heidegger, gran crítico de la modernidad y de su proyecto emancipador, la institución por la cual la perentoriedad de la verdad se hace presente es la democracia. Él no deseaba un retorno a ningún Antiguo Régimen. Siguiendo su pensamiento acerca del destino, esto es, aquello que no se puede evitar porque nos deviene históricamente, no hay vuelta atrás sino por medio del pensamiento. Para un heideggeriano como Vattimo estamos en un momento de la historia en la que ella misma ha llegado a su fin y no hay ya direccionalidad. Por ende, no hay algo así como un "pasar por contrabando" el tradicionalismo. La lectura de la Überleiferung nos da como resulta un tradicionalismo que hace que las cosas pasadas nos sean significativas. No hay pues, una lectura unilateral en los "censores" (sic) de la modernidad. De hecho, MacIntyre tiene un libro entero sobre Hegel. MacIntyre fue un marxista convencido y muy culto. Que en After Virtue Hegel no aparezca de manera explícita no deslegitima el argumento central del libro. Tu objección a MacIntyre siempre a sido infundada a mi juicio.

Saludos,
Ricardo.

Ricardo Milla dijo...

Estimado Charlie:

Buen texto. Me ha agradado aunque en todo no esté de acuerdo. Creo que la crítica a la modernidad tiene mucho más aristas de las que uno podría ver. Y ante esto ¿quién es la persona que "promueve el sueño del retorno al ancien régime"? ¿El crítico de la modernidad? Creo que una vuelta a lo que sea de manera factual no es posible. De hecho no creo en una vuelta o en un progresa, puesto que -siguiendo a Gianni Vattimo- no hay direccionalidad en la historia. No hay por qué pensar que existe algo así como una teleología suprahistórica que hace que todo pasado sea peor y todo futuro mejor.

Saludos,
Ricardo.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Ricardo:

Críticos de la modernidad hay muchos, desde Hegel hasta Appiah. Y, por fortuna, no todos son "antimodernos".

La vuelta atrás en los términos normativos de la política jerárquica premoderna a través de su iconografía y de su imaginario moral y metafísico - siquiera "por medio del pensamiento" - resulta extravagante y dañina, pues se trata de modelos explícitamente represivos y excluyentes.


Conozco bastante bien a MacIntyre, y el programa que representan "After Virtue", "Whoose Justice..." y "Three Rival..." (obras que deben leerse completas, allí no valen los resúmenes, evidentemente) está viciado desde el principio por una lectura unilateral de la modernidad, que sólo ve Ilustración y no Romanticismo e Idealismo Alemán. Por eso el diagnóstico tan esquemático. En el texto sobre los Animales racionales y otros más recientes sucede lo mismo. Estas razones hacen que textos como "Sources of the Self" (Taylor) o "Praxis and Action" (Bernstein) sean más agudos que "After Virtue" en esta materia. Mi interpretación se sostiene, y está conectada con un análisis completo de los textos en cuestión.

MacIntyre es un crítico unidimensional, a pesar de su agudeza en ciertos temas. Sorprende, porque efectivamente MacIntyre conoce a Hegel, más no lo incorpora en su programa. Según le indicó recientemente a David Ingram, MacIntyre se sigue considerando marxista en una serie de temas.

Saludos,
Gonzalo.

Peter dijo...

Gonzalo,
Más allá de que no tome en cuenta a Hegel en su libro ¿En qué sentido la crítica de MacIntyre a la modernidad es unidimensional?

Por otro lado, más allá de algunos grupos excentricos y muy reducidos, ¿conoces algún intento político o intelectual serio que busque volver atrás a una "política jerárquica premoderna a través de su iconografía y de su imaginario moral y metafísico"? Me da la impresión de que como Chávez estás inventando enemigos imaginarios, a menos que estés pensando en el fundamentalismo islámico -el cual surgió en una sociedad que en realidad nunca fue moderna-.

Gonzalo Gamio dijo...

Peter:

Muy rápidamente:

Para MacIntyre la modernidad es inviable por su rechazo a la teleología moral; por haber convertido el concepto de ser humano en "fantasmal"; por las consecuencias emotivistas e instrumentalistas del fracaso ilustrado. Los dos primeros motivos se asocian con el proyecto ilustrado, el tercero se sigue de su fracaso.

Pero identificar la mnodernidad con sólo la ilustración supone una mirada unidimensional. Si se tomara en cuenta a los románticos y a los idealistas alemanes - no sólo Hegel - que SÍ ofrecen una ética teleológica y una noción situada y concreta de "ser humano" y "yo", entonces la valoración de la modernidad sería diferente (cfr. Taylor, Bernstein y otros).

Sobre lo otro, es un fenómeno fundamentalmente local. Sabes que en el Perú el fujimorato encontró en una Derecha tradicionalista y clerical (ministros, congresistas y periodistas) un soporte ideológico. Evidentemente, ellos no necesariamente comparten todos los supuestos de sus pares blogosféricos). En ciertos sectores "teológicos" ese discurso también tiene fuerza. No es para nada una invención.

Saludos,
Gonzalo.

Peter dijo...

Gonzalo,

¿El “error “ y la unidimensionalidad de MacIntyre se resolvería si en vez de entender su análisis como una “crítica a la modernidad” se entendiera como una “crítica al proyecto ilustrado”?

Parece que el concepto de modernidad que manejas es muy amplio. ¿A grandes rasgos cómo podrías definirlo? ¿Hay algún rasgo cualitativo que pueda identificar a todos los "modernos", más allá de sus notables diferencias? Disculpa si te parece una pregunta muy obvia, pero no soy un experto.

Con respecto a los "metapolíticos" peruanos, mas allá de Altuve (que tuvo un papel secundario en el Fujimorato) no veo a ningún otro que haya tenido una influencia relevante. Creo que darles tan importancia los infla más de lo debido. Los bloggeros con los que debates son mas bien marginales en las universidades y el mundo intelectual.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Peter:

Lo resumiría así: si la crítica de MacIntyre fuera sólo a la Ilustración, hasta estaría de acuerdo con él en la mayoría de los puntos. Pero ampliar el asunto a la modernidad (que tiene una diversidad de fuentes) me parece un error grande.

Cierto, Tudela y Altuve fueron los más connotados reaccionarios. Es cierto que los blogueros son más bien margiinales.

Saludos,
Gonzalo.

Peter dijo...

¿Cómo definirías la modernidad? ¿Cuál o cuáles serían los rasgos que nos podrían llevar a identificar como "modernos" tanto al ilustrado como al romántico y al idealista alemán?

Pocho dijo...

Me extraña que un neo-kantiano como tú haga una crítica al proyecto ilustrado cuando justamente Kant es uno de los representantes más completos y connotados de esta corriente. MacIntyre se equivoca al atacar a la Ilustración pues fue el primer paso para construir un sistema racional que nos libere de las ataduras de la religión y encamine a la humanidad hacia el progreso. En ese sentido, tampoco comprendo que se diga que no hay una teleología clara en el proyecto ilustrado, pues sí la hay, existe una propuesta de liberación situada en circunstancias concretas.

Gonzalo Gamio dijo...

Pocho:

No soy para nata un neokantiano. La Ilustraciómn no promueve una teleología moral en el sentido de la ética de la virtud.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Peter:

Entre otros:

Ciencia moderna.
Subjetividad cognoscente.
Progreso.
Autonomía.
Deísmo.

Secularización.
Razón histórica.
Poiesis como paradigma estético.
Subjetividad narrativa.

Un largo etcétera.

Saludos,
Gonzalo.

Nureddin dijo...

Bismillahi Rahmani Rahim

Hola Gonzalo

Después de tiempo entro a tu blog. Parece que las críticas duras a la modernidad, aunque te mofes de ellas y de sus expositores nacionales, deben empezar a estar suficientemente presentes 'en el aire', pues le vienes dedicando muchos posts a combatir ese 'peligro retrógrada'.

Preguntas al principio si es posible que la crítica deba llevar a renunciar a la democracia. En efecto, así es.

Y alguien de canteras muy pero muy distintas a las monarquistas así lo expone, desde su perspectiva económica.

Te dejo el link por si quieres revisarlo:

http://reflexioneshaqqanis.wordpress.com/2009/12/08/intelectuales-monarquia-democracia/

Saludos,


Nureddin

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Nureddin:

Jamás he ridiculizado las críticas a la modernidad. De hecho, esa clase de crítica es necesaria. No me mofo de nadie. Lo que sí me parece extravagante de los objetores locales es 'usar' las críticas a la modernidad para volver a los leones rampantes y a la iconografía carolingia. Es posible criticar la modernidad sin abandonarla.

A quienes intentan abandonar la democracia les preguntamos ¿Para llevarnos a qué sistema político?

Leeré con atención el link que dejas.

Saludos,
Gonzalo.

Ricardo Milla dijo...

Estimado Gonzalo:

Te dejo algo que he escrito en mi blog exceptuando algunas cosas y cambiando otras.

MacIntyre tiene el problema de no hacer una crítica en su totalidad a la modernidad en los libros que citas. Ciertamente me parece que le falta conocer el pensamiento de Heidegger (algo que no hará como sabemos). No obstante no me parece una visión unilateral de la modernidad. Creo que MacIntyre da en el blanco, sólo que da en el blanco y ya.

La modernidad ha llegado a su fin no tanto por los fracasos del así llamado proyecto ilustrado o por haberse deslegitimado historicamente los proyectos modernos, sino porque se ha cumplido en su totalidad y no da para más. Es en su última fase como época de ocultamiento y de imposición (Ge-Stell), en la era tecnológica, en que la modernidad llega a su cumplimiento (Vollendung).

El fin de la modernidad es el fin de sus proyectos e ideales. En este sentido no interesa tanto si Hegel es insertado en la crítica o no, porque lo que se hace aquí es realizar un examen fenomenológico para luego operar una ontología.

La vuelta al pasado no es una vuelta como si la modernidad nunca hubiese ocurrido. Hacer eso es absurdo. Uno regresa al pasado con el pensamiento porque es el pasado ontológicamente originario que el presente y tiene primacía en el ser. No hay otro seguro que el pasado. El futuro es en función al pasado. No hay pues una vuelta a los "leones rampantes" ni a glorias pasadas.

Lo que pasa en la modernidad cumplida, en el fin de la historia, es que, no habiendo ya direccionalidad en la historia, al no haber ya un progreso, al saber que las comunidades de hombres no se dirigen a ningún sitio, entonces es posible ir a donde sea. Lo más lógico es virar al pasado. Recoger las bondades de nuestros antepasados y ser conscientes que tomar y que no. El proyecto de la modernidad sencillamente desterró el pasado y lo convirtió en algo intrínsecamente peor que lo nuevo. Pero ahora ya no creemos en eso. No hay más progreso a una Nueva Atlántida ni hay un deseo de emancipación de la humanidad (sea lo que ello sea). La posmodernidad abre una chance de posibilidad de existencia distinta a la ofrecia por la modernidad y su metafísica.

¿Se trata pues de tirar el agua de la bañera con niño y todo? Yo creo que no. De la modernidad podemos rescatar ciertas ideas que nos sirvan para una vida mejor. Pero son eso: "ciertas ideas". El proyecto moderno, la ilustración, para ponerlo en palabras de De Maistre, "est satanique".

No se trata de volver al Antigua Régimen, sino de buscar alternativas a la perentoriedad de la verdad metafísica que se traduce institucionalmente por la democracia.

Saludos,
Ricardo.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Ricardo:

Creo que lo que ya he dicho de MacIntyre es suficiente para aclarar mi punto, y proviene de una lectura paciente de sus textos. Lo que dices aquí y en tu blog no constituye una respuesta en sentido estricto. Creo que tiendes a replicar sin hacer toda la digestión conceptual. Ni siquiera la cita de MacIntyre con Borradori es exacta.
Hay que tener paciencia: la reflexión y su ritmo es más importante que los debates. La precipitación es hybris.

Lo dicho sobre el agotamiento de la modernidad no está sostenido por argumentos, y lo de la relación entre pasado y presente tampoco. Demasiada convicción, y poco trabajo dialéctico; hay que detenerse en cada paso que se da. En realidad, tiendo a desconfiar de esa retórica con alguna resonancia de tipo "heideggeriana", pero que ya no es Heidegger (de hecho, Heidegger SI incorpora a Hegel en su crítica de la modernidad; eso le parecía DECISIVO, ver p.e., su curso sobre la "fenomenología" o su conferencia sobre el carácter onto-teológico de la metafísica publicado en "Identidad y diferencia"). Y toda la iconografía nazi y carolingia que la acompaña me da qué pensar. No me parece meramente "estética". No lo digo sólo por ti; me parece una constante en cierto conservadurismo que se sirve de motivos postmodernos.

Tus alusiones a Rorty como "el único liberal con dos dedos de frente" son osadas. Es inevitable que uno se pregunte si conoces las obras completas de Mill, Rawls o Berlin. Uno debe ser más moderado en sus juicios, y más consciente de las lecturas pendientes que se tiene.

Lo de la Nueva Atlántida, el progreso, etc., nuevamente es una simplificación de la modernidad (sólo ilustrada). Lo que se estaba criticando, precisamente. Lo de la hamburguesa y el helado tampoco es tuyo; ya lo escuché hace años de alguien que conoces, como un chiste, y ya entonces era una caricatura grotesca de la democracia. No vale como análisis, pues.


Saludos,
Gonzalo.

Ricardo Milla dijo...

Estimado Gonzalo:

No trato de refutar tu análisis de MacIntyre. Simplemente expongo lo que pienso de él.

"I am very close to all in Gadamer that comes from Aristotle; that wich comes from Heidegger I reject." MacIntyre

Bueno, ahí tienes la cita exacta.

Heidegger sí incorpora a Hegel. Pero lo importante no son sólo los autores sino el análisis de la modernidad.

Lo que hago en mi blog no es un análisis profundo de la modernidad.

Las ironías a la sociedad de consumo de esta forma lo hace Vattimo.

Lo de Rorty no te lo deberías tomar tan a pecho. Son alusiones y listo. No es algo literal. Mucho tiene que ver la retórica, que no es mera retórica. Cierto que hace falta más liberales. Pero Rorty era más coherente con el ideal liberal, a mi parecer. O los liberales clásicos. Berlin lo conozco muy poco, sólo por referencia de Dick Tonsmann, quien me lo recomendó leer.

La crítica al progreso viene de Heidegger y de Adorno y es recogida por Gadamer, Lyotard, Foucault y Vattimo. No es algo ilustrativo. Lo será para quien no conoce a estos autores. Pero inlcuso lo ilustrativo ayuda para la comprensión y no es algo que se debe tener a menos.

Saludos,
Ricardo.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Ricardo:

Ciertamente, esa es la cita.

Heidegger consideraba fundamental se confrontación con Hegel y con Kant, para elaborar una crítica sólida de la modernidad.

Un conocedor de Heidegger no tendría porqué tener dudas respecto a cómo incorpora a Hegel en el contexto de su crítica de la modernidad. Hegel es la consumación del proyecto metafísico "onto-teo-lógico" en sentido de Heidegger. Uno de los pasos decisivos del pensar es el "desmontaje" de la dialéctica hegeliana. A lo que voy es que si la crítica de MacIntyre es escuálida, Heidegger sí tioma el toro por las astas. No identificaba modernidad con ilustración (por cierto Hegel tampoco lo hace, la ilustración NO ES en absoluto el "corazón de la libertad moderna).

Paciencia, humildad y buen humor son virtudes fundamentales para el trabajo filosófico. La precipitación es nefasta. Uno no puede sacar conclusiones sin haber examinado las premisas.

Saludos,
Gonzalo.

Ricardo Milla dijo...

Estimado Gonzalo:

No creo que la crítica de MacIntyre sea "escuálida".

Lo de Hegel lo acepto.

Heidegger era un gran filósofo. Creo que no hay punto de conparación con MacIntyre.

Gracias por los consejos. Siempre son bienvenidos.

Saludos,
Ricardo.

Anónimo dijo...

Hola Ricardo,

Pregunta: ¿Quièn serà tu asesor de tesis?

Saludos,

Sebastiàn

Erich Luna dijo...

Hola a todos
Interesante post de César para enfocar una visión crítica de la modernidad, pero desde ella misma.

Debo decir que, si bien es importante ser crítico con la modernidad, no entiendo mucho a la "comunidad reaccionaria" de nuestra blogósfera. No digo, obviamente, que no debamos leer ciertos autores como Donoso, De Maistre y Schmitt (sobre el cual siento interés y por ello le he dedicado algunos posts, aunque no necesariamente concuerde con él en muchas cosas). Creo que ellos son esenciales para comprender la teoría política moderna.

Lo que no entiendo es la apropiación de Vattimo, Gadamer y Heidegger que estos señores reaccionarios hacen. No quiero simplificar, pero Gadamer y su noción de diálogo, así como su visión del lenguaje, puede verse compatibilizada con regímenes democráticos de manera bastante clara.

Vattimo ha sido parlamentario, es de izquierda, homosexual y cristiano (osea postmoderno). No lo digo como ad hominem, sino para señalar que el trata de conciliar en algunos textos como "Hermenéutica, democracia y emancipación" ideas "modernas", pero abandonando ciertos supuestos ontológicos y metafísicos (o redefiniéndolos, como Rorty con el liberalismo en relación a Berlin). Celebra una sociedad de medios de comunicación, lo que el llama una "sociedad transparente".

Creo que con Heidegger la cosa es más compleja. No basta ampararse en la lectura que hace Vattimo de Heidegger. Una cuestión fundamental, a mi juicio, es confrontar el asunto del nacionalsocialismo (como con Schmitt). La cuestión no es si es que heidegger simpatizaba con el nacionalsocialismo. La cuestión esencial es comprender que entendía por dicho movimiento y ver en qué medida su filosofía, por lo menos la elaborada desde la década del 20 a la década del 50, tiene inevitables compatibilidades o consecuencias políticas de ese tipo.

Y digo esto,sobre todo, porque en verdad también es muy sintomático poner toda esa huachafada del antiguo régimen y videos de Hitler,para luego decir que son "estéticos". Separar forma de contenido no es algo muy "posmoderno" o "reaccionario".

Sobre Adorno (y Horkheimer), en relación a lo que dice Ricardo (Saludos): el nazismo era la consumación de la ILUSTRACIÓN (cfr., Dialéctica de la ilustración). No entiendo porque todos los reaccionarios ponen sus imágenes de Hitler como si fuese lo antimoderno per sé (o "ejemplos de liderasgo" y demás), desde esa perspectiva no lo es. A menos que piensen como Heidegger, pero eso es adhesión al partido.

Espero que los REACCIONARIOS no se tomen dicha expresión como un insulto. Hacerlo sería lo más moderno del mundo. Solamente el moderno es el que considera que el valor supremo es ser moderno. De ahí que "reaccionario" sea un insulto, en la visión unilineal de la historia que la posmodernidad cuestiona. Vattimo dixit.

Un gusto discutir con ustedes.

Gonzalo Gamio dijo...

Bstimado Erich:

Bienvenido. Estupendos argumentos, amigo.

Saludos,
Gonzalo.

Héctor Ponce dijo...

Hola Gonzalo y foro,

Es un error homologar postmoderno y reaccionario. El postmoderno, básicamente, defiende paradojas sin fanatismo porque dice no creer en ningún meta-relato. El reaccionario, en cambio, es un fanàtico de paradojas porque cree en un único meta-relato.

Saludos,

Hèctor

Gonzalo Gamio dijo...

Exactamente, estimado Héctor. Lo que objeta Erich (y también Charlie, y yo también) es ese espurio maridaje entre paleoconservadurismo y postmodernidad.

Saludos,
Gonzalo.

Carlos Eduardo Pérez Crespo dijo...

Hola a todos,

En "Consideraciones Sobre Francia" De Maistre decía que la Revolución Francesa era un hecho ineludible y necesario, porque después de un proceso de sangre y castigo, vendría la resurrección espiritual: utilizaba así la analogía de muerte de Luis XVI con el vía Crucis.

En el "Discurso sobre la Dictadura" Donoso Cortés veía las perversiones de la modernidad y decía que era necesario la mayor represión política para que los hombres pudieran retornar a la represión interna de la fe católica (que se había perdido ya en el Antiguo Régimen).

En "Teología Política" Schmitt criticó duramente al liberalismo y el normativismo de Kelsen, pero eso no lo llevó a negar la necesidad de las instituciones modernas: El estado hobbesiano en el siglo XX era una cuestión necesaria para el decisionismo.

Por tanto, es evidente que los pensadores reaccionarios no caían en la epidérmica crítica de la modernidad desde "fetichismos", "imágenes" o simples "eventos". Es decir, no dejaban la interpretación de la historia y de la política a una cuestión subjetiva y cartesiana, sino que razonaban históricamente desde y para el contexto de la modernidad.

Eso demostraría de manera contundente que las fórmulas "Imperio Austro Húngaro-Heidegger-Vatimmo" caen más en la extra-vagancia que en la correcta interpretación del pensamiento reaccionario. Un poco más de seriedad, estimados señores.

cordiales saludos.

Ricardo Milla dijo...

Estimado Erich:

Es un gusto encontrarte por aquí. También saludos, gracias.

Creo que la interpretación que hace Vattimo de Heidegger es a veces un poco forzada (a veces: muy forzada) pero dentro de todo es alguien que conoce muy bien del tema.

De hecho te recomendaría leer su último libro: "Addio alla verità". En ese libro expresa sus distanciamientos con el mundo liberal y la sociedad de consumo, además de algunas críticas al modelo de democracia liberal. También está el texto de la Lezione di Congedo, la cual está en prensa como parte del proyecto de sus obras completas, en el que encontraríamos un segundo Vattimo, como quisiera argumentar en mi tesis de Maestría.

Yo, al menos yo, no considero a Hitler como el antimoderno per se. De hecho, el mismo Heidegger creía que el nazismo era una forma de nihilismo y que el proyecto nazi seguía estando "atrapado" en la modernidad. Hitler no sería, pues, un antimoderno como se quisiera creer. Yo no tomo a Hitler como un modelo virtuoso a seguir, no lo creo. Concordamos en eso.

Puedo decir de mi con las justas que soy un posmoderno, o algo cercano a ello, pero no soy ni reaccionario ni conservador. Nada más alejado de ello no puedo estar cuando alguien se acerca a mi vida.

Vattimo vapulea a los reaccionarios desde su modelo marxista. También habría que ver cómo se entiende reaccionario. Yo preifero no usar ese apelativo.

Es cierto que de Gadamer se pueden sacar las consecuencias que indicas. Pero Heidegger mismo decía que el no se veía reflejado en los textos de Gadamer.

Saludos,
Ricardo.

PD: Horacio Ramos me comentó de un tono de fin de ciclo (filo, letras o algo así), ¿sabes algo?

Ricardo Milla dijo...

Sebastian, aún no sé quien será mi asesor de tesis. Se agradece tu preocupación. Deseo conocer un poco más a los profesores. Hasta ahora, los que conozco, nos llevamos bien.

Saludos.

Ricardo Milla dijo...

Estimado Nureddin:

Muy interesante el post. Te felicito por tan buen blog que tienes.

Saludos,
Ricardo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimados Carlos y Erich:

Los ejemplos que ponen (p.e., los textos de Schmitt, de Heidegger y la descripción que Adorno hace del nazismo como consumación de la Ilustración) muestran que convendría que algunos noveles "reaccionarios" le dedicaran algunas horas más a la lectura, con paciencia y seriedad. Ya habrá tiempo para los debates.

Saludos,
Gonzalo.

Carlos Eduardo Pérez Crespo dijo...

Estimado Erich y Gonzalo,

Ahora, hay que reconocer que sí hay una serie de autores que sí pueden resistir a la extravagante tríada "imperio austro húngaro-postmodernidad-catolicismo". Pero, da la curiosa "casualidad", de que estos no serían los reaccionarios clásicos que he mencionado líneas arriba, sino los monárquicos franceses, como Charles Maurras que, como sabemos, fundó el movimiento Acción Francesa (orleanista y legitimista).

No obstante, estoy totalmente de acuerdo en que falta una lectura seria del pensamiento conservador, reaccionario y monárquico. En esa labor estoy comprometido desde hace un tiempo.

cordiales saludos.

Gonzalo Gamio dijo...

Sr. Pacheco:

En este blog no se admiten comentarios copy / paste de otros comentarios. Si usted quiere opinar sobre el tema o criticar alguna posición es bienvenido, pero no es pertinente introducir transcripciones de otros blogs. Mi juicio sobre la EVIDENTE importancia de Hegel en la crítica heideggeriana de la modernidad podrá encontrarla en un comentario mío a este post.

Muchas gracias.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimados lectores:

Me parece importante la refutación de aquella "ideología reaccionaria disfrazada de postmoderna en versión criolla" que ha acontecido aquí. César Mendoza es un platonista conocedor de la postmodernidad a través de sus textos. Erich Luna conoce muy bien a Schmitt, a Heidegger y a Adorno, y Carlos Pérez conoce a Donoso y los reaccionarios. Se ha mostrado con claridad que los noveles reaccionarios desconocen a Heidegger y a los propios antimodernos.

Se trata de una fecunda entrada. Y una buena lección para los precipitados críticos de la modernidad: antes de pontificar en contra de "los liberales" y de ungir a los "postmodernos", será mejor leerlos. Gracias a Charlie, a Erich y a Carlos por tan contundente crítica.



Saludos,
Gonzalo.

P.D.: Como el lector atento reconocerá, señalo que es posible extraer una "lección" en el sentido actitudinal del término. No se sugiere la conclusión de un debate. La lección es: leer para juzgar.

No publico un comentario que trata de poner falazmente en duda los conocimientos de Carlos Pérez sobre los reaccionarios. Cualquier alusión fuera del tema o agraviante no será admitida. Menos si usa la terminología malidicente de "Correo". Si alguien discrepa respecto de las ideas desarrolladas por alguno de los interlocutores, que se dirija a sus argumentos, no a los individuos.

Para información del joven comentarista, he tenido la oportunidad de leer a los reaccionarios antimodernos del XIX, y tuve la oportunidad de seguir de cerca la polémica Schmitt-Peterson sobre la teología política desde sus textos, obviamente. Lo mismo respecto de Strauss y su discípulo Allan Bloom. He revisado casi todos los textos de Eduardo Hernando (que esmucho más que lo que pueden decir muchos de sus "aliados"), con quien he debatido (hace tiempo que Eduardo no escribe en el blog coletivo conservador ¿A qué se deberá?). Sin embargo, concentro mi blog en los autores de mi especialidad (ética griega y contemporánea, DDHH, Hegel y Marx, literatura clásica), siguiendo el ejemplo de mis maestros. Creo que en general es una pauta filosófica importante para cualquiera que pretenda dedicarse a estos asuntos.

Gustavo Flores dijo...

Estoy interesado desde mi área, que es el derecho, de saber más de este tal Carlos Maurras y quiero preguntarle a Carlos Pérez qué libros tengo que leer para informarme sobre esa materia.

Gracias.

Gustavo.