lunes, 7 de marzo de 2011

EL VALOR DE LA FINITUD: UNA NOTA SOBRE “MEET JOE BLACK”





Gonzalo Gamio Gehri


La crítica no trató bien a Meet Joe Black (1998), de Martin Brest, pero se trata de una de mis películas norteamericanas favoritas en virtud de su hilo narrativo y trasfondo mítico. Intrigada por una conversación entre una joven y su padre, la Muerte (Brad Pitt) decide tomar el cuerpo de un joven y pasar una temporada entre los mortales, con el fin de aprender acerca de los secretos de la vida. Se aloja en casa del empresario Bill Parrish – a quien le revela su identidad, y a quien advierte que le quedan escasos días de vida – para tomar lecciones sobre aquello que significa vivir a plenitud. Los seres que pertenecen al ámbito de lo eterno no pueden orientarse sino bajo la guía de un ser mortal. Considera a Parrish un hombre íntegro y tiene mucha curiosidad respecto de su breve discurso sobre la necesidad de experimentar las tempestades del amor y de la pasión. Pronto se enamora de Susan (la hija, que es médico, encarnada por Claire Forlani) y la Muerte se ve envuelta en su propia tempestad interior. Conoce además los conflictos de poder que sacuden la empresa de Parrish, los nudos familiares, las conspiraciones de salón de sesiones de Directorio.

No voy a concentrar mi reflexión en el plano estético o en el lado formal del filme, eso se lo dejo a los especialistas. A pesar de los diversos pasajes ingenuos de la película, me parece que desarrolla un punto interesante. Me gusta el argumento. Escuchando a dos mortales hablar, la Muerte percibe que se está perdiendo de algo importante. Su perspectiva infinita y eterna no le ha permitido sin embargo, tomar contacto con el dolor, el amor, la confusión, la incertidumbre, y en general todo lo que hace que los seres humanos nos aferremos a esta vida. Joe Black aprende a reconocer la plenitud en las cosas pequeñas, en el sabor de la mantequilla de maní, el paseo por la ciudad, el suave tacto del cabello de la mujer que ama, el miedo a perderla. Todo eso le era completamente desconocido. Lo infinito requiere de lo finito, decía Hegel; sin mundo, Dios no es Dios. Ahora la Muerte es más sabia, porque ha afrontado la experiencia de lo negativo: la (inter)dependencia, la ausencia, el anhelo, la necesidad. “Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios”, dice también Vallejo, en clave hegeliana. Es la riqueza de lo finito lo que otorga verdadera infinitud. Hay que poner una especial atención a la escena en la que Black conversa con una paciente terminal jamaiquina sobre el sentido de la vida, la soledad y el valor de los recuerdos, cómo esta mujer se convierte en una lúcida maestra de la Muerte respecto de lo que significa llevar una vida y prepararse para lo que sigue. Cuando la Muerte debe retirarse – en aquella escena memorable de la fiesta de cumpleaños de Hill, en la que Joe y Bill contemplan extasiados el espectáculo de fuegos artificiales -, lo hace con gran desazón, pues ha comprendido finalmente el valor de lo finito. Separarse de Susan, desconectarse de la belleza y la magia del reino de lo temporal. No hay nada más difícil que dejar ir lo que uno ama más. Volver al horizonte de lo eterno supone para él un esfuerzo doloroso. Jamás pensó que su paso por el mundo de los mortales podría modificar de esa manera su perspectiva sobre las cosas. Ha aprendido a respetar y a valorar a los seres humanos, aquellas criaturas fugaces que otrora recogía casi sin mirar. Conoce sus apegos, sus virtudes y sus miserias de un modo que no tiene precedentes. Ha logrado una sabiduría desconocida hasta entonces entre los inmortales.

Peculiaridades de la vida mortal, que a los inmortales captura. Un viejo motivo griego que de alguna manera encontramos en Meet Joe Black.


Imagen: Claire Forlani y Brad Pitt. Tomada de aquí.

7 comentarios:

César dijo...

El mensaje de la cinta no la salvó de la ferocidad de la crítica porque, aparte de sus clichés narrativos, el tema de la muerte como motivo de un replanteamiento vital ha sido una constante en el cine -más de lo que se cree- y mucho mejor tratada. Me imagino películas como "Ikiru" de Kurosawa o "El Sabor de las Cerezas" de Kiarostami. A proposito de esta última, dejo una escena con un monólogo que concuerda totalmente con su post (atender también a la sutil metáfora de las curvas del camino)

http://www.youtube.com/watch?v=c2QybWhSxwc

Gonzalo Gamio dijo...

Hola César:

Muchas gracias. Ciertamente, la película combina cierta ingenuidad con algunos diálogos muy interesantes, como el que señalo.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

hahahahahha nice 1

Eddy Romero Meza dijo...

Ingenuo como la caja de bombones de Forrest Gump y profundo (ingenuo) como la metáfora que se propone y se hilvana su historia e historias.

Eddy Romero Meza dijo...

Mortalidad e inmortalidad. Odiseo frente a Calipso. He de ser divino o nadie (Ulisses). Odiseo apostó por ambos.

Gonzalo Gamio dijo...

"Raimer",

Si acaso pretendes que yo publique tus comentarios, entonces sé más educado y - por Dios - usa el corrector ortográfico. De lo contrario, tendrás que acostumbrarte al uso del paréntesis.

Parece que la alcantarilla no descansa.

sandra dijo...

Me ha encantado su opinión de la película que acabo de ver y que cada vez que la dan en el cable la miro si puedo. No soy filósofa ni ilustrada en literatura antigua como algunos comentaristas que he leído, pero a mi la película me ha hecho llorar en varias escenas y reflexionar en otras más sobre nuestro paso por la vida. Lo corta que es la vida y la importancia del amor. El amor a un hombre, el amor a la familia y de los amigos. La muerte es inevitable, pero llevarse el amor que uno cosechó en esta vida es el premio de vivirla bien, aunque a veces duela. El amar es sublime que hasta se puede morir por amor. Te mando un saludo y encantada de leerte.