Gonzalo Gamio Gehri
Mario Vargas Llosa ha señalado que el Museo de
Se trata de un paso importante. Una buena noticia, sin duda.
Blog del profesor Gonzalo Gamio Gehri, dedicado a la filosofía práctica y a temas de justicia transicional, política democrática y Derechos Humanos. Este es un espacio dirigido a la discusión en torno a los conflictos culturales y políticos en el seno de un mundo plural y secular.
Gonzalo Gamio Gehri
Mario Vargas Llosa ha señalado que el Museo de
Se trata de un paso importante. Una buena noticia, sin duda.
Gonzalo Gamio Gehri
Manrique pone de manifiesto su extrañeza frente a la decisión del TC, que va en una dirección completamente diferente a su pronunciamiento de 2006 sobre el tema de
Me parece que este es un punto crucial (particularmente - aunque no exclusivamente - para quienes somos contrarios al aborto). Nos interesa saber si existen evidencias que señalen si
“
Se trata de un tema polémico, sin duda, y que toca directamente el asunto de la secularidad del propio Estado peruano. Manrique recuerda que “recién en 1915 el Congreso del Perú se atrevió a cambiar la legislación que consideraba delito punible profesar cualquier religión que no fuera la católica”, lo cual constituye un dato realmente escandaloso. Hasta una fecha tan reciente los ciudadanos peruanos no podían ejercer su legítimo derecho a la libertad de conciencia y predicar su fe. En esa línea de reflexión, no sorprende que algunos integristas de la Blogósfera pidan el retorno del Estado confesional – una propuesta que, como argumenté hace poco, cuenta con el rechazo de muchos creyentes que estamos en contra del aborto – asumiendo una perspectiva contraria al respeto de los Derechos Humanos básicos. Adereza la polémica el hecho de que
Más allá de la opinión que cada ciudadano pueda formarse acerca de los efectos de
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE DELIBERACIÓN Y FINITUD
Gonzalo Gamio Gehri
“Porque Zeus puso a los mortales en el camino del saber, cuando estableció con fuerza de ley que se adquiera la sabiduría con el sufrimiento. Del corazón gotea en el suelo una pena dolorosa de recordar e, incluso a quienes no lo quieren, les llega el momento de ser prudentes.”[1]
Siempre me he preguntado porqué los compositores de tragedias – pensadores de primera línea en la reflexión clásica sobre la ética y la política – han insistido en señalar que la sabiduría se logra a través del dolor. Por supuesto, esta posición re-vela la forma peculiar de la relación de los mortales con los dioses, e incluso el rol de la anámnesis en el espacio público ateniense. No obstante, más allá del horizonte cultural inter-intencional de su enunciación, la sabiduría trágica pone de manifiesto dimensiones fundamentales de la cosa misma, la comprensión del carácter finito y contingente tanto de la vida humana en cuanto tal, como de las propias excelencias que es capaz de desplegar un agente humano.
“Porque sufrimos, reconocemos haber actuado mal”, reza al verso 926 de Antígona, que después examina Hegel en
No podemos erradicar el dolor de la experiencia humana sin dejar de ser lo que somos (cfr., el rechazo de Ulises al ofrecimiento de la inmortalidad por parte de Calipso en Odisea V), pero podemos aprender de él, aun en las situaciones más amargas. En el fondo, no nos queda alternativa. Eso lo sabemos cuando perdemos a un ser amado. Aprender en torno a nuestros límites en tanto mortales, aprender en cuanto al trato que le debemos a los demás y a la medida correcta en los diferentes asuntos de la vida. Reconocer que la realidad que debemos enfrentar no está hecha a la medida de nuestros deseos; antes bien, suele ejercer una sólida resistencia frente a ellos. Considerar y percibir la inconmensurabilidad de los bienes que buscamos y aspiramos cultivar, así como la heterogeneidad de los males que combatimos o procuramos evitar. Tomar conciencia de que cualquier pretensión de autosuficiencia para una vida humana está condenada a fracasar. Extraer, finalmente, de la experiencia de la adversidad la aguda lección de Tiresias, según la cual la buena deliberación es el mejor de los bienes, incluso cuando sabemos que no podemos bosquejar del todo el escenario de nuestras vidas.
Gonzalo Gamio Gehri
En más de un sentido, Charles Taylor es el hermenéuta vivo más importante en cuanto al cultivo de la filosofía práctica se refiere. Desgraciadamente, es más conocido en Latinoamérica por sus textos de divulgación que por sus libros más sistemáticos. En ellos, desarrolla un análisis muy fino de la fenomenología de la experiencia ética y del concepto de identidad. Fuentes del yo siguen siendo aquí nuestro material fundamental de cuestionamiento y discusión. En esta obra Taylor explicita sus puntos de vista frente a estos temas que en otros lugares apenas bosqueja someramente[1].
Un importante cambio de Gestalt ha tenido lugar aquí para que el primer eje adquiera supremacía en la ética moderna. Se trata de un giro conceptual en donde la idea de la persona humana como fin último de la sociedad (o incluso del “cosmos”) tiene el rol protagónico. La tesis de que la dignidad del individuo no puede ser sacrificada en nombre de un ideal mayor, puesto que se entiende al agente moral como titular de derechos inalienables, se impuso en occidente como resultado del declive de una concepción que situaba al hombre como parte de un orden natural que lo trasciende y rige sobre él. El “sentido” de la vida humana manaba de ese orden, en oposición a los tiempos modernos, en los que presuponemos que tal sentido nos habla desde dentro de nosotros, desde las profundidades del yo. La articulación de la historia narrativa de este giro hacia la interioridad y hacia el individuo constituye buena parte del programa de las Fuentes del yo, una historia en la que las tensiones internas de la herencia cristiana, ilustrada y romántica constituyen el hilo conductor narrativo.
[1] Por ejemplo,confrontar La ética de la autenticidad op.cit. caps. 2 – 4.
[2] Sobre esto cosúltese el importante libro de Bernard Williams, Ethics and the limits of philosophy London, Fontana Press / Collins 1985; asimismo Taylor, Charles Fuentes del yo op.cit. cap..3 (especialmente el numeral 3.3).
[4] Cfr. MacIntyre, Alasdair Historia de la ética Barcelona, Paidós 1994 cap. 2; idem, Justicia y Racionalidad Barcelona, Ediciones internacionales Universitarias 1994 caps. 2-3.
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