Gonzalo Gamio Gehri
“¿Qué
es lo que nos retiene aún aquí?
Los
amados descansan hace tiempo.
En su
tumba termina nuestra vida;
miedo
y dolor invaden nuestra alma.
Ya no
tenemos nada que buscar
–harto
está el corazón–, vacío el mundo”.
La cita indica un
nuevo interludio de meditación literaria. Nuevamente son los Himnos a la noche de Novalis.
Siempre me ha impresionado el enorme impacto de la nostalgia en el
romanticismo alemán; definitivamente su temple de ánimo constitutivo. Siempre
vuelvo sobre esta idea, que he rastreado desde mis primeros años en el estudio
de los autores de ese complejo proyecto espiritual. La retirada del presente,
la progresiva desaparición del re-cuerdo de las vivencias del pasado. Sophie se
ha ido – ha muerto – y Novalis contempla su tumba con profundo dolor. “En su
tumba termina nuestra vida; miedo y dolor invaden nuestra alma”.
Novalis está
explorando una experiencia básica de la condición humana, la vivencia de la
temporalidad como la anulación del instante, la conversión inexorable del
presente en pasado. El instante se convierte en sombra. Los propios recuerdos
se van desdibujando. Los intentos por retener de manera fidedigna esa memoria
del pasado están condenados al fracaso. La finitud es el elemento fundamental
de la vida humana. En Novalis este sentimiento lo lleva a afrontar una
situación de radicalmente extrañamiento frente al mundo circundante. Lo dice
con reveladora claridad: “–harto está el
corazón–, vacío el mundo”. Siente que no tiene nada que buscar.
Novalis descubre
su propio lenguaje a partir de esta dura experiencia. Los Himnos y el Enrique de
Ofterdingen dan testimonio del
surgimiento de este lenguaje. Ese lenguaje constituye el mapa que orienta el
alma que anhela el nóstos. Sin
embargo, la patria no es un lugar – como en Homero -, es el sentimiento de
plenitud perdida.
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