Gonzalo
Gamio Gehri
Ha
fallecido Henry Pease García, ex presidente del Congreso de la República y notable académico peruano. No tuve la fortuna de ser
su alumno, pero seguí su trayectoria de cerca a través de sus libros, sus
artículos y sus intervenciones en la vida pública en diferentes momentos de su
vida como parlamentario, como teniente
alcalde de Lima y como estudioso de la política. En el último año dicté clase
en la maestría de Ciencia Política y Gobierno, maestría con cuya dirección el Dr. Pease
estaba profundamente comprometido. Político íntegro e intelectual lúcido, la
suya fue una vida volcada al cuidado de la política democrática y a la
producción de saber científico.
Resulta
triste que la política peruana pierda a uno de sus más importantes exponentes. Su
trabajo en años recientes sobre la reforma del Estado peruano, su dedicación a
la función pública y su permanente preocupación por el futuro del pensamiento
progresista en el Perú constituyen claros ejemplos de su vocación por
contribuir a acercar a nuestro país al ideal de una sociedad democrática, con
instituciones sólidas y claros criterios de justicia como ejes básicos de la
vida social y política. La claridad y la contundencia de sus palabras cuando se trataba de defender el Estado de
Derecho se echarán de menos entre nosotros. Recuerdo con nitidez su manera de
enfrentarse a los abusos que se cometieron contra el régimen de Fujimori, y
también viene a mi memoria un persuasivo y encendido discurso suyo, pronunciado
hace unos pocos años, en defensa de la
PUCP y de su autonomía. Nos conmovió a todos por la manera en
que podía articularse la pasión y la solidez de los argumentos. Era un
intelectual y un político que no dudaba en apelar a los principios más
universales – los derechos humanos, la libertad de pensamiento, el respeto por
la diversidad – para mostrar la sensatez
y los alcances prácticos de las convicciones democráticas cruciales.
Consideraba necesario establecer un consenso fundamental en torno a los
cimientos éticos y legales de una sociedad justa antes que detenerse en los
debates propiamente ideológicos, de naturaleza particular. “No hay democracia sin deliberación”, aseveraba en una exposición en la Universidad sobre La tolerancia en la democracia, a finesde 2011. Añadía luego que "no existe ciudadanía en condiciones de extrema pobreza", enlazando de este modo la preocupación por la justicia social y la vindicación de la agencia política como columnas de una genuina democracia.
Se ha
ido un ser humano excelente. Un maestro.
Las personas que lo conocían de manera cercana y sus antiguos alumnos
podrán decirlo mejor que yo. Yo lo conocí como un extraordinario académico y
como un político ejemplar, fiel a convicciones profundas sobre el rol de los
ciudadanos en la sociedad. Me queda la tristeza de no haber podido conversar
más con él, de no haber tenido oportunidad de conocerlo más en los espacios
académicos que tenemos en común,. No obstante, su legado intelectual y su
ejemplo constituyen una fuente de inspiración de un incalculable valor; su
legado sin duda enriquecerá el pensamiento y la vida de muchas generaciones de
ciudadanos y científicos sociales.
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