sábado, 11 de abril de 2015

DE VIDAS Y MARCHAS





Gonzalo Gamio Gehri

En una sociedad libre, no debatir temas complejos es realmente perjudicial. Bloquear estos debates mina severamente la capacidad de esa sociedad de autoexaminarse y configurar caminos de justicia y desarrollo humano. Pretender que sobre estos temas existe sólo un punto de vista o que otros puntos de vista no deben ser tomados en cuenta porque no representan la visión de la mayoría no contribuye a fortalecer la condición de “pluralismo razonable” - en la terminología de Liberalismo político de Rawls - que requieren nuestras democracias.

La llamada “marcha por la vida” ha convocado a una gran cantidad de personas. Si el número de participantes ha sido exagerado por sus organizadores o si algunos participantes fueron obligados a asistir,  es algo que no vamos a discutir aquí. El asunto realmente importante es otro. Da la impresión que un sector de nuestras llamadas “élites” (y tal vez un sector de la población) considera que el hecho de exhibir a miles de personas respaldando un punto de vista puede relevarnos de la tarea de discutirlo. Más allá de la libertad de expresar una opinión sobre el tema, puede entrañar una suerte de “prepotencia ideológica”,  que impide debatir a fondo ciertos temas realmente conflictivos.

El nombre “marcha por la vida” puede resultar equívoco, o inducir a confusión. Nadie en su sano juicio está en principio en contra de la vida. Se trataba de una marcha en contra de la implementación de un protocolo para el aborto terapéutico – pues ya existe una ley sobre la materia – y contra la propuesta legislativa en torno a la unión civil (no está en discusión ahora el aborto sin restricciones ni la unión matrimonial igualitaria, aludir a esas propuestas constituye una estrategia retórica conservadora que conduce a incurrir en la 'falacia del plano inclinado').  Es legítimo mostrar la popularidad del propio ideario, pero es mucho mejor – si se inspira uno en un espíritu democrático – dialogar en torno a lo que realmente está en juego. Examinar los casos que han sido llevados al Tribunal Constitucional y a organizaciones internacionales, por ejemplo.

Examinar en el espacio público estos temas con honestidad y atención a las razones del otro constituye una exigencia moral para las asociaciones y las personas que coexisten en una democracia liberal. Las políticas no las deciden los grupos religiosos, sino la instancia pública y los ciudadanos actuando como actores políticos, deliberando desde y en el lenguaje de los derechos y las libertades civiles en espacios públicos plurales. La estipulación es una posibilidad, pero el léxico articulado ha de ser el de la razón pública  compartida y no el de doctrinas comprensivas que pueden actuar de una forma excluyente. Vivimos en un Estado laico cuyo primer propósito es garantizar derechos y libertades de las personas. Un Estado que no debe pronunciarse sobre el estilo de vida de los individuos – ese es un asunto que corresponde a los propios individuos, así como a las comunidades en las que ellos aceptan libremente participar – sino sólo asegurarse de que nadie vea recortados sus derechos y libertades. Incluidos la vida, la elección del proyecto personal, a no ser discriminado, las sucesiones, etc. Se trata de examinar los casos, las situaciones límite, etc. Ese estado no confesional debe garantizar, además,  la existencia de foros en los que se discutan los alcances de estas normas y principios. Los espacios cívicos y académicos, evidentemente, deben someter a discusión los rasgos y límites de aquello que corresponde a la “naturaleza”, la “vida” y la “libertad”, para saber si estamos hablando de lo mismo cuando recurrimos a estas palabras.

Se trata de discutir estos temas en el marco de una legalidad democrática (y de cierto ethos falibilista). Lo peor que puede hacerse es no discutir estos asuntos. El recurso al trabajo de lobbies y la organización de marchas pueden convertirse en meras exhibiciones de fuerza. Pueden encubrir a veces el temor a examinar cabalmente problemas delicados en una sociedad diversa como la peruana. Recordemos que el Estado se debe a todos los peruanos, no sólo a quienes suscriben una determinada convicción religiosa o un determinado conjunto de creencias. Reconoce a sus ciudadanos como iguales ante la ley. Eso significa estríctamente vivir en una democracia auténtica. No lo olvidemos.










11 comentarios:

  1. Estimado Gonzalo,

    Al margen de los asuntos concretos por los que se realicen marchas pacíficas, el propósito de ellas es que un sector de la población se manifieste públicamente para expresar su apoyo o rechazo a una medida determinada. Obviamente, para que tengan éxito requieren de una organización y de "lobbies". Es parte del juego político en una sociedad democrática.
    Puede ser que te desagraden los argumentos esgrimidos en este caso, pero debes reconocer que es un instrumento perfectamente legítimo que también es utilizado (sin recibir ninguna crítica por ello) por posiciones contrarias.

    Saludos,

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  2. Nadie objeta esas estrategias cuando se usan abiertamente (como en el caso de la organización de marchas). Lo que se cuestiona es que no se exprese con precisión el propósito; "defender la vida" es una idea muy general, con la que en principio nadie discrepa. El asunto es hacer explícito el propósito real. Y, por supuesto, la escasa vocación de discutir esos temas en el espacio público.

    Saludos,

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  3. Es legítimo hacerlo. Todo el mundo sabe que se trata de una marcha contra el aborto. ¿Donde está lo oculto? Lo mismo las marchas que promueven el matrimonio gay o las "pro-choice". Cada uno puede hacer "marketing" de sus ideas. No hay mentira en las propuestas de ninguno de los dos. Veo una visión sesgada de tu parte.

    Tienes razón cuando planteas que hay un escasa vocación por discutir seriamente esos y otros temas en el espacio público peruano. Pero eso no es una tara exclusiva de los "pro-vida". Está presente en la derecha y la izquierda peruana. Basta ver los artículos de Mariátegui, Hildebrant, Álvarez Rodrich, Bullard, etc. Todos recurren (algunos más, otros menos) al insulto, a la descalificación de los argumentos contrarios, pero nadie aborda los temas con seriedad.

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  4. Me parece que hay un tratamiento deliberadamente general e impreciso sobre "defender la vida". De hecho, respecto del aborto terapéutico - que es el tema "discutido", no el aborto irrestricto -, que involucra restricciones y criterios médicos. Simplemente se enturbia la discusión, y y se confunde al ciudadano. La oposición vida y libertad no parece consistente (desde ningún lado).

    Básicamente estamos de acuerdo. No hay una vocación por discutir el tema. Lo digo tomando en cuenta la escasa disposición por discutir en la sociedad peruana.

    Saludos,

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  5. ¿Se puede aceptar como válida por todos una marcha en contra de ley Pulpín y no una en contra del aborto? ¿Habría que prohibir la segunda por tener como base motivaciones religiosas? De suceder esto, el Estado laico mostraría una dimensión totalitaria y represiva.

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  6. Claro que no. En eso estamos de acuerdo absolutamente.

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  7. Al parecer, el éxito de la Marcha por la Vida les ha chocado a los abortista, a los abiertos y a los encubiertos (y uso el término, porque tal vez si digo "pro elección", al autor del blog le parezca ambiguo, o alegue que no es claro "el propósito" de lo que quiero decir). Lamentablemene, el autor no posee la capacidad para la ambigüedad que tiene nuestro actual Pontífice, y por ello, aunque no lo manifieste, el uso, para criticar una posición, de argumentos que igualmente podrían ser aplicados a la postura contraria, deja en evidencia claramente con cuál de las dos partes simpatiza. Hubiese sido un gesto de honestidad intelectual, además de respeto a sus lectores, que el autor advierta de su postura filoabortista; lo cual, por lo demás, no hubiese sorprendido ni extrañado (menos aún sabiendo que es la opinión enormemente mayoritaria entre los profesores de humanidades, ciencias sociales y derecho de la Universidad -paradójicamente- "Católica"). Por no hacerlo, su artículo queda como sesgado o, peor aún, tramposo. Pero, lo peor es que el autor exija "ser explícito" (a los provida, claro), cuando él mismo no lo es.

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  8. No soy "filoabortista", como el comentarista sugiere. Puede ver en este blog cuál es mi posición frente al tema. El desarrollo de este post muestra asimismo cuál es el tema, con claridad.

    Saludos,
    Gonzalo.

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  9. "He sostenido varias veces en este blog que, – por razones filosóficas, no por apelaciones a la autoridad –, soy contrario al aborto (estoy dispuesto a examinar los casos particulares, pero esa es mi postura general sobre este tema" (Tomado de este blog. Entrada: "UNA CUESTIONABLE INTERVENCIÓN EN LA ESFERA POLÍTICA", 2 de marzo de 2011). Después de lo dicho, el autor afirma no estar a favor del aborto. Tal vez no esté a favor de asesinar a los niños no nacidos por cuestiones eugenésicas, pero sí deja abierta la posibilidad para otras circunstancias. Eso, creo, es estar a favor del aborto. Voy a traducirlo a sus parámetros liberales. Si yo dijese que soy contrario en general a las ejecuciones extrajudiciales o a la tortura (pero estoy dispuesto a examinar los casos particulares, pero esa es mi postura general sobre este tema), ¿qué diría el autor del blog?, ¿diría que soy contrario a la tortura y a las ejecuciones extrajudiciales?No creo.
    Y sí, efectivamente, el tema del post está claro. Que tal vez si la Marcha hubiese sido convocada por Bambarén, esta entrada no hubiese sido escrita. Saludos.

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  10. Rafael:

    La disposición a examinar casos particulares en ética data de la "{Etica Nicomáquea" y es común entre los filósofos. Piebso en casos que el TC ha revisado hace buen tiempo. Creo que es importante debatirlos.

    Saludos,
    Gonzalo.









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  11. Rafael:

    La disposición a examinar casos particulares en ética data de la "{Etica Nicomáquea" y es común entre los filósofos. Piebso en casos que el TC ha revisado hace buen tiempo. Creo que es importante debatirlos.

    Saludos,
    Gonzalo.









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