domingo, 28 de junio de 2015

CHARLESTON Y LA LUCHA CONTRA LOS CRÍMENES DE ODIO







Gonzalo Gamio Gehri


La muerte del Reverendo Clementa Pinckney y ocho participantes en la Iglesia metodista de Charleston, en el sur de los Estados Unidos, ha conmocionado al mundo. Fueron asesinados por un joven que se proponía iniciar una “guerra racial” con su acción. La Iglesia atacada tenía una historia larga de atentados racistas, pues constituye un espacio de meditación y movilización en torno a temas de igualdad y lucha ciudadana contra la discriminación. Clementa Pinckney dirigía un grupo de reflexión bíblica y estaba comprometido con diversos proyectos de su comunidad local. El presidente Obama dio un discurso conmovedor en los funerales del Reverendo  y entonó con emoción los primeros versos del canto espiritual Amazing Grace, ante un público, visiblemente conmovido por la pérdida de sus vecinos y compañeros en la fe.

La sociedad norteamericana ha afrontado en los últimos años – en el marco del gobierno de Obama – numerosos casos de violencia racial, en particular motivados por el abuso de la fuerza en cuestionables acciones policiales. En tales situaciones, las comunidades de vecinos han hecho sentir su voz para condenar la lesión de las libertades y los derechos humanos de sus conciudadanos. El racismo, la intolerancia religiosa, el machismo y la homofobia son actitudes y maneras de actuar que son incompatibles con una sociedad democrática. Hace dos días el Tribunal Supremo estadounidense ha declarado legal el matrimonio igualitario. Más allá de lo que las personas piensen sobre este tema polémico, es razonable pensar que la medida podrá contribuir a fortalecer la igualdad civil y a reducir el daño provocado por la discriminación. Es de esperar que este fallo generará una serie de reacciones entre los sectores más conservadores en los círculos políticos y religiosos.

Pero regresemos a lo sucedido en la Iglesia de Carolina del Sur. La terrible experiencia de Charleston nos recuerda que la amenaza de los crímenes de odio constituye una inquietante realidad en los Estados Unidos y en otros lugares. Nos recuerda la necesidad de rescatar para el espacio público el lenguaje de los derechos y la igualdad racial que nos remite a la prédica poderosa y profética de Martin Luther King jr. en los años sesenta. King supo articular el discurso profético del cristianismo con el lenguaje emancipatorio de los derechos básicos. Este proceso de retroalimentación semántica ha sido descrito por J. Rawls como ‘estipulación’. . Recuperar esa mística y esa práctica política permitiría fortalecer el programa de la lucha por la defensa de la igualdad civil que ha caracterizado el trabajo liberal en Norteamérica. En el Perú – lamentablemente – el apelativo “liberal” ha sido despojado de ese legado político, y se asocia falsamente con el integrismo económico. Es preciso trabajar por modificar esa funesta proclividad ideológica, responsabilidad de algunos predicadores y periodistas nacionales. Pensar la tradición liberal sin la cultura de los derechos es como evocar el pensamiento griego sin la pólis.

Los sucesos de Charleston deberían convertirse en tema de debate en nuestro medio.


 

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