Gonzalo Gamio Gehri
Un hombre tiene que luchar por
realizar sus propias aspiraciones y vivir su vida, en contra de una misteriosa
organización que pugna por ajustar su vida y la de toda la humanidad a un plan
impuesto desde fuera. Este es un tema recurrente en las literaturas distópicas
y la ciencia – ficción. Es también la trama de Agentes del destino (Adjusment
Boureau), una película norteamericana de 2011 con ciertas pretensiones
filosóficas sobre esta materia. David Norris es un joven político que abriga el
proyecto de llegar al Congreso. Conoce a Elisse el mismo día en que su candidatura
fracasa. A Norris le impresionan los ojos grandes y hermosos, las cejas pronunciadas de
Elise Sellas, pero más la conversación franca e
inteligente que mantuvieron por unos minutos. Todo eso marcó su mente y su corazón. Esa
experiencia lo llevó a dar el discurso más conmovedor y sincero de toda su
trayectoria, que lo pone de nuevo en carrera para la siguiente elección.
Pero Norris tiene la idea fija de
encontrar a Elise. Algo los ha unido. Aunque la fortuna los reúne alguna vez, el
Buró de Ajustes – aquella misteriosa organización citada al principio – actúa para
frustrar cualquier encuentre entre los dos, porque no es conforme al Plan
urdido por El Superior. El político y la bailarina, empero, se buscan una y otra vez, incluso cuando parecen perder toda esperanza. La película
es interesante porque evoca una especie de burocracia dedicada a garantizar el
cumplimiento del Destino, comparando al Buró con los ángeles y al Supervisor
con el propio Dios. La idea es que los seres humanos no están preparados para
el libre albedrío, a menos que luchen por ello. Lo correcto es atenerse al
Plan. El amor – como tantas veces ha aparecido en la novela y el teatro –
aparece para oponerse al Plan. Una trama antigua discutida de manera
interesante, valiéndose además, de los recursos técnicos de los filmes
estadounidenses. Las actuaciones de Emily Blunt y Matt Damon son buenas, el
final resulta interesante.
La película plantea una manera
aguda de reivindicar la libertad individual, en el contexto de una clase de
distopia determinista. Interesante asimismo el rol que tienen tanto la danza
como la política en este conflicto.