miércoles, 28 de marzo de 2012

PERSEO Y MEDUSA




Gonzalo Gamio Gehri


Este es uno de los mitos más célebres del mundo griego, lamentablemente distorsionado por versiones posteriores que han intentado recrearlo sin demasiado rigor. Perseo era hijo de Zeus y Dánae, quien fuera recluida en una torre por su padre Acrisio, el rey de Argos, para evitar que tuviera descendencia. Zeus la visitó bajo la forma de una lluvia de oro. Acrisio temía que un oráculo funesto pudiera cumplirse si el niño sobrevivía. El rey ordenó encerrarla a ella y al niño en un cofre de madera y arrojarlo al mar. Guiado por una mano divina (la de Zeus) el cofre fue a parar a la isla de Serifos, donde Perseo creció al lado de su madre.

Los problemas llegaron cuando – varios años después - el rey de Serifos, Polidectes, pretendió desposar por la fuerza a Dánae. Perseo le prometió regalarle la cabeza de Medusa – la terrible Gorgona que petrificaba con la mirada – a condición de que renunciara a su madre. No conocía el real alcance de sus palabras. Polidectes aceptó el acuerdo, pensando que así podría deshacerse del joven. No obstante, Atenea – antigua enemiga de Medusa – se comprometió con la causa de Perseo. La diosa le regaló un bruñido escudo, que le serviría para ver a Medusa a través de su reflejo, dado que no debía por ningún motivo mirarla directamente. De Hermes obtuvo una poderosa espada, con la que enfrentaría al monstruo. Sin embargó, aún necesitaba tres objetos fundamentales para coronar con éxito su misión, que custodiaban las ninfas de Estigia: unas sandalias aladas, el yelmo de invisibilidad de Hades y un zurrón mágico para guardar la cabeza de la Gorgona. Sólo las Grayas – tres brujas antropófagas que compartían un solo ojo y un solo diente, y que vivían al pie del monte Atlas – conocían el paradero de estos objetos. Consiguió arrebatarles el ojo y el diente y logró forzarlas a señalar el lugar de los instrumentos mágicos.

Perseo se encaminó a Hiperbórea, donde encontró a Medusa, que dormía. Con la mirada fija en el bruñido escudo, siguiendo el reflejo, decapitó a la Gorgona de un golpe. Inmediatamente, sus dos hermanas despertaron, pero el héroe pudo evadirlas usando el yelmo, que lo invisibilizó. De este modo, Perseo pudo sobrevivir. Al pasar por Filistia, divisó a una joven que, desesperada, estaba encadenada a una roca, esperando la acometida de un feroz monstruo marino. Era la princesa Andrómeda, y le correspondía enfrentar un destino nefasto. Su madre, Casiopea, había ofendido a las nereidas aseverando que su hija las aventajaba en hermosura. Como castigo a su insolencia, Andrómeda debía ser devorada por la bestia. Al verla, Perseo quedó conmovido por su belleza, se notaba en los oscuros y brillantes ojos de Andrómeda una profunda tristeza, pero también una luz de esperanza que la aferraba a la vida. Su cabello azabache ondeaba con la brisa marina, mientras a su alrededor rompían las olas. El guerrero argivo decidió salvarla, comprometiéndose con sus padres a hacerlo si le concedían su mano en prenda. Los reyes asintieron, y Perseo, resuelto a arriesgar la vida por la princesa, enfrentó al monstruo. Lo mató usando su espada, decapitándolo. Ofreció luego sacrificios a Zeus, Hermes y Atenea, y celebró sus bodas con Andrómeda.

De regreso a Serifos, Perseo hubo de enfrentar a Polidectes, quien juraba que le había enviado a una muerte segura. Se presentó en medio de un banquete real, y fue recibido con abierta hostilidad por el soberano y los suyos. Perseo les mostró la cabeza de la Gorgona; el rey quedó petrificado, junto a todos los comensales, cómplices suyos que habían conspirado contra Perseo y contra su madre. Finalmente, entrego la cabeza de Medusa a Atenea, quien la fijó a su escudo.

El destino llevaría a Perseo a Argos y a asumir el trono, pero esa es otra historia que contaremos en otra ocasión.

miércoles, 21 de marzo de 2012

OMNICONTENTOS




Gonzalo Gamio Gehri

El columnista de El Comercio Diego de la Torre – profesor de la Universidad del Pacífico, según tengo entendido - ha dicho en un artículo publicado en ese diario que Vallejo “fue un maravilloso poeta, digno de un Premio Nobel, pero creo que influyó de manera negativa en el subconsciente colectivo de los peruanos”. A su juicio, autores como Vallejo y Ribeyro ponen énfasis en el fracaso y el sufrimiento. “Con una actitud así”, sentencia De la Torre, “no se crea algo grande, menos aun un ciudadano con mentalidad ganadora y sin complejos”. Con esta frase el autor declara la superioridad moral de raquíticos libritos de autoayuda como ¿Quién se ha llevado mi queso? – convertidos en bibliografía básica en ciertas universidades-negocio, eso ya lo sabemos – sobre Poemas Humanos y La palabra del mudo. Después de todo, de lo que se trata es de producir “emprendedores” o “gerentes innovadores”, porque el verdadero “desarrollo” procedería del trabajo esa clase de actores y no de quienes piensan de una manera sombría y pusilánime. Lo que es verdadero es lo que se puede medir, lo que vale (o tiene sentido) es lo que se puede traducir en utilidades económicas (¿Es que hay algo más?). El razonamiento que proviene de esta clase de perspectiva es tan simplista como disparatado.

Las reacciones ante esta ridícula columna han sido numerosas y han coincidido en señalar la conmovedora ignorancia de este personaje. Gustavo Faverón ha reflexionado - con especial contundencia e ironía - sobre lo que significa que El Comercio publique notas de esa pobre calidad y tan poco seso. Estoy de acuerdo con él en que no se trata solamente de que De la Torre sea un ignorante en cuestiones de literatura: el artículo citado en realidad rechaza torpemente el tipo de conocimiento ético que aportan la literatura y otras disciplinas humanas, que se basan en una exploración de la condición humana, de sus grietas y zonas oscuras, y en la denuncia de la injusticia y sus perniciosos efectos en la vida de las personas. De la Torre sostiene que cuentos como Alienación de Ribeyro contribuyen a fomentar el derrotismo nacional – curiosa tesis en un país en el que el sistema educativo no promueve precisamente la lectura -, cuando se trata de un relato que examina los males de la discriminación racial; parece que para estos edulcorados devotos del coaching la configuración de una “mentalidad ganadora” implica reprimir la “queja”, incluso cuando se trata de combatir la injusticia. No es difícil imaginar que De la Torre consideraría a Esquilo, Shakespeare o Benjamín – todos ellos a la vez pensadores trágicos y críticos de la injusticia – como parte de un coro de infelices que conspiran contra el “progreso” y enturbian el “espíritu positivo (vale decir, ganador)”.

Preocupa la chata y unilateral visión de la vida que tienen estos nuevos e improvisados predicadores: sean productivos, o perezcan, la pobreza no tiene causas, los que quieren salir adelante no les importa si la vida es injusta, etc. Para estos gurús de la "superación", el mercado es el espacio más importante de la sociedad, la competencia es el modo natural de interacción humana, la actividad racional consiste en el cálculo costo / beneficio, la "eficacia" es la virtud fundamental; esa clase de presuposiciones pasan como evidencias en el estrecho y monocorde discurso que proclaman aquí y allá, sin perder la sonrisa. Ese ideario podrá permitirles caminar sobre las brasas, pero no contar con una comprensión sensata de la existencia humana. Estos curiosos catequistas de la “motivación” y del “liderazgo” no parecen tener problema alguno con cerrar los ojos a una realidad más amplia y compleja que la que bosquejan sus prejuicios y esquemas. En la novela filosófica Así hablaba Zaratustra, Nietzsche llamaba “omnicontentos” a quienes renunciaban a percibir e interpretar lúcidamente la vida, con sus zonas grises, con una conciencia clara de la propia fragilidad, con la experiencia del vacío. Los omnicontentos se aferran a una alegría bobalicona, que no encierra sabiduría alguna sobre lo que significa vivir. No es difícil percibir en la pobre retórica de la nota que comentamos este pobre espíritu. No sorprende que juzguen la obra de Vallejo como completamente ajena a sus convicciones.

sábado, 10 de marzo de 2012

LOS CUENTOS Y LA VIDA




Gonzalo Gamio Gehri


No puedo ocultar mi aprecio por la literatura, por el modo en que ella se ha convertido en permanente cómplice espiritual de las personas, de sus afectos y aspiraciones más profundas. Por eso la presencia de Eurídice, Antígona, Orfeo, Teseo, Sigfrido, Alcestis, Alicia y el conejo, y tantos otros personajes e historias en este blog. La literatura está en las grandes cosas, pero también en los pequeños detalles; en eso reside su incalculable valor. Su cercanía respecto de la vida es considerablemente mayor que la del concepto. Ella se adentra en el alma de la gente, en sus pensamientos y conflictos y, a menudo, sirve de compleja guía y fuente de inspiración en momentos de confusión y desesperanza.

Los mitos y los cuentos nos ayudan a comprender las peculiaridades del tiempo y los espacios de la interacción humana. Muestran con suma claridad cómo la durabilidad del instante varía si se trata del momento del disfrute o de la melancolía. La literatura describe muy bien la irrupción milagrosa de aquellas personas que han aportado decisivamente a nuestras vidas a través del amor, la amistad, el conocimiento, la acción cívica o el conflicto mismo. Piénsese en el primer encuentro de Dante y Beatrice, o las primeras palabras de Ulises a Calipso (e incluso la súbita aparición del conejo blanco en la vida de Alicia). Y el aporte del que hablo se revela tanto en las grandes cosas como en los pequeños detalles. A veces, las personas que han echado luces sobre zonas antes desconocidas de la propia alma – lo que en sí mismo constituye un genuino milagro -, son las mismas que nos permitieron descubrir nuevos platos o bebidas exóticas, a consultar nuevos textos, o a comprender a cabalidad algunas líneas de The Beatles que antes habíamos pasado por alto. El contacto con ellas puede llegar a tocar incluso nuestra experiencia literaria, de manera tal que el predicamento de Fausto y el ingreso de Teseo al laberinto de Creta adquieran un sentido existencial que no tenían en el pasado y que ahora permanece en ellos. Mientras el concepto asciende hacia lo general y abstracto, la literatura nos permite mirar de otra manera los matices de la vida cotidiana, nos invita a prestarle atención al instante y a los vínculos cercanos. Describe nítidamente el ritmo y la distancia de la conversación, el sentimiento de plenitud ante la victoria en la batalla, el dolor de la pérdida o la ausencia del ser amado, la incertidumbre frente al destino y tantas otras configuraciones humanas de sentido. Nos recuerda esas deudas existenciales, nos invita a visitar nuestras emociones y experiencias. Llama nuestra atención sobre las personas y los propósitos que nos importan.

Los mitos y los cuentos de hadas nos permiten conciliar el sueño, pero también explorar lúcidamente la naturaleza misma de nuestros sueños. Nos ofrecen poderosas palabras y metáforas que nos ayudan a expresar el amor, el temor, la confianza, la nostalgia, el pesar, así como otras formas de sensibilidad y pensamiento, de una manera radicalmente nueva, reveladora, conmovedora. Nos exhortan a mirar con otros ojos el mundo ordinario, antes que procurar (acaso erróneamente) “trascenderlo”; ella nos insta a amar aquello que mueve enteramente el corazón: como diría Maalouf, nos exhorta a percibir el sutil perfume del instante - sin que se pierda - y tocar la materia del recuerdo. La literatura pretende comprender la diversidad y mutabilidad de la vida y del entorno: quizás se trate más de un arte hermético, "mágico", que de una disciplina apolínea. No en vano Hegel - en sus primeros años - afirmaba que desde muy antiguo la literatura era la maestra de la humanidad.

jueves, 1 de marzo de 2012

MACARTISMO A LA CRIOLLA




Gonzalo Gamio Gehri


En cierta prensa, y no pocos círculos políticos y religiosos, se practica un curioso ejercicio de reduccionismo ideológico a la vez falaz y malintencionado. Si uno está a favor de la tesis liberal de que los individuos tienen derechos universales que deben ser protegidos en un nivel local e internacional, que la reconstrucción pública de la memoria constituye una condición fundamental para fortalecer lazos sociales lesionados por la violencia y que el cuidado del medio ambiente constituye una prioridad, entonces uno es tildado de “marxista”, etiqueta que se identifica luego con la de “comunista” y finalmente con la de “terrorista”. No importa si uno se la ha pasado las últimas dos décadas - desde los años de estudiante - criticando al marxismo, y defendiendo estandartes socialdemócratas. No importa aquí la verdad, lo que importa es crear un muñeco de paja (el “enemigo”) y atizar el fuego del temor y del prejuicio. Y se imaginan grandes complots de la “Internacional neomarxista” (p.e., la extraña nota de Francisco Tudela sobre este asunto, publicada hace meses), y cosas por el estilo, en la senda de Dan Brown. Detrás de todo conflicto social y político de relativa importancia, están los “cívicos”, los “caviares”, los “rojos”, etc. Las definiciones no importan, sólo los efectos sobre la audiencia. Todo ello ya es parte de la “época folletinesca” de la cual ya advertía Hermann Hesse.

Pasa, por ejemplo, con el tema de la CVR. Importa poco que uno cite el Informe Final, cómo la CVR reconoce el heroísmo de las FFAA y policiales, cómo se sindica a Sendero Luminoso como el principal perpetrador de delitos contra los derechos humanos, que su ideología es violenta y fanática, etc. No importa que se señalen los números de las Conclusiones, y las páginas. Esa prensa conservadora prefiere repetir el consabido discurso anti-CVR que no encuentra fundamento alguno en el texto, y que opta por la difamación, o por el ataque fácil y carente de argumentos. Prima la mera embestida verbal basada en un manifiesto (y penoso) desconocimiento del documento. Siempre habrán columnistas como Martín Santibáñez, que señalen falazmente – y con gran patetismo en el estilo – que toda la “izquierda” (= marxista, = condescendiente con el terrorismo) pretende “borrar de un plumazo la historia del Perú y colocar en su lugar el elusivo concepto de ‘memoria histórica’.” El autor evidentemente desconoce la compleja relación entre historia y memoria. Añade luego que la izquierda predica la violencia que mató a María Elena Moyano, quien – para su información - fue una heroica mujer de izquierda que precisamente enarboló el estandarte de la paz. El papel lo aguanta todo, una vez más. Esta prensa insidiosa y retorcida para la que todo vale con tal de doblegar al “rival” no le perdonará jamás a la CVR el haber colocado como corazón de su investigación los testimonios de cerca de 17,000 personas que vivieron la violencia. Poner en primer lugar la voz de las víctimas le confiere al Informe un valor muy particular, a diferencia de múltiples “historias oficiales” que soslayan el punto de vista de quienes padecieron los embates del terror y de la represión.

Existe un clima de intransigencia intelectual y de una nula preocupación por la verdad. Pasa con el tema de Conga, y pasa con la controversia en torno a la autonomía de la PUCP. En la perspectiva conservadora, se pretende desconocer la pluralidad de enfoques académicos presentes en la PUCP tildándola de “izquierdista” y “rebelde”, incluso se la pretende acusar de “impiedad” (¿Suena familiar?). La Universidad sólo aspira a garantizar su autonomía, así como la libertad de hacer uso legítimo de su patrimonio y promover la libertad de pensamiento como es propio de una verdadera universidad. Lo mismo sucede cuando se trata de estigmatizar el punto de vista de quienes defienden el equilibrio ambiental contra los intereses de las mineras. Véase el artículo de Juan José Garrido Enfrentados con el progreso, en el que señala que el “marxismo”, o sea “la izquierda”, es enemiga del empresario, y prácticamente de la racionalidad y del desarrollo.. Una especie de lucha entre la civilización y la barbarie. Un maniqueísmo absurdo que condena el debate a descender al nivel de una caricatura. Esta clase de actitud – un “macartismo espiritual” a la criolla - sólo abona el terreno del enfrentamiento. Álvaro Vargas Llosa ha comentado hace poco los peligros que acarrea esta defensa de posiciones trasnochadamente conservadoras. Su texto es discutible, pero convendría debatir su hipótesis en torno a la polarización que esta derecha antiliberal propicia. La Idea es que generaría una guerra ideológica nefasta, que sólo favorecería a los extremistas de todo cuño:

“El problema no es que intentasen devolvernos a los tiempos de la dictadura; vituperen el informe de la Comisión de la Verdad que desconocen; sospechen que la democracia está bien sólo para Estados Unidos y Europa; crean que los recelos de las comunidades contra el Estado propietario del subsuelo que entrega concesiones a capitales forasteros deben ser atropellados por la bota; aspiren a que las ONG sean proscritas; pretendan que los diarios libres sean perseguidos o insinúen que los políticos de izquierda también. El problema no es que crean que la Corte Interamericana de Derechos Humanos es una conspiración o los derechos humanos una cojudez, ni que hayan saturado las redes sociales de racismo y violencia. El problema tampoco es que, incapaces de ganar una sola de las batallas delirantes que emprenden, traten ahora ingenuamente de que Humala sea uno de los suyos o propugnen que la universidad peruana sea apéndice del clero más bruto y achorado para corregir los devaneos socialdemócratas. No, el mayor problema ni siquiera es su mentalidad de campanario o en que suspiren por una alianza entre Alan García y el fujimontesinismo para el 2016.

No, el verdadero problema, aquel que no debemos perder de vista, es que la DBA, que no significa nada aunque practique el onanismo de creerse algo, puede acabar incubando una IBA, una izquierda bruta y achorada, como ya sucedió. Velasco no hubiera sido posible si a Haya no le hubieran cerrado las puertas del poder, como el primer Alan García no habría sido posible si entre 1980 y 1985 la derecha hubiera empujado al gobierno a desmontar la herencia velasquista. Y Sendero Luminoso no habría sido posible si la radicalización de la izquierda, producto de una América Latina en la que la derecha antediluviana cerró las puertas al liberalismo, no hubiera anidado en un sector medio de provincias poseído por el resentimiento social”.