Gonzalo Gamio Gehri
Las distopías literarias retratan
mundos en los que la capacidad de pensar se resiente o se proscribe. Mundos en
los que los “valores” se asumen como dados, y no se discuten; sólo se “inculcan”.
Pienso en el caso de muchos educadores que conciben la formación en ética de
forma dogmática. Pienso asimismo en quienes sostienen que el desarrollo sólo se
mide con crecimiento económico, innovación tecnológica y una educación que sólo
pone énfasis en el cuidado de las “ciencias exactas”. Las humanidades sólo “cuentan
cuentos”, según esa perspectiva tan sólidamente arraigada en el prejuicio. Este
asunto me llevó a retomar los temas que examiné en un artículo sobre Huxley, -
redactado en mis años de estudios doctorales - acerca de los vínculos entre el
concepto de contacto humano y racionalidad práctica en la utopía tecnológica
presentada por Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz, en la que se
retrata el Londres del futuro como un mundo social sin vínculos sustanciales ni
deliberación.
El trabajo mencionado
desarrollaba una argumentación que seguía cuatro pasos. 1).- presenté
una descripción de las concepciones epistemológicas y antropológicas que
subyacen al mundo social “fordiano” descrito por Huxley, poniendo énfasis en la
primacía de la racionalidad instrumental y la metafísica mecanicista. Intenté
mostrar cómo esos compromisos conceptuales implican el rechazo de las formas
encarnadas de discernimiento práctico y los lenguajes de contacto humano; 2).-
intenté mostrar, en segundo lugar, en qué medida el impulso crítico de los
personajes Bernard Marx y Helmholtz Watson genera una cierta rehabilitación de
una comprensión neoaristotélica de la deliberación, la heterogeneidad de los
bienes y el carácter constitutivo de las relaciones humanas en la configuración
del agente ético; 3).- cómo la aparición del Salvaje en el hilo
argumental de la novela permite la contrastación del lenguaje cientificista de
Utopía tecnológica con nuevas formas de expresión del contacto humano en
términos de la relación yo-tú; 4).- finalmente, discutí la concepción fordiana de
la experiencia de lo absoluto a partir de un examen de los pasajes finales de
la novela, en la célebre conversación entre el Salvaje y el Supremo
Interventor, Mustafá Mond.
El libro echa luces sobre la
compleja represión de las libertades en nombre del “bienestar de la mayoría”. Como
en 1984, la aspiración al ejercicio
de la libertad es un rasgo incómodo y autodestructivo, una tendencia que puede
combatirse en nombre de la “felicidad”. En ambos casos, los personajes deben
luchar por defender su derecho a elegir y a discrepar.
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