Rosa María Palacios
Había
una vez un hombre muy piadoso que vivía junto a un río. Un día comenzó a llover
mucho. Por televisión y radio le avisaron que debía dejar su casa ante el
peligro de una inundación. El hombre pensó “no es necesario, tengo fe y Dios no
permitirá que nada me ocurra”. Horas después un policía le tocaba la puerta y
le ofrecía evacuarlo en su patrullero. El hombre se negó y alegó que Dios vería
por él. Al final de la jornada, desde la última ambulancia que abandonaba el
pueblo ya desierto, lo instaban a escapar, pero el hombre insistió “váyanse
ustedes, Dios verá por mí, gente de poca fe”. Finalmente, el río inundó la
casa, el hombre se refugió en el techo y un helicóptero vino a rescatarlo.
Firme en sus principios, se negó a la ayuda agitando los brazos desde el
tejado. Como era previsible, la inundación se llevó a la casa y el hombre se
ahogó. Muy molesto llegó al cielo y le dijo a Dios: “Yo tuve fe, confié en ti,
¿por qué me abandonaste?” Y Dios, que tiene infinita paciencia, le dijo: “Te
mandé un aviso por televisión y por radio, un patrullero, una ambulancia y un
helicóptero ¿qué fue lo que no entendiste?”
Creo que ya he contado esta historia, pero la he
recordado mucho en estos días en que Monseñor Cipriani se enfrenta,
lamentablemente una vez más, a la sensatez. Como el hombre del río, tiene una
gran fe, pero sus decisiones no son las correctas. ¿Tiene derecho a tomarlas?
Por supuesto. Eso no está en discusión. Tal como el hombre del río. El problema
es que dentro de la casa está toda su diócesis y no toda quiere ahogarse con
él.
No se sabe, oficialmente, por qué sancionó al Padre
Garatea. Lo que sí sé, es que, si la causa es injusta, Monseñor le ha
garantizado un sitio al sacerdote al lado de Nuestro Señor Jesucristo, quien es
generoso en sus promesas a los que sufren. ¿Qué mayor premio que ese para un
sacerdote fiel? Yo entiendo el silencio y la obediencia del castigado en ese
sentido.
El Padre Garatea no ha dicho o hecho nada que sea
un “reiterado rechazo a la doctrina de la Iglesia ” como manda el canon. Sólo ha expresado
unas ideas caritativas para con algunos de sus hermanos pecadores, las cuales,
sacadas de contexto, pueden usarse para perseguir a un inocente, como lo
hicieron con Jesús los maestros de la ley. “Nosotros le hemos oído decir” es la
fórmula que San Marcos consigna en la pasión. Es parecida a la que usan los
defensores de las formas, los mismos que han errado al comparar a nuestra
Iglesia universal, con un club exclusivo donde lo único que importa son las
reglas. ¿Eso no era lo que hacían los fariseos? ¿Dónde queda el amor de Dios?
Solo pido, cuando rezo, rectificación. No solo por
el bien del Padre Garatea, cuyo sacrificio podrá ser premiado por Dios, sino, y
sobre todo, por el bien de Monseñor y de toda nuestra Iglesia. El daño está
hecho, pero aún el Señor puede rescatar a su pastor. Eso será sólo si éste
entiende que ya sólo le queda el helicóptero.