jueves, 2 de abril de 2015

VIDA, ENCARNACIÓN Y VERDAD





Gonzalo Gamio Gehri[1]

Celebrar la Semana Santa constituye ocasión para revisitar, por así decirlo, el núcleo de la fe cristiana. El misterio propio de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús como actos de amor incondicional. Reconocer que no es la muerte la que tiene la última palabra, sino el ágape y la justicia. Aquí reside en buena cuenta, la verdad del cristianismo.

No se trata, evidentemente, de una verdad puramente intelectual. No se concibe aquí la verdad como la correspondencia entre la mente y las cosas. Para Jesús – como para los judíos que se remitían a la tradición profética – la verdad se dice emeth, que es más precisamente "lealtad" , confianza en la relación Yo / Tu como base de toda relación interhumana, pero también piedra angular de la Alianza entre Dios y su Pueblo. Este concepto de verdad alude al proceso de la comunicación, y por lo tanto al horizonte del encuentro con el otro. Es más una categoría ética que estrictamente metafísica. Ella supone su encarnación en una forma de vida. 

 Esta dimensión práctica de la verdad explica probablemente el silencio de Jesús ante la pregunta de Pilatos “¿Qué es la verdad?”. No se trata de evocar una solución epistémica, o de describir una doctrina religiosa. La verdad alude a un modo de estar en la vida, confiar en la acción del Amor en las personas, por eso no cabe responder a la pregunta con una definición teórica. La verdad acontece en medio de los seres humanos, orienta el cultivo del diálogo, así como las transacciones más sencillas de las personas. En lugar de remitirnos al conocimiento definitivo de la estructura del cosmos, plantea la conexión entre Yo y Tu, conexión que se pone en juego en el gesto, en la palabra, en la mirada y la escucha.

La verdad se comprende como la encarnación del ágape, con todos sus riesgos. El cristianismo destaca la vulnerabilidad como un rasgo distintivo de esta relación interpersonal. Nos habla de un Dios que quiere misericordia y no sacrificios, que accede a vivir en medio de los seres humanos y entablar amistad con ellos. Un Dios que abandona lo eterno para ingresar en el tiempo finito, que nace en un pesebre y que muere en la cruz. Evoca en particular la vulnerabilidad de aquellos en quienes concentra su atención el anuncio del Reino; los pobres, los excluidos, las víctimas. Por eso examina la historia desde su reverso, desde la perspectiva de los pequeños, los débiles, los marginados, los “insignificantes”. Aquellas personas por las que los poderosos, sabios e influyentes no darían un centavo. Ni entonces, ni ahora. No obstante, los últimos serán los primeros. En Mateo 25 el compromiso con los más pequeños adquiere una connotación ética bastante precisa: dar de comer al hambriento,  visitar al enfermo o al preso. El ágape se manifiesta en las obras.

Con frecuencia olvidamos que esta forma de vida constituye la matriz de significado del cristianismo, el compromiso incondicional con los más débiles. Jesús asume su propia fragilidad en la cruz, dando la vida por sus amigos. Su Resurrección, en contraste, se propone mostrar que lo que quiere Dios de sus criaturas es que ellas tengan vida en abundancia. La violencia, la discriminación y la desigualdad contravienen aquel deseo y aquella promesa hecha a todos los hombres. El amor y el sentido de justicia inspiran a las personas de buena voluntad en la tarea cotidiana de combatir todo aquello que corrompe la plenitud de vida que merecen los hijos de Dios, en conformidad con el anuncio del Reino. Al actuar así apuestan porque la muerte no tenga jamás la última palabra.
  

(Publicadoen la columna ‘La periferia es el centro’ de La República).




[1] Profesor de filosofía de la PUCP y la UARM.

3 comentarios:

  1. Interesante post. Quería hacerte una consultita, ¿dónde puedo encontrar el libro "El cultivo del discernimiento"? Quisiera citarlo en mi tesis.

    Cordialmente
    Uriel

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  2. La he visto en librerías, y en la Universidad Ruiz de Montoya.

    Un abrazo,
    G.

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  3. Hermoso articulo
    Aquí en Latinoamerica hay un redescubrir de los significantes, desde una mirada centrada en lo comunitario,... y en la ternura, la ternura de unir cuerpo y alma, sentimientos y razón. Y esta mirada sobre la verdad como lealtad, supone lo mismo, da frescura a la pascua.
    gracias
    fandelrey

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