Gonzalo Gamio Gehri
I
El debate sobre la objetividad de las ciencias sociales y el compromiso político se ha quedado sumido en una suerte de atolladero. Experimenta serios obstáculos para poder avanzar, porque ha sustituido el trabajo del concepto por el juego retórico, e incluso, por el puro y duro enfrentamiento personal. Ya no se trata solamente del olvido de la epistemología, sino del olvido de los argumentos estrictamente conceptuales. Unos acusan a sus adversarios como “intocables”, éstos describen a sus “detractores” (sic) como poco menos que insolentes. La discusión no despega – para seguir con las imágenes aeronáuticas – del nivel de lo político. En ese sentido, el texto de Nicolás Lynch – La vida, la academia y la política (sobre los hijos y los nietos del neoliberalismo) -, publicado hoy en
“El primer pecado de Alberto Adrianzén y el mío es el de haber tenido una vida entre la academia y la política, con el empeño de reconciliar la lucha por la justicia con la lucha por la libertad, es decir con el empeño de ser socialistas. Además, veinte años de neoliberalismo no nos han domesticado. (…) El caso es que para Martín Tanaka y sus ocasionales escuderos, Eduardo Dargent y Alberto Vergara, nuestra vida en el empeño es algo así como un archivo de inconsecuencias y mentiras al cual pueden recurrir en cualquier momento para juzgar nuestra obra académica y cuestionar la idoneidad de nuestro juicio”.
De acuerdo con Lynch, lo que mortifica a Tanaka y a los jóvenes politólogos es la combinación entre la reflexión política y la militancia política, lo que sacrificaría a su juicio cualquier pretensión de objetividad científica. Esa sería la razón por la cual estos últimos consideran que los libros de Lynch y Adrianzén son “deficientes”. Es preciso agregar que Dargent y Vergara no han señalado, en los medios de prensa o en los blogs, los argumentos que sostendrían tales afirmaciones, más allá de algunos comentarios sobre la transición (hay que señalar que Dargent acaba de publicar una aguda reseña en la revista Argumentos). Por eso sostengo que esta polémica está quedando peligrosamente atrapada en las arenas movedizas de la retórica o en la lucha de facciones.
Lynch afirma que los pasajes epistemológicos de esta discusión dejan mal parados a los defensores de la objetividad en una clave más o menos positivista. Sostiene que éstos “han naufragado en su teoría del conocimiento y tratando de explicar el tema democrático. Si algo ha quedado claro en el debate es que la objetividad en las ciencias sociales no es la de las ciencias naturales ni la de las ciencias exactas”. En este punto el autor no se equivoca, pero tampoco aporta razones que respalden esta posición, ni ofrece una reflexión metodológica que pueda apuntalar un camino diferente. Nelson Manrique es quien más ha escrito en la prensa escrita sobre esta materia en las últimas semanas. En cuanto al concepto de democracia, los jóvenes politólogos no habrían considerado, a juicio de Lynch, las exigencias de inclusión económica como relevantes al lado de las exigencias de inclusión política.
“Han querido volver a contar el cuento de que hay un solo concepto de democracia: la democracia elitista de manufactura anglosajona que se define por la competencia entre los políticos por el poder del Estado. Esa es una versión de la democracia que ha buscado ser exportada a América Latina desde los Estados Unidos con millones de dólares de inversión”.
Tanto el texto de Lynch como el texto anterior de Vergara introducen un tema importante que sin embargo no ha sido realmente examinado, si las condiciones procedimentales de la democracia liberal son necesarias – y suficientes – para la consolidación democrática, o si se requieren mecanismos de justicia redistributiva, que aseguren el acceso de la población al bienestar. Es cierto que las alusiones de Lynch a la inversión norteamericana enrarecen un posible diálogo sobre el tema, pero este asunto debe discutirse públicamente. El autor incluso acusa a sus interlocutores de apostar por el continuismo respecto del modelo económico y político, e incluso los acusa de asmir una actitud de cierta condescendencia con el fujimorato (me parece que esta es una crítica injusta, dado que conozco diversos textos de Dargent y Vergara que constituyen explícitamente un severo cuestionamiento al autoritarismo fujimorista). A Tanaka le increpa el haber señalado que - a pesar de las movilizaciones contra el régimen corrupto de Fujimori - , el politólogo le concedía cierta viabilidad a su gobierno en el contexto de una fraudulenta segunda reelección. Es seguro que Tanaka intentará responder pronto a las críticas de Lynch. Esperaremos su siguiente post sobre el tema.
Silvio Rendón ha incorporado una interesante reflexión a la comprensión de esta discusión. Según su punto de vista, los partidarios de la objetividad científica someten a una dura crítica a los objetores del gobierno posicionados en la izquierda y abanderados de una intelectualidad comprometida, pero no se cuestiona con la misma severidad a los “técnicos” (también “intelectuales”, en algún sentido) comprometidos con las políticas que el gobierno diseña y lleva a cabo. Esta ambivalencia no habría sido tematizada aún por ninguno de los protagonistas de esta controversia. Se trata de una observación política aguda, que debe ser examinada seriamente.
II
“Sin embargo, Adrianzén y yo no hemos llegado gratis a donde estamos ni le hemos robado a nadie su lugar. Nunca se nos ha acusado de algo impropio ni menos aún somos intocables, como refería Vergara”.
En fin. Creo que este debate se está entrampando, y puede estar perdiendo el sustrato teórico que lo hace interesante, en nombre de otra clase de divergencias. Por momentos, parece un asumir la forma de un conflicto puntual, vinculado al terreno de las "ideologías políticas" y al del posicionamiento de los interlocutores en el escenario de la ciencia social (la mención a los "intocables", las alusiones al "lugar" que cada uno ocupa o se "ha ganado", etc.). Espero que esta impresión mía sea sólo eso, una impresión pasajera e infundada, y nada más. Lamentaría si esa tendencia se fortalece, dado que considero que Tanaka, Dargent, Vergara, Lynch y Adrianzén son intelectuales realmente valiosos que enriquecen decisivamente una polémica que no debe perder una dimensión teórica que constituye parte de su fecundidad. No creo (y no creo que se crea) que se se trata de un juego de fuerzas entre académicos en torno a la credibilidad de sus análisis e ideas políticas: aquí se busca esclarecer cuestiones de principio. Finalmente, se trata de un asunto que tiene relevancia interdisciplinaria. En lo personal, seguiré escribiendo sobre el curso de esta discusión - convencido como estoy de su valor - en la medida en que se pueda hacer explícita la conexión entre las cuestiones epistemológicas y los enfoques propiamente políticos.
Todo esto lo empezó Tanak con un insolente texto que pretendía descalificar a Adrianzén diciéndole que su libro estaba sesgado y que una muestra de eso era su simpatía por Ollanta Humala.
ResponderEliminarGonzalo: ¿dime acaso si esa relación no es jalada de los pelos?
Eso me parece tan pero tan irrespetuoso...que de por sí el debate no ma parece que pasa por una cuestión epistemológica (ese giro que le das es interesantísimo), creo que pasa principalmente por un mínimo de respeto que no ha tenido Tanaka.
Vergara ve el hecho de pedir respeto como una cosa de "intocables"????Eso es igual de faltoso que descalificar a Tanaka por no tener un compromiso político-ideológico definido.
Saludos,
ResponderEliminarNo es una impresión tuya pasajera e infundada Gonzalo, es la inevitable consecuencia de un debate que ha caminado siempre al borde o a los extremos de su argumento central. El artículo de Lynch y símiles son una consecuencia anunciada (un riesgo ya comentado con anterioridad, por lo demás).
Lynch nos presenta un texto comprensiblemente melancólico y defensivo como bien dices, en parte lícitamente, dado que el debate se está arenando en la barricada de los juicios personales que llevan al círculo vicioso de la répica y la contra- réplica. Juicios personales que ahora, con el texto de Lynch, se convierten gratuitamente en juicios auto-biográficos que a nadie interesa sinceramente: todos los que participan en este debate tienen seguramente una vida entre la academia y la política, al menos al mínino denominador del criterio de lucidez mencionado por Gamio. Que hayan también indiferentes al tema de la política o de la transición, es una perogrullada. Se puede ver también este tema epistemológico como válido tornasol de fondo para otros interesantes debates post-transicionales que Lynch propone: discutir, por ejemplo, ese curioso concepto de democracia "que se come" o cómo pretenden los humalistas "cambiar la constitución" (interesante revelación, se medite), o sobre el rol de las (nuevas) elites de nueva izquierda y nueva derecha, etc.).
Para poder tratar estos nuevos temas con un piso de principios en común, se necesita tener claros los instrumentos epistémológicos mínimos que valen multidiciplinariamente para todo aquel que pretenda hacer ciencia, no sólo entonces para los politólogos y los sociólogos. Este es el tema mayor de este debate ahora. Insistir en querer hacerlos ver ociosamente como dos roles contrapuestos, "innovadores" los primeros y "conservadores" los segundos, es una completa ociosidad y una malicia gratuita que no convence a nadie. Por este lado, se note, el debate perdió desde el inicio.
Proponer ahora esos otros temas post-transicionales que Lynch menciona, mientras se discute de otra cosa, es generar más intransparencia argumentativa y complejidad gratuita. Al final el tema principal se arena, porque el instinto de réplica nos lleva a discutir ahora de todo un poco y de nada finalmente. Como ya escrito, por lo demás, el antagonismo cooperativo propuesto no impide el ejercicio entre lo académico y lo político y nos ahorra (y ahorra al lector) de las auto-justificaciones biográficas melancólicas que a nadie en lo absoluto interesa, tanto menos en un medio público como un diario (ver punto uno de Lynch). Nadie con un mínimo de sensatez no estaría "orgulloso de lo vivido". Basta de estos efectismos. Cuánto, luego, "haya sacudido" el país la generación de izquierda de Lynch, Andrianzén y ahora los humalistas, lo veremos mejor cuando se compare y se mida con lo que sacudirán las nuevas generaciones post-transición de necesaria nueva izquierda y nueva derecha.
"Pero en el tema mayor, la democracia de nuestros días, tampoco han dado fuego los muchachos. Aquí nos han querido pasar, literalmente, gato por liebre".
El tema mayor en estos días y en este debate es puntualmente el problema de la objetividad y la epistemología en las ciencias sociales. Quien haya dado fuego a otros temas mayores ha sido tan ocioso como aquel que ahora tiene fuegos para distraer el presente tema con otros nuevos.
Cordialmente,
Giovanni
El tema nunca pasó por una cuestión epistemológica; se camufló bajo esa idea pero en el fondo hay pasados recelos y fantasmas personales de "ambos bandos".
ResponderEliminarLo que debe quedar claro es que Tanaka, al mismo nivel que su discípulo Carlos Melendez, descalificó a sus oponentes Manrique y Adrianzén acusándolos de sesgos que nunca pudo fundamentar (vamos, eso de acusarle a Beto sesgo por ser pro Ollanta y criticarle ideas que nada tienen que ver con el eje central de su libro) y sobretodo, presentándose como neutral!!! como dice Hildebrandt, si se va a poner así, al menos que saque su camiseta. Que sea valiente como tú gonzalo.
De acuerdo con que el tema se ha ido por otros lados, Gonzalo. Ojo: no me molestan los calificativos. Un poco de picante es bueno en una prensa local bastante aburrida y donde la polémica es escasa.
ResponderEliminarLo que me preocupa de lo que señalas es que por ejercer una defensa de la militancia ("me critican por neoliberales y por mi militancia Humalista") pero también por discutir lo abstracto (¿puedo ser objetivo y militar?), no hemos mirado los "productos" que motivaron la discusión.
Sé que tu no ves lo segundo tan problemático (al revés, criticas la pobre epistemología de los contrincantes y reclamas más), pero me parece bastante grave también. Al final los trabajos se convierten en un asunto secundario cuando deberían poner los parámetros para la discusión y servir para la docencia de los temas en debate. En este caso, nos hemos olvidado de los libros. Diversos comentarios en los blogs muestran que se habla de ellos y su contenido sin hablerlos siquiera leído. Lo mismo pasó con el trabajo de Nelson, engullido por el debate en torno a si es posible o no ser objetivo, dejando pocas líneas sobre la calidad de su evidencia y su intepretación.
Lo que intento en la reseña de Argumentos es pasar del debate periodístico (limitado, casi asfixiado, por el espacio) a uno de fondo sobre el contenido de los libros.
http://www.revistargumentos.org.pe/index.php?fp_verpub=true&idpub=334
Espero quede claro al lector que mi problema nunca ha sido la militancia de los autores , ni su trayectoria académica pasada, ni su participación en IU. Estos dos libros y todos mis comentarios no tienen nada que ver con Humala, ni contra el deseo reformista, ni pasa por defender el modelo económico ni coquetear con el fujimorismo. Son cosas que no se tendrían que ni decir, pero hacia eso se ha llevado la discusión con todo tipo de calificativos.
Mi crítica, simplementes, es que hay problemas conceptuales muy serios, de argumentación y de evidencia en ambos trabajos. Creo que en ambos casos la ideología ayuda a entender esos problemas y la poca apertura para realizar interpretaciones distintas. En el caso de Adrianzen el asunto es más serio: el libro es muy desordenado y carece de referencias a la bibliografía que nos dice enfáticamente en su primer capítulo que va a criticar. Sospecho que varios comentaristas tendrían una posición diferente si leyesen los trabajos.
Espero la reseña llene esos vacíos que mencionas. Por mi parte el tema se acabó. Ya dije lo que tenía que decir en extenso y creo que todo esto ya debe resultar insufrible para los pobres lectores de LR o de Caretas interesados en otras cosas. Esperemos otro libro y la siguiente reseña.
Saludos y gracias por el espacio,
Eduardo
¿Cómo se puede hablar de “objetividad” o de “neutralidad” cuando hay millones que mueren de hambre por las políticas neoliberales del actual corrupto sistema creado por el fujimontesinismo en el Perú? Dargent, Tanaka y Vergara hablan desde sus típicos castillos de cristal, beneficiándose de la indigencia de la mayoría… Enhorabuena que ni Adrianzén ni Lynch no son “objetivos” .. Ellos han asumido la única posición que un auténtico demócrata puede seguir hoy: la opción socialista. Y ella se encarna hoy en día en el Comandante Humala y en todo un movimiento latinoamericano que busca terminar con la oligarquía, quebrar esos monopolios de manipulación que son los medios de prensa y comunicación y crear una democracia, no de elecciones arregladas sino de redistribución de la riqueza, de reivindicación de las razas excluidas, de darle voz a los sin voz, de terminar con esta farsa burguesa y esta triste comedia que reduce a fantasías la expectativas a una vida mejor del pueblo.
ResponderEliminarSr. Frank:
ResponderEliminarPor favor, dejemos la demagogia. Es evidente que las personas que cita no se benefician con la indigencia.
Saludos,
Gonzalo.
Democracia liberal, social y procedimental.
ResponderEliminarUno de los vacios de este debate, es el poco desarrollo de conceptos. Me permito mencionar uno, al cual se alude en varios artículos y que solo Dargent lo desarrolla con más detenimiento. Me refiero al concepto de “Democracia Procedimental”.
Como se sabe no existe una teoría unificada de democracia. Tal vez, es más fácil referir que no es democracia. De este modo, una “democracia popular” (como se proclamaban los regímenes comunistas) o una “democracia fuerte” (como se justificaba a las viejas dictaduras), no creo que representen el verdadero espíritu de la democracia.
Existen básicamente dos concepciones de democracia: la Liberal y la Social. Supongo que nuestros jóvenes politólogos (Tanaka, Dargent), se inscriben más en la primera, mientras nuestros viejos sociólogos (Adrianzén, Lynch) se hallan más vinculados a la segunda. Seria interesante desarrollar con más profundidad ambas concepciones en este debate.
Sobre el concepto democracia procedimental que emplean Tanaka y Dargent. Quizás seria conveniente aclarar cuales son sus alcances y limitaciones. Dargent en su artículo de la Revista Argumentos, ha rescatado el valor de este concepto. Pero por equidad ahora habría que referir también sus debilidades.
Una de ellas es reducir la democracia a simple procedimiento. O sea mero formalismo. “La democracia reducida a maquinaria procesal”. La democracia procedimental resulta aséptica, a diferencia de la democracia liberal y social, donde los valores individuales y sociales son consubstanciales (en mayor o menor medida).
Por último, la democracia procedimental cae en un exagerado apego a las normas, normas que en la mayoría de casos responden a un orden neoliberal cuestionable éticamente.
Ojalá se puedan desarrollar más estas cuestiones en este interesante debate.
Saludos.
Hola Eddy (y disculpa Gonzalo por abusar de tu espacio, con esta se acaba mi colaboración. Gracias!):
ResponderEliminarRespondo ràpido porque voy de salida. Ese no es precisamente el punto aunque estoy de acuerdo que, en lo que a los politòlogos respecta, la discusión conceptual es la que más debería interesarnos.
Más que dos "ideas" o "tipos" de democracia lo que busca un concepto procedimental es lograr cierto consenso sobre el momento en que un régimen político puede ser llamado democracia. Los que creemos que ese "punto" no debe estar cargado de otras características que hacen "buena" a la democracia, pensamos que el concepto procedimental es adecuado para determinar cuàndo un règimen es democràtico. En el momento en que se respetan los procedimientos y las elecciones son justas (igualdad polìtica de preferencias) pareciera que ya estamos frente a un régimen diferente en el que estas preferencias no tienen garantìa de ser reflejadas en el resultado electoral. Costa Rica, por ejemplo, tenìa indicadores muy malos en los cuarente en materia social pero se logró construir un régimen en el que los ciudadanos votaban libremente por elegir sus autoridades.
Por ejemplo, la elecciòn del 90 respeta esos criterios procedimentales, pero el Fujimorismo desde los noventa los rompe al hacer "trampa" en la elecciòn, no sòlo el dìa de la misma sino en todo el proceso.
Eso no quiere decir que me "guste" la democracia electoral mìnima o apoye que solo haya procedimientos sin derechos sociales. Es un tema metodológico sobre el cual podemos distinguir el régimen político (democracia) de la calidad de las distintas democracias. Quienes prefieran una democracia social señalarán que la calidad de la democracia Sueca, por ejemplo, es muy superior a la de EEUU en la que hay muy altas desigualdades. Pero ambas son democracias.
Sobre esa base otros autores han discutido diversas medidas de la calidad de la democracia. Costa Rica, por poner el ejemplo de nuevo, respeta esos mìnimos desde los cincuenta pero ha profundizado muchos otros aspectos sociales que seguramente la hacen una mejor democracia que la débil y precaria democracia de Benin en la que con las justas se cumple lo procedimental.
Creo que el problema de los autores de los libros es asumir que adoptar un concepto es concluir que esos mìnimos procedimentales son moralmente deseables. Eso no lo hace ningùn autor de prestigio.
La crìtica de fondo al concepto, que recojo en la reseña, es la del estilo de Carlos Franco. Dicho autor señala que en realidad ese concepto no nos dice nada pues la "indeterminación" que supustamente recoje no la es tal. Que la gente vote, aunque sea un procedimiento electoral "justo", tendría menos importancia por otros factores que ya condicionan de antemano el resultado en forma muy fuerte. Màs importantes serìa el poder que brinda a ciertos actores la economìa internacional, por ejemplo, que los hace tener un peso desmedido en la sociedad. Por eso Franco no reconoce a los regímenes de América Latina en los ochenta como democracias. Hay posiciones menos duras que la de Franco que tambièn señalaràn que es necesario incluir un mìnimo de igualdad econòmica para considerar a algun paìs democràtico aunque hayan elecciones. Pero por lo general esas medidas no son muy demandantes pues termianríamos excluyendo a la Costa Rica del cincuenta o Bolivia de los noventa/2000 de nuestra medida, por ejemplo.
No estoy de acuerdo con Franco, pero creo que esa es la crìtica màs importante al uso de un concepto procedimental y hay muchas pàginas muy buenas al respecto. Lo que hago en la reseña es criticar lo que entienden los autores sobre el concepto procedimental que termina siendo mostrado como "ellos prefieren una democracia de èlite nosotros una social". En la reseña encontrarás más detalles sobre estos problemas
Saludos y gracias por tu interès. Hay toneladas de cosas escritas sobre esta discusiòn y se puede encontrar en web.
Eduardo
stimado Eduardo:
ResponderEliminarQué ocurrencia. Siempre eres bienvenido.
Muy agudo el texto de "Argumentos". Y muy pertinente tu comentario. Debemos recordar que el término "democracia procedimental" fue popularizado por el filósofo político Michael Sandel, para señalar la arquitectónica legal y política de las repúblicas, que debía ser articulado con alguna forma de elemento ético-social.
Saludos,
Gonzalo.
saludos,
ResponderEliminarSin duda excelente la reseña del Sr. Dargent. Gracias por el link. Una lástima que no sea directamente el tema de este debate, sino de otro tan bueno como este. Seguir dos debates, es no concluir nada significativo en ninguno de los dos finalmente. Discutir luego de un concepto técnico como democracia procedimental con los sociólogos en cuestión, pensando que se intenta excluir la parte "social" y demás aspectos relacionados con la "calidad democrática" (Morlino), es tiempo perdido. De mi parte Gonzalo doy por arenado y concluido el debate. Se pase al romanticismo político de las definiciones de democracia sustancial, que noto hay más élan vital.
cordialmente,
Giovanni
Claro, y eso es lo que intento poner de relevancia en mi libro "demócratas precarios": defiendo la idea de que, a pesar de existir democracias en el sentido procedimental del término en América Latina, todavía en varios países las élites políticas no han interiorizado valores básicos de la competencia electoral justa que dan solidez al sistema.
ResponderEliminarNo me refiero a grandes valores democráticos-igualiarios que sin duda harían más sólida a la democracia, sino simplemente el respeto mínimo a la competencia electoral y el no apoyar acríticamente a líderes no democráticos de tener la oportunidad de hacerlo. Por ello el apoyo de estas élites a líderes autoritarios que responden a sus intereses normativos y económicos termina desbarrancando la democracia (Fujimori, Chávez, etc) y en otros casos debilitándola (Uribe, Morales).
Una cosa es que exista por paridad momentanea en el poder o por presión internacional se respeten los criterios procedimentales y otra muy diferente que se interioricen como valores por parte de las élites políticas como ya sucede en Costa Rica o Uruguay. Por ello concluyo que las democracias en varios países de la región son todavía precarias.
Dicho sea de paso, exactamente la mitad del libro está dedicado al apoyo de la derecha a este tipo de líderes, incluidos técnicos del Estado. No sé de donde me caen palos por dedicarme más a la izquierda que la derecha. Y por supuesto que estoy de acuerdo que una democracia con mayor igualdad política será menos proclive al autoritarismo que países que mantengan una alta desigualdad.
Bueno, con esto se acaba mi participación. Gracias de nuevo por el espacio e interés. Permite aclarar algunas cosas, choca un poco ver algunos comentarios en los diarios o blogs que asumen que porque uno crítica un libro que no le gustó se convierte en u defensor del status quo o del poder económico. Creo que la lección de este debate sobre el concepto de democracia y la objetividad al estudiarlo ha sido que el sectarismo de izquierda sigue muy presente en el país y la academia: si yo soy un escriba de la derecha por hacer críticas de este tipo con quién dialogará esa izquierda si llega al poder?
Saludos
Eduardo
saludos Eduardo:
ResponderEliminarEn efecto y si vemos bien la gran paradoja de este segundo debate completamente ocioso (me perdonen la sinceridad), los primeros que deberían promover "a gritos" la introducción y el uso inmediato del concepto de democracia procedimental deberían ser los sociólogos-candidatos en cuestión. Porque, en efecto señores, promover un uso conceptualmente apropiado correctamente bien medido y técnicamente bien aplicado de democracia procedimental en LA y en el Perú sobre todo, nos permite multidisciplinariamente (ojo) tener bien claro el límite mínimo concreto alcanzado (o por alcanzar) de democracia, para precisamente, desde ahí, tener bien marcada la "línea de partida" desde donde se debe mejorar el sistema de modo eficaz y eficiente, sin romanticismos políticos ni cuadillescos.
Si el sociólogo-candidato pretende mejorar el sistema, entonces tiene que tener clara la línea de partida" desde donde el sistema puede mejorarse. Esa línea debe ser clara PARA TODOS para medir el rendimiento político del actor y de la instititución que representa. Este es precisamente uno de los objetivos del concepto de democracia procedimental. Dicho con una perogrullada: para poder superar un límite es necesario primero ver bien claro donde está ese límite. De lo contrario el gran proyecto de llevar a cumplimiento la "transición inconclusa" se vuelve - parafraseando a Sinesio Lopez en su último post - una melancólica pichanguita entre (viejos) amigos (nostálgicos) del establishment etno-nacionalista, que juegan a cambiar la constitución con un (mal) tiro de dados. Yo quiero ver bien a qué juego quieren jugar estos señores, antes que la pichanga se vuelva otro poder "fáctico" como tanto critican.
El sociólogo-candidato que me critica la reglas mínimas que están detrás del concepto estrictamente técnico de democracia procedimental, debe tener el coraje de ponerme las manos de la propia competencia (académica y/o política) al fuego de debate y declarar puntualmente cuáles son las reglas mínimas de democracia que pretende cambiar entonces, si "no le gusta" el de democracia procedimental. Se note que quien critica y no propone está exactamente haciendo sutilmente lo que afirma Dargent: "apoyar acríticamente a líderes no democráticos de tener la oportunidad de hacerlo". Se medite bien esta frase.
Todos se han lanzado a criticar el concepto de democracia procedimental porque a los completamente profanos e improvisados les "apesta" el término "procedimental". Les suena a "artefacto tecnocrático" "de derecha" y demás metáforas infelices. Por favor, más seriedad.
Repito finalmente lo que ya escribí en otro comentario: El problema ahora no es tanto el concepto de "democracia procedimental", sino la falta de un lugar adecuado o propicio donde se puedan discutir las categorías de cada sector en las CCSS, para evitar el debate entre sordos. Me refiero, en otras palabras, a la falta de un diálogo interdisciplinario propicio en las CCSS peruanas, entre Sociología y CP más explícitamente. Parece que estos sociólogos candidatos tienen un gran temor que se propongan criterios para "medir" la bondad de su "pinchanguita" nacionalista.
El proceso de progresiva "des-ideologización" de las CCSS peruanas, es creo yo, inevitable. Lo digo nuevamente (se medite): la actual transición política vale también para las instituciones académicas. Tabula rasa con los pichangueros de vieja izquierda y vieja derecha.
Cordialmente,
Giovanni K.
Lean a Taylor en "Argumentos filosòficos". Àhì hay reflexiones inteligentes sobre epistemologìa.
ResponderEliminarCreo que se está confundiendo objetividad con cinismo e indiferencia.
ResponderEliminarLo que me molesta de los análisis de Martín Tanaka es esa celebración de la astucia política como si la política fuera un espacio de demostración de habilidad para mantener el poder, no de construcción de una sociedad más deseable.
Lo que me resulta irritante de posturas como las de N. Lynch o Andrianzén es la frivolidad y la absoluta ausencia de rigor de sus propuestas. Resulta, igualmente, poco aconsejable su oportunismo: como la izquierda no juega con su propia bandera, tienen que subirse al carro del comandante. Ellos dicen que el Estado tiene que intervenir pero no dicen en qué ni de qué manera. Hablan de "continuismo" pero carecen de alternativa. Solamente pueden enunciar vaguedades y, digámoslo sinceramente, frases demagógicas.
Pero esto no nos debe hacer olvidar la demagogia del otro bando, que se disfraza de "objetividad" cuando lo que solamente se puede ver es una celebración del poder.
Tampoco entiendo el problema que causa la idea del "intelectual comprometido". Disculpen mi irritación pero a quienes le suena mal la existencia de tal personaje quisiera que mencione al menos UN EJEMPLO de un intelectual no comprometido. ¿Por dónde anda? me pregunto, ya que nunca lo he visto.
Saludos y disculpen la molestia. Pero creo que este debate no nos está llevando a ninguna parte.
Hola Daniel:
ResponderEliminarMuy agudo tu comentario. Creo que es preciso analizar esa celebración de la MERA SAGACIDAD "POLÍTICA".
Un abrazo,
Gonzalo.
Francamente, no estoy de acuerdo con la nota de Daniel, porque sugiere muy de costado que la actitud de los cientificos sociales que han dado en llamarse cercanos al "positivismo" tiene un paralelo moral en el cinismo o la indiferencia.
ResponderEliminarVeo por que puede irritar el tono descriptivo de Tanaka, pero no podemos tomar nuestra irritacion como sintoma de un hecho en el mundo. Igualmente, puede irritar que Lynch y Adrianzen parezcan voluntaristas disfrazados de cientificos sociales, pero no se puede negar que la voluntad del agente es tambien parte de la realidad.
Mi contribucion al debate va en La Torre de marfil...
http://latorredemarfil.lamula.pe/2010/03/22/la-verdad-social-debate-en-marea-alta/
Gonzalo:
ResponderEliminarno quería intervenir en este intercambio para que fluyera más espontáneamente, pero la verdad es que no me pude aguantar las ganas de responderles a Daniel Salas y a tí mismo, por sus últimos comentarios, en nombre de la buena relación personal que siempre hemos tenido, y que sinceramente espero podamos seguir teniendo.
El debate y la crítica me parecen muy bien, pero, estimados Daniel y Gonzalo, el debate no nos lleva a ninguna parte cuando dejamos de debatir sobre lo que los demás piensan, y empezamos a debatir sobre caricaturas de sus posiciones. Sé que esta caricaturización es inevitable en los debates, pero realmente me sorprende viniendo de personas de calidad y con las que uno tiene o ha tenido alguna relación personal, como con ustedes, y por ello esperaría que se eviten malos entendidos.
Quisiera saber en qué momento he "celebrado" yo la "astucia" o la "MERA SAGACIDAD POLÍTICA". Una vez más, describir, analizar, explicar, entender, no es lo mismo que celebrar, justificar, proponer. En lo sucesivo me esforzaré en marcar la diferencia, pero no me atribuyan por favor cosas que no pienso. Daniel, ¡si te vas a molestar conmigo moléstate por algo que realmente piense, no por algo que no pienso!
Ya he dicho muchas veces que no pretendo disfrazarme de objetivo, he dicho explícitamente que todos tenemos sesgos, por eso hay que tratar de ser rigurosos en ponerlos bajo control. "Celebración del poder". Confundir "objetividad con cinismo e indiferencia". Me parece muuuuuuuy injusto. Me parece que cualquiera que lea lo que he escrito en libros, artículos, ensayos, con un mínimo de buena fe podrá decir que mi trabajo es crítico, no celebratorio. Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con él, por supuesto, pero no me parece justo desacreditarlo de esa manera. "Cinismo e indiferencia": caracho, uno se mata investigando, escribiendo, publicando, animando y participando en debates, exponiéndose a recibir palos, haciendo trabajo voluntario, apoyando mil iniciativas políticas y ciudadanas, para que después le digan a uno cínico e indiferente.
Termino diciendo que no me habría molestado en dejar este comentario si no valorara sus opiniones y si no quisiera mantener la relación personal que hasta el momento hemos tenido. Saludos, Martín.
Estimado Martín:
ResponderEliminarTienes razón. A veces, un texto tan breve para un diario no nos permite extendernos un poco más. Mi comentario no pretendió ser agresivo. Tu texto sobre el APRA ponía el acento en la sagacidad política de García. Es cierto que eso no significa celebrar esa sagacidad. Sí creo, empero, que un par de líneas críticas en torno a esa sagacidad - o discutir el asunto más adelante - sería ideal. El énfasis en lo descriptivo puede generar esa impresión de condescendencia. Creo que uno de los propósitos de las CCSS es mejorar la calidad de las instituciones y los vínculos sociales.
Sabes que aquí valoramos tu trabajo y te tenemos una alta estima personal.
Saludos,
Gonzalo.