domingo, 31 de enero de 2016

LOS DERECHOS Y LA LUCHA POR LA MEMORIA




Gonzalo Gamio Gehri[1]




El poderoso vínculo entre los derechos humanos y la memoria del sufrimiento del inocente es de naturaleza histórica y conceptual. En efecto, la terrible experiencia de la Shoah generó en la opinión pública internacional una conciencia crítica fundamental, conducente al diseño de la Declaración universal de los derechos humanos, y a la posterior consolidación de la denominada “cultura de derechos”, un sistema de prácticas, instituciones y argumentos constituido alrededor de la idea de la dignidad humana, el valor de su libertad e integridad.

 Millones de personas, la mayoría judíos, gitanos, comunistas y homosexuales, fueron víctimas del sistema de aniquilación nazi. En la medida en que la motivación originaria  de la persecución, los tratos crueles y la eliminación de los judíos era fundamentalmente de carácter étnico y racial, los crímenes perpetrados por el régimen nazi corresponden a lo que los especialistas del derecho describen como genocidio. Estos delitos tienen su origen en el discurso antisemita de Adolf Hitler y en el proyecto de una “solución final”, el propósito de erradicar a los judíos de la faz de la tierra. Los funcionarios nazis procuraron ocultar toda información que pudiera dar cuenta de este proyecto, acallar todo testimonio que pudiera echar luces sobre este tenebroso programa de eliminación de personas.

Los campos de concentración constituyeron un elemento crucial de este programa destructivo. Se trataba de un auténtico laboratorio de deshumanización. El propósito del Lager no era sólo provocar la muerte de los reclusos que ya no podían realizar los duros y humillantes trabajos que se les imponía; se trataba de aniquilar el más básico sentido de humanidad de sus víctimas, acabar con el alma, y no sólo eliminar el cuerpo de los internos. Dividir a los reclusos, enfrentándolos por las escasas raciones de pan y sopa que distribuían entre ellos. Los nazis elegían entre los propios presos judíos a un Kapo, una autoridad que debía velar por el orden entre los internos actuando con suma crueldad ante la atenta mirada de los SS, a cambio del logro de ciertos privilegios dentro del campo. Los nazis despojaban a los reclusos de todas sus posesiones y de sus ropas, e incluso de su propia identidad, convirtiéndolos en el número que grababan en su antebrazo. Pretendían que, con cada amanecer, la perspectiva de vivir o de morir se tornara irrelevante para ellos.

Auschwitz – el más emblemático de estos funestos campos de exterminio – se ha convertido en el símbolo de los horrores producidos por el totalitarismo practicado por los nazis; la liberación del Lager (acaecida hace setenta y un años), constituye un hecho crucial en el proceso de establecimiento de mecanismos legales y políticos para evitar que este tipo de crímenes se cometan en el futuro. Este tipo de procesos requiere como una condición moral la reconstrucción de la memoria de las injusticias padecidas por las víctimas.

Primo Levi, químico italiano de origen judío, fue recluido en Auschwitz en 1944. Sus libros – entre los que destacan Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados – constituyen un testimonio conmovedor y profundo de su paso por el campo de concentración. Su obra constituye una expresión poderosa y esclarecedora acerca de la importancia de la recuperación de la memoria del sufrimiento inocente para la defensa de los derechos humanos. El autor se compromete a escribir en torno a lo vivido por dos razones. La primera, porque reconstruir lo sufrido en el Lager permite dar a conocer a la humanidad lo que personas concretas sufrieron a manos de un régimen totalitario. Saber lo que sucedió hará posible tomar las medidas para que esta clase de sucesos no se repitan jamás. La segunda, porque el trabajo de la escritura - la selección perspicaz de las palabras y las imágenes que sean útiles para describir lúcidamente las propias vivencias y construir una reflexión rigurosa sobre lo ocurrido -, genera un movimiento de resistencia de lo estríctamente humano frente a los mecanismos de aniquilación espiritual que se pusieron en marcha en Auschwitz.

La reconstrucción  de la memoria  posee una dimensión pública que aporta decisivamente al ejercicio de la justicia así como al diseño y ejecución de políticas de reparación que promuevan la restitución de los derechos que las víctimas vieron lesionados. El cultivo de la memoria puede, asimismo, contribuir a reformar las instituciones y las mentalidades para dar forma a una cultura cívica observante de los principios básicos de respeto a la dignidad de las personas y el reconocimiento del valor de la diversidad humana. Se trata de logros incuestionables de esa conciencia crítica que ha procurado aprender de la terrible experiencia de la Shoah. El trabajo de la memoria tiene una dimensión moral particularmente compleja, que formula preguntas difíciles de responder para quien ha enfrentado una experiencia de esa naturaleza. Levi se pregunta por los compañeros de cautiverio, muertos o desaparecidos durante su periodo de reclusión. La cuestión que interpela su mente y su corazón es “¿Por Qué tuve que sobrevivir yo y no otros?”. La vivencia del campo de concentración revela de manera radical la vulnerabilidad constitutiva de los seres humanos.

“¿Es que te avergüenzas de estar vivo en el lugar de otro? Y sobre todo ¿de un hombre más generoso, más sensible, más sabio, más útil, más digno de vivir que tu? No puedes soslayarlo: te examinas, pasas revista a tus recuerdos, esperando encontrarlos todos, y que ninguno se haya enmascarado ni disfrazado; no, no encuentras transgresiones abiertas, no has suplantado a nadie, nunca has golpeado a nadie  (pero ¿habrías tenido fuerzas para hacerlo?), no has aceptado ningún cargo (pero no te los han ofrecido), no has quitado el pan a nadie; y sin embargo, no puedes soslayarlo. Se trata de una suposición, de la sombra de una sospecha; de que todos somos el Caín de nuestros hermanos, de que todos nosotros (y esta vez digo “nosotros” en un sentido muy amplio, incluso universal) hayamos suplantado a nuestro prójimo y estemos viviendo su vida”[2].
Se trata de preguntas que de alguna manera acechan al sobreviviente, que lo acompañan en cada momento de su existencia. A juicio de Levi, los “verdaderos testigos” de la violencia – los auténticos artífices de esta ética de la memoria – son los “hundidos”, aquellas personas que han muerto o desaparecido y no pueden narrar lo que han sufrido. Los sobrevivientes, aquellos individuos que han tenido la fortuna de ejercer la memoria en su nombre – como él mismo – deben indicarlo con absoluta claridad.

“Los sobrevivientes somos una anómala además de exigua somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los “musulmanes”, los hundidos, los verdaderos testigos, aquellos cuya declaración hubiera podido tener un significado general. Ellos son la regla, nosotros somos la excepción”[3].

Esta conexión significativa entre la dimensión pública y la dimensión moral de la memoria debe destacarse en cualquier esfuerzo serio por reconstruir la vivencia de la Shoah, o cualquier experiencia de violencia en nuestras sociedades. El esclarecimiento del pasado supone dar voz a las víctimas que están con nosotros, y a quienes no están más, aquellas personas que requieren inevitablemente de nuestras palabras para examinar y para honrar su lugar en esta historia. Evocar ese lugar no es sólo una forma de ajustarse a la verdad de los hechos; es una cuestión de justicia. 




(Una primera versión apareció en el portal de Derecho & Sociedad).





[1]Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid, España). Actualmente es profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es autor de los libros Tiempo de Memoria. Reflexiones sobre Derechos Humanos y Justicia transicional (2009) y Racionalidad y conflicto ético. Ensayos sobre filosofía práctica (2007). Es autor de diversos ensayos sobre filosofía práctica y temas de justicia y ciudadanía publicados en volúmenes colectivos y revistas especializadas del Perú y de España.

[2] Levi, Primo Los hundidos y los salvados Madrid, Península 2015 pp. 75-6.
[3] Ibid., p. 78 (las cursivas son mías).

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