sábado, 1 de marzo de 2014

DISCERNIMIENTO, POLÍTICA Y ‘SENTIDO DE REALIDAD’




Gonzalo Gamio Gehri


La deliberación entraña no sólo la conexión entre reglas generales y casos específicos, sino que también implica la ponderación de los sentimientos ante la posibilidad de elaborar un bosquejo fidedigno de la situación, y proponer una reacción adecuada frente a ella. Aquello que la reina de Inglaterra en la obra de Shakespeare percibe como una amenaza latente a través de una intuición se convierte en objeto de un temor planamente justificado. Del mismo modo, Esquilo persigue contribuir a la educación de sus conciudadanos atenienses en el cuidado de la empatía y el sentido de justicia como elementos fundamentales de un discernimiento esclarecedor. A medida que los agentes educan su intelecto y su carácter – a través de procesos pedagógicos que incluyen la enseñanza y la experiencia – su capacidad de prestar atención a las cosas poniendo en juego las emociones en coordinación con la reflexión se irá fortaleciendo y adquiriendo sutileza y profundidad.

Diversas corrientes filosóficas que se ocupan del juicio práctico identifican el razonamiento con la selección eficaz de medios para el logro de los fines que el individuo se propone realizar. Los fines, según estos puntos de vista, no son objeto de escrutinio racional. Aristóteles no compartía esa opinión. Sostenía que era una materia importante de discusión lo que pertenece al fin (prós to telón[1]), aquellos propósitos que el agente concibe como dignos de ser elegidos en virtud de razones que puede exhibir y también contrastar[2].  Esta clase de consideraciones reintroduce en el debate político la cuestión fundamental del bien público, aquello que puede ser incorporado en los asuntos de interés común, el diseño de programas políticos significativos, la pertinencia de la edificación de determinadas leyes e instituciones, y otras materias similares.

Los asuntos específicamente políticos se examinan en el espacio público. Se trata de escenarios compartidos para la discusión y formación de opinión sobre asuntos de interés común. Los lugares propios del sistema político – las instituciones del Estado  (particularmente el Congreso), así como los partidos políticos – y las organizaciones de la sociedad civil (universidades, colegios profesionales, Iglesias, ONGs, sindicatos, etc.) constituyen foros de deliberación de funcionarios públicos y ciudadanos. A través de ellos tomamos decisiones concertadas, forjamos consensos y expresamos disensos en torno a lo que es justo hacer y acerca de cómo vigilar el poder. Sin esta clase de espacios, el tipo de control que requiere la política democrática sería imposible. Reconocer que solemos afrontar conflictos más complejos que los que enfrentan bienes / males, vislumbrar que nuestros juicios involucran una amplia gama de motivaciones, constituyen interpretaciones y descripciones de nuestra situación práctica que revelan exigencias que provienen de la “cosa misma”, lo que tenemos que enfrentar, en resumen, lo real

El discernimiento público requiere ese explícito “sentido de realidad”. Contar con él no significa renunciar sin más a la dimensión transformadora o emancipatoria de la acción política; implica contar con las capacidades e instrumentos que nos permitan saber con qué tenemos que lidiar, más allá de la textura de nuestras convicciones e ideas. Debemos estar dispuestos a reformular críticamente nuestras concepciones a la luz de la realidad que constatamos, sin por ello abandonar la tarea de denunciar y combatir en el espacio común las situaciones que se evidencian injustas. Transformar una realidad injusta consiste modificar estados de cosas a partir de condiciones que podemos distinguir y usar en los contextos de la práctica. Pensar y actuar poniendo en ejercicio principios correctos supone la capacidad de juzgar con perspicacia el tipo de orientación que plantean la reglas postuladas tanto como percibir en qué medida los principios pueden encarnarse en las situaciones que nos toca enfrentar sin cortapisas ni elusiones.








Este es el primer borrador de la parte última de un ensayo sobre Ética pública que estoy escribiendo. Lo publico sin hacer todavía correcciones.

[1] Véase Eth. Nic. 1097b14 y ss. y 1112b y ss.
[2] Esto ha sido lúcidamente discutido en Wiggins, David “La deliberación y la racionalidad práctica” en: Raz, Joseph El razonamiento práctico México FCE 1986 pp. 267-283.

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