Hace dos días participé en un foro de discusión sobre el documental Hell on Earth, dirigido por el checo Vojtech Jasny. El filme forma parte de la serie de documentales Broken Silence (2002), producidos por Steven Spielberg, que se ocupan del Holocausto judío en los años de la segunda guerra mundial. El documento – realmente conmovedor – relata el testimonio de personas que en sus años infantiles fueron recluidos en el ghetto de Terezin, un lugar diseñado por los nazis para albergar a los judíos de camino a Auschwitz. Terezin fue lugar de paso hacia la muerte, un lugar maquillado para que la opinión pública desestimara las informaciones sobre los campos de concentración. Los testimonios de esos niños son desgarradores. Nos hablan del maltrato gratuito, del odio racial y religioso, del terror a no volver a ver a los padres, de la absoluta incapacidad de los nazis de ponerse en el lugar del otro. Los relatos muestran con toda su crudeza las violaciones de los Derechos Humanos de los judíos, por el sólo hecho de serlo.
“Me enteré que era judío cuando me entregaron una Estrella de David”, dice uno de los niños, hoy anciano. Salvó de milagro de las cámaras de gas, pero vio morir a muchos compañeros de encierro. Otro niño judío de entonces reflexiona sobre la muerte de millones de personas, víctimas de la Solución Final nacionalsocialista: “si los judíos son el pueblo elegido de Dios, entonces no hay Dios”. Las imágenes de archivo muestran las filas de cuerpos esqueléticos dirigiéndose a la muerte en nombre de la supuesta “dicha futura de la mayoría”, predicada por los nazis, que excluían a los no-arios de la humanidad. Resulta lamentable constatar como hoy, bajo el prisma de un espurio “antiliberalismo”, miran con cierta simpatía el llamado “legado intelectual” de Hilter y Mussolini (son los mismos que identifican la historia del liberalismo con el advenimiento del Diablo y delirios similares, y caricaturizan la modernidad en términos de una especie de McWorld). No sorprende que prediquen la ‘inexistencia" de los Derechos Humanos y postulen la destrucción de las democracias constitucionales. Justamente para hacer frente a esa clase de censores "contramodernos" es que se requiere de una concepción rigurosa de la cultura liberal.
Los nazis intentaron quebrar la fe de los prisioneros. Los obligaron a manipular los cuerpos de sus compañeros muertos. Cada día amenazaban a sus víctimas de enviarlos a los campos. A pesar de todo, no pudieron quebrar a quienes se aferraron a la esperanza, a quienes no renunciaron a ver en su interior el brillo de la humanidad. Aún entre tanta muerte y crueldad.
Anima a este documental una impronta cosmopolita. “¿Es mi patria la tierra Checa, o lo es el mundo entero?”, reza el poema de un niño judío, muerto injustamente en Auschwitz. Los prisioneros del ghetto y de los campos – puestos a salvo al final de la guerra – cayeron en la cuenta de que el odio al otro, al nazi, podría terminar matándolos, que la mejor forma de vencer a los nazis era matando el odio en su interior. “El odio se fue con la diarrea”, sentencia irónicamente uno de los entrevistados. Recuperar la memoria – desmantelando las “historias oficiales”, sigue siendo la herramienta más eficaz contra la impunidad de los criminales. Recuperar la memoria crítica y ejercitar la justicia podrá prevenir que esta clase de tragedias se repitan. No se trata solamente de los judíos checos, si no de los seres humanos en general. Tenemos que construir una comunidad mayor, de modo que nuestros vínculos empáticos alcancen a todas las personas. De otro modo habrá que preguntar, como lo hace la frase final de la película: “En el futuro ¿Quiénes serán los próximos judíos?”. Si algo quiere comunicarnos Vojtech Jasny, es que las víctimas, antes de ser judíos o checos, son seres humanos. El terrible caso de la Shoah constituye un ejemplo de lo que los seres humanos no debemos repetir por ningún motivo. No hay muertos ajenos.
Buen comentario Gonzalo. Yo participé en el cine forum analizando otro video de la serie, esta vez sobre los judios hungaros. Terrible y conmovedor también.
ResponderEliminarGracias, Susana. Es increíble que mucha gente no preste oídos a experiencias terribles como ésta.
ResponderEliminarSaludos,
Gonzalo.