lunes, 29 de junio de 2015

EL LEGADO DE PEDRO













Gonzalo Gamio Gehri

La reciente publicación de la encíclica del Papa Francisco Laudato Si ha generado destempladas reacciones entre los conservadores norteamericanos, pero también ha suscitado duras réplicas en no pocos conservadores católicos y neoliberales peruanos. Enrique Ghersi ha señalado – en el programa de Althaus -que la encíclica recoge ideas “arcaicas y equivocadas” sobre el consumismo, el cambio climático y el progresivo deterioro del ecosistema. Él es uno de los abogados emblemáticos del ideario libertario criollo, y su opinión sobre el documento no sorprende. Ha advertido que los juicios de Francisco no han sido enunciados ex cathedra y que los católicos no deben sentirse perturbados si los objetan: este último dato es cierto. Pablo Bustamante señaló por su parte en el mismo espacio que el mensaje de Francisco va a contracorriente del camino de progreso económico que ha emprendido occidente en el siglo XXI – que llama “la cultura del crecimiento” -; alega incluso que “el capitalismo posee un circuito virtuoso”, que el Papa ha desconocido sin más. De hecho indica que el argumento de Laudato Si  “desconoce la naturaleza humana”. Interesante que Bustamante declare estar en posesión de un conocimiento firme sobre la naturaleza humana. Es el tipo de entendimiento que los pensadores han buscado por más de tres mil años.

Hay una tendencia a leer el texto desde la clasificación ideológica y no desde el debate  rigurosamente argumentativo. Hay quienes están preocupados por indagar si el Papa es una especie de socialista o no.  Muchos han seguido ese mismo camino en el terreno de las columnas de opinión. Lo mismo han aseverado algunos redactores del diario El  Comercio y algunos comentaristas en las redes han sido de la misma opinión. Lo que Francisco escribe en la encíclica se enmarca en el Evangelio y en documentos sociales – p.e., el Concilio Vaticano II -, y ha recibido la influencia de la espiritualidad cristiana de la comunión con la naturaleza, sobre todo la espiritualidad de Francisco de Asís. Su fuente no es el socialismo, si no la tradición judeo-cristiana y la doctrina de la Iglesia. Laudato Si  es una crítica a la exacerbación de la razón meramente estratégica en la economía y en la ciencia y la técnica, así como una crítica del individualismo posesivo. Destaca la responsabilidad del ser humano frente a la Creación, ciertamente la naturaleza y el destino de su propia especie.

 Me parece curioso este súbito brote de heterodoxia entre los conservadores católicos locales. Lo apruebo, por supuesto. Creo firmemente en la afirmación del principio de autonomía en la sociedad, incluidas las iglesias. La libertad de conciencia es un principio cristiano, el desacuerdo es fuente de reflexión y desarrollo de comunidades que se sostienen en creencias y valoraciones. La corriente de la Ilustración es importante para renovar las religiones y para consolidar la democracia liberal. Es cierto además que un católico puede discrepar con el contenido de una encíclica, no hay problema en ello, siempre que la discrepancia se exprese en virtud de argumentos que puedan ser sometidos a discusión. La vocación por el intercambio de ideas esclarece nuestra manera de ver el mundo. Lo que me resulta auténticamente pintoresco es que por mucho tiempo algunos de nuestros conservadores se declaraban estrictamente ultramontanos, y alentaban a los católicos a seguir sin dudas ni murmuraciones las declaraciones públicas de los papas en todos los temas; ellos sostenían que disentir con ellas equivalía a cuestionar la propia fe y debilitar la propia pertenencia a la Iglesia: todo ese prejuicio es, obviamente, teológicamente discutible. Realmente discutible. Pero ahora que el Papa es abiertamente crítico de ciertas políticas extractivas y de la primacía absoluta del mercado, la discrepancia se ha convertido – para algunos de estos ultramontanos - automáticamente en un bien. Se trata de una incoherencia en las convicciones de nuestros conservadores, convertidos hoy en categóricos objetores de los documentos eclesiales. Lo que hacen la economía de mercado y sus dogmas de fe.  Qué extraño es este mundo nuestro.

El pontificado de Francisco nos brinda esperanzas en cuanto a la centralidad de la defensa de la dignidad humana para los cristianos. En realidad, se trata de una preocupación crucial para cualquier ser humano con un sentido de justicia. Las instituciones sociales están al servicio de los seres humanos – en particular de los más débiles – no son instrumentos para el arbitrio de los poderosos. Resulta absurdo presuponer que el mercado – y sólo el mercado - es el tribunal  incuestionable e inapelable de la justicia distributiva. La palabra del Papa se concentra en la sencillez del mensaje, pero también en su claridad y contundencia. Se trata de una manera sensata y lúcida de asumir el legado de Pedro y la dirección de su barca. El Papa es un servidor de la comunidad de creyentes, un pescador de hombres: eso implica ser el sucesor de Pedro. No un príncipe ni un emperador. Francisco no hace otra cosa que recuperar proféticamente el mensaje del Nuevo Testamento.

“Sucedió que cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió a recibirlo, y postrándose a sus pies, lo adoró. Mas Pedro lo levantó, diciendo: Ponte de pie; yo también soy hombre. Y conversando con él, entró y halló mucha gente reunida.…” (Hechos 10, 25-27)..


La lectura de la encíclica me ha resultado interesante e inspiradora. No se trata de un manifiesto contra el mercado – como algunos conservadores temen – sino un documento que llama la atención en torno a los peligros de un discurso económico sólo enfocado en el interés privado y en el incremento de utilidades sin un límite. Es evidente que nuestra falta de responsabilidad en el control de la naturaleza por razones económicas ha contribuido a deteriorar el ecosistema. Es cierto que nuestra mentalidad instrumental ha pretendido avasallar las mentalidades de otras culturas, que han concebido a la naturaleza como madre o como fuente de un orden espiritual, y no como mera materia prima de la actividad industrial. A menudo hemos intentado silenciar a estos pueblos y convertirlos en “propietarios de su tierra”. Hemos acallado esa mística ecológica, occidental y no occidental. En este sentido, las alusiones a Francisco de Asís y a su amor fraterno por la naturaleza son aleccionadoras. El énfasis en el tema de la pobreza, entendida como el fruto de un manejo insolidario de la economía y el imperio de la cultura de la codicia es importante. El Papa sugiere que no podemos cuidar el amor al prójimo  y cultivar el afán de lucro al mismo tiempo. Esa es una aseveración que proviene de la propia tradición bíblica, de palabras atribuidas al propio Jesús de Nazaret. Donde está tu tesoro está tu corazón.








6 comentarios:

Anónimo dijo...

"Levántate, yo también soy hombre", le aseguro que quedará en mi memoria durante mucho tiempo.
Gracias, querido Gonzalo!

Gonzalo Gamio dijo...

Ese es el legado de Pedro, un ser humano que sirve a su comunidad espiritual, y Francisco va en ese decisivo camino de fe.

Anónimo dijo...

Es verdad, Francisco es un papa que vive con una idea más coherente con el mensaje que quiere dar la iglesia.

Anónimo dijo...

Un comentario sobre una cuestión que no atañe al argumento central del artículo, pero sí a un prejuicio común del autor del blog. Las discrepancias al interior de la Iglesia, incluso al interior de la ortodoxia católica, han sido una constante desde los tiempos de los apóstoles.
Los cuestionamientos no nacen con la Ilustración ni con la modernidad.

Gonzalo Gamio dijo...



Nadie ha dicho lo contrario. Lo que he dicho es que el conservadurismo peruano planteaba la absoluta suscripción del punto de vista del Papa, hasta que el Papa plantea ideas progresistas sobre la defensa del ecosistema.

Saludos,
G.

Anónimo dijo...

Recuerda que los más conservadores, que se dicen reivindicadores de la tradición, son los más desobedientes a la Iglesia y al Papa. Los lefebvristas son un ejemplo de ello. No hay por qué sorprenderse de esta actitud.