Gonzalo Gamio Gehri
Muchos teólogos y académicos en el mundo consideran que los problemas que hoy enfrenta la Iglesia Católica son la expresión no de una crisis de fe, si no de una crisis institucional ¿Se puede decir lo mismo en un nivel local? El caso de la negativa de la autoridad eclesiástica limeña a renovar la licencia del P. Gastón Garatea parece apuntar en esa dirección. El hecho que tantos ciudadanos hayan firmado los comunicados a favor de Garatea – entre ellos muchos sacerdotes – pone de manifiesto una sana disposición a pronunciarse en situaciones de justicia e injusticia, incluso cuando la decisión de una autoridad eclesiástica está de por medio. Muchos catòlicos estàn convencidos de que en este caso el sentido de justicia ha prevalecido entre los creyentes sobre el silencio y el temor. Los defensores de la medida han intentado deslizar la idea falsa de que quienes apoyan al P. Garatea son conocidos “enemigos de la fe y de la Iglesia ”. Basta observar la lista para darse cuenta que tal hipótesis resulta absurda y malintencionada. Los apologistas de la discutible decisión cardenalicia han comparado extrañamente a la Iglesia con clubes, empresas o fábricas de calzado para afirmar que los miembros de tales organizaciones “o aceptan las reglas o se van”, distorsionando las declaraciones de Garatea y distorsionando la naturaleza comunitaria de la propia Iglesia. Carlos Garatea Grau ha mostrado cómo los integristas católicos que han comentado este caso se han esforzado por torcer el lenguaje - y alterar maliciosamente la verdad - para confundir a la gente. Rosa María Palacios ha recordado bien que la obsesión con las reglas no era una actitud propia de Jesús si no de los fariseos.
Esta tesis “o te alíneas – en silencio – o te vas” es usada hoy como una especie de arma arrojadiza, aunque sea contraria a la práctica de la profecía y (y contraria al mensaje del Evangelio, pues es precisamente esa disposición dogmática la que exigían los fariseos). Desconoce, además, la diversidad de enfoques y tendencias que uno puede encontrar en la teología y en el pensamiento católico. La Iglesia es un espacio de diálogo, y también lo es (con sus matices propios, pues se trata de escenarios diferentes) la institución universitaria. En un artículo publicado en El Comercio, Rafael Rey ha señalado que la PUCP es, con algunas excepciones, “una casa de formación de ideología anticristiana y anticatólica y centro de capacitación de la ideología marxista y de la políticamente correcta”. Sin duda, estas expresiones están cargadas de ignorancia y mala fe. La afirmación de Rey revela un absoluto desconocimiento de qué se enseña en la PUCP , pero revela también una extraña situación: Rey cree que “la ideología marxista y lo políticamente correcto” convergen teóricamente, o pueden coexistir o pueden formar parte de un mismo paquete intelectual.
Si lo "políticamente correcto" se define en términos de la concepción ética y política fundada en el respeto de los derechos humanos, el cuidado de la diversidad y los principios democráticos, entonces resulta claro que este pensamiento resulta incompatible con el ideario del marxismo ortodoxo. Marx consideraba que los derechos humanos eran exclusivamente “los derechos del hombre burgués”, y los marxistas del siglo XX identificaban los principios de la democracia como meros procedimientos que legitimaban el dominio de la clase burguesa y la explotación de los trabajadores. Por otro lado, concebían el discurso contra la discriminación cultural y de género como una mera superestructura, vale decir, “conciencia falsa”.
Es curioso que Rey se refiera de manera despectiva a la ideología de lo “políticamente correcto” – esto es, la cultura liberal de los derechos humanos – y que le moleste que se la examine y discuta en la PUCP , puesto que ella se refiere a lo que está dispuesto en la Constitución Política del Perú, carta que él mismo supuestamente se comprometió a defender cada vez que juramentó como ministro o como parlamentario. La tesis según la cual todas las personas somos titulares de derechos e iguales ante las leyes, y que no debemos ser víctimas de exclusión o menosprecio por cuestiones de raza, género, cultura, etc., constituyen principios que trascienden los derroteros ideológicos de los individuos y son ya un signo de civilización en materia moral, legal y política. Uno se pregunta si esa irritación frente a las propias bases del ethos democrático procede finalmente de un imaginario autoritario. Sorprende que algunos políticos cuestionen que ese legado liberal sea objeto de enseñanza en las aulas.
Sospecho que toda esta retòrica paleoconservadora chata y vacìa acerca de la PUCP como una “casa de formación de ideología anticristiana y anticatólica” tiene que ver con el talante plural de la PUCP , con que no existan temas que no sean materia de discusión racional, o acaso que no existan libros prohibidos, como se ha señalado que existen en otros centros de educación superior de tipo conservador. Quizás tiene que ver con que en ella no se imparte una educación dogmática y vertical, basada más en la autoridad y en el culto a las tradiciones que en el espíritu socrático de la búsqueda del mejor argumento. O que no exista un enfoque único del tipo neotomista, como en ciertos lugares confesionales en los que proliferan los manuales, y no la lectura directa de los autores. En algunos espacios conservadores, si no eres un realista metafísico o no suscribes una teología deductiva (o una extravagante cosmología "neoteísta") entonces eres un "anticatólico", así seas un lector devoto de textos teológicos y de mística cristiana; si no compartes determinados esquemas teóricos o ideológicos, eres un "relativista" o un "escéptico" (y rara vez el acusador define estos términos de manera convincente, pues le basta y sobra con lo que dicen los lamentables manuales al respecto).
En realidad lo que está aquí en juego es la idea misma de universidad, antes que cualquier otra cosa. Una universidad es una comunidad de investigación. Como tal, la verdad constituye la meta de la investigación, no su punto de partida. Un genuino centro de investigación no excluye a priori temas o autores. Examina las diferentes posiciones y argumentos sobre un problema, y busca el más sólido y consistente entre ellos. Esto en el terreno de las ciencias, incluida la teología. La universidad no es un lugar para la rígida corrección doctrinal o para la mera confrontación ideológica, si no para la búsqueda del saber, para el esfuerzo racional por la verdad, en un clima de apertura a la libertad intelectual y el cuidado del propio juicio. Las aproximaciones dogmáticas no dejan lugar alguno para el asombro, el cuestionamiento y el anhelo de ciencia o sabiduría. Sólo los integristas asumen que tienen toda la verdad antes de empezar a pensar críticamente. Sólo los inquisidores condenan un sistema de pensamiento antes de examinar sus cimientos, y sospechan del ideal de tolerancia. Una universidad que merezca tal nombre está dispuesta a discutir honesta y rigurosamente diferentes concepciones del mundo y la vida, sin anteponer otra autoridad que la de la prueba y el argumento. Una universidad católica, además, aporta una reflexión sobre el diálogo fe-razón en el marco de esa apertura y libertades, imprescindibles para el proceso de investigación. Que una universidad católica defienda legítimamente su autonomía y carácter plural no constituye una expresión de una "crisis de fe"; todo lo contrario, ella está vindicando su condición de ser una genuina universidad, una sólida institución académica al servicio de la sociedad peruana y del Pueblo de Dios. Se trata de un espacio de conocimiento que no puede verse degradado por expectativas completamente ajenas a la vida del intelecto.
En realidad lo que está aquí en juego es la idea misma de universidad, antes que cualquier otra cosa. Una universidad es una comunidad de investigación. Como tal, la verdad constituye la meta de la investigación, no su punto de partida. Un genuino centro de investigación no excluye a priori temas o autores. Examina las diferentes posiciones y argumentos sobre un problema, y busca el más sólido y consistente entre ellos. Esto en el terreno de las ciencias, incluida la teología. La universidad no es un lugar para la rígida corrección doctrinal o para la mera confrontación ideológica, si no para la búsqueda del saber, para el esfuerzo racional por la verdad, en un clima de apertura a la libertad intelectual y el cuidado del propio juicio. Las aproximaciones dogmáticas no dejan lugar alguno para el asombro, el cuestionamiento y el anhelo de ciencia o sabiduría. Sólo los integristas asumen que tienen toda la verdad antes de empezar a pensar críticamente. Sólo los inquisidores condenan un sistema de pensamiento antes de examinar sus cimientos, y sospechan del ideal de tolerancia. Una universidad que merezca tal nombre está dispuesta a discutir honesta y rigurosamente diferentes concepciones del mundo y la vida, sin anteponer otra autoridad que la de la prueba y el argumento. Una universidad católica, además, aporta una reflexión sobre el diálogo fe-razón en el marco de esa apertura y libertades, imprescindibles para el proceso de investigación. Que una universidad católica defienda legítimamente su autonomía y carácter plural no constituye una expresión de una "crisis de fe"; todo lo contrario, ella está vindicando su condición de ser una genuina universidad, una sólida institución académica al servicio de la sociedad peruana y del Pueblo de Dios. Se trata de un espacio de conocimiento que no puede verse degradado por expectativas completamente ajenas a la vida del intelecto.
9 comentarios:
Gamio,
¿Qué comentario podría hacer a este pasaje del discurso de Benedicto XVI?
"La primera cualidad de quien gobierna es la justicia, virtud pública por excelencia, porque atañe al bien de toda la comunidad. Sin embargo, la justicia no basta. San Ambrosio la acompaña con otra cualidad: el amor a la libertad, que él considera elemento decisivo para distinguir a los buenos gobernantes de los malos, pues, como se lee en otra de sus cartas, «los buenos aman la libertad, y los malos aman la esclavitud» (Epistula 40, 2). La libertad no es un privilegio para algunos, sino un derecho de todos, un valioso derecho que el poder civil debe garantizar. Con todo, la libertad no significa arbitrio del individuo; más bien, implica la responsabilidad de cada uno. Aquí se encuentra uno de los principales elementos de la laicidad del Estado: asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, pero siempre en el respeto de los demás y en el contexto de las leyes que miran al bien de todos".
¿No hay un claro contraste entre tu visión relativista y laica y el pensamiento del Papa (y cabeza visible de los católicos)? ¿Cómo explicas esta incoherencia?
"Redhair":
Primero, mi visión no es "relativista" - ver en el blog múltiples entradas sobre esto -, segundo, no creo que la apelación a la responsabilidad esté reñido con lo que yo he sostenido aquí. La responsabilidad y la libertad de conciencia están implícitos en una visión pluralista de la vida. "Asegurar la libertad para que todos puedan proponer su visión de la vida común, pero siempre en el respeto de los demás y en el contexto de las leyes que miran al bien de todos". Eso es compatible con una sociedad democrática.
Por último, no existe "incoherencia" alguna, mi post respeta los principios elementales de la lógica, y si calza perfectamente o no con el texto citado es otro problema.
No decía que tu texto no era coherente en sí mismo. De hecho sí lo es y mucho (dentro de una posición que ayuda a cimentar la dictadura del relativismo).
Me refería a que hay una oposición radical entre los presupuestos de tu post y los enunciados de tu líder espiritual. Especialmente cuando señala que la "libertad no es un privilegio de algunos" como plantean muchos de los comisionados CVR. También cuando señala que
"la libertad no significa arbitrio del individuo; más bien, implica la responsabilidad de cada uno"... Es decir, en contraposición a lo que tú planteas, el Papa afirma libertad no es libertinaje sino que implica una responsabilidad sobre mis actos y para con los demás.. No Gonzalo, libertad no implica tirar por la borda los principios morales... Para un católico la libertad no es escusa para justificar todo....
Mi postura no es relativista, vèase lo que he escrito al respecto. Y lo que dices sobre la CVR no tiene ningún asidero textual.
Nadie expulsa por la borda los principios en nombre de la libertad. Nada de ello se sigue de mi texto.
El comentario de Redhair me sugiere una pregunta Gonzalo ¿Por qué sostienes que democracia, libertad y relativismo deben estar intrinsecamente relacionados? Yo creo que una democracia sin algunos principios sólidos se prostituye rápidamente y sus consecuencias afectan negativamente a toda la sociedad.
Estimado profesor Gamio:
A veces me cuesta identificarlo como laico o laicista. A mi parecer, cada post que usted realiza tiene el cuidado de no caer en el extremo. Aunque yo escribo que ser laico no es un extremo, sino un medio entre dos extremos, sustentado en la tolerancia y la justicia.
Redhair, confunde ambos términos (¿laico o laicista?).
Opino que usted pretende democratizar la Iglesia y colocar la verdad como susceptible a la apelación de las masas. No encuentro sentido en que muchos firmen a favor del Padre Garatea, porque la acto del Cardenal no es susceptible verlo desde la perspectiva democrática; es más, la Verdad no necesita de una forma de gobierno. Parece la escena de Jesucristo y los fariseos, éstos apelando a su mayoría para la crucifixión.
Si un laico o laicista cree en la separación de lo temporal y espiritual, debe comenzar por respetar la decisión de ambas instituciones.
Creo también que la crítica a la decisión del Cardenal no es sólo una tema de institución, sino de fe. La autoridad eclesial se reconoce en el respeto a la Iglesia que se asienta en la Verdad. Contradecir la enseñanza católica o Evangelización del mundo ¿No es acaso objeto de sanción?
No puedo evitar comentar que existen algunos católicos que son susceptibles a una opinión contraria; es decir, que uno tiene que pensar sí o sí en lo que ellos creen. Siento decir que a veces caen en hipocresías y terminan destruyendo lo que comparten con amor, sobre todo aquellos que están en el camino de la Consagración.
"...la verdad constituye la meta de la investigación, no su punto de partida". Es completamente cierto. El problema en la investigación se presenta cuando no se encuentra la verdad.
Por otro laso, tengo dos anécdotas que he apreciado en el aula y otra afuera por parte de católicos, entre muchos. Primero, un católico preparándose para su consagración tiene facebook, mi amigo debate con él sobre temas polémicos, y termina por botarlo de "I like" y mucho menos le habla a pesar que son amigos y compañeros de aula. Segundo, un profesor pregunta le pregunta a otro amigo: "¿Qué es la biotecnología?" Él responde con la definición de un autor no católico; el profesor lo invita a salir de la clase diciéndole que busque la definición de la Iglesia.
Es doloroso ver estas situaciones.
Al final del tiempo, todos somos responsables por lo que pensamos, decimos y actuamos.
Saludos cordiales.
Estimado Martín:
Mi posición no es relativista, para nada. La democracia requiere de principios sólidos, y estos están presentes en los derechos humanos . Son no negociables y apuntan a cimentar la convivencia social.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado José:
No sostengo que la mayoría decida el caso Garatea, si no que existen buenos argumentos para pensar que se trata de una injusticia. Parece que incluso no se han respetado los procedimientos del derecho canónico en este caso.
Los casos que cuentas se resumen en "fundamentalismo". Comparto tu juicio sobre ello.
Gracias por tu comentario. Es cierto que no pretendo que mis escritos sean extremistas: me interesa desarrollar un argumento sólido, basado en el problema mismo.
Saludos,
Gonzalo.
estimado profesor gonzalo
que opina usted sobre la reforma de los estudios eclesiasitcos de filosofia
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccatheduc/documents/rc_con_ccatheduc_doc_20110128_dec-rif-filosofia_sp.html
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