viernes, 30 de septiembre de 2016

LA DEMOCRACIA COMO PROYECTO ÉTICO-POLÍTICO








Gonzalo Gamio Gehri


Estos dos asuntos constituyen auténticos desafíos éticos y políticos en la lucha por fortalecer la democracia en el país. Las ofertas autoritarias son sumamente seductoras entre nosotros. Sólo podremos combatirlas con eficacia en la medida en que podamos entender la democracia en los términos de un proyecto amplio de desarrollo humano y justicia social,  así como sea posible construir una cultura política basada en el ejercicio de la ciudadanía activa.

 La democracia, sus principios, sus prácticas e instituciones, son en primera instancia instrumentos para lidiar con nuestras vidas y con las vidas de los demás en condiciones de vulnerabilidad e incertidumbre; se trata de herramientas construidas socialmente para lograr la concreción de libertades y de nuestras expectativas de bienestar. El sistema de derechos y las formas encarnadas de autogobierno cívico constituyen medios razonables y eficaces para la consecución de tales fines. Probablemente no existan formas políticas que puedan competir con ella – al menos hasta el día de hoy - en la búsqueda de estos propósitos. Los regímenes autoritarios, estructurados a partir de la supresión de las libertades y de los derechos individuales, concentran el poder en pocas manos. Su preservación se basa en la limitación de las capacidades centrales de las personas.

En este sentido, la democracia constituye un experimento formulado en medio de una historia marcada mayoritariamente por la experiencia de la autocracia y el imperio de diversas formas de desigualdad y discriminación. Consolidar estos principios, prácticas e instituciones implica en buena cuenta remar contra la corriente en mundos sociales y políticos en los que la mentalidad autoritaria tiene un lugar. Este experimento puede fracasar o tener éxito, como cualquier otro proyecto social o político. Considero que se trata de un experimento que merece la pena vindicar, en la medida en que él potencia un conjunto de disposiciones humanas intrínsecamente valiosas. Podrá realizarse en la medida en que los ciudadanos estemos dispuestos a ponerlo en ejercicio, incluso en situaciones adversas, a través de prácticas compartidas en los espacios comunes. Cultivar el discernimiento y propiciar su cuidado en los escenarios del sistema político y la sociedad civil no es una tarea sencilla. No obstante, constituye un paso necesario en el desarrollo de la esfera pública si pretendemos construir formas de vida orientadas por el ejercicio de la libertad.






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NOTA:  Esta es la primera sección de un escrito más largo - aparecido en el último Número de  Páginas - , que iré publicando aquí.


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