Gonzalo Gamio Gehri
El concepto
de justicia en la Atenas
clásica – particularmente en la tragedia de Esquilo a Eurípides - no deja de
ser ambiguo. Por un lado, se refiere a
la preservación del equilibrio cósmico, que vigila la diosa Díke. Por otro,
alude a la defensa de la armonía de los vínculos humanos dentro del ágora, el
espacio público. Aquí evoca una virtud política (la dikaiosyne) La relación
entre ambas es a menudo altamente conflictiva. Esquilo ha discutido este asunto
en Las Euménides. Ambos casos aluden a una forma de lidiar con
la finitud y la vulnerabilidad humana.
“La amarga punta de la espada que llega cerca de los pulmones, produce
una herida que atraviesa a Justicia, pisoteada en el suelo, lo que conculca la
ley divina, cuando alguien ofende a la absoluta majestad de Zeus de modo
ilegítimo.
Pero el cimiento de Justicia tiene
firmeza y, forjador de espadas, funde el destino de antemano el bronce, y, con
el tiempo, trae un hijo a su casa, para castigar la mancilla de sangres más antiguas
derramadas, la ilustre Erinis que, en lo
profundo de su espíritu, mantiene los deseos de venganza “ [1].
El cuidado de
la justicia – en todos sus niveles y espacios – lleva implícito nuestro sentido
de vulnerabilidad. No sólo el cultivo de la mesura revela la clase de saber
práctico versado en la condición de la mortalidad, la proclividad al error, la
exposición al sufrimiento y la incertidumbre que entraña lo humano. La
discusión de la ley y la construcción de instituciones públicas tienen el
propósito de proteger a quienes participan de la vida de la pólis,
tomando en cuenta sus necesidades y capacidades para la acción. La deliberación
cívica y los debates legales buscan tomar decisiones que puedan producir o
preservar una vida común equilibrada, de modo que la libertad y el bienestar
puedan convertirse en fines que el ciudadano pueda perseguir razonablemente en
términos de un proyecto comunitario. Sólo criaturas frágiles como nosotros
requieren de tales actividades e instancias de discusión y decisión como un
elemento básico de la coexistencia. Los dioses no necesitan del derecho ni de
la política, al menos en los términos que hemos señalado líneas arriba.
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