Gonzalo Gamio Gehri
Orfeo era el poeta, músico y compositor más importante del mundo mítico griego. Era hijo de Eagro, rey de Tracia, y de la bella musa Calíope, célebre patrona de la poesía épica. Dueño de una lira mágica regalada por Apolo, fue instruido desde pequeño en el cultivo de las bellas artes por las propias musas. Cuentan los poetas que el sonido de su lira encantaba a todas las criaturas, incluyendo a los dioses, los seres humanos, las fieras y hasta los árboles y las piedras del camino.
Compartió la suerte de Jasón y los Argonautas, y a su regreso a Tracia conquistó el corazón de la bella ninfa Eurídice, de vivaces ojos, abundante cabellera e iluminadora inteligencia. El amor de ambos enfrentó una dura prueba cuando la joven, que huía de las agresiones del feroz Aristeo, pisó una serpiente y fue mordida. Eurídice murió, víctima del veneno del reptil. No obstante, el poderoso amor que sentía Orfeo lo llevó a no resignarse a perder a la muchacha. Descendió al Hades, para devolverla al mundo de los vivos. La tristeza no mermó la esperanza que aún latía en su indómito corazón. Hechizó al barquero Caronte y al fiero can Cerbero gracias a las melancólicas melodías que entonaba con su lira. Dicen que - a causa de las composiciones del visitante - en el profundo Tártaro se suspendieron las torturas a los espectros de los condenados, y que el mismísimo Hades sucumbió a los encantos de su música.
Entonces Orfeo divisó el dulce rostro de Eurídice, sus ojos oscuros y su brillante cabellera negra, e incluso pudo escucharla cantar con suave voz; al verla, su corazón dio un salto. El heroico artista estaba en las entrañas mismas del Hades, a punto de rescatar a su amada. No podría hacerlo, empero, sin el consentimiento del sombrío Hades. El Rey de la morada de los muertos premió el valor del príncipe tracio, concediendo su permiso para que ambos abandonaran el Inframundo, con la condición de que Orfeo no consintiera, en el camino de regreso al mundo de los vivos, mirar hacia atrás. En la versión más arcaica del mito, ambos ascienden juntos, airosos, y vuelven a Tracia, de modo que el amor limpiamente triunfa sobre la muerte. Una versión posterior sostiene que, en el último momento, Orfeo vuelve la mirada hacia Eurídice, para garantizar su protección, por lo que ella debió permanecer en el reino de las sombras.
Más allá del tan discutido desenlace, la historia de Orfeo y Eurídice pone de manifiesto el implacable combate del amor contra lo presuntamente inexorable, Se trata de una extraña historia que ha influido en un sinnúmero de representaciones artísticas y religiosas posteriores. La aventura de Orfeo inspiró los misterios espirituales asociados con el culto al brillante Apolo y también al enigmático Dionisio.
La historia de Eurídice y Orfeo es simplemente mágica. Solo conocía la segunda versión, en la que la pierde al volver la mirada pero eso hacía de este mito mucho más interesante por el drama.
ResponderEliminarApreciado Gonzalo, tocas uno de mis temas más queridos. Dentro de mi campo también he escrito sobre la bella historia de Orfeo y Euridice en tres de sus manifestaciones musicales más emblemáticas: el Orfeo de Montevedi, Orfeo y Eurdice de Gluck y Orfeo en los Infiernos de Offenbach. Pero en la caso de Monteverdi, al basarse en el poema de Striggio, logra elevar la tragedia orfica al consuelo estelar.
ResponderEliminarYa hablaremos de ello y de otras cosas, lejos de los fascistas del corazón y de las ideas estrechas.
Un abrazo
...Y pensar que únicamente basta tomar en serio el Sueño para recuperar al Dios. No cualquier sueño, no el sueño del amodorrado de literatura o el inválido voluntario de música, no el del viciado a muerte de cultura, de untosa ciudad -, no, no el sueño de este soñador inválido, sino únicamente el Sueño, el sueño sin objeto (ni sujeto), es decir, el Sueño lúcido, el Sueño mántico del entusiasmo (Begeisterungsmantik), aquel sueño que se sueña "sin mirar hacia atrás" precisamente. Bien afirmó E. Rhode (Psyche, 1863) que el culto de Orfeo no fue realmente griego, nunca se adaptó bien a ese espíritu de luz. Orfeo fue para el griego de entonces, lo que la mística es para el cristiano secular, deísta, de ahora: una "secta" oscura, extraña, a pesar de ser afín, próxima. El cristiano secular se acerca al Dios griego (a cualquier Dios en realidad) con las anteojeras de la cultura y el manual platinado: solo lo entusiasma el "agua viva" del Dios que viene del desierto.
ResponderEliminarCulpa (en parte) de ese Orfeo que conocemos, solo una caricatura literaria y demasiado pacífica del Orfeo de Ovidio. Mil veces mejor está Euridice en el inframundo que ser liberada por un Orfeo amanerado de cultura.
Si esta es la crítica, es necesario una pars construens para el lector. Pregunta entonces: ¿cómo podemos recuperar el lector cristiano-secular, el soñador amodorrado, al entusiasmo del sueño lúcido mencionado? ¿cómo? Creo que valdría únicamente el consejo práctico del viejo Sileno, Sabio viejo nuestro, viejo pánico:
"Una vieja leyenda
cuenta que durante mucho tiempo el rey Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno,
acompañante de Dioniso, sin poder cogerlo. Cuando por fin cayó en sus manos, el rey pregunta qué es lo
mejor y más preferible para el hombre. Rígido e inmóvil calla el demón; hasta que, forzado por el rey,
acaba prorrumpiendo en estas palabras, en medio de una risa estridente: «Estirpe miserable de un día, hijo
del azar y la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería más ventajoso no oír? Lo mejor de
todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar para ti es - morir pronto» (Nietzsche, GdT, 33).
Un abrazo
Estimado Mario
ResponderEliminarLo dicho por Silenio debe estar al lado de cualquier juicio sobre la vida y la muerte humanas. como correctivo y como interlocución.
Un abrazo,
Gonzalo.