Gonzalo Gamio Gehri
La
respuesta a la pregunta que da título a esta reflexión parece obvia, sino fuera
porque algunas personas sostienen – con gran descuido y precipitada convicción
– que “la cultura no existe”. No es el caso que argumenten que este asunto, la cultura, sea o
no un factor decisivo para la elección de una clase de vida, sino que, a secas,
“no existe” ¿Qué sentido puede tener esta expresión? ¿Podemos realmente tomarla
en serio?
Parece que no. Con
frecuencia quienes presuponen que “la cultura no existe” aducen que ella es
solamente una “construcción humana”. La contradicción en la que incurren es notoria, como sostendremos en un momento. Revelan de inmediato, además, una concepción
bastante ingenua y chata de la realidad: reales son sólo los entes naturales,
no existe aquello que acusa la creación o la intervención humana.
Existen los crustáceos y los nogales, no el bien, las profesiones o las
instituciones sociales. Se trata de una opinión racionalmente endeble. Es evidente que la cultura no existe del mismo modo en
que existen los elefantes. Sin embargo, está allí en el sentido en que es un
elemento crucial en la vida de las personas, y su presencia o no en ella no
depende sin más de sus deseos de facto. La cultura es una variable que permite explicar diversos fenómenos sociales (a menudo en conexión con otras variables, entre las que se encuentran la política o la economía). Si podemos constatar su presencia e influencia en los agentes, si hace posible una interpretación lúcida de ciertas realidades, entonces tendríamos que reconocer su existencia. Su presencia es expresión de una historia y
un conjunto de formaciones humanas. El que sea una construcción social
evidencia su existencia. Comprender la cultura – y en general, la producción
humana de sentido – exige abandonar ese estrecho preconepto de lo real.
Quizás
esa precipitada aseveración provenga de una confusa valoración de la reflexión
práctica. Quizá estas personas sostienen que la cultura configura diversos modos de pensar y de actuar, pero que la
razón debería elevarse por encima de esos contenidos para purificarlos y edificar
una forma de vida fundada en principios. Una ética de procedimientos – piensan
- habría de regir nuestras acciones y motivaciones. Una posición como ésta no
desconoce la existencia de la cultura, sino que cuestiona su valor moral. El
problema es que tal punto de vista asume una concepción estrecha y filosóficamente pobre de la cultura. Se identifica la “cultura” con la mera “tradición” comunitaria, con la
repetición mecánica y dogmática de un legado que no supone el trabajo crítico (hemos visto en este blog que esta posición también
simplifica groseramente la noción de tradición, pues realmente traditio implica reflexión y cambio de
mentalidades). Es preciso desarrollar el concepto de cultura con mayor esmero,
y abandonar las representaciones caricaturescas de una vez por todas. Identificarla con la
supuesta “tradición” equivale a definirla con el pernicioso prisma de los integristas tribalistas,
desde el fundamentalismo y la proscripción del pensamiento libre.
Una
investigación seria debe transitar otras vías que hagan justicia a la
complejidad del fenómeno por examinar. Consideremos un concepto hermenéutico de
cultura. Se trata de un trasfondo de significados compartidos que se pone de
manifiesto a través de diversas producciones de sentido de los grupos humanos.
Dicho trasfondo se va configurando en el tiempo en virtud de la experiencia, el
debate, el desarrollo de disciplinas, artes y relatos, etc. Los objetos tienen un significado en tanto éste ha sido configurado socialmente a través de prácticas que implican el cuestionamiento y el juicio. Las distinciones que contribuyen a clarificar coordenadas de
orientación en la vida, bueno / malo, significativo / trivial, etc., son en
parte obra de este trasfondo. Por supuesto, podemos interpelar este trasfondo y
cuestionar estas distinciones: el cambio cultural es parcialmente fruto del
ejercicio de la crítica. Pensemos en la idea socrática de la vida examinada,
pero también en el trabajo de los profetas de Israel, en la crítica de los
valores homéricos en Esquilo y Sófocles, o en el surrealismo europeo. Pensar que la crítica cultural es sólo
filosófica es absurdo (también lo es pensar que la filosofía – incluida la
ética de procedimientos - no es un producto cultural). La literatura, el mito,
la mística religiosa, las artes han aportado nuevas metáforas, imágenes y
argumentos a la crítica cultural. La reflexión sobre la propia cultura y el contacto
intercultural pueden promover – como sostienen Sen y Benhabib, y otros –
el ejercicio de la libertad cultural. La conciencia racional es también un
producto de la dinámica cultural e intercultural, y no es sólo la solitaria expresión del
legado espiritual de Occidente.
La
cultura puede generar una suerte de prisión inielectual (de carácter ético - espiritual) allí donde se reprima la
crítica y el pensamiento libre. Fenómenos como el integrismo son la expresión
de esos penosos intentos por inmovilizar artificialmente la vida cultural. La cultura es también contrastación de narraciones, movimiento y autorreflexión. Quien
visite regularmente este blog sabe de
mi interés por la promoción de la agencia, el trabajo crítico sobre el ethos. Ese trabajo puede llevarnos
legítimamente a la resignificación cultural o al exilio, que son
manifestaciones de libertad cultural. Es preciso fortalecer el ejercicio de la
libertad cultural si es que aspiramos a que las culturas se conviertan en
genuinos espacios de reflexión y realización humanas. Pero una cosa es defender
esta clase de libertad y otra muy distinta concebir la cultura únicamente como
prisión, interpretándola erróneamente bajo los
estrechos y espiritualmente mutiladores esquemas del integrismo.
Descartemos la pregunta porque el solo hecho que exista una sociedad envuelve una cultura.
ResponderEliminarAhora bien, si vamos a la expresividad popular a que no tenemos cultura, está mal enfocado, en tal caso, la frase correcta sería: "Nuestra cultura es muy conformista" o "No tenemos aspiraciones a una cultura superior". Los pueblos juntan sus costumbres, artes, ciencias, etc y de eso nace una cultura. Si vemos que en arte la mayoría opta por regueton en lugar de una marinera o un ballet, o pensamos que el cirque du soleil no es bueno porque no tiene animalitos o un travesti como animador, o gozamos cuando decimos con orgullo que el peruano es vivo o pendejo, entonces, llegamos a la conclusión que cultura hay, pero de muy bajo nivel porque tenemos un pueblo embrutecido de mala influencia televisiva, y pobre educación verdaderamente cultural en los colegios. Si un niño crece conociendo artes, costumbres buenas y anhelos de crecimiento social, se tendrá a un hombre que enriquezca la cultura y no la denigre como lo hace esta generación de comunicadores y educadores de conformismo y mediocre aspiración al progreso. (Carlos Iriarte)
Estimado, Gonzalo:
ResponderEliminarSi sólo lo natural fuere real, lo humano también lo sería pero en tanto existencia biológica de la especie homínida, que nada tiene que ver con lo humano. Pero, incluso entre muchas especies animales existen niveles de lenguaje, pautas sociales y cultura. Así, pues, habrá que preguntarle a quienes hacen las afirmaciones que niegas si también una parte de la vida animal sería irreal. La cultura es un proceso extra somático de creación, codificación y crítica que da para más. Raúl Pastor.