Gonzalo Gamio Gehri
Uno de los
problemas que afronta nuestra todavía frágil democracia es la corrupción[1],
los modos como ésta se instala en nuestra sociedad, así como la condescendencia
que ella suscita no sólo en nuestra autodenominada “clase dirigente”, sino
entre la propia ciudadanía. La “tolerancia” frente a la corrupción constituye
una clara señal de alerta para quienes se esfuerzan por preservar la salud de
nuestras instituciones.
Uno de los
problemas básicos es la propia definición de corrupción, que estrecha su
contenido y restringe con ello el campo de acción que se puede desplegar contra
ella. A menudo se concibe la corrupción como “el uso privado del bien público”.
Esta definición sitúa la corrupción solamente en el espacio de acción del
Estado, e invisibiliza la corrupción que tiene lugar fuera de él. Incluso el
importante libro de Alfonso Quiroz parte de aquella premisa discutible.
“Para los fines del presente trabajo, la corrupción
se entiende como el mal uso del poder político-burocrático por parte de
camarillas de funcionarios, coludidos con mezquinos intereses privados, con el
fin de obtener ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del
desarrollo social, mediante la
malversación o el desvío de recursos públicos, junto con la distorsión de
políticas e instituciones”[2].
Nuestra intervención introduce una definición alternativa de corrupción.
Hablamos propiamente de “corrupción” cuando reconocemos la
intervención irregular de la lógica del dinero y el anhelo de poder e
influencia en transacciones y actividades humanas en las que se ponen
legítimamente en juego otra clase de bienes sociales y recursos. Por lo
general tal intromisión se ejecuta con la intención de lograr un beneficio particular
indebido (con frecuencia asociado al poder y al dinero). Esta noción
incorpora el el sentido originario del latín corruptio, asociado al verbo corrumpĕre, expresión que habría de traducirse como “trastocar la forma genuina de algo”,
“degradar” o “echar a perder”.
[1] Este post es la primera versión de los pasajes
iniciales del Resumen ejecutivo de mi presentación en Metas del Perú hacia el Bicentenario.
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