Gonzalo Gamio Gehri
Cuando Walter Benjamín se refería a la imagen del Ángel de la historia, evocaba el célebre cuadro de Paul Klee, Angelus Novus. Se trata de un ángel que vuela inexorablemente hacia delante – hacia el futuro -, pero que tiene la mirada fija en el pasado, y contempla horrorizado las ruinas y los cadáveres que va acumulando la obsesión humana por el “progreso” que no atiende a la situación de las víctimas de la violencia de las “realizaciones políticas” o “económicas” que imponen ciertas visiones de la sociedad y de la historia. Benjamín enmarca su concepción de la memoria en la tradición judía. Mientras las filosofías de la historia que la moderna tradición occidental tiene a veces por “canónicas” identifican la fuente de sentido de la historia en el Estado (Hegel), la sociedad civil (Marx), los héroes (Carlyle), los conflictos de poder (Foucault), el pensamiento judeo-cristiano se ocupa de aquellos que las “historias oficiales” consideran insignificantes (las víctimas, los pobres, los extranjeros, etc.). Esta perspectiva a veces ha sido descrita como “contra-histórica” o “antihistórica”.
Cuando Jean-Pierre Vernant señala que la memoria, antes que la reconstrucción del pasado, es la exploración hermenéutica de lo invisible, alude a una dimensión eminentemente moral del ejercicio de la rememoración[2]. La memoria hace presente lo que ha sido condenado a la ausencia por indiferencia, desidia o complicidad de agentes prácticos concretos. En ese sentido, se trata de una medida decisiva contra la invisibilización de las víctimas[3]. Como Tzvetan Todorov ha argumentado en un persuasivo ensayo, la memoria no se opone al olvido: se trata de un proceso selectivo en la que los agentes disciernen juntos acerca de qué debe recordarse y qué puede finalmente entregarse al olvido. El enemigo del trabajo público de la memoria es la “historia oficial”, el registro exclusivo de los hechos y procesos que aquellos que detentan el poder deciden que debe conservarse en el recuerdo de la colectividad, en desmedro de los hechos y testimonios acerca de la injusticia y el daño perpetrado sobre los más débiles[4]. Las víctimas tienen el derecho a olvidar, pero el olvido no puede imponerse desde posiciones desiguales de poder e influencia en las que se privilegia el interés del líder y el de su entorno. El legítimo camino del olvido – fruto de la decisión de la víctima - puede iniciarse luego de haberse investigado, procesado y sancionado a los perpetradores a partir de mecanismos de justicia legal y política. Las “políticas de silencio”, en contraste, establecen como “oficial” una versión de los hechos – una versión que no se nutre del relato de las víctimas, ni de la contrastación de testimonios de los involucrados -, y bloquean desde la arena política cualquier esfuerzo por sacar a la luz los delitos cometidos. Estas “políticas” procuran que las víctimas permanezcan en situación de invisibilidad.
[1] Consúltese Ames, Rolando “Violencia, verdad…¿Reconciliación en el Perú? En: VVAA El incierto camino de la transición Documentos de Trabajo. Serie Reconciliación Nº 1 Lima, IDEHPUCP 2005 pp.37-59.
[2] Vernant, Jean Pierre “Historia de la memoria y memoria histórica” en: Academia Universal de las Culturas ¿Por Qué recordar? Buenos Aires, Gránica 2002 p. 22.
[3] Esta es la tesis central del libro de Reyes Mate, La herencia del olvido, un texto que ha resultado particularmente inspirador en esta materia. Cfr. Mate, Reyes La herencia del olvido Madrid, Errata Naturae 2008.
[4] Todorov, Tzvetan Los abusos de la memoria Barcelona, Paidós 2000 pp. 15-16.
Estimado Profesor:
ResponderEliminarEl ciclo pasado fui alumno suyo llevando el curso de Cultura de Paz, aunque no sacaba muy buenas notas, disfrutaba de las clases. Es genial tener un profesor como usted. Suena un poco contradictorio lo que digo pues soy alumno de Estudios Generales Ciencias(muchos dicen q solo somos full números etc.). En verdad, agradezco mucho su enseñanza y fue una suerte haber participado en Cultura de Paz.
Estimado amigo:
ResponderEliminarMuchas gracias por sus generosas palabras.
Saludos,
Gonzalo.