Gonzalo Gamio Gehri
El jueves Pedro Pablo
Kuczynski asumió su cargo. El discurso fue inspirador, aunque algo esquemático.
El fujimorismo sigue asumiendo actitudes delirantes y hostiles hacia el partido
de gobierno, que conspiran en contra prácticas eminentemente democráticas como una ceremonia
de cambio de mando. Definitivamente, el fujimorismo demuestra que no se
comporta como una agrupación democrática. Que su ex candidata presidencial
sostenga que la mayoría fujimorista en el Congreso haría posible que su plan de
gobierno se traduzca en leyes concretas
constituye una afirmación ofensiva. La verdad es que la mayoría de los
ciudadanos votó porque ese plan no sea llevado a cabo. No tiene sentido esa
pretensión de usurpar las prerrogativas del gobierno elegido.
La Homilía de la Misa y
Te Deum estuvo dedicada en parte a desarrollar cuestionamientos a la mal
llamada “ideología de género”. Es lamentable que el Cardenal Juan Luis Cipriani
insista en desconocer el hecho según el cual las diferencias entre lo masculino
y lo femenino a menudo están revestidas de construcciones culturales y sociales
que implican la distribución de roles, acceso a formas de poder, cuestiones de
igualdad y libertades, etc. Esto no disuelve las consideraciones biológicas o
anatómicas, obviamente, pero si destaca consideraciones de justicia y
asignación de derechos. La disposición onservadora a identificar a las
investigaciones sobre género con consideraciones “ideológicas” revela
ignorancia y hostilidad hacia la diversidad, lo cual es criticable en el contexto de una cultura humanitaria como la que impulsan las sociedades contemporáneas.
Las últimas declaraciones del Cardenal
Cipriani en sus "Diálogos de Fe" - vía radio RPP - sobre las violaciones a mujeres menores de edad son dignas de rechazo.
El lector podrá escuchar directamente esas declaraciones, juzgar si se las “malinterpreta”
como han sostenido sus apologistas, o no es así. Sugerir que las víctimas podrían compartir
la culpa frente a un delito como ese es simplemente reprensible sin atenuante
alguno. Esa no es la posición de la Iglesia Católica sobre este delicado asunto. Ya
algunas autoridades del Estado han criticado estas declaraciones, como era de
esperar. La ley es muy clara y constituye la autoridad fundamental para estos
casos. Aquellos juicios evidentemente no reflejan el pensamiento de los ciudadanos ni de los cristianos ante un problema tan grave. Se trata de expresiones que es preciso rechazar con firmeza. Estamos enfrentando un positivo proceso de consolidación de una mayor consciencia de los derechos de las mujeres; las declaraciones del personaje aludido van manifiestamente en contra de esa perspectiva moral y política tan significativa.
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