Gonzalo Gamio Gehri
“Medrosos y nostálgicos los
vemos,
velados por las sombras de la
Noche;
jamás en este mundo temporal
se calmará la sed que nos abrasa.
Debemos regresar a nuestra patria,
allí encontraremos este bendito
tiempo”.
Nuevamente quien habla es Novalis
– desde los Himnos a la Noche - y lo
hace desde la conciencia de la pérdida de lo que más quería – su amada Sophie, muerta poco tiempo antes de la escritura de esta obra –
y la certeza de que aquella pérdida no podría verse superada en el reino de lo
finito y contingente. Volverse a la Noche, al principio de todo, parece ser la
respuesta. La nostalgia es una vez más el temple de ánimo del poeta, el dolor
de la ausencia y el anhelo del retorno a la patria.
Pero – a diferencia de los
guerreros argivos, que pretendían poner fin a la guerra y volver a sus tierras –
la “patria” del poeta romántico no es un lugar, es lo que se ama con mayor fervor y vehemencia. Lo divino, la propia infancia, la libertad, Sophie,
en el caso de Novalis, la plenitud e infinitud que ella entraña. Una fuerza
más poderosa que la que ejerce la propia Naturaleza o el Mundo conocido por la ciencia (el mundo de la luz del día y sus
creaturas, en la perspectiva del aerista); un sentido de pertenencia más poderoso que el que exige la propia sociedad, sus militancias, sus consensoss. El poeta persigue lo que más ama, y aspira a
ser auténtico con esa misión. La visión novaliana de la oscura cabellera de la
amada es la visión de la misteriosa Noche. El verdadero misticismo de la poesía
amorosa. Las categorías poéticas tienen en los Himnos un sustrato biográfico a
la vez que cósmico. El tiempo del reencuentro es el acceso a la Eternidad.
Trascender los fenómenos desde la vivencia genuina del amor.
“Medrosos y nostálgicos los
vemos,
velados por las sombras de la
Noche”.
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