Gonzalo Gamio Gehri
Hace veinticinco años tuvo lugar el cuestionable e infortunado autogolpe perpetrado desde el régimen de Fujimori y Montesinos. Fujimori cerró
el Congreso de la República
– entonces conformado por dos cámaras -, e intervino el poder judicial y el
ministerio público. La separación de poderes, un elemento esencial para
preservar la salud de un régimen democrático, se quebró. El daño producido a
las instituciones y al ejercicio de las libertades políticas fue enorme y
todavía podemos reconocer sus efectos nefastos en diferentes escenarios de la
vida pública. Se impuso la antipolítica y la conducción autoritaria del país
favoreció la corrupción y las violaciones de derechos humanos.
Efectivamente, el golpe de Fujimori contribuyó
al envilecimiento de la sociedad peruana.
Consolidó una cultura autoritaria, promovió el célebre mito de “roba
pero hace obra”, instituyó un estilo de gobierno basado en la prepotencia y el
control de las instituciones. Las
votaciones del Congreso se decidían desde el Servicio de Inteligencia Nacional
a través del beeper. Se compró a la prensa y se intentó desde ella
difamar y amedrentar a los políticos opositores al régimen. Se usó el avión
presidencial para trasladar cocaína. Se cocinaron procesos electorales
fraudulentos. El escenario se fue tornando sombrío; los fujimoristas intentan
justificar el golpe y legitimar diez años de dictadura y corrupción, pero no se
puede soslayar lo que es evidente. Los hechos son incontestables.
Hoy los medios de ultraderecha – incluidos aquellos
portales pro-mineros y paleo-conservadores – pretenden defender lo
indefendible. No les cuesta trabajo alterar la historia recurriendo a burdos
disfraces. El propio ex dictador pretende legitimar sus oscuras acciones
indicando que “sólo se pueden hacer tortillas rompiendo huevos”. Por supuesto,
él es el prepotente cocinero. Los peruanos fuimos los huevos rotos: algunos
perdieron la vida, otros vieron recortadas sus libertades, otros fueron
testigos de cómo el funesto fujimorato depredó el tesoro público y minó la
institucionalidad en el país. Esa metáfora resulta siniestra y evidentemente
autocrática. Sus palabras lo delatan.
"envilecimiento de la sociedad peruana", se nota que 25 años después, aquellos que incapaces de convencer a la población de sus "argumentos", solamente les queda recurrir al insulto y a la descalificación de los que no piensan como ellos (la inmensa mayoría de los peruanos).
ResponderEliminarIgnoro si el autor del blog vivía en el Perú antes del 5 de abril de 1992, pero ...¿antes de esa fecha, el Perú era un paraíso?.
Sin malabarismos verbales, por favor.
ResponderEliminarAntes del autogolpe afrontábamos conflictos enormes, pero el fujimorato impuso un régimen corrupto y autocrático sin precedentes, La crisis pudo afrontarse sin quebrar el orden constitucional, y sin generar la séptima dictadura más corrupta de los últimos cien años.
Profesor la corrupción de Fujimori quizá sea menor o igual si lo comparamos con otros regímenes: Velasco, Alan I y quizá otros que no tenemos mayores referencias. ¿No cree que sea demasiado "amable" cuando afirma que la "crisis pudo afrotnarse sin quebrar el orden constitucional" cuando ya estaba quebrado desde varios años con la intromisión de poderes ajenos a su propia esfera? Por ejemplo los militares, y los distintos partidos políticos que infiltraron a sus partidarios. Además del poder económico. No hay que olvidar que Sendero tenía gran poder militar y que la sociedad estaba fracturada. Lo veo muy difícil que se haya podido vencer a Sendero sin una dirección centralizada que dirigiera la lucha (que haya sido corrupta es otro asunto). No estoy justificando el autogolpe pero creo que hay que ser un poco más razonable con el contexto difícil que se vivía en aquélla época y las decisiones precipitadas y equivocadas que se tomaron. Así no caemos en una crítica exaltada y apasionada de un hecho de por sí complicado. Saludos.
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ResponderEliminarAnónimo:
Sendero Luminoso no fue derrotado a raíz del autogolpe, lo fue gracias al trabajo de años de la inteligencia policial, cuyo grupo especial fue cerrado luego por el propio Fujimori. La concentración del poder propia del fujimorato no tuvo influencia en ese trabajo específico.