viernes, 10 de agosto de 2012

NARRACIÓN Y MEMORIA







Gonzalo Gamio Gehri

Lidiar con el pasado suele ser una tarea difícil[1]. El pasado es irreversible y constituye en parte el tipo de personas que somos. Configuramos nuestra identidad a través de la historia del curso de nuestra vida, forjada a partir de conflictos, vínculos sociales, adhesión y abandono de instituciones, así como la experiencia de éxitos y fracasos en el diseño y ejecución de proyectos propios y ajenos. La capacidad de narrar de manera coherente y articulada esta clase de historias permite construir un retrato consistente acerca de quiénes somos. Las vivencias que le confieren alguna forma de lócida percepción y dirección al relato cuentan como relevantes en clave hermenéutica. Narrar la historia de una vida implica establecer una conexión significativa entre el pasado, el presente y el futuro al interior de la trama de dicha existencia. Esto vale tanto para el caso de los individuos como para el de las instituciones y comunidades.

Narramos estas historias y comprendemos su sentido a partir de un trasfondo de valoraciones que nos permite percibir e interpretar su posible hilo conductor. Como sostiene Martha C. Nussbaum en un reciente estudio, “no podemos observar una vida ni escuchar una historia sin ir equipados de antemano con ciertas intuiciones preliminares acerca de lo que es significativo y lo que no”[2]. Por supuesto, el devenir de esa vida y de esa historia relatada puede cuestionar, poner a prueba e incluso modificar nuestras intuiciones y distinciones de valor; esta experiencia de cuestionamiento ético puede afrontarla tanto quien vive o narra la historia como el que la escucha y la interpreta. La composición de estos relatos nos inserta en una dinámica de aprendizaje ético que compromete por igual el ámbito de las vivencias y el de los principios.

 El ejercicio de la memoria resulta imprescindible para llevar a cabo la tarea de narrar una vida y, con ello, hacerla inteligible ante uno mismo y ante otros, poner de manifiesto su sentido y veracidad. Rememorar es hacer patente “la presencia viva del pasado”[3], para utilizar las palabras del historiador francés Henry Rousso. El pasado presente en la hora actual [4] , que se nos plantea como desafío y como interpelación. Ajustar cuentas con el pasado-presente puede ser una tarea incómoda y dolorosa, pero constituye una tarea ineludible si lo que se busca es discutir y elegir conscientemente una orientación sensata para la vida, convertirse en un potencial (co) autor del propio destino.


[1] Este es un adelanto de un ensayo que saldrá publicado en el siguiente Páginas.
[2] Nussbaum, Martha C. Crear capacidades. Barcelona, Paidós 2012 p. 33.
[3] Rousso, Henry “El estatuto del olvido” en: Varios autores, ¿Por Qué recordar? Barcelona, Gránica 2002 p. 88.
[4] Revísese sobre este tema, MacIntyre, Alasdair Tras la virtud Barcelona, Crítica 1987 cap.15.

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