Gonzalo Gamio Gehri
Permítanme hacer una breve digresión personal. Este blog cumple un año de vida, y ello me invita a elaborar una pequeña reflexión sobre el tipo de ejercicio cívico e intelectual que entraña este espacio de diálogo y reflexión crítica.
Es conocida la exigencia aristotélica de comprender el cultivo del bien como aquello que orienta y forma parte de “una vida entera”. Esta tesis sirvió a MacIntyre para la elaboración de una ética narrativa – que en el pensamiento de Taylor, Ricoeur, Appiah y Nussbaum ha transitado otras vías, más próximas a la cultura moderna, el pluralismo y las políticas liberales – que describía la identidad humana en términos de una vida que pudiera ser narrada de manera coherente, hilvanada según una matriz teleológica susceptible de deliberación y elección. El otorgarle una unidad al relato – una unidad abierta, que interprete ‘dialécticamente’ las crisis y conversiones conceptuales como episodios de dicha narración – se convierte en un imperativo moral que convierte en inteligible y consistente la vida que es relatada y examinada. Admiro Tras la Virtud, aunque su diagnóstico apocalíptico de la cultura moderna y su retorno a la tradición clásica me parecen completamente discutibles. No obstante, la tesis en torno a la estructura narrativa de la vida y a la exigencia de unidad hermenéutica me parece a la vez bella y verdadera (con notables precedentes en la obra de Montaigne y Hegel). Este trabajo hermenéutico adquiere hoy una relevancia histórica fundamental en tanto vivimos el tiempo del crepúsculo de los ‘grandes proyectos metafísicos’. Es el tiempo de la recuperación de los pequeños relatos (Lyotard), narraciones que entrañan concepciones de la vida que aspiran a generar consensos razonables y provisionales acerca de lo que la dota de sentido, o la hace significativa.
La tarea de revisar y hacer compatibles las narraciones conceptuales que describen mi identidad como investigador y ciudadano siempre me ha parecido de singular importancia. Se trata de una tarea que literalmente dura ‘toda la vida’. No siempre he tenido completa claridad acerca de la articulación de las diversas lealtades personales, los compromisos cívicos y las posiciones filosóficas que acompañan y orientan el curso de mi vida. Sin embargo, redescribir las conexiones entre todas esas fuentes de sentido y reflexión resulta esencial para lograr una cierta inteligibilidad identitaria. La redacción de un blog puede contribuir a poner de manifiesto la unidad narrativa de la vida (o su ausencia).
Planteo - en esta línea de pensamiento - una suerte de ejercicio hermenéutico personal (al fin y al cabo, para eso también sirven los blogs). Examinaré brevemente algunas narrativas que concibo como altamente significativas para mí. El primero de estos relatos es la Ilustración, en una versión liberal. Considero que la vindicación de la cultura de los derechos humanos y de la distribución democrática del poder constituye el centro mismo de mis preocupaciones teóricas y prácticas. Para mí su observancia constituye un signo ineludible de civilización y desarrollo humano. Es probable que mis lealtades ilustradas se deban al hecho de que vivo en un país en el que se suelen violar estos derechos básicos y se busca a menudo concentrar el poder, a veces con la (no tan secreta) complicidad de un sector de la población, especialmente cuando no se cuenta con el sistema de instituciones y leyes que podría combatir tal situación. Es probable que – si no me hubiese criado en América Latina – probablemente sería un neoaristotélico. Pero la experiencia de un país con tantas desigualdades y fracturas sociales hace patente la necesidad de defender hasta las últimas consecuencias los principios democráticos, así como la prioridad de la justicia y el cultivo de la autonomía pública y privada. El espíritu liberal de izquierda proviene de la constatación de los múltiples obstáculos contra la justicia y la libertad que encontramos en una región todavía amenazada por los autoritarismos y la exclusión. La secularización de la cultura política y el respeto de la diversidad constituyen asimismo una tarea pendiente en el Perú. En materia de derechos humanos y justicia, el trabajo iniciado por la CVR constituye un avance fundamental en el proceso de democratización del país.
El segundo relato corresponde al pensamiento griego. Digo “griego” y no “clásico” porque muchos autores – entre ellos MacIntyre – incluye a la escolástica medieval y al “tomismo” en ese paquete, y la verdad es que esas influencias son ajenas a mi trabajo. Me refiero por supuesto a Platón y a Aristóteles, pero también a la ética implícita en las tragedias griegas. Considero la Apología platónica (en conflicto con Las Nubes de Aristófanes) como el punto de partida – la tesis de la vida examinada y el ‘cuidado del alma’- pero el corazón de la ética filosófica lo encuentro en la Ética a Nicómaco de Aristóteles, su compleja fenomenología de la deliberación práctica, la virtud y los vínculos. Empero, los análisis más finos en torno a la justicia, el dolor humano y los conflictos de valor los encontramos en la tragedia; es curioso, la mayoría de los autores conservadores con los que polemizo se autodenominan "seguidores de los clásicos", "aristotélicos", pero no tienen una perspectiva propia de la filosofía griega, y no han pasado por la literatura clásica y su poderoso legado para la reflexión ética. El contacto con los griegos nos permite un acercamiento a la vulnerabilidad y a la contingencia de los asuntos humanos – y a las sutilezas del discernimiento – que nos sirve de contrapunto respecto del ideal de desarraigo y control instrumental desarrollado en la modernidad temprana. Nos aproxima de una manera más concreta y sutil al tema de la empatía y el razonamiento práctico.
La herencia judeo-cristiana constituye el tercer relato. Me refiero al derrotero abierto por la tradición de los profetas veterotestamentarios, su crítica del poder, su fidelidad al misterio revelado, su lucha contra la exclusión y la crueldad. Juan el Bautista y su invitación radical a la metánoia. La prédica de Jesús a favor del amor incondicional, su confrontación con los fariseos. La parábola del Reino en Mateo 25. El principio de la encarnación, tal y como este es desarrollado en el propio Evangelio. En realidad, mis referentes cristianos son fundamentalmente bíblicos, aunque a ellos debe incorporarse la reflexión ignaciana en torno al discernimiento de los espíritus en Los Ejercicios Espirituales. En cuanto al desarrollo de la teología contemporánea, valoro mucho la teología política de Metz, el magisterio profético de Pedro Arrupe y la teología de la liberación en la perspectiva de Gustavo Gutiérrez, que apuestan por una Iglesia progresista y comprometida con los que sufren.
Conciliar conceptualmente estas tres narrativas no es tarea fácil. Sin embargo, no es una tarea imposible: esa aspiración intelectual constituye una parte importante de mi agenda filosófica. Es aquí donde el ejemplo de Hegel es particularmente importante y aleccionador (también es el caso de Schiller y Novalis, de quienes hablaré en otra ocasión). En la Fenomenología del Espíritu intentó mostrar la mutua mediación entre sustancia y sujeto, de modo que la pólis ateniense, Antífona, el mundo romano, la Ilustración y el cristianismo constituyeran figuras en el camino dramático de la conciencia en la búsqueda de su libertad. En los Principios de Filosofía del Derecho se estudia las concreciones institucionales y políticas de la idea de voluntad libre. Hegel es el primer ‘liberal-comunitario’ de la historia. El punto de vista contramoderno de MacIntyre (y el de Strauss y Bloom) no se confronta realmente con Hegel, más allá de generalidades sobre la presencia de la razón en la historia, la “segunda ola” de la modernidad, etc. Y ni se diga de los conservadores peruanos, que no lo conocen. Autores contemporáneos como Richard Bernstein y Charles Taylor han desarrollado una interpretación sugerente de la convergencia entre comunidad, práctica social y libertad individual, inspirada en una lectura postmetafísica de Hegel, que bebe por igual de la hermenéutica y del pragmatismo. Libros como Praxis y Acción y especialmente Fuentes del yo constituyen un referente importante en la tarea de la integración narrativa de estos tres horizontes de reflexión y crítica. No se trata de procurar diluir la tensión existente entre ellos, sino - muy por el contrario - dejar que esos conflictos significativos nos den qué pensar, esto es, que nos permitan replantear y reconstruir nuestro relato.
Permítanme hacer una breve digresión personal. Este blog cumple un año de vida, y ello me invita a elaborar una pequeña reflexión sobre el tipo de ejercicio cívico e intelectual que entraña este espacio de diálogo y reflexión crítica.
Es conocida la exigencia aristotélica de comprender el cultivo del bien como aquello que orienta y forma parte de “una vida entera”. Esta tesis sirvió a MacIntyre para la elaboración de una ética narrativa – que en el pensamiento de Taylor, Ricoeur, Appiah y Nussbaum ha transitado otras vías, más próximas a la cultura moderna, el pluralismo y las políticas liberales – que describía la identidad humana en términos de una vida que pudiera ser narrada de manera coherente, hilvanada según una matriz teleológica susceptible de deliberación y elección. El otorgarle una unidad al relato – una unidad abierta, que interprete ‘dialécticamente’ las crisis y conversiones conceptuales como episodios de dicha narración – se convierte en un imperativo moral que convierte en inteligible y consistente la vida que es relatada y examinada. Admiro Tras la Virtud, aunque su diagnóstico apocalíptico de la cultura moderna y su retorno a la tradición clásica me parecen completamente discutibles. No obstante, la tesis en torno a la estructura narrativa de la vida y a la exigencia de unidad hermenéutica me parece a la vez bella y verdadera (con notables precedentes en la obra de Montaigne y Hegel). Este trabajo hermenéutico adquiere hoy una relevancia histórica fundamental en tanto vivimos el tiempo del crepúsculo de los ‘grandes proyectos metafísicos’. Es el tiempo de la recuperación de los pequeños relatos (Lyotard), narraciones que entrañan concepciones de la vida que aspiran a generar consensos razonables y provisionales acerca de lo que la dota de sentido, o la hace significativa.
La tarea de revisar y hacer compatibles las narraciones conceptuales que describen mi identidad como investigador y ciudadano siempre me ha parecido de singular importancia. Se trata de una tarea que literalmente dura ‘toda la vida’. No siempre he tenido completa claridad acerca de la articulación de las diversas lealtades personales, los compromisos cívicos y las posiciones filosóficas que acompañan y orientan el curso de mi vida. Sin embargo, redescribir las conexiones entre todas esas fuentes de sentido y reflexión resulta esencial para lograr una cierta inteligibilidad identitaria. La redacción de un blog puede contribuir a poner de manifiesto la unidad narrativa de la vida (o su ausencia).
Planteo - en esta línea de pensamiento - una suerte de ejercicio hermenéutico personal (al fin y al cabo, para eso también sirven los blogs). Examinaré brevemente algunas narrativas que concibo como altamente significativas para mí. El primero de estos relatos es la Ilustración, en una versión liberal. Considero que la vindicación de la cultura de los derechos humanos y de la distribución democrática del poder constituye el centro mismo de mis preocupaciones teóricas y prácticas. Para mí su observancia constituye un signo ineludible de civilización y desarrollo humano. Es probable que mis lealtades ilustradas se deban al hecho de que vivo en un país en el que se suelen violar estos derechos básicos y se busca a menudo concentrar el poder, a veces con la (no tan secreta) complicidad de un sector de la población, especialmente cuando no se cuenta con el sistema de instituciones y leyes que podría combatir tal situación. Es probable que – si no me hubiese criado en América Latina – probablemente sería un neoaristotélico. Pero la experiencia de un país con tantas desigualdades y fracturas sociales hace patente la necesidad de defender hasta las últimas consecuencias los principios democráticos, así como la prioridad de la justicia y el cultivo de la autonomía pública y privada. El espíritu liberal de izquierda proviene de la constatación de los múltiples obstáculos contra la justicia y la libertad que encontramos en una región todavía amenazada por los autoritarismos y la exclusión. La secularización de la cultura política y el respeto de la diversidad constituyen asimismo una tarea pendiente en el Perú. En materia de derechos humanos y justicia, el trabajo iniciado por la CVR constituye un avance fundamental en el proceso de democratización del país.
El segundo relato corresponde al pensamiento griego. Digo “griego” y no “clásico” porque muchos autores – entre ellos MacIntyre – incluye a la escolástica medieval y al “tomismo” en ese paquete, y la verdad es que esas influencias son ajenas a mi trabajo. Me refiero por supuesto a Platón y a Aristóteles, pero también a la ética implícita en las tragedias griegas. Considero la Apología platónica (en conflicto con Las Nubes de Aristófanes) como el punto de partida – la tesis de la vida examinada y el ‘cuidado del alma’- pero el corazón de la ética filosófica lo encuentro en la Ética a Nicómaco de Aristóteles, su compleja fenomenología de la deliberación práctica, la virtud y los vínculos. Empero, los análisis más finos en torno a la justicia, el dolor humano y los conflictos de valor los encontramos en la tragedia; es curioso, la mayoría de los autores conservadores con los que polemizo se autodenominan "seguidores de los clásicos", "aristotélicos", pero no tienen una perspectiva propia de la filosofía griega, y no han pasado por la literatura clásica y su poderoso legado para la reflexión ética. El contacto con los griegos nos permite un acercamiento a la vulnerabilidad y a la contingencia de los asuntos humanos – y a las sutilezas del discernimiento – que nos sirve de contrapunto respecto del ideal de desarraigo y control instrumental desarrollado en la modernidad temprana. Nos aproxima de una manera más concreta y sutil al tema de la empatía y el razonamiento práctico.
La herencia judeo-cristiana constituye el tercer relato. Me refiero al derrotero abierto por la tradición de los profetas veterotestamentarios, su crítica del poder, su fidelidad al misterio revelado, su lucha contra la exclusión y la crueldad. Juan el Bautista y su invitación radical a la metánoia. La prédica de Jesús a favor del amor incondicional, su confrontación con los fariseos. La parábola del Reino en Mateo 25. El principio de la encarnación, tal y como este es desarrollado en el propio Evangelio. En realidad, mis referentes cristianos son fundamentalmente bíblicos, aunque a ellos debe incorporarse la reflexión ignaciana en torno al discernimiento de los espíritus en Los Ejercicios Espirituales. En cuanto al desarrollo de la teología contemporánea, valoro mucho la teología política de Metz, el magisterio profético de Pedro Arrupe y la teología de la liberación en la perspectiva de Gustavo Gutiérrez, que apuestan por una Iglesia progresista y comprometida con los que sufren.
Conciliar conceptualmente estas tres narrativas no es tarea fácil. Sin embargo, no es una tarea imposible: esa aspiración intelectual constituye una parte importante de mi agenda filosófica. Es aquí donde el ejemplo de Hegel es particularmente importante y aleccionador (también es el caso de Schiller y Novalis, de quienes hablaré en otra ocasión). En la Fenomenología del Espíritu intentó mostrar la mutua mediación entre sustancia y sujeto, de modo que la pólis ateniense, Antífona, el mundo romano, la Ilustración y el cristianismo constituyeran figuras en el camino dramático de la conciencia en la búsqueda de su libertad. En los Principios de Filosofía del Derecho se estudia las concreciones institucionales y políticas de la idea de voluntad libre. Hegel es el primer ‘liberal-comunitario’ de la historia. El punto de vista contramoderno de MacIntyre (y el de Strauss y Bloom) no se confronta realmente con Hegel, más allá de generalidades sobre la presencia de la razón en la historia, la “segunda ola” de la modernidad, etc. Y ni se diga de los conservadores peruanos, que no lo conocen. Autores contemporáneos como Richard Bernstein y Charles Taylor han desarrollado una interpretación sugerente de la convergencia entre comunidad, práctica social y libertad individual, inspirada en una lectura postmetafísica de Hegel, que bebe por igual de la hermenéutica y del pragmatismo. Libros como Praxis y Acción y especialmente Fuentes del yo constituyen un referente importante en la tarea de la integración narrativa de estos tres horizontes de reflexión y crítica. No se trata de procurar diluir la tensión existente entre ellos, sino - muy por el contrario - dejar que esos conflictos significativos nos den qué pensar, esto es, que nos permitan replantear y reconstruir nuestro relato.
Buenos (dias/noche...)
ResponderEliminarAcerca de:
"En los Principios de Filosofía del Derecho se estudia las concreciones institucionales y políticas de la idea de voluntad libre"
A mi parecer yo no creo que se trate de comprender "la idea de voluntad libre"... en una cátedra de iusfilosofÍa; seria suponer tal como lo expresaba Hegel en su obra "Filosofia del Derecho" QUE: "La Persona, para existir como Idea, debe darse una esfera
externa de libertad."... y la libertad es la sustania fenomenalizada de la conciencia, pero, de la conciencia "para si"... de todas formas creo q se entorpecería la asignacion categórica de la libertad en manifestación o declaracion de la voluntad...pero: desde el punto de vista de libertad como "responsabilidad" como lo aceptan las escuelas iusfilosóficas españolas y de esta desprendida la idea de que sólo con el sociego se logra comprender la verdadera entidad de ésta.
Lastima que no naciste en Europa je,je
ResponderEliminarBromas aparte creo que el problema de tus narrativas es que tu las presentas como relatos coherentes y a mi no me lo parecen, por ejemplo hablas de ilustracion liberal pero eso significa poner en un mismo saco a Kant, Hegel y Smith por ejemplo!!!
Al final de acuerdo a tu lectura hegeliana o posthegeliana (taylor) señalas entonces que es posible integrar a los griegos al judeocristianismo y la ilustracion!! (sic) . El problema que encuentros es mas bien de una contradiccion de narrativas!
saludos
eduardo
Estimado anónimo:
ResponderEliminarEl tema de los PFD ES la idea de voluntad libre. El programa filosófico de los PFD está planteado en los parágrafos de la Introducción (especialmente el 4). La ‘persona’ es una figura de la idea de voluntad libre, correspondiente a la primera parte: “El Derecho Abstracto”.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Eduardo:
ResponderEliminarNo necesariamente. El hacerlas coherentes sin sacrificar su contenido es la tarea del filósofo práctico posthegeliano. Allí me parece que el ejemplo de Hegel en FE y PFD es aleccionador. El modo en que logro hacer dialogar a Hegel y a Kant en la ‘eticidad’ es profundamente agudo.
Saludos,
Gonzalo.
Felicitaciones por el primer año de su blog.
ResponderEliminarMuchas gracias, Amazilia, por tus agudos comentarios a mi blog.
ResponderEliminarSaludos,
Gonzalo.
Felicitaciones al profesor Gamio por su blog.
ResponderEliminarSeñor Lan:
ResponderEliminarMuchísimas gracias.
Saludos,
Gonzalo.