domingo, 10 de febrero de 2013

GUSTAVO GUTIÉRREZ: TEOLOGÍA PROFÉTICA*





Gonzalo Gamio Gehri

El Padre Gustavo Gutiérrez – premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2003 y Premio del Ministerio de Cultura 2012 -  es sin duda uno de los intelectuales más importantes del Perú. Es, además, un intelectual muy peculiar, porque – como teólogo y como hombre de fe – persigue en primer lugar que el pensamiento riguroso pueda hacerse carne y vida concreta. Desde Teología de la liberación. Perspectivas (1971), Gutiérrez ha sostenido que la teología esclarece y orienta la praxis. De acuerdo con sus reflexiones, la teología es tanto Palabra  sobre Dios como Palabra sobre la condición de los seres humanos en el mundo. Esta palabra humana está inscrita en el espacio y el tiempo de las relaciones humanas. Está inserta en la historia. El “lenguaje” mismo pone de manifiesto la sociabilidad y la temporalidad como rasgos distintivos de la vida de las personas y de sus modos de lidiar con el mundo.

 La Palabra sobre Dios se pronuncia en un contexto histórico-social determinado. En ese sentido, la teología de la liberación es considerada una “teología inductiva” – al lado de las teologías feministas, las teologías ecologistas, la teología política de Metz, las teologías africanas, etc. -,  en contraste con las teologías más tradicionales y conservadoras, que se conciben a sí mismas como “deductivas”. Este es un juicio correcto, por supuesto. Gutiérrez asume como punto de partida el hecho social de la pobreza y la exclusión en América Latina. Esta propuesta está enmarcada en la tesis cristiana de la encarnación. En contraste con otras religiones cuya espiritualidad persigue abandonar el mundo para lograr la plenitud o la trascendencia, el cristianismo sostiene que el Espíritu logra la plenitud sólo si ingresa en la historia y en el horizonte de la experiencia humana. La kénosis es un principio básico del cristianismo, y la teología de la liberación lo recoge como una pauta fundamental de su análisis.

La encarnación es una parte importante del misterio de nuestra fe. Pretender salir de esa encarnación histórico-social equivale a no comprender del todo el cristianismo. Por supuesto, esta dimensión concreta no agota la trascendencia del Espíritu – leer Beber en su propio pozo pone de manifiesto la riqueza de la teología de Gutiérrez en materia de espiritualidad y de recogimiento frente al misterio divino -, antes bien, muestra el enorme valor de lo que significa ser-para-los demás: el cultivo del ágape y la construcción del Reino son propósitos centrales en la vida del cristiano[1]. El Reino no es solamente el estado de cosas al que uno puede aspirar después de la vida; se trata también de una forma de vivir en comunidad basada en el ejercicio de la justicia y del amor que puede configurarse aquí y ahora, con las limitaciones que impone la finitud. “No se va a decir: está aquí o está acá”, dice el propio Evangelio, “y sepan que el Reino de Dios está en medio de ustedes”  (Lucas 17, 21).

La pobreza y la exclusión son situaciones incompatibles con el trabajo por el Reino de Dios y su justicia. Gutiérrez señala que ser pobre es estar expuesto a una muerte prematura. La situación de injusticia que padece convierte al pobre en un blanco potencial de violencia física o psicológica, y a diferentes formas de discriminación. Dadas las circunstancias que enfrenta, él no puede acceder a las condiciones que le permitirían poner en ejercicio las capacidades básicas para llevar una vida de calidad. Se le excluye de cualquier forma relevante de participación en el mercado y en la esfera pública. No se les reconoce de facto los derechos que protegen a los ciudadanos de una comunidad política. La pobreza y la exclusión no son “hechos” de la naturaleza, como los desastres naturales. Se trata de situaciones que son generadas por decisiones humanas y estructuras sociales concretas[2]. Es cierto que muchas veces los perpetradores de tales injusticias – o quienes han decidido coexistir amigablemente con ellas en los contextos de la vida cotidiana – tienden a encubrir las situaciones de injusticia bajo el engañoso lenguaje de las fatalidades[3]. El caso de la discriminación racial, sexual y socioeconómica son buenos ejemplos de esta forma de daño.

En el Primer Testamento y en los Evangelios encontramos múltiples referencias críticas a la pobreza como una condición inaceptable que debe ser cuestionada y combatida desde las exigencias morales y espirituales que plantean la Alianza con Dios y el esfuerzo por el Reino. Hacer abstracción de estos pasajes y exigencias trastocaría el mensaje mismo de la Escritura. Constituye también una preocupación para la Iglesia Católica, como atestiguan los documentos del Concilio Vaticano II, así como las reuniones de la Igelsia latinoamericana celebradas en Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Juan Pablo II usa la expresión “estructuras de pecado” para referirse a estructuras sociales que lesionan la dignidad humana y minan una cultura de la solidaridad al interior de los pueblos. La “opción preferencial por el pobre” es ya el estandarte de la doctrina social de la Iglesia. La cultura de paz que promueve el cristianismo denuncia la pobreza y la exclusión inconsistentes con el ideal de justicia y amor presente en el Evangelio.

Al poner en un primer plano la injusticia manifiesta que es la pobreza, Gutiérrez está poniendo en ejercicio una antigua tradición crítica que se remonta a los primeros textos bíblicos, al corazón del magisterio de Jesús y al pensamiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Cultiva asimismo esta práctica hermenéutica cuando entabla un diálogo lúcido entre la teología de la liberación y la literatura de Vallejo y de Arguedas. Pero además este proceder en el quehacer teológico converge perfectamente con la actividad profética – presente tanto en los textos proféticos como en la prédica de Juan y las enseñanzas de Jesús – consistente en la crítica radical – esto es, atento a las raíces - de las prácticas injustas en el seno de la comunidad, a partir de la invocación del acervo de saberes y experiencias presentes en la propia comunidad. En la propia comunidad espiritual – en sus “fuentes de sentido” - encontramos los recursos críticos que permiten el señalamiento de la injusticia y la reforma de nuestras prácticas. La memoria de la “buena nueva” anunciada por Jesús y sus discípulos pone de manifiesto la inhumanidad de la violencia en cualquiera de sus versiones, incluyendo las que producen la desigualdad y la restricción de las libertades y los derechos de las personas.

En la teología de la liberación propiamente dicha encontramos estos motivos proféticos, así como estos referentes de tipo hermenéutico. Señalar que en el mensaje cristiano el Espíritu se encarna implica – desde un punto de vista ético y social – involucrarse con la situación de los demás, seres de carne y hueso, especialmente con el duro trance que enfrentan quienes padecen injusticia y exclusión. Es preciso pensar la justicia y comprometerse con ella. La vida y la obra de Gustavo Gutiérrez constituyen un testimonio y un ejemplo permanentes de esta preocupación estricta por el bien del otro.






* Una versión de este post será publicada en la Revista Tarea.

[1] Revísese asimismo las importantes reflexiones de Salomón Lerner Febres sobre la fe cristiana, que encuentro próximas a esta senda teológica trazada por Gutiérrez. Cfr. Lerner Febres, Salomón Universidad, fe y razón Lima, PUCP 2007.

[2] Véase Gutiérrez, Gustavo “Pobreza y teología” en Páginas 191 Febrero 2005 pp. 14-15.
[3] Cfr. Shklar, Judith N. The faces of  injustice New Haven  and London, Yale University Press 1988.

4 comentarios:

Richard dijo...

Me parece muy curioso. En el anterior artículo acabas de criticar a los liberales que justificaron la dictadura de Pinochet por los buenos resultados económicos que tuvo. Citas correctamente a Foxley.
Y ahora alabas a Gutiérrez, quien critica la pobreza pero en su mismo libro Teología de la Liberación, que mencionas tan elogiosamente, el exalta los grandes méritos de la Revolución Cubana (y no es que ella tuviera poco tiempo, ya habían pasado más de 10 años de instauración del comunismo). Se evidencia claramente tu doble estándar. Así es casi toda la izquierda.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Richard:


No hay doble estandar. "Teología de kla liberación. Perspectivas" es una obra temprana. Una obra de los setentas, con los marcos teóricos de aquel tiempo, que el autor ha revisado - como muchos autores que escribieron en aquel tiempo y luego siguieron desarrollando una perspectiva -. Gustavo Gutiérrez señala que habría que considerarse la segunda edición - él revisó algunos puntos - y el nuevo prólogo, "Mirar lejos". Tomar en cuenta asímismo textos como "La verdad os hará libres" y "Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente", que suponen reflexiones sobre los cimientos de esta teología.

Finalmente, el post explica bien lo que admiro en la vida y obra de Gutiérrez, un ser humano extraordinario y un hombre de fe.

Quien haya leído mis textos sabe que no soy un revolucionario y que defiendo la democracia liberal.

En lugar de etiquetarme falazmente como un "izquierdista socialista", examina mi argumento sobre el liberalismo, si es consistente o no. De eso se trata. Los estigmas no sustituyen a la crítica o a la refutación.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Considerar que es un hombre intelectual porque sus publicaciones tienen como premisa siempre los pobres, y éstos a su vez pertenecen a un contexto social, y por tanto, un auge completo y preocupante, me parece que es demasiado elogiar. Ahora, pensar en un mundo ya bastante superado de racismo y de diversas élites (al menos como décadas pasadas de real discriminación que no se asemeja en nada a la actual) y hablar sobre “preferencia del pobre” para mí no es otra cosa que voltear el pastel. Todo tipo de preferencias crea la diferencia, y por tanto la desigualdad. Decir que: La pobreza y la exclusión son situaciones incompatibles con el trabajo por el Reino de Dios y su justicia; me parece que desmerece desde ya todo tipo de espiritualidad cristiana, porque anularía desde ya el nacimiento del fundador del mismo cristianismo, que nació y vivió pobre, de esa misma pobreza del que habla Don Gustavo Gutiérrez. Mi comentario no tiene como afán desmerecer a su tan elogiado autor, pero si discrepar con ciertas consideraciones que no son merecidas, y que ya muchos dolores de cabeza dio a Su Santidad de entonces. No adecuarse a muchas disposiciones de facto, y de obediencia, que desde ya la Doctrina Social de la Iglesia, -a la que también alude-, y al Derecho Canónico, a la que todo sacerdote antes de ordenarse sabe que tiene y debe de adecuarse no por obligación, sino por vocación, no muestra otra cosa que ser un “hombre de fe” como también lo presenta, no es tan cierto como se lee. Mi comentario tampoco pretende que se lea como un argumentun ad hominen, porque no es su intención, pero creo que hay que tener muy en claro al citar, y mas al elogiar para no confundir a quienes empiezan en la lectura. Es bueno tener lo positivo y negativo, de todo, de todos. Decir una cosa, y después decir: pensándolo bien sostengo otra, me parece poco serio. Un hombre de fe, me parece el Papa, que para más tiempo arrodillado, que dando discursos. Los ricos y de clase media también tienen un lugar en el cielo, no se si en la visión de pertenencia del paraíso de Gustavo Gutiérrez. Hubiera querido conocerlo más como teólogo en sus predicas en el púlpito de una Iglesia, que como político. En todo caso es rescatable sus opiniones en favor de los pobres, sobre todo por los pobre de espíritu, como fue la preocupación principal de Jesús, es más, fue el compendio de los cuatro evangelios, los pobres de espíritu.

Anónimo dijo...

. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA

Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

Ejemplo:

Ceder el paso a un peatón.

Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

Poner un intermitente

Cada vez que cedes el paso a un peatón

o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años