Gonzalo Gamio Gehri
Navidad. El nacimiento
de Jesús es recordado por los cristianos como un acontecimiento básico en la
historia sagrada. Es el signo de la encarnación. Mi padre comentaba hace una
semana que podría argumentarse teológicamente que la Navidad podría ser considerada
el corazón de la fe cristiana. Que con frecuencia hemos desplazado el centro de
gravedad espiritual hacia el martirio de la Cruz, desatendiendo acaso la Navidad
como clave para reconocer el ingreso de Dios en la temporalidad humana. A su
juicio, el pesebre sería tan importante como la Cruz como fuente de redención. Me
pareció muy interesante como posible objeto de reflexión y conversación más
bien filosófica. Tomé nota. A esa
encarnación se asocia la Buena Nueva, y ésta es indesligable del sacrificio y
la Resurrección de Cristo.
La Navidad me conmueve
especialmente por la cuestión de la fragilidad. Los cristianos rememoran que el
Hijo nace como uno de los más pequeños y débiles, identificándose con ellos. Jesús
se compromete especialmente con los más vulnerables (el pobre, la viuda, etc.),
pero no excluyó a nadie. Se trata del llamado a la construcción de una comunidad
espiritual fundada en el ágape. La
construcción de un nosotros sin
fronteras de ninguna clase. Ninguna de las creaturas de Dios está fuera de las
redes de confianza y solidaridad que constituyen esa comunidad. Para los
cristianos, el nacimiento de Cristo es un signo fundamental en la historia de
la formación del Reino. La violencia no constituye un medio legítimo para la
edificación de ese Reino. La violencia se opone radicalmente al ágape. Jesús jamás consintió en usar la
fuerza o a imponerse para guiar a los seres humanos. Opuso la libertad al
ejercicio de la fuerza, y el servicio al uso del “poder”. Si bien - según lo que dice el propio Evangelio - el
Reino está en medio de nosotros, no es de este
mundo, es decir, su gestación no responde a las estrategias y exigencias
habituales en la conducción del “mundo” del enfrentamiento por el poder y de la
competencia económica. Requiere gratuidad, compromiso con los demás, y sentido
de justicia.
La Navidad constituye
el inicio de ese itinerario espiritual y ese llamado radical a la fraternidad.. Feliz Navidad.
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