viernes, 26 de julio de 2013

LA HORA PRESENTE



Gonzalo Gamio Gehri

Lo que ha sucedido en el Congreso en cuanto al nombramiento del Defensor del Pueblo, así como a la elección de los miembros del Tribunal Constitucional y del Banco Central de Reserva es realmente inaceptable y vergonzoso. Ya no necesitamos un gobernante autoritario como Fujimori para arrasar con nuestras instituciones o debilitarlas hasta la agonía; los congresistas pueden hacer ese perverso trabajo, repartiéndose los cargos de estos importantes organismos públicos de control, seleccionando a sus componentes a partir de sus afinidades partidarias y mezquinos intereses de facción. Qué gran pasión por la legalidad y las libertades básicas puede abrigar quien elige candidatos privilegiando las expectativas de poder antes que la trayectoria profesional, la formación académica, el compromiso democrático y la integridad de las personas. Pregúntese el lector cuántos entre esos candidatos al TC son constitucionalistas, cuántos son doctores, o enseñan o han publicado libros de derecho constitucional. Esos elementos básicos de juicio no cuentan para nuestros congresistas.  Con esta clase de negociaciones inescrupulosas degradan el ejercicio de la política y minan el funcionamiento de nuestra inestable democracia. Han privilegiado el cálculo instrumental partidario sobre su responsabilidad con la institucionalidad y la justicia básica en materia de lo público. Esta actitud ha merecido el rechazo de la ciudadanía.

Llama la atención la reacción de los principales dirigentes políticos peruanos. El Presidente Ollanta Humala exhorta a Sousa y a Freitas a dar un paso al costado, pero pretende que las personas sugeridas por Gana Perú para esos puestos se mantengan en el cargo. Alan García, a su turno, alega que esta elección debería quedar sin efecto, pero no dice que su real intención es que la actual composición del Tribunal Constitucional – que incluye personajes vinculados al aprismo – permanezca en el ejercicio de la función pública. Keiko Fujimori, por su parte, condena la actuación del parlamento, pero pretende que olvidemos que ella participó en las negociaciones que culminaron con la postulación fujimorista del abogado personal del ex presidente recluido en la Diroes, un personaje que no es especialista en derecho constitucional y que no se ha distinguido precisamente por comprometerse con la causa de los derechos humanos. Estos líderes políticos omiten toda referencia a su participación en la componenda y en la posterior  decisión respecto a la elección de los integrantes de estos organismos fundamentales. Sus esfuerzos por revertir la situación revelan evidente cinismo e hipocresía.

Las movilizaciones de estudiantes y trabajadores contra este modo de proceder de los parlamentarios y de sus dirigentes nos ha llevado a que nos preguntemos si en el Perú se está gestando una nueva forma de acción política. Hay quienes consideran que estas marchas podrían ser el anuncio de un resurgimiento de un espíritu cívico semejante al de las protestas contra el régimen de Alberto Fujimori. Otros dicen que estaría por nacer un movimiento de indignados como el desarrollado en España o Brasil. Es muy pronto para concluir cualquiera de las dos cosas. Lo cierto es que se necesita la construcción de  una ética del compromiso cívico para garantizar la vigencia del Estado de derecho y el fortalecimiento de instituciones autónomas.  Estas instituciones no se defienden solas: poco podemos esperar de una autodenominada “clase dirigente”, centrada en sus propios intereses y prerrogativas, tan complaciente con el autoritarismo y tan altamente tolerante a la corrupción. La institucionalidad democrática requiere ciudadanía activa. La ciudadanía requiere, a su vez, de un cuerpo legal y político que le brinde pautas y canales a través de los cuales pueda desplegarse. Yerran los que hoy piden cerrar el Congreso, haciendo eco de esas malhadadas  voces que una vez avalaron y aplaudieron la autocracia y la rapiña del fujimorato. Ese remedio siempre ha sido peor que la enfermedad. Necesitamos de los principios e instituciones de la democracia formal tanto como de la  acción política de las personas.





6 comentarios:

Daniel Salvo dijo...

Estimado Gonzalo, me ha gustado leer, al fin, un comentario centrado y preciso en torno a la actual coyuntura, y cómo das con la cuestión más importante: la creación de ciudadanía.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Daniel:

Muy agradecido por tu generoso comentario. Efectivamente, necesitamos una participación cívica que sostenga nuestras instituciones y procedimientos de carácter público.

Alfredo P. dijo...

Esto sí es indignante: los mismos que apoyaron al nacional-humalismo, ahora dicen sentirse "indignados" frente al mismo gobierno que ellos apoyaron y ayudaron a instalarse en el poder:

http://gonzalogamio.blogspot.com/2011/06/alivio.html

A sabiendas de que el nacional-humalismo es una corriente caudillista, plagada de trepadores ambiciosos capaces de todo con tal de mantenerse en el poder y repartirse prebendas; estos autodenominados guardianes de la moral y de la virtud apoyaron al nacional-humalismo, guiados mayormente por su odio primitivo y visceral hacia el fujimorismo (cuyo crimen imperdonable fue derrotar a sus parientes ideológicos, implementar las reformas estructurales que nos han llevado hacia el crecimiento económico y sepultar a la izquierda peruana en el hoyo del cual no sale hasta el día de hoy).

El voto es un ejercicio de responsabilidad, no se da el derecho de voto a cualquiera, se supone que sólo votan aquellos mayores de 18 años porque tienen un mínimo de responsabilidad sobre sus actos y pueden elegir con mayor conocimiento de causa.

También es indignante que frente a la legítima protesta ciudadana ante el alejamiento de sus representantes electos, surgan no indignados y sí "aprovechados" que buscan pescar a río revuelto. Las marchas promovidas y organizadas por agrupaciones de la izquierda peruana más rancia y radical (esas que se han agrupado ahora bajo el rótulo de FAI), marchas que buscan ahora tumbarse el sistema democrático y el modelo económico bajo consignas de cerrar el congreso y buscar una asamblea constituyente para elaborar una "nueva constitución" que reemplaze a la vigente de 1993.

la izquierda peruana así, repite consignas que nos quieren llevar a donde ella se encuentra ahora, en la caverna; buscan destruir todo lo avanzado en cuanto a desarrollo económico e implantar -otra vez- un modelo estatista y socialistoide como el que imperó en el Perú bajo la constitución de 1979 y que ya fracasó, llevándonos a la ruina.

Aquellos autodenominados guardianes de la moral y de la virtud, en vez de sentirse "indignados" con el gobierno que ellos mismos apoyaron y llevaron al poder, deberían de hacerse alguna autocrítica por su proceder.

Gonzalo Gamio dijo...

Muchos vatamos por Humala, a partir de la suscripción de la Hoja de Ruta, y lo volveríamos a hacer, porque el fujimorismo representaba y reepresenta una década de cleptocracia y dictadura.

Ese voto de confianza no implica renunciar a cuestionar los errores que este régimen pudiera cometer.

Alfredo P. dijo...

Apenas quince minutos después del flash electoral de la primera vuelta de abril de 2011 que anunciaba el ballotage entre Keiko Fukimori y el candidato del nacional-humalismo y sin que todavía exista ese cuento para engañar a incautos conocido como "la hoja de ruta" y sin que se presenten los autodenominados "garantes", el titular de este blog ya anunciaba sus simpatías hacia la opción nacional-humalista a la cual había escogido como su "mal menor":

http://gonzalogamio.blogspot.com/2011/04/un-dilema-tragico.html

No es casual que varios comentaristas de este enlace le pidan calma ante tan aventurada apuesta, sin que se avizoren alianzas o compromisos por parte del nacional-humalismo.

Ojo, son estos los mismos sectores que en 1990 optaron por apoyar a un NN frente a la opción liberal y de modernidad encarnada en ese entonces por MVLl, el odio contra el libre mercado los llevó en aquella oportunidad a favorecer a Fujimori, ahora vemos que esa apuesta fue producto de una deficiente lectura de la realidad, básicamente guiada por odios.

Tanto en 1990 como en abril del 2011, el odio irracional, visceral y primitivo fue un pésimo consejero.

Insisto, en vez de sentirse "indignados" por el gobierno que ellos mismos llevaron al poder, deberían de pedir perdón y hacerse una autocrítica (si pueden).

Gonzalo Gamio dijo...

Por supuesto, votaría otra vez por Humala. Creo que un gobierno de K. Fujimori sería malsano. El fujimorismo dejó el país sumido en el crimen. No hubiera podido votar por un partido dinástico, cuya "lideresa" no ha trabajado en su vida, cuyo record parlamentario es nulo, y cuya fuente de ingresos es un misterio. Humala fue, y sigue siendo, el mal menor. Pensar que el fujimorismo es algo así como el FREDEMO es absurdo.