miércoles, 24 de diciembre de 2014

NAVIDAD







Gonzalo Gamio Gehri


La Navidad es una festividad importante para quien ha crecido en medio de una tradición judeo-cristiana. Se rememora el ingreso de lo divino en el tiempo finito. La expresión Emanuel destaca esa convicción: Dios está con nosotros, literalmente. Habita nuestro mundo, comparte nuestras penas, nos brinda esperanzas de que es posible erigir un nuevo mundo – el Reino – en el que los vínculos humanos se organizan no en virtud de la violencia o a partir de la imposición de antiguas jerarquías, sino desde el cultivo del amor. El propio Jesús establece la pauta: «Ya no os llamo siervos, sino amigos» (Jn 15,15). Este es el corazón del Magisterio de Jesús.

Hegel, Chesterton y Gutiérrez consolidaron en mi mente esta idea teológica: el cristianismo no nos anima a salir del mundo, sino a saber estar en él. Y sin embargo, observar el mundo con otros ojos. Poner énfasis en la condición de los más vulnerables, y atender a sus aspiraciones legítimas y a su sed de equidad. El advenimiento del Reino no obedece solamente a consideraciones mesiánicas o relativas al sentido de la historia. Es una invitación a participar en la construcción de esa nueva forma de vida. Ese mundo espiritual no es sólo una promesa que se cumple después de la muerte: está en medio de nosotros. Todo eso está en los Evangelios.

Por ello el cristianismo supera la oposición entre religión y secularización. La convierte en una aparente oposición. Porque el mundo se revela como una encarnación del Espíritu, que se lleva a la perfección por la acción del ágape en la vida de las personas. La encarnación no es un evento cósmico, es un acontecimiento que puede reproducirse (re-crearse) en el horizonte de la vida cotidiana. Actuar por y para los demás – sin que el móvil sea el razonamiento meramente instrumental propio del mundo exclusivamente económico – es una forma de participar de esta héxis fundada en la promesa de ese Reino. Destacar la cooperación y la empatía frente a la mera competencia. Reivindicar lo común frente a aquello que atomiza nuestros vínculos.


Les deseo unas muy felices fiestas navideñas.

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