lunes, 10 de diciembre de 2007

CHARLES TAYLOR: AGENCIA Y DELIBERACIÓN PRÁCTICA. ALGUNOS APUNTES


Gonzalo Gamio Gehri


Como se sabe, Charles Taylor - profesor emérito de McGill University - es uno de los más importantes interlocutores de la discusión ética contemporánea. Sus planteamientos han sido erróneamente asociados al llamado "comunitarismo"; es en realidad un hegeliano cuya postura en filosofía práctica ha recibido una gran influencia de Aristóteles y de la tradición fenomenológica y hermenéutica. La premisa filosófica de esta posición es aquello que Taylor llama el punto de vista del agente encarnado, la perspectiva del sujeto como ser capaz de experiencia, y como intérprete de todo aquello involucrado en sus modos de actuar en el mundo. En el ámbito específico de la praxis, esta perspectiva se traduce en la descripción fenomenológica de las formas de deliberación, elección y acción que el agente desarrolla en la configuración de sus planes de vida. En este contexto constituye una contribución importante para este tipo de reflexiones la distinción tayloriana entre evaluaciones débiles y evaluaciones fuertes, entre evaluaciones en donde la intensidad de los deseos de facto determina el sentido de la elección y aquellas formas de discernimiento práctico en donde el agente se ve confrontado por modos de ser, valores y fines que considera esenciales para calificar su vida como “buena”, “significativa”, etc. Tales bienes constituyen una referencia ineludible respecto a la propia percepción del individuo como un agente moral. Hemos visto cómo estas reflexiones sobre la orientación de los deseos no son ajenas a las crisis de interpretación y a los conflictos de valores.

Tales formas de deliberación práctica suponen nuestra inscripción en un horizonte de cuestiones importantes, marcos de referencia en donde tienen lugar nuestras distinciones cualitativas. Dicho horizonte cumple una función análoga a la del campo perceptivo respecto de la orientación espacial. Nuestros compromisos con ciertos valores tienen sentido en conexión con “una ontología de lo humano”, un conjunto de interpretaciones / argumentos acerca del hombre y su lugar en un mundo significativo, argumentos susceptibles de reformulación e interpelación crítica. En esta línea de pensamiento la defensa de la dignidad del individuo – moderna y originalmente cristiana – debe entenderse en el contexto del cambio de localización de las fuentes del bien, resultado de la crítica de las cosmologías morales deudoras de una teoría del logos óntico.

Estas argumentaciones ontológicas ciertamente sitúan el debate moral en la perspectiva de la primera persona del singular y el plural, las formas ordinarias de reflexión práctica practicadas en el mundo de la vida. Implican una toma de decisión acerca de la “naturaleza” de la razón práctica, en contra – por ejemplo – de las éticas naturalista y procedimental, que defienden el punto de vista de la tercera persona, culturalmente desvinculado. Taylor esgrime contra ellos el Principio BA, según el cual es preciso incorporar como explicación más completa de los compromisos prácticos del agente, aquellas articulaciones de valor y razonamiento que pueden hacer inteligibles ante otros las opciones, fines y narrativas vitales del agente, sin simplificaciones o mutilaciones de tales compromisos y discursos. Se trata de que la explicación práctica haga justicia a la complejidad conceptual de las “capas fenomenológicas” que constituyen nuestra “realidad moral”.

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