Gonzalo Gamio Gehri
La cuestión de cómo afrontó la Iglesia Católica el conflicto
armado interno se ha convertido en un tema controversial. El Informe Final de la CVR ha presentado una
investigación documentada sobre este asunto. Sostiene que allí donde el trabajo
pastoral estuvo comprometido con la población – en la prédica, y especialmente
en la práctica – la ideología del terrorismo no ingresó en tales comunidades.
El ejemplo fue el trabajo de la
Iglesia en el sur andino. Se señala asimismo que la Iglesia de Ayacucho, Huancavelica
y Abancay no estuvieron a la altura de su misión pastoral; se indica que incluso en Ayacucho se obstaculizó el trabajo de organizaciones de derechos humanos que pertenecían a la propia Iglesia (Conclusión Nº 142). El Informe habla muy bien – salvo en esos casos lamentables – del rol cumplido
por la Iglesia
católica y las Iglesias evangélicas en aquellos tiempos de barbarie.
“De allí nace el valor de una
iglesia que se parece a María, fiel, pobre, pero de pie al lado de los
crucificados de la historia. Aunque nuestros dos obispos parece que no ven este
tipo de Iglesia, muchos de nosotros tratamos de hacer precisamente eso, estar y
acompañar a los inocentes y víctimas de la violencia. Hacer eso creo que es
nuestra fuerza y nuestra debilidad sin más pretensiones”[1].
Quien escribe estas líneas – el 14 de agosto de
1990 – es Carlos Flores Lizana, entonces un joven jesuita que hacía trabajo
pastoral y ejercía la docencia en el epicentro de la violencia terrorista y
represiva, Ayacucho. Las escribe el día en que se cumple el aniversario de sus
votos, en circunstancias en las que se entera que lo buscan para asesinarlo,
porque se ha convertido en un personaje incómodo ante los ojos de un grupo de
malos efectivos de las Fuerzas Armadas. Los terroristas hacía tiempo que tenían amenazados a agentes pastorales que denunciaban sus acciones. En el contexto de la recepción de esta
noticia, hace un examen de conciencia y señala el agudo conflicto en el que se
debate la Iglesia
peruana. Su libro Diario de vida y
muerte. Memorias para recuperar humanidad (2004) es una especie de cuaderno
de bitácora sobre el terrible trance que atraviesa el pueblo de Ayacucho en
aquellos años, esbozado en la perspectiva de un hombre de fe. Sus palabras son
duras, y pueden entenderse en la clave de la parresía. No duda en denunciar los crímenes de Sendero Luminoso y
también los abusos cometidos por agentes del Estado. No duda en confrontar a
las autoridades religiosas de aquel tiempo, de quienes dice que desean “una Iglesia
sometida, del silencio y la impunidad”[2],
y que – según declaración del propio Flores - están más preocupadas por la corrección
litúrgica y por la irritación que les causa la teología de la liberación que
por el destino de los más débiles. Paradójicamente, se trataría de una Iglesia que no persigue el Reino. En contraste, la
opción del autor es por una Iglesia que rechaza la violencia y acoge a las
víctimas.
El libro de Flores Lizana constituye un
testimonio conmovedor de un creyente que contempla horrorizado los actos de
crueldad que se cometen diariamente, y asume una clara posición - en lo
teológico y en el plano de la acción – en defensa de la vida y la dignidad de
la población de Ayacucho. Mario Vargas Llosa ha elaborado recientemente una elogiosa nota sobre este texto. El diario es una terrible crónica de lo que
acontece cada día en la zona marcada por el conflicto. Denuncia desde el púlpito el escándalo de la muerte, la
irracionalidad de las ideologías que consideran que el asesinato constituye un
precio a pagar para cumplir con las exigencias de las “leyes de la historia”. Rechaza
asimismo los alegatos de quienes afirman que la muerte y desaparición forzada
de personas constituye el “costo social” de la pacificación. Se trata de un texto que da fe de un consistente compromiso con la defensa de los derechos fundamentales y la
solidaridad con quienes padecen violencia.
Antes de empezar una discusión quiero que me respondas una pregunta. ¿Crees que es posible que a pesar de tener profundas discrepancias podamos tener un trato amable y respetuoso e inclusive conservar la estima y admiración mutua? Si hay diferencias radicales en temas tan sensibles para ti como son el caso de la PUCP y el arzobispado, la evaluación del fujimorato o el desempeño de la CVR ¿Es factible lograr un diálogo fructífero y sin descalifiaciones y prejuicios mutuos?
ResponderEliminarEncantado. La razón de ser de este espacio es encontrar un lugar para el diálogo. Nunca he sido hostil con quien piensa diferente a mí.
ResponderEliminarEstimado prof. Gamio,
ResponderEliminarQuisiera saber cómo puedo conseguir el diario de Flores Lizana puesto que me parece un documento interesante.
Muchas gracias.
Prof. Gamio, quisiera saber dónde puedo conseguir el texto de Flores Lizana pues me parece interesante. Le agradezco el favor.
ResponderEliminarSaludos,
César Castillo G.
Soy Carlos Flores Lizana, el autor del libro que estan comentando, si deseas puedes comunicarte al correo cflizana@gmail.com o a los telefonos: 073-501049 de Sullana o al cel.968128454 para decirte como puedes adquirire mi libro. Gracias por los comentarios tan profundos del profesor Gamio. Atte. Carlos
ResponderEliminarSoy Carlos Flores Lizana el autor de libro que estan comentando tan positivamente, gracias por lo que dicen. Para adquirir el libro me pueden escribir al cflizana@gmial.com y los telefonos 073-501049 , al cel. 968128454 Gracias.
ResponderEliminarSi desean el libro comunicarse al 073-501049 , y tambien al cel. 968128454 donde vive el autor del Libro que comentan tan favorablemente. Gracias Carlos Flores Lizana
ResponderEliminarEstimado Carlos:
ResponderEliminarHas escrito un libro importante y aleccionador, muchas gracias por esa contribución. Espero que podamos conversar un día.
Un abrazo,
Gonzalo.
Estimado Gonzalo, me gustaria verte cuando vaya a Lima, tengo varias publicaciones que pienso te pueden interesar.Tengo un trabajo sobre dd hh y racismo a proposito del caso de Capaya.
ResponderEliminarSerá un honor para mí.
ResponderEliminarUn abrazo,
Gonzalo.