Gonzalo Gamio Gehri
“¡Pobre
patria!
Casi siente temor cuando se reconoce. No se puede llamarle
madre sino nuestra tumba, donde nadie sonríe excepto quienes nada saben; donde
suspiros y lamentos y gemidos que desgarran el aire surgen sin que lo advierta
nadie, donde el dolor violento parece un éxtasis común. Suenan tañidos por un
hombre muerto y no pregunta nadie por quién es, y la vida de los hombres
honorables se extingue antes que las flores en sus caperuzas y mueren antes de
enfermar”[1].
Casi siente temor cuando se reconoce. No se puede llamarle
madre sino nuestra tumba, donde nadie sonríe excepto quienes nada saben; donde
suspiros y lamentos y gemidos que desgarran el aire surgen sin que lo advierta
nadie, donde el dolor violento parece un éxtasis común. Suenan tañidos por un
hombre muerto y no pregunta nadie por quién es, y la vida de los hombres
honorables se extingue antes que las flores en sus caperuzas y mueren antes de
enfermar”[1].
Probablemente este sea uno de los
pasajes más duros de la historia de la literatura en cuanto al diagnóstico de
una crisis moral y política. Revela efectivamente un enorme escepticismo
político. Se trata de una reflexión inscrita en el renacimiento inglés, pero
que históricamente alude a una situación generada en el siglo XI en la Escocia medieval -, pero
que sin duda va más allá de estos contextos puntuales. Implica un juicio sobre
la quiebra de la legalidad en las sociedades, e incluso sobre la labilidad como
un elemento crucial de la condición humana. Nos habla del tipo de injusticias
que los seres humanos pueden perpetrar sino existen normas, procedimientos e
instituciones que puedan prevenir o impedir tales acciones.
Esta idea es recurrente en Shakespeare.
No olvidemos sus alusiones a la “podredumbre” presente en el reino de los
daneses en Hamlet, o sus juicios sobre la concentración del poder en Ricardo
II, sólo por citar un par de casos. El tema de la crisis política se hace
aún más presente en sus dramas romanos, en los que la agonía del sentido
republicano es un tópico fundamental. Piénsese en la preocupación que
manifiesta Julio César al constatar que Casio le dedica tantas horas a la
lectura, y está tan lejos de la complacencia palaciega. Casio piensa demasiado,
y eso lo convierte en un personaje peligroso.
El pasaje de Macbeth alude a una
sociedad en la que se ha perdido el marco legal
y el régimen libre, una sociedad en la que sus miembros no parecen
interesados – en principio, o al principio – en revertir esa situación de
tiranía. La patria (la morada original, en la que la vida habría de prosperar)
se ha convertido en la “tumba” de los espíritus libres. No puede despertar un
sentimiento de comunidad, ni siquiera una vocación de transformación entre la
mayoría de los habitantes, como si la corrupción estuviese minándolos por
dentro . Finalmente, los rebeldes escoceses – liderados por Malcom y Macduff y
por Seward, el general de sus aliados ingleses de Northumberland – deponen al
usurpador y se restablece el poder legítimo, pero Shakespeare parece advertir
que poco es lo que podemos esperar de los seres humanos cuando el ejercicio del
poder no cuenta con límites estrictos. Se requiere además de una paidéia
que impulse a las personas a establecer esos límites y a prevenir su
trasgresión. La libertad no se logra ni se preserva sin esfuerzo y convicción.
Evoco estas líneas de este
extraordinario drama pensando en el sentido de desesperanza que impera en
nuestro país. La presuposición de que la corrupción prospera por doquier y ha
comprometido hasta el tuétano a nuestra “clase dirigente”, las “élites” que
algunos alaban con tanto fervor. Los grandes grupos de poder empresarial, mediático y otros sectores de
poder jerárquico tienen una agenda bastante conocida. Creo, no obstante, que no
hemos alcanzado el punto crítico descrito aquí, a pesar de la gravedad de la
hora presente. La percepción de la omnipresencia del delito beneficia a
aquellas organizaciones políticas asociadas con la corrupción y las violaciones
de libertades y derechos. Parafraseando a Judith N. Shklar, estamos hablando de
injusticias y no de infortunios o fatalidades. Como iremos discutiendo en los
textos que publicaremos en breve, se trata de una crisis que puede revertirse, entre otras cosas, a
través de la acción cívica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario