Gonzalo
Gamio Gehri
Hace muy poco que
perdimos a Javier Diez Canseco. Seguí su trayectoria y voté más de una vez por
él como congresista, dado que consideraba que su presencia era relevante en un
Congreso plural y decente. No tuve la oportunidad de conocerlo personalmente,
pero siempre admiré su coherencia personal, su valentía y su tenacidad para
denunciar la injusticia y combatir la impunidad. Era un crítico implacable y un notable polemista. En los últimos meses, el
actual Congreso lo sancionó violando el principio del debido proceso y el
derecho a la defensa – como se ha manifestado desde los fueros legales – a
partir de una campaña desatada desde la prensa conservadora, particularmente Correo. Se intentó así mellar la imagen pública de un político que desarrolló su trabajo parlamentario desde la
convicción de que resultaba fundamental para mejorar la acción política
recuperar su originaria y radical conexión con la ética.
No compartía yo el ideario
revolucionario de Diez Canseco, tampoco su espíritu militante, aunque respetaba
profundamente el ideal de integridad personal y solidaridad con los débiles que
promovía. Como muchas personas de mi generación, me pareció importante aprender de la experiencia del desmantelamiento del bloque del este, experiencia que
reclamaba un esforzado trabajo de reformulación teórica del socialismo y el
alejamiento del marxismo ortodoxo, y acaso un desplazamiento decisivo hacia
posiciones socialdemócratas o cívico-humanistas. Saludaba el proyecto de preservar el impulso moral por
la justicia social y la libertad, desde una valoración liberal de las fuentes
éticas y procedimentales de las ideas democráticas, dejando de lado el pathos dogmático de las viejas
vanguardias. Los socialistasmás radicales, inspirados por la mística de la postguerra, no se mostraban afines a este giro hacia un progresismo liberal. más bien revisionista. Entiendo que el Partido Socialista ha hecho en los últimos años
una revisión de sus bases ideológicas, pero no tengo información detallada de
ello. Lo cierto es que Diez Canseco participó activamente en la tarea
legisladora y fiscalizadora desde las instituciones de la democracia
constitucional – representativa -, destacándose en la defensa de los derechos
humanos de las víctimas y de los trabajadores y en la vindicación de los
principios de la ética pública en contra de las diversas formas de
autoritarismo y corrupción urdidas en las últimas décadas.
Su más reciente
producción política estuvo ligada a la defensa de los derechos de las personas
con discapacidad y las minorías
culturales y sexuales. Más allá de si uno comincidía o no con los cimientos
ideológicos de Diez Canseco o si disentía con algunos capítulos de su
trayectoria política – por ejemplo, su discutida responsabilidad en la división de la
izquierda – uno celebra indiscutiblemente el balance positivo de una vida
dedicada a la causa de los sectores más pobres y vulnerables del país, la pertinencia de
su labor parlamentaria, su firme combate a la autocracia (tanto con Velasco
como con Fujimori), la compleja consistencia entre pensar y vivir la política.
Incluso quienes alguna vez se consideraron adversarios políticos de Javier Diez
Canseco reconocen el enorme valor de una vida dedicada al cultivo de una
política humana y empática con quienes sufren. Seguramente un Congreso más
honorable le rendirá a Javier Diez Canseco el homenaje que su vida y su labor
merecen.
Un sujeto como JDC -que murió convencido de su apoyo a las tiranías castrista y chavista- de ninguna manera podría evolucionar ideológica o programáticamente como ingenuamente se sostiene en este blog, por eso, lo ocurrido con JDC evidencia la única alternativa de renovación para la izquierda peruana: la alternativa biológica, toda vez que es imposible que esta corriente política asuma una renovación programática o ideológica que la haga evolucionar desde las actual perspectiva cavernaria hacia visiones más civilizadas y democráticas.
ResponderEliminarSólo con la extinción física de los viejos saurios de la izquierda peruana (pertenecientes a aquella "generación del 68") será posible una renovación ideológica y programática; lamentablemente, al igual que los otros saurios -los dinosarios- estos viejos saurios de la izquierda peruana se extinguirán, pero dejarán huellas perdurables que entorpecerán esta renovación ideológica.
Eso que se llama "coherencia" no es más que testarudez, cerrazón ideológica y la incapacidad de la izquierda peruana de aprender de sus propios errores y horrores.
JDC fue muy "comprensivo" con el terrorismo comunista desatado a partir de 1980 en adelante, mantuvo una posición vacilante bajo el pretexto del debate entre "vía revolucionaria" (terrorismo) y "vía democrática".
Finalmente, ya es de risa esa visión de que el desplome de los socialismos reales de Europa del Este fue producto de una reflexión ideológica, cuando fue consecuencia del desplome del imperio soviético ante su incapacidad económica y tecnológica de seguir en la carrera armamentista de la Guerra Fría.
Nuevamente, no entiendes lo que lees.
ResponderEliminarDejo constancia de tu comentario y que el lector juzgue o discuta. Lo de la "alternativa boplógica" es una ridiculez y una sugerencia ofensuva que ni siquiera merece una respuesta detallada. Sólo muestra virulencia.
JDC fue una persona coherente. Pero no toda coherencia es digna de admiración. Fue un jacobino que denunció la injusticia pero nunca pudo ver una mayor injusticia: las perversidades que habían engendrado los regimenes marxistas que nunca dejó de apoyar (o en todo caso que nunca condenó).
ResponderEliminarFue coherente en su fe en una ideología totalitaria que tanto sufrimiento ha generado. Si participó en una democracia representativa fue porque las circunstancias históricas no le dieron otra salida. Para los jacobinos, todo es moral con tal que contribuya al triunfo de la revolución.
Considero equivocado creer que estos buscadores de utopías y acusadores profesionales actúan moralmente porque denuncias injusticias objetivas. Quien se mueve por el odio, aunque acierte en identificar un mal, no logrará realmente repararlo ni hacer justicia.
Daniel
la alternativa biológica funcionó en España, con la desaparición de Franco y motivó el inicio de su transición a la democracia en los 70s, también es la alternativa biológica la que ha motivado la transición en Venezuela con la desaparición de Chávez.
ResponderEliminarAquellos sistemas cerrados ideológicamente no tienen mecanismo u oportunidades de cambio interno, sólo les queda la alternativa biológica. Por supuesto que aquellos que encerrados en una torre de marfil de palabrería y de malabarismos verbales, se niegan a aceptar que la izquierda peruana haya llegado a esta penosa situación en donde es necesaria la extinción de los viejos saurios, para intentar una renovación programática, es preferible la comodidad intelectual de pensar que luego de intensar y largas reflexiones ideológicas, se conseguirá la renovación y el cambio hacia formas más democráticas y civilizadas que las actuales. Han pasado más de 20 años del desplome del bloque comunista y de la desaparación de la URSS, la izquierda peruana ha sufrido catastróficos resultados electorales que la han alejado de la política activa para pasar a refugiarse en la onegés y en las universidades. El mismo JDC sacó el 0.5% en las elecciones del 2006; año en donde todas las distintas facciones, variantes y sub-variantes de la izquierda peruana sumadas no llegaron ni al 1% de la votación. A pesar de esta secuencia de cataclismos y no obstante el tiempo transcurrido, la izquierda peruana no ha reflexionado ideológicamente y persiste en mantenerse como la más arcaica y cavernaria del continente americano (todavía hay gente que añora a la URSS, al bloque comunista, que justifica la "lucha armada" y que defiende a las tiranías de Cuba y Venezuela). En ese panorama desolador, la alternativa biológica es la única alternativa de cambio real para la izquierda peruana, aunque el autor del blog se cierre a esta realidad.
Estimado Gonzalo:
ResponderEliminarCómo estas? Al tiempo. Por supuesto que Javier Diez Canseco, fue una persona digna de admirar y respetar. Aunque no concordemos necesariamente en los mismos términos sobre su persona, es un hecho que los dos lo apreciamos. Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo sobre el (si en los medios he leído mas de 20 columnas dedicada a su persona)sin contar el multitudinario despido que se le dio.... raro para alguien que saco 0.5% verdad? ... en realidad, eso lo único que demuestra es que la decencia en este país no gana elecciones.
De otro lado, lo que también es admirable Gonzalo, es tu capacidad de poder tolerar a ciertos personas que parecen columnistas de Peru21. Solo demuestran tu don de gente Gonzalo, lo haces una y otra vez, cuando hasta a veces la actitud del personaje en cuestión, raya con el insulto y la diatriba, además de la mentira fácil. Eso de la alternativa biológica es tan insultante...
un abrazo,
CZG
ResponderEliminarHONORABLE JAVIER DIEZ CANSECO
Javier era un hombre honesto e incorruptible. ¡Cómo no reconocer la infinita generosidad de su persona! Poseía el don de la modestia y la sinceridad, y por estas cualidades hacía amigos con facilidad. Lo recuerdo en una marcha, de los pequeños comerciantes de San Martín de Porres que protestaban contra el alza excesiva del impuesto por la ocupación de la vía pública. Javier, serio e impertérrito, tras abandonar su curul de congresista, vino al mercado, se unió a los dirigentes y, con su andar dificultoso pero con gesto convincente los acompañó hasta la Municipalidad a hablar con el alcalde.
En la historia de la política peruana, no hay ejemplo de moral revolucionaria más alto que el de Javier. Después de Mariátegui es la figura estelar del Socialismo en el Perú, por su desinteresada entrega al servicio de los pobres; hasta en el Congreso de la República, durante sus años de legislador, defendió con pasión los derechos de aquellos que no tienen nombre ni voz en la historia. Y aunque en el Hemiciclo, en medio de legisladores conservadores y neo-liberales recalcitrantes, su palabra fuera como la de Jesucristo proclamando en el desierto, nunca se cansó de batallar por la aprobación de aquellas mociones que él consideraba justas y necesarias ya que emanaban de los sectores populares.
ResponderEliminarHONORABLE JAVIER DIEZ CANSECO
Javier era un hombre honesto e incorruptible. ¡Cómo no reconocer la infinita generosidad de su persona! Poseía el don de la modestia y la sinceridad, y por estas cualidades hacía amigos con facilidad. Lo recuerdo en una marcha, de los pequeños comerciantes de San Martín de Porres que protestaban contra el alza excesiva del impuesto por la ocupación de la vía pública. Javier, serio e impertérrito, tras abandonar su curul de congresista, vino al mercado, se unió a los dirigentes y, con su andar dificultoso pero con gesto convincente los acompañó hasta la Municipalidad a hablar con el alcalde.
En la historia de la política peruana, no hay ejemplo de moral revolucionaria más alto que el de Javier. Después de Mariátegui es la figura estelar del Socialismo en el Perú, por su desinteresada entrega al servicio de los pobres; hasta en el Congreso de la República, durante sus años de legislador, defendió con pasión los derechos de aquellos que no tienen nombre ni voz en la historia. Y aunque en el Hemiciclo, en medio de legisladores conservadores y neo-liberales recalcitrantes, su palabra fuera como la de Jesucristo proclamando en el desierto, nunca se cansó de batallar por la aprobación de aquellas mociones que él consideraba justas y necesarias ya que emanaban de los sectores populares.
Curiosamente a Robespierre también le llamaron el "incorruptible".
ResponderEliminarHay un tipo de moralismo que es profundamente inmoral. El moralismo revolucionario ha pasado por alto evidentes y groseros atropellos contra la dignidad humana con tal de llevar adelante los objetivos de su utopía revolucionaria. Diez Canseco fue un infatigable crítico de muchos males, pero se justificó dictaduras atroces que coincidían con su ideología. Es inmoral el moralismo que ama más a la "humanidad" en abstracto que al ser humano en concreto.